San José, el servidor del amor - Cipecar

San José, el servidor del amor

‘Aquel que la verdad ha hecho libre, la caridad lo hace esclavo” (San Agustín).

‘José es «custodio» porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea, y sabe tomar las decisiones más sensatas’ (Papa Francisco).

A José, el hombre mirado por Dios con amor, le va naciendo por dentro un amor nuevo, regenerado por el Espíritu Santo, amor que le pone al servicio de la Buena Noticia de la Salvación (Mt 1,24; 2,15.22).

Siempre hace lo que Dios le manda. Su corazón siempre está disponible para la acogida, para el envío, para la ofrenda.

De su interior silencioso y fecundo brotaba el callado amor gratuito expresado en mil gestos de servicio:

El servicio de la com-pasión viviendo con María y con Jesús los abatares de la vida y del momento histórico: el empadronamiento en Belén, la emigración a Egipto, el temor al gobierno de Arquelao en Judea, el regreso a Nazaret, la pérdida del hijo en Jerusalén.

El servicio de la paciencia silenciosa, que mantiene el oído abierto y atento a Dios que siempre le hablaba en sueños, y en la noche; Un ángel le confirma, en sueños, la divina maternidad de su esposa, y recibe el encargo de asumir la paternidad del hijo, generado por obra del Espíritu Santo (Mt 1,20 ss).

El servicio de la ternura cuidando y atendiendo a María y velando el misterio de la Vida que se estaba alumbrando.

El servicio de la contemplación recibiendo a María, con delicadeza, acompañándola con fortaleza, amándola con amor virginal,

El servicio de la mirada nueva, dejándose sorprender por Jesús, que crecía como cualquier niño de Nazaret, y que iba expresando su estilo original de actuar ocupándose de las cosas de su Padre

El servicio de la espera confiada en el Plan del Padre, la llegada del Reino de Dios.

El servicio del gozo experimentando en la vida de familia en Nazaret, los momentos bellos, los encuentros compartidos, las palabras de vida, los gestos de ternura, las caricias de amor.

El servicio de la misericordia gratuita reflejada en tantos gestos de cuidado cariñoso, protección cálida, respeto ausente de interés o de medida.

Ora y comparte:

Recuerda tu historia de amor y da gracias a Dios por ella

¿Has tomado conciencia de tu vocación de servicio en la Iglesia?

Sorpréndete con este testimonio

Tengo un amigo que está tan unido a Dios que es capaz de ver alegría allí donde yo creo que sólo hay tristeza. Viaja mucho y conoce a cantidad de gente. Cuando vuelve a casa, siempre espero que me cuente cosas acerca de la difícil situación económica de los países donde ha estado, acerca de las grandes injusticias sobre las que ha oído hablar, y del dolor que ha visto. Sin embargo, aunque es muy consciente de la agitación en la que vive el mundo, muy rara vez habla de ello. Cuando comparte sus experiencias, habla sobre la alegría que ha descubierto y que estaba escondida. Habla de un hombre, una mujer o un niño que le han llevado esperanza y paz. Habla de pequeños grupos de gente que tienen fe los unos en los otros en medio del desorden y el alboroto. Habla de los pequeños milagros de Dios. Hay veces que me llevo una desilusión porque lo que quiero oír son “noticias de periódico”, historias excitantes y estimulantes que se cuentan entre amigos. Pero jamás responde a mi necesidad de sensacionalismo. Sigue diciendo: Vi algo muy pequeño y muy bello, algo que me dio mucha alegría. (H. Nouwen)

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