Yulia Timoshenko, la incombustible dama de hierro ucraniana

Yulia Timoshenko, la incombustible dama de hierro ucraniana

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La princesa de la revolución naranja ha vuelto y es favorita contra el impopular Poroshenko

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Yulia Timoshenko, el pasado 15 de septiembre en Kíev durante el foro anual Yalta European Strategy

Efrem Lukatsky / AP

Últimos días de noviembre del 2004. Centro de Kíev. Miles de personas claman contra el presidente Leonid Kuchma y contra su delfín, Víktor Yanukóvich, que ha ganado las elecciones dando un pucherazo. Una multitud ha acampado en el centro de la capital de Ucrania. Siguen a un símbolo, a una mujer menuda pero todo rabia y determinación, que subida a un escenario o a un camión les anima cada día. “¡Dejad de trabajar! ¡Dejad de estudiar! ¡Hagamos que todo se pare!” Se llama Yulia Timoshenko. No es la principal líder de las protestas, ya que ese papel recae en Víktor Yúschenko. Pero gracias a ella el gobierno prorruso de la Ucrania postcomunista está a punto de caer por primera vez.

Mucho y casi siempre mal ha llovido desde esa revolución naranja en la exrepública soviética de Ucrania. Pero el espíritu de su Juana de Arco, su dama de hierro, sigue vivo. Desde que decidiera presentarse a las elecciones presidenciales del próximo 31 de marzo de 2019, es la favorita en todas las encuestas.

La corrupción y la oligarquía son sus argumentos para ganar; su principal reto como presidenta, la guerra

Igual que las otras dos veces que intentó llegar al máximo poder (2010 y 2014), Timoshenko promete acabar con la oligarquía, en esta ocasión representada en el presidente actual, el también prooccidental Petró Poroshenko y su millonaria fortuna.

En el 2014 los ucranianos confiaron en él para salir de una crisis sin precedentes tras la revolución prooccidental del Maidán del 2014, la anexión de Crimea por Rusia y el inicio de la guerra en el este del país contra los separatistas prorrusos, con más de 10.000 muertos. Ganó las elecciones de ese año con más de un 54%. Pero Ucrania vive en una permanente y grave crisis económica y el Gobierno se ha visto incapaz de imponerse a la rampante corrupción. Hoy Poroshenko es un político desgastado que en las encuestas lucha por no caer del 10%.

Timoshenko propone intentar acabar con la guerra en el Donbás. Pero no negociando con los separatistas, como pide Moscú. Y tampoco por los medios usados hasta ahora por Kíev: acuerdos de alto el fuego de Minsk (2015), cuarteto de Normandía (Alemania, Francia, Ucrania y Rusia). La candidata quiere mantener la presión sobre Rusia con más sanciones e implicar en esta crisis a Estados Unidos y Gran Bretaña, en tanto que firmantes (junto a Rusia) del memorándum de Budapest. Este acuerdo, de 1994, daba a Ucrania garantías de seguridad e integridad territorial a cambio de entregar sus 5.000 bombas atómicas heredadas de la URSS.

Hoy ha vuelto a la política al frente de su partido, Batkivshina (Patria)

Rechaza las acusaciones que la sitúan próxima al presidente de Rusia, Vladímir Putin. “Yo no tengo negocios en Rusia, y Poroshenko sí”, ha contraatacado. Se declara a favor de un futuro para Ucrania dentro de la UE y de la OTAN.

Formada como ingeniera y economista, con el fin de la URSS Timoshenko se dedicó a los negocios. Su empresa, United Energy Systems of Ukraine, suministraba gas a la industria del país y, según estimaciones, era una de las personas más ricas. Por eso cuando pasó a la política ya tenía su primer sobrenombre: la princesa del gas.

Entre 1999 y el 2001 formó parte del gobierno, antes de caer en desgracia ante el presidente Kuchma y de pasar un mes en prisión acusada de corrupción. Se pasó a la oposición e inició una campaña que impulsó la revolución naranja.

Los gobiernos prooccidentales posteriores, donde fue primera ministra, no transformaron en bienestar para Ucrania esa revolución. En las elecciones presidenciales del 2010 Timoshenko se enfrentó a su archirrival, el prorruso Víktor Yanukóvich. Este ganó en una justa campaña que puso fin a la etapa naranja. Pero se tomó su venganza. Llevó a los tribunales a Timoshenko, quien fue condenada a siete años de cárcel por un acuerdo de compraventa de gas con Rusia que el gobierno ucraniano consideraba perjudicial. Eso la convirtió en un símbolo más para los países occidentales. La expulsión durante el Maidán de Yanukóvich, hoy exiliado en Rusia, supuso su liberación.

Hoy ha vuelto a la política al frente de su partido, Batkivshina (Patria). Las encuestas de estos últimos meses dicen que más de un 20% de los ucranianos votaría por ella, diez puntos más que todos los demás aspirantes. Si gana, ya no será la Juana de Arco ucraniana, ni la princesa de la revolución o Lady Yu. Será la presidenta, la primera en la historia de Ucrania.

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