Crítica de Puertas abiertas, la película de terror de Netflix
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Crítica de Puertas abiertas, la película de terror de Netflix

Puertas abiertas de Netflix

Ya hemos comentado en otras ocasiones que las producciones originales de Netflix pueden ser capaces de lo mejor y lo peor. Lamentablemente, cuando te atreves con el género del terror, las cosas pueden torcerse con mucha facilidad, tal y como demuestra Puertas Abiertas (The Open House), que se estrenó en la plataforma hace cosa de una semana.

Esta película de miedo tenía ciertas papeletas para el éxito, ya que tiene como protagonista a Dylan Minnette, el actor principal de Por Trece Razones.  De hecho, no es su primera incursión en el género. También lo vimos en la notable No respires. Él y Piercey Dalton son los que sustentan toda Puertas abiertas con su historia: deprimidos por la muerte del padre de familia, deciden aceptar la oferta de vivir en una casa que han de abandonar una vez a la semana, ya que está en venta y los posibles compradores han de venir a verla.

Puertas abiertas

El pequeño pueblo al que se mudan parece muy tranquilo, pero pronto les escama el comportamiento de su vecina, interpretada por Patricia Bethune. A partir de ahí avanza una película de terror que juega con la depresión de los personajes, el misterio de la propia casa en la que viven, las visitas de las que no saben nada y, cómo no, los jump scares, esos sustos que se basan en poner un sonido muy estridente ante lo que debería ser un sustito común, del tipo, "uy, estabas detrás de la puerta". Cuando una película recurre a ese tipo de técnicas, es mala señal. Suele indicar que no sabes apañártelas de otra forma para dar miedo.

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La cuestión es que la casa de Puertas Abiertas también podría servir para meternos desasosiego en el cuerpo: el típico sótano donde los protagonistas han de bajar para revisar la caldera, sonidos extraños que toman por cañerías viejas, cuartos de baño que los dejan indefensos... A lo largo de toda la historia, se nos insinúan los potenciales candidatos a "asesino"... Si bien no se ve nada de acción real hasta los últimos minutos. Eso no es necesariamente malo, si no fuera porque la resolución de la película es... Bueno, no lo diremos por si aún así queréis verla, pero no tiene ni pies ni cabeza que nos hayan querido contar tantas subtramas y motivaciones de los personajes para que luego la cosa acabe como acaba.

En cuanto al apartado técnico, este película de Netflix funciona con solvencia: buenos primeros planos, juegos con los cambios de luz, encuadres que propician el desasosiego... Todo parece muy de manual, muy propio del juego sobre seguro, pero al menos están bien ejecutados. Lo mismo sucede con los actores protagonistas, que se esfuerzan por sacar adelante una trama que no lleva a ningún lado. Quizá, de hecho, el menos afortunado sea el propio Dylan Minnette, el cual parece encasillarse sin remedio en ese registro de "adolescente taciturno" que lo caracterizaba en Por trece razones. Está bien que se saque esa faceta a relucir dadas las circunstancias, pero el muchacho no suelta una mueca durante el noventa por ciento de la película. Cuando le toca gritar un poco, queda sobreactuado.

Esas cerillas que alumbran como focos industriales...
Esas cerillas que alumbran como focos industriales...

La película tiene su principal foco de acción en la noche y eso ayuda a que se creen ciertos momentos interesantes, como las llamadas a la puerta principal de madrugada, el coche que alumbra misteriosamente y se marcha... De nuevo, todos estos son elementos que ya hemos visto en infinidad de películas, pero habrían bastado para una película entretenida si se hubieran llevado a buen término. Lamentablemente, las expectativas de encontrarnos con algo tipo Funny Games o Disturbia se ven difuminadas cada vez más, especialmente ante la falta de explicaciones.

En definitiva, The Open House es una de tantas películas de terror o suspense que, para colmo, nunca consigue su objetivo. La ambientación en el pueblo y un par de enigmas pueden resultar interesantes, pero nada de ello suponen motivo suficiente para seleccionar esta película de entre el vasto catálogo de Netflix.

VALORACIÓN:

Incomprensiblemente lenta y cargada de subtramas irrelevantes, esta película no parece encontrar su rumbo hasta que ya es demasiado tarde.

LO MEJOR:

Como suele pasar en estos casos, la fotografía es buena...

LO PEOR:

Que no pasa nada. Y cuando pasa, te quedas con cara de "qué me estás contando".
Hobby

49

Malo

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