El funeral del Shelley, pintado por Louis Edouard Fournier

El funeral de Shelley, pintado por Louis Edouard Fournier

   El 8 de julio de 1822 Percy Bysshe Shelley y dos acompañantes, Edward Ellerker Williams y Charles Vivien, se ahogaron en el golfo de La Spezia mientras navegaban en el barco de vela de Shelley, el Don Juan ‒más tarde renombrado como Ariel‒, como consecuencia de una repentina y terrible tormenta cuando volvían de Livorno a Lerici. Shelley estaba a punto de cumplir los 30 años y regresaba de un viaje para ultimar los preparativos del lanzamiento de El Liberal, un periódico que iba a publicar con la colaboración de Lord Byron y del también poeta Leigh Hunt. Las circunstancias alrededor de esta tragedia siguen siendo a día de hoy un misterio, ya que el trayecto no era demasiado largo y los acompañantes de Shelley ‒además del propio Shelley‒ tenían experiencia en el mar. Entre las causas más posibles se señalan desde un defecto en el barco o la falta de experiencia de Shelley como marinero hasta un suicidio, un asesinato por razones políticas o la posibilidad de que el barco hubiera sido abordado por piratas o embestido por otra embarcación.

Percy Bysshe Shelley

Percy Bysshe Shelley

   Durante varios días no se encontraron los cuerpos y es muy probable que ahí hubiera terminado la historia si el aventurero y amigo de Shelley Edward John Trelawny no hubiera intervenido. Trelawny, que aunque conocía a Shelley desde hacía pocos meses se sentía muy unido a él, buscó los cuerpos varios días hasta que el 16 de agosto consiguió localizar los restos de Shelley, que habían aparecido en una orilla. Trelawny tuvo que negociar con tres gobiernos distintos, Lucca, Florencia y Pisa, ‒porque en ese momento Italia todavía no estaba unificada‒ para conseguir que le dieran el permiso para acceder a los cuerpos e identificarlos. Según la ley los cuerpos de ahogados en el mar debían ser cubiertos por cal viva para acelerar su descomposición por temor a la enfermedad y enterrados inmediatamente, por lo que el traslado a Inglaterra quedaba descartado.

   Sin embargo, Trelawny consiguió sobornar a las autoridades para incinerar los restos de Shelley, con el argumento de que el fuego eliminaría cualquier posibilidad de contagio. La excavación de la tumba de Shelley llevó más de una hora y uno de los operarios agrietó accidentalmente el cráneo del cadáver, pero el cuerpo fue exhumado y finalmente incinerado. Así recuerda Trelawny en sus memorias ese momento: «El fuego era tan feroz como para producir un calor blanco en el hierro, y para reducir su contenido a gris ceniza. Las únicas partes que no se consumieron fueron algunos fragmentos de huesos, la mandíbula y el cráneo, pero lo que nos sorprendió fue que el corazón se mantuvo entero. Al arrebatar esta reliquia del fuego de la pira mi mano quedó muy quemada».

Edward John Trelawny

Edward John Trelawny

   En efecto, Trelawny salvó del fuego el corazón de Shelley. La intención del aventurero era darle las cenizas a Mary, la esposa de Shelley, y quedarse el corazón para sí mismo, pero presionado por Hunt Trelawny tuvo que olvidar su empeño de guardar el corazón. Fue Hunt quien entregó el corazón de Shelley a Mary, que lo guardó en su escritorio, envuelto en seda, hasta su muerte en 1851. El destino final del corazón de Shelley se selló de forma definitiva en 1889, al ser enterrado con el cuerpo del único hijo superviviente del matrimonio, Percy Florence Shelley, en la tumba que había sido construida para él y su madre.

   Hay historiadores que contemplan la posibilidad de que aquello que Mary Shelley acariciara envuelto en seda durante casi treinta años no fuera el corazón de su esposo sino su hígado. Un final que aún siendo menos romántico, lo es más que el que tuvo Lord Byron, cuyos restos fueron profanados muchos años después de su muerte.

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