Un hombre que dejó huella en empresas, instituciones, comunidad y familia
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Un hombre que dejó huella en empresas, instituciones, comunidad y familia
Un hombre que dejó huella en empresas, instituciones, comunidad y familia
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Un hombre que dejó huella en empresas, instituciones, comunidad y familia
Tanto quienes trabajaron de cerca con él como sus familiares o quienes han estudiado su vida coinciden en definir cómo era Eugenio Garza Sada: un hombre discreto, asertivo en su comunicación y, por ello, de pocas palabras, austero, pero generoso y con una marcada vocación por ayudar a los demás y a su comunidad.
19 de septiembre, 2022
Por: Contenido Animal Político

Su legado vigente a casi medio siglo de su muerte da cuenta de ello. Nacido el 11 de enero de 1892, inició la carrera de Ingeniero Civil en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en 1910, justo el mismo año del estallido de la Revolución Mexicana. Concluyó sus estudios universitarios cuatro años después y fue en 1917 cuando ingresó a trabajar a la Cervecería Cuauhtémoc como auxiliar del Departamento de Estadísticas. Su primer salario fue de 125 pesos al mes.

Ingresar a esta empresa, fundada por varias personas, entre ellos su padre Isaac Garza Garza, significó el primer paso para convertirse en uno de los empresarios más relevantes de su época. No obstante, antes de que tomara las riendas de la empresa, junto con su hermano Roberto, ocupó varias posiciones como asistente en el Departamento de Ventas y subgerente.

Desde sus inicios como trabajador de la cervecería, su personalidad austera y discreta se hizo notar. Reacio a hablar en público o a salir en fotos pero eficiente el hacer crecer la empresa pues, gracias a su visión, se creó el holding Valores Industriales, SA (VISA), el cual comenzó a tomar forma a mediados de la década de los 30 con una docena de empresas entre compañías cerveceras, fábricas que procesaban malta y que hacían lata de aluminio, productoras de cartón, de corcholatas, de vidrio, así como compañías proveedoras de servicios técnicos y de distribución. Junto con su hermano, dio vida a un gigante.

Es un gigante que ahora conocemos como FEMSA y que a inicios de los años 70 lo formaban 90 empresas, que daban empleo a más de 33 mil personas (hoy cuentan con más de 320 mil empleados). Un gigante vigilado por don Eugenio que, por esas fechas, trabajaba unas 45 horas a la semana, de lunes a viernes.

Responsabilidad empresarial

A la par del crecimiento de su legado empresarial, Eugenio Garza Sada se destacó por su vocación de servicio a la comunidad: la educación, el arte y responsabilidad social empresarial siempre fueron parte de su accionar.

Dentro de la empresa, fue promotor del programa de vivienda creado en 1922 por Luis G. Sada; ejemplo de ello es la colonia Cuauhtémoc de Monterrey, edificada entre 1924 y 1928 en un terreno de 130 mil metros cuadrados, de los cuales 18% se destinaría para parques y espacios públicos. Los beneficiarios de este programa eran trabajadores de la cervecería, quienes pagaban mensualmente por sus viviendas un precio subsidiado por la empresa.

Ya al frente de la empresa, don Eugenio creó el programa “Todos con casa habitación propia”. Tal fue la magnitud de este proyecto que entre 1951 y 1971 se entregó una casa a sus colaboradores cada 48 horas y el 79% del personal de la empresa llegó a tener una casa propia. Era un programa revolucionario y, para tener una idea de lo innovador que fue, basta decir que el Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) se creó en 1972.

Tanto la vivienda como la salud de sus colaboradores fueron prioridad para el empresario regiomontano. Incluso antes de 1943, cuando se creó a nivel nacional el IMSS, quienes trabajaban en la cervecería y las empresas del holding tenían entre sus prestaciones un servicio de atención médica privada, y seguros de vida y enfermedad.

Promotor de la educación y el arte

1921 marcó el año en el que Eugenio Garza Sada comenzó a formar su familia. Ese año se casó con Consuelo Lagüera, quien era hija del cónsul de España en Monterrey. Los hijos de la pareja fueron: Eugenio, Alejandro, Alicia, Consuelo, Gabriel, Marcelo, David y Manuel. Pero el empresario tuvo un hijo más, que nació en 1943: el Tecnológico de Monterrey, institución a la que llamaba “su noveno hijo”.

Concebir este noveno hijo no fue tarea sencilla. La idea, que se sembró desde los años universitarios de don Eugenio en el MIT, comenzó a tomar forma desde que se incorporó a la cervecería. El objetivo era promover una institución educativa enfocada principalmente a la industria.

 

Luego de enfrentar resistencias de tipo político y de la búsqueda de socios, el 6 de septiembre de 1943 el Tec de Monterrey abrió sus puertas con solo 350 alumnos y unos 27 profesores —17 de ellos de planta, una innovación en el país para la época—. Para ello se habilitaron aulas en una casona de la calle de Abasolo, en el centro de Monterrey, donde se ofrecieron carreras contables y de ingeniería.

Uno de los propósitos centrales de la institución era que contribuyera a la transformación del país. Por ello, la calidad de la educación fue uno de sus ejes fundamentales. Hoy en día, el Tec de Monterrey tiene 26 campus en todo el territorio nacional, donde acuden casi 95 mil alumnos y 11 mil profesores, pero más allá de los números, es la institución educativa privada más importante del país.

Además de las actividades académicas, una de las principales aportaciones del Tec de Monterrey ha sido promover el arte, otra de las pasiones de don Eugenio. La Sociedad Artística Tecnológico ha organizado desde hace décadas conciertos, presentaciones teatrales y de ballet, así como exhibiciones para el público en general. Los cercanos a don Eugenio recuerdan que el empresario intentaba siempre acudir a esos eventos.

La persona

Poco afecto a salir de vacaciones, los horarios de don Eugenio eran estrictos: a las 8:00 de la mañana ya estaba desayunando y a las 8:30 partía para su oficina; regresaba a comer a la 1:30 y a las 2:45 se iba de nuevo a la cervecería. Alrededor de las 6:00 de la tarde regresaba.

Le gustaba escuchar música y leer, una de sus aficiones eran las revistas científicas. También se apasionó por la jardinería, que practicaba en su casa de campo.

Su habitación, aun cuando ya era uno de los primeros empresarios mexicanos en aparecer en la lista de Forbes, siempre fue igual: una cuarto pequeño donde cabía una cama pequeña, dos burós, un lugar para guardar su ropa, un clóset igualmente pequeño donde solo había tres trajes y un sombrero.

Familiares y colaboradores cercanos dicen que era una persona que sabía dividir el trabajo de la vida personal. Al llegar a casa dejaba en la puerta la responsabilidad de dirigir una de las empresas más grandes del país, o de llevar a buen término una de las instituciones educativas más prestigiosas de México.

Su muerte, el 17 de septiembre de 1973, generó una conmoción tanto en el sector empresarial como en la sociedad en