Hoy 27 de enero se cumplen 11 años de la desaparición de Jean-Christophe Lafaille, mientras intentaba en solitario la primera invernal del Makalu (8.463 m). El 27 de enero de 2006, se comunicó por última vez con su mujer Katia. A partir de aquel momento, se puso en marcha un operativo para intentar localizarlo. Un helicóptero sobrevoló repetidamente la cara noroeste de la quinta montaña más alta del mundo, sin hallar rastros del alpinista francés. Su figura todavía mantiene un enorme aura, que ha influido en las generaciones posteriores.
Origen en la escalada deportiva y paso a los Alpes
Los inicios de Jean-Christophe Lafaille en el mundo de la vertical se encuentran en la escalada deportiva en roca, que fue lo que siempre le motivó de una forma más especial y que desarrolló especialmente en Céüse. A finales de la década de 1980, fue capaz de encadenar vías de hasta 8c, además de realizar solos integrales de hasta 7c+, como Privilége du serpent en Céüse.
Durante los primeros años de la década de 1990, llevó a cabo sus mejores escaladas en los Alpes. Se hace guía de alta montaña y profesor de la ENSA. En 1990 realizó la primera ascensión en solitario de Divine providence al Grand Pilier d’Angle; en 1991 abrió sendas vías al Grand Pilier d’Angle y al Frêney; en 1992 completó la apertura en solitario de Chemin des étoiles a la cara norte del Éperon Croz en las Grandes Jorasses; en 1995 encadena diez caras nortes alpinas en solitario, entre ellas el Eiger, el Cervino, el Linceul a las Grandes Jorasses. Entre sus escaladas en los Alpes destacan también las primeras solitarias invernales de la Bonatti-Ghigo al Grand Capucin, la Sur de la Fou y la Directa Americana al Dru.
La muerte de Béghin en la cara sur del Annapurna
En 1992 tuvo su primera experiencia en el Himalaya, invitado por Pierre Béghin a una expedición a la cara sur del Annapurna que acabó en tragedia. Los dos escaladores iban en estricto estilo alpino, sin el apoyo de sherpas, sin usar cuerdas fijas y sin montar previamente campamentos de altura. El mal tiempo los frenó a 7.400 m y les obligó a darse la vuelta. Iniciaron una serie de rápeles pero, debido al escaso material que llevaban, se vieron forzados a hacer muchos de ellos con una sola pieza de anclaje. En el cuarto o quinto rápel, Pierre Béghin arrancó el único friend que estaban usando como protección y falleció a causa de la caída, llevándose con él todas las cuerdas de que disponían y la mayoría del material.
Así relata este momento Lafaille en su libro «Prisionero del Annapurna»:
«Un chasquido seco: se ha soltado el friend. Pierre cae sin un grito.
Su mirada quedará para siempre grabada en mi memoria. La mirada de quien sabe va a morir. La mirada de la ausencia. Durante mucho tiempo alimentó mis pesadillas mas negras y, aún hoy, me atormenta con regularidad».
Jean-Christophe Lafaille quedó solo en la pared, abrumado por la muerte de su compañero y a unos 1.500 metros verticales de la base de la pared. Consiguió destrepar un muro con una inclinación de 75º hasta su último vivac, donde encontró 20 metros de una fina cuerda que en adelante utilizó para rapelar cortos tramos en las secciones más difíciles. Sin material para instalar buenos anclajes para rapelar, tuvo que confiar su vida a clavos de la tienda o incluso a una botella de plástico en una ocasión.
Finalmente, logró llegar al final de una cuerda fija que Béghin y él habían instalado en un resalte rocoso. Cuando pensaba que lo peor ya había pasado, fue alcanzado por una roca que le rompió un brazo. Durante dos días permaneció en una repisa esperando un rescate que nunca llegó. Herido y sin esperanzas, terminó por decidirse a continuar bajando. Como rapelar con una sola mano y la ayuda de los dientes no le permitía controlar la cuerda, tuvo que continuar destrepando con una sola mano. Llegó completamente exhausto hasta el campo base de una expedición eslovena que intentaba otra ruta en la pared.
Una carrera en solitario
Le costó mucho a Jean-Christophe Lafaille recuperarse física y psicológicamente de su aventura en el Annapurna e incluso se planteó inicialmente no volver a escalar jamás. Sin embargo, un año después ascendía el Cho Oyu, el primero de los 11 ochomiles que terminaría escalando.
En 1994, abrió en solitario una nueva ruta al Shisha Pangma Oeste (7.966 m), inaugurando una tendencia de ascensiones en solitario que lo acompañaría hasta el final de sus días. En 1995, regresó también en solitario a la cara sur del Annapurna para intentar el pilar Bonington. Y en 1996, enlazaba las ascensiones del Gasherbrum II y el Gasherbrum I con sólo cuatro días de diferencia, en solitario una vez más.
El Lhotse, el Manaslu y el K2 fueron cayendo hasta que en 2002 llevó a cabo por fin la ascensión al Annapurna. Además, lo hizo por a la arista este, con Alberto Iñurrategi como compañero. Recuperar la paz de espíritu para alcanzar por fin la cumbre del Annapurna le supuso diez años. Así describía sus sentimientos en aquel momento:
«¿Liberado por fin del Annapurna?
En ese momento me doy cuenta de hasta qué punto estamos aislados del mundo, más prisioneros que libres, en un espacio cuyas escalas sobrepasan tanto las habituales, que pertenece más al cosmos que a la tierra.»
En 2003, subió tres ochomiles en un año: el Dhaulagiri en solitario, el Nanga Parbat y el Broad Peak.
El 11 de diciembre de 2004 subió al Shisha Pangma en solitario y sin oxígeno y anunció haber realizado la primera invernal de esta montaña, que a la vez sería también la primera invernal en solitario a un ochomil. Aquello desencadenó una fuerte polémica con Simone Moro, quien rebatió que la temporada invernal no comenzaba hasta el 23 de diciembre a pesar de que las autoridades nepalíes consideran que ese inicio de las expediciones invernales se sitúa el 1 de diciembre. Estos eran los argumentos de Lafaille sobre este debate en el que opinó el propio Wielicki.
Esta es la entrevista que le realizamos durante su visita a la Librería Desnivel (marzo 2005) para presentar su libro «Prisionero del Annapurna»).
Sin duda una referencia a escala histórica.
La pobre Katia todavía espera que baje. No sé, este alpinismo tan extremo de invernales en solitario y por vias difíciles a ochomiles, que Lafeille hacía de verdad, no como otros, solo puede acabar de esa triste manera. Tarde o temprano dejas viuda.
Sin duda fue un grande..Lo de hacer invernales en solitario, estilo alpino… era muy comprometido, no sé si alguien más se ha atrevido a hacer algo así…
Ídolo