Se ha desatado una justificada polémica en torno a la película ‘La piel más temida’, del cuestionado director Joel Calero, debido a que dicho filme evita llamar terrorismo a la vil masacre que perpetraron Sendero Luminoso y MRTA en contra del pueblo peruano.

En una entrevista con el periodista ‘Pancho’ de Piérola, Calero señaló que el conflicto armado interno es sinónimo de terrorismo, según el derecho internacional, pero lo cierto es que los filoterroristas usan este eufemismo para atenuar lo que hicieron sus hermanos mayores.

El general en retiro José Baella, exjefe de la Dircote, ha dicho bien que en el Perú ocurrió terrorismo y no un conflicto armado interno, y que el uso de este término es una afrenta para las Fuerzas Armadas y la Policía.

Calero también afirmó, en la conversación con De Piérola, que hubo “terrorismo de Estado”, lo que es falso, puesto que, si bien pudo haber excesos en la guerra de las fuerzas del bien contra los terroristas, jamás existió una política de exterminio de civiles.
Que el cineasta de marras trate con guante blando (¿romantice?) al terrorismo no es gratuito, pues este tiene una evidente agenda política de ultraizquierda.

A través de su cuenta de X, el director manifestó, con desparpajo, que soñaba con el asesinato de Keiko Fujimori a manos de su hermano Kenji. En la misma red social, además, exhibió su cariño por el golpista movadefo Pedro Castillo. Por si fuera poco, es amigo en Facebook del terrorista del MRTA Peter Cárdenas, sanguinario encargado de las temidas ‘cárceles del pueblo’, siendo este último uno de los principales promotores de la película en cuestión.

Pese a este funesto historial, el Estado, a través del Ministerio de Cultura, le entregó a Joel Calero 670 mil soles del dinero de todos los contribuyentes para la producción de su cinta, lo que es totalmente inaceptable. ¿Acaso el director Juan Carlos Oganes no tuvo que vender su casa para poder producir ‘Gloria del Pacífico’?

El Ministerio de Cultura ha anunciado que destinará este año 27 millones de soles para patrocinar el cine nacional, así que veremos próximamente otros bodrios de películas de la misma argolla caviar de siempre.

El cine es una actividad privada, que, como cualquier otra, depende de la audiencia. Si la gente va a ver un filme, este será rentable. El Estado no debería, reitero, con el dinero de los contribuyentes, subvencionar NINGUNA película peruana, dado que lo único que hace es distorsionar el mercado. En un país pobre no podemos darnos esta clase de lujos.

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