Los Perros de Tíndalos es una recopilación de cuatro cuentos sobrenaturales, que constituyen las principales narraciones de este género de Frank Belknap Long, uno de los mejores amigos de H. P. Lovecraft. Este libro, editado por Aristas Martínez, es la perfecta oportunidad para que el lector que disfrutó entonces de su literatura en la antología Los Mitos de Cthulhu de Alianza Editorial pueda, al fin, profundizar en su obra.

Frank Belknap Long (Nueva York, 1901-1994) vivió casi el doble que su amigo H. P. Lovecraft (1890-1937), pese a que estuvo a punto de morir con apenas veinte años por culpa de una peritonitis. Mantuvieron una larga relación de amistad y una extensa correspondencia, que concluirían con la muerte del autor de Providence. Como consecuencia de su dilatada existencia terrenal, pudo dedicarse a la labor narrativa durante unos setenta años. Belknap Long fue, sin duda, muy prolífico: tocó el terror, la ciencia-ficción, la poesía e, incluso, redactó guiones de cómic. Sin embargo, aunque dedicó su vida a la escritura, es recordado únicamente por sus relatos de horror cósmico.

Resulta complicado en España no asociar al autor con la clásica —y formidable— antología de Alianza, Los Mitos de Cthulhu (1969), editada por el recientemente fallecido Rafael Llopis. Su presencia allí no pasa desapercibida: el relato «Los Perros de Tíndalos» es uno de los más originales del libro. Con el objeto de acercar una parte de su obra de terror a los lectores, la editorial pacense Aristas Martínez recupera en Los perros de Tíndalos (2021) esta historia junto con otras tres. Como resultado, surge una edición muy bien presentada, que permite profundizar más en este ciclo literario tan fecundo narrativa y económicamente.

«Los devoradores del espacio» es el primero de los cuatro relatos que conforman esta selección. Es, ciertamente, el más llamativo, pues tiene por protagonistas a la pareja recién mentada. En él, unos seres siembran el caos en el Bosque de Mulligan. Se alimentan de cerebros humanos, a los que acceden mediante una perforación que ni sangra ni sana. Howard se encuentra en una crisis de creatividad, por lo que intenta aprovechar el suceso para ponerle fin. No obstante, la situación acabará superándole. La prosa es muy directa; introduce los adjetivos justos, pero también consigue transmitir cierto horror. Se lee con mucha facilidad y es difícil interrumpir su lectura. Esta situación delirante concluye de una forma que, seguramente, convencería a Robert Bloch. Es un acercamiento al mundo de Lovecraft, si bien con una narración opuesta por completo a la suya. Y, aunque parezca mentira, también funciona. No podemos saber con seguridad si la personalidad descrita del compañero del protagonista podría corresponder con la real de Lovecraft; en tal caso, estaríamos ante una puerta al pasado que, como mínimo, debería ser puesta en valor. Quizá lo más interesante del cuento sean las reflexiones de ambos sobre la naturaleza del terror y la necesidad de una nueva forma de entender el horror en la literatura. Estos comentarios, muy probablemente, no son sino el reflejo de sus conversaciones recurrentes en su variante humana.

Lovecraft (izquierda) y Belknap Long

La siguiente historia es «Despertar oscuro», otra vieja conocida para el lector en castellano al haber sido publicada en la antología Nuevos cuentos de los Mitos de Cthulhu, de Valdemar. Fue publicada cuando Belknap Long tenía casi 80 años, en 1980, y estaba invadido, con probabilidad, por la nostalgia de la juventud. Se siente como una especie de homenaje hacia la figura de su amigo, muerto hace ya demasiado tiempo. Escrita en primera persona, cuenta el encuentro del narrador en un viaje con una mujer que está acompañada de sus dos hijos. Mientras pasean por la playa, el hijo, John, se ve atraído por un enigmático objeto y abandona a su madre para ir hacia él. Al alcanzarlo, se da cuenta de que está en un barco encallado, inundado por un agua oscura. El protagonista intentará salvar al pequeño del problema inesperado que surge como resultado de su osadía. En la segunda mitad del cuento, se incluyen referencias a los Mitos. En general, es entretenido y cumple su función, pero la prosa se nota más apagada que en el resto. De hecho, se resuelve de forma apresurada y llega a transmitir cierta desgana en su conclusión.

