El concierto diminuto de las cosas - Protestante Digital )."/>

El concierto diminuto de las cosas

La belleza única, la monumentalidad irrepetible de Venecia no habían conseguido conmoverme tanto como aquel panorama. Ésto y el momento tan apacible produjeron esta síntesis personal (o, como mejor y más brevemente lo dijo el poeta, "el paisaje es un estado del alma").

07 DE ENERO DE 2006 · 23:00

,
La respuesta que damos a esa constante manifestación de las cosas, tiene para Azorín el escritor una importancia vital y cita a un escritor -William James-, que dice: "La vida merece siempre ser vivida, y todo consiste en tener la sensibilidad correspondiente". Pero, ¿por qué Azorín vincula el atractivo de la vida a la percepción que tengamos de ella?

Probablemente fuera porque comprendió que nadie puede vivir por si mismo sino en relación a lo que le rodea, los demás. Él era un gran observador, a la par que un escritor estilista, autor de estudios, ensayos y novelas y que seguramente descubrió que es en las pequeñas, cotidianas cosas donde está la belleza, la vibración de la vida. Cuando escribe lo siguiente, se encuentra sentado a una mesa situada bajo una ventana, sin cristal, rodeado de los objetos polvorientos de un desván. "Son las ocho de la mañana; ésta es la hora en que la pequeña ciudad comienza a vivir. Ya han sonado allá abajo, en la iglesia, las primeras campanadas graves, profundas, de misa mayor; las herrerías ya están cantando; un gallo cacarea a lo lejos con un grito fino, metálico; el carpintero golpea de tarde en tarde con su mazo sonoro. Este es el momento en que todos los ruidos, todas las luces, todas las sombras, todos los matices, todas las cosas de la ciudad tornan a entrar, tras la tregua de la noche, en su armoniosa síntesis diaria. ¿No sentís vosotros esta concordancia secreta y poderosa de las cosas que nos rodean? ¿No veis en esta pequeña ciudad una vida tan intensa, tan bella como la de las más grandes y tumultuosas urbes del mundo? Todo merece ser vivido en la vida; no hay nada que sea inexpresivo, que sea vulgar a los ojos de un observador".

¿Sentimos, vemos, nosotros así? El fino escritor alicantino no deja opción; si afirmamos que un lugar es gris o lo ignoramos, él nos da la razón del porqué: "Yo os diré que la vulgaridad y la monotonía no está en el lugar, sino en vosotros". De todas formas, parece más difícil percibir la sintonía y la belleza de las cosas cuanto menos estemos en el lugar y en las situaciones apropiados.

El mismo Azorín, valiéndose de una cita de Montaigne que asegura que es ser , pero no vivir seguir una sola pauta en la vida, propone la ruptura (Azorín, seudónimo de José Martínez Ruiz, frecuentaba el Congreso como diputado y colaboraba con un periódico con sus crónicas parlamentarias):
"Rompamos brutalmente con esa necesidad; cambiemos; dejemos por un momento el periódico y sus inexorables cuartillas, el Congreso y sus elocuentes oradores, el Ateneo, la carrera de San Jerónimo, la librería de Fe, la puerta de Lhardy, el saloncillo del Español, el café de Fornos. Yo os voy a conducir a un huerto levantino; la primavera ha comenzado; ya los árboles se visten de un suave verde; los sembrados ondulan con un dulce movimiento rítmico; trinan los pájaros, aleteando con sacudidas voluptuosas en el intenso azul. Y aquí, en este vergel de Levante, los almendros, los albaricoqueros, los perales, los granados...".

En el alma del hombre late permanentemente el deseado retorno a los orígenes, quizá el eco inapagado del Edén, de la compañía de Dios.

'Todo tiene su valor estético y psicológico: los conciertos diminutos
de las cosas son tan interesantes para el psicólogo y para el artista
como las grandes síntesis universales.'

( Azorín )

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Poe+ - El concierto diminuto de las cosas