Crítica: Grave Digger - The Grave Digger | El Portal del METAL

Grave Digger - The Grave Digger

Enviado por Heartbolt el Vie, 24/04/2020 - 17:27
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1. Son of Evil
2. The Grave Digger
3. Raven
4. Scythe of Time
5. Spirits of the Dead
6. The House
7. King Pest
8. Sacred Fire
9. Funeral Procession
10. Haunted Palace
11. Silence

*Bonus Tracks*

12. Black Cat

Álbum a la cabalgata

Preparad los sables, las lámparas de aceite y las palas, compañeros del feudo. Nos vamos nada menos que a escarbar por allí… al ritmo de una endiablada y mística agrupación como la que desembuchó el género luego de semejante hartera de fantasía oscura y Heavy Metal del que no defrauda.

Pues muy poco (como esos bestiales JUDAS PRIEST en pleno “Metal Conqueror World Tour”) se me antoja más HEAVY y con dos pelotas (obvio que de acero) que GRAVE DIGGER, demonio metálico instaurado allá en los 80’s por el vocalista Chris Boltendahl. Alemán, y por lo tanto fiel perro de guerra que, a través de mil batallas, nos mostraría que el excavador de tumbas éste nos deleitaría con más de una cruzada musical que a todos nos dejaría extasiados, así no fuese la primera vez que le echásemos orejas al asunto.

Por este gremio desfiló cuánto batero lunático, bajista excéntrico y guitarrista ostentoso pudo, dejando a su paso composiciones para el recuerdo, contenidas en cañonazos sonoros como Heart of Darkness (1995), Tunes of War (1996), Knights of the Cross (1998) y Excalibur (1999), además de muy buenos trabajos anteriores a sus epopeyas doradas, como The Reaper (1993). No obstante, la aparición de nada menos que Manni Schmidt (RAGE, amigos, RAGE…) conjugó de tal manera con el aura épica y beligerante de Boltendahl que, y no podía ser de otra manera, permitió que el décimo trabajo de GRAVE DIGGER (y autotitulado) atronase como el mismísimo Odin de los cojones, a la par de exhibir una oscuridad suprema nunca antes vista de tal manera en el combo.

Esté en el paraíso de los más oscuros y lóbregos corazones o en el infierno de los escritores malditos, el magnánimo Edgar Allan Poe debe batir el cráneo cada vez que se enchufa en el gramófono The Grave Digger (2001), pues el álbum está, como se puede leer al ojear la presentación artística, dedicado a su memoria. Y si el mismísimo Poe nos sonríe desde la tumba cuando le hablamos de este ejemplar recordatorio, más nos regocijaremos nosotros, los metaleros que aun respiramos, con el férreo bombardeo al que estos cinco hombres (incluyendo al espectacular pianista Katzenburg) nos someten, a través de once piezas, una mejor que la otra. Imposible hacernos los desentendidos frente al señor trabajo que tenemos aquí presente, pues, y que no te queden dudas, ESTO te va a demostrar cómo se vive en el mundo GRAVE DIGGER.

Y lo repito: a preparase bien, que lo que viene es para transpirar fuertes emociones.

Se aprecia la gloria de su etapa noventera, pero The Grave Digger, si bien no pertenece a ese periodo, es religiosamente uno de sus puntos alcanzados más elevados. Se los pondré fácil: Son of Evil no podría ser una explicación más lógica. Tras una tenebrosa introducción, lo que se nos despacha es una hermosa oscuridad que desemboca, cual mar de la defunción, en guitarrazos hirientes y tan adictivos que buscarás AHORA MISMO algún cuento del frentón y cejudo de Boston para gozar al mismo tiempo que el impresionante vozarrón de Boltendahl hace de las suyas y, en compañía de Becker y Arnold, nos especifica la naturaleza gloriosa de la décima interpretación de los sueños de Kafka. Sin contar el delirante solo de Manni, que será una inmejorable constante a lo largo de The Grave Digger, porque su firma, conozcas o no lo que aportó en RAGE, es totalmente palpable en todo el álbum. Con relevantes matices que oportunamente aproximan el trabajo al Thrash más depravadamente ostentoso.

Se supone que si estás aquí, que me conjeturo, es porque te fascina el HEAVY METAL, así que entonces permíteme anclarte que la composición homónima y sus cinco minutos que nos describen la personalidad del personaje ícono de la banda será la que te acabe de demostrar, siendo apenas el segundo tema, que dar marcha atrás es un error que pagarás caro. Los habituales coros (revestidos con la personalidad de Olaf Senkbeil y Hacky Hackmann) épicos adquieren una profundidad espectral, la sensación de una guitarra que deambula como cuervo que delata nuestros criminales corazones es repotenciadas en cada estrofa, en cada jodido verso (poco hay que decir frente a “tomó mi vida, he perdido el control; asesinó a mi esposa, vendió mi alma. El Grave Digger…” que se te queda grabado en la sesera como líneas delirantes), hasta enamorarte perdidamente del cataclismo sonoro al que nos somete el malvado quinteto.

Definitivamente, aun sin haber echado un vistazo a la contraportada, esto huele a Poe por todos lados. Anteriormente, a la par de autores como Tolkien o Mann, habían tomado cosillas del señor éste, pero ahora, con la preciosa Raven (inspirada en el cuento de cierto pájaro que hace enloquecer a un hombre), la encarnación de los escritos más morbosamente insanos es transformada en una muestra más de lo que representa el empaque, desvelándose con una autoridad insana que da gusto apreciar. Scythe of Time nos retrocede en el tiempo, aunque The Grave Digger tiene más de un guiño al pasado, y nos entrega a ese Chris que no vacila en subir y bajar, con la presencia de Becker en todo momento, para regalar un “medio-tiempo” cuyo solo, neoclásico y de punteos exóticos, es sensacional. Coño, pero qué feroz es Schmidt… sin él el disco no sería lo mismo. Riffs, riffs y más riffs… sin hablar de la producción de Jörg Umbreit y Vincent Sorg, que le dan una profundidad para infartarse.

Spirits of the Dead, tema veloz y punzante (de aroma fantástico) que cabalga como el jinete desnucado por las planicies de una Escocia del siglo XIX, nos prepara para el “baladón” The House (con más de un verso concerniente a “La caída de la casa Usher”). ¡Y qué “baladón”, amigos de la cripta! Uno de los riffs más memorables del disco, una lírica espectral y esa inagotable esencia que tiene el álbum que te hace procesarlo como una tenebrosidad de vértigo a la que no le sobra ni falta nada, con el estilismo para resultar provocadora, pero a la vez maléfica, y con todo no se siente desprovista de elegancia. King Pest explora esos atributos con el atrevimiento suficiente para hacernos responder con total abnegación frente a ese sistemático cambio de tiempos que encarna Chris y la manada de lobos hambrientos. Manni hace de las suyas apenas le dejan irse lo suficientemente lejos para ser el violinista solitario del tejado de los malditos. Himno de aquellos que convence a primera oída, pues, tal como nos lo deja saber (“Son las doce en punto en Londres, los humanos comienzan a deformarse”), nunca falta estas historias “diggerianas” y acompañadas de la leyenda fallecida en Baltimore que vociferamos en plena madrugada, complacidos de la osadía de GRAVE DIGGER y su décimo paladín. Por alguna razón, ese Digger sonríe más mientras más lo miras.

Por el mismo sendero es desatada la peste negra: Sacred Fire. Tormentoso y épico cántico de guerra que se alza como una de las aristas claves de The Grave Digger. Nuevamente Schmidt se concibe independiente, con un retroceso en las cuerdas que te tiran hacia la pared, para que luego Boltendahl y los suyos reclamen el coro más memorable del disco: “Sacred fire… burning higher. Sacred fire… is my desire”. Sin embargo, Funeral Procession nos embiste, fulmina y hace que renazcamos incontables veces, a base de un martilleo de la infernal percusión y un riff de seis notas que es para exaltar. En The Grave Digger cada miembro se luce, se muestra como es y nos arrancan las pestañas con el ácido y pestilente aroma a expiración que cada canción nos va prometiendo. GRAVE DIGGER va desde la melodía más fina hasta la tralla más pesada, cruzando miles de estados emocionales, sin abandonar NUNCA lo que más aman: el Heavy Metal. Otra vez Manni (que, como mencioné antes, parece ser la estrella del álbum) interrumpe para deslumbrarnos con sus capacidades. Uno de los guitarristas más destacados que pasaron por la agrupación.

En la recta final, nos topamos cara a cara con dos de las composiciones que más se pueden llegar a gozar del álbum. Se despacha, Haunted Palace (“Mankind is the hell”, tal como su poema homónimo) que arrasa en esa misma tónica de “verso-estribillo” y se transforma en una colección de interpretaciones gratificantes, para acabar en Silence: el punto más álgido de The Grave Digger. La introducción es acústica con un Chris más melancólico y poético (sacando fragmentos de “Manuscrito hallado en una botella”), pero es la desenvoltura completa de la composición, por lo tanto son siete minutos increíbles. Con una asombrosa presentación nos deleitan, pero a los cuatro nos vamos adentrando en las parcelas más graves, aunque las melodías son tranquilas y a ratos lacrimógenas, como un tributo a Poe (también puedes hallar líneas de otros relatos del escritor), así hasta la recta final, donde las sinfonías, Manni, Chris, Becker y Arnold colisionan en una coda que es para admirar. Sería éste uno de los temas más brillantes en toda su carrera, tanto por la sorpresa que nos genera como por la simpatía que uno le toma con el pasar de las oídas.

The Grave Digger es sin dudas una caja de sorpresas, un álbum increíble que vale la pena escuchar. Con una versión especial, nos encontramos con un tema adicional llamado Black Cat, de esencia Hard Rock brutal y dos versiones de IRON MAIDEN y ACCEPT. Como sea, GRAVE DIGGER es una osada bestia que rara vez ha fallado o entregado algo que sientas que no está la altura, pero este décimo álbum resguarda un hostil envoltorio que adquiere una personalidad también contemplativa, por ello el resultado es tan gratificante y nos deja con ganas de más. Esto no es más que ese Metal que de buen humor te engancha, no te suelta, te hace suyo y te despacha renovado. La cantidad maniática de sensaciones es compleja de descifrar; por esa razón paso simplemente a sintetizarlo en escasas palabras:

Disfrútalo o muere.

Sorprendente gala de demenciales estructuras armónicas, desenterradores. La cosa pinta más que excelente, así que el álbum aguarda por ti, por ende prepárate bien y lánzate a la aventura. Pocas veces un trabajo resulta, de buenas a primeras, tan hipnótico. Chris Boltendahl conquista estepas, Manni Schmidt maravilla a los seguidores de la banda, Jens Becker se pronuncia con fuerza, Stefan Arnold machaca y revienta y sin H.P. Katzenburg (excepcional su labor también en Rheingold, del 2003, otra joyaza imperdible) la atmósfera de The Grave Digger no resultaría tan escabrosamente sobresaliente.

Desengáñate, compañero. GRAVE DIGGER deambula por los bosques con grandilocuencia, dispuesto a embrujarte y hacerte parte de los suyos.

¿Te atreves a explorar al The Grave Digger?

Demuéstralo… porque te espero aquí.

Raise your face to the midnight sun
Don't touch the angel, don't hide and run
Look into the eye of this evil toy
Fly with the raven seek and destroy

Chris Boltendahl - Voz.
Manni Schmidt - Guitarra.
Jens Becker - Bajo.
Stefan Arnold - Batería.
Hans-Peter Katzenburg - Teclados.

*Colaboración*

Olaf Senkbeil - Coros.
Hacky Hackmann - Coros.

Sello
Nuclear Blast