Como comentábamos, «Los Perros de Tíndalos» es el relato al que Frank Belknap debe su fama. Sigue siendo el mejor del libro, pero no impacta tanto porque difícilmente se llegará a esta edición sin haberlo leído con anterioridad. Hay que pensar que este libro está concebido para un público que ya conoce la obra de Lovecraft y también, acaso por este cuento, a Belknap Long. La historia versa sobre las consecuencias catastróficas de experimentar con los viajes en el tiempo. Un hombre visita a su amigo, que está obsesionado con las fórmulas matemáticas como puerta de acceso al pasado. Le pide que anote todos sus comentarios durante el viaje que se propone iniciar con la ingesta de una droga conocida como Liao. Durante su desunión con la realidad, comienza a mostrar obsesión por los ángulos (como el desafortunado protagonista de Los sueños en la casa de la bruja), ya que los considera puntos de entrada de unos seres indefinidos. Aunque se desconoce la auténtica apariencia de estas criaturas —es muy complicado sobrevivir a un encuentro con ellas—, se representan a menudo con aspecto canino y una larga lengua que utilizan para drenar los líquidos de los cuerpos de sus víctimas. En definitiva, es una historia original que introduce elementos que la diferencian del resto de narraciones del ciclo.

Tíndalos. Ilustración de Sebastián Cabrol

Finalmente, llegamos al relato más largo, y último del libro: «El horror de las montañas». Ocupa la mitad de éste y es mucho más cercano en prosa y desarrollo a Lovecraft que los otros tres. La incorporación de esta novela corta en la edición nos permite conocer otro registro del autor. No obstante, no es un relato perfecto. Cada capítulo parece tener su propio ritmo, lo que crea una sensación de falta de cohesión; además, se alternan algunos muy breves con otros muy extensos, a modo de monólogos, que no muestran naturalidad. Quizá esa falta de unidad sea lo que impide que hablemos de un gran relato, pero tiene pasajes que hacen que su lectura sea un buen pasatiempo. La parte más interesante es la que se ambienta en nuestro país en época romana, es decir, en Hispania. Se trata de un sueño que acontece en los alrededores de Pompaelo (actual Pamplona). Por otro lado, el primigenio Chaugnar Faugn es bastante diferente a la típica deidad. También aparece un intento de culpar a un chino de los hechos que transcurren en la historia; no queda claro si con fines humorísticos o por algún tipo de aversión del autor hacia esta cultura. Sea como sea, se entremezclan muchos elementos de distinta índole que llevan a un final sorprendente.

Frank Belknap Long terminó su vida sumido en la pobreza, casi en la indigencia, hasta el punto de que sus seguidores tuvieron que pagar varios miles de dólares para que pudiera recibir una sepultura digna. Fue el primero que empezó a imitar el estilo de Lovecraft, mas no es el «creador de los Mitos» como tal; ese papel correspondería a August Derleth, quien años después les daría forma con una visión esencialmente de editor y comercial. Long nunca creyó en lo que escribió; dejó muy claro su escepticismo hacia lo sobrenatural y los seres que engendró. Sin embargo, esta afirmación no podría catalogarse como una gran proeza, pues pocos habrá que crean en todo ello. Los entes no terrenales pueden causarnos gracia; pero, de confirmarse su muy remota existencia, fácilmente actuaríamos con la cobardía y el pavor de los protagonistas que sufrieron —en la ficción— todas estas abominables creaciones de las que este escritor fue un exponente pionero y destacado.