Bailando por la vida (2022), de Cooper Raiff

Andrew es de familia judía, muy unido a su familia, y vive en una población cercana a Chicago. Con apenas 21 años, se encuentra en la etapa en que toca madurar: su novia se ha ido a estudiar a Barcelona, y él desempeña sus primeros oficios, uno de ellos, a tiempo parcial, es el de animador en las fiestas judías de Bar Mitzvah. De gran corazón y gran showman, Andrew traba amistad con Domino, madre de una adolescente autista, Lola, que suelen ir a todas sus fiestas. El primer marido abandonó a Domino con su hija, y ahora ella está comprometida con el latino Joseph.

Pequeña agradable sorpresa, Premio del Público en Sundance, de esas que dan valor a la manoseada etiqueta de “cine independiente”, se trata de una película muy humana, con buena trama y sólidos personajes, que se encuadra entre esos títulos que se suelen denominar amables o, con la moda de usan expresiones anglosajonas, “feel good movies”. Está escrita, dirigida, producida y protagonizada con excelente pulso y una acertada selección musical por el desconocido Cooper Raiff, quien sin embargo ya tiene en su haber otros dos largometrajes, en los que también acapara las mencionadas funciones. Curiosamente nunca ha actuado en las películas de otros cineastas, y ahora, cara a tener más repercusión, ha tenido la fortuna de contar como coprotagonista con una actriz muy popular, Dakota Johnson, que también está acreditada como productora. El tono del film recuerda a títulos como Amor y letras, de otro “hombre-orquesta”, Josh Radnor. O a la exitosa serie This Is Us.

Tienen mucho encanto los personajes y las relaciones que mantienen, bilaterales, o a tres, pienso en Andrew con su hermano pequeño, David, a quien se atreve a dar lecciones amorosas estando él hecho un lío; en la atracción entre Andrew y Domino, tira y afloja donde se juega con inteligencia con el concepto de las “almas gemelas”, que no son únicas, y donde pesan la experiencia pasada, o el compromiso con otra persona; la relación, entre fraterna y paternofilial, de Andrew con Lola, en que se saben captar los rasgos autistas de quien dice las cosas sin calibrar el efecto que causarán sus palabras en el otro; los amigos de David, la chica que le gusta a éste, la mirada de Andrew a su madre, tierna, y a su padrastro, agradecida, los intercambios entre David y Joseph... No se da puntada sin hilo, nada es gratuito, incluso el arranque, con Andrew niño, nos anticipa su personalidad, un corazón sensible que fácilmente puede quedar herido.

En la cinta conviven drama y humor, hay pasajes duros, como el arriesgado en que Domino tiene algo más que la regla, y otros entrañables, aquellos en que a Andrew le toca hacer de canguro de Lola revisten particular encanto, con bromas muy bien matizadas. También está presente el romanticismo, pero sin negar nunca que la vida es complicada, y no existen las fórmulas mágicas y facilonas para solventar las dificultades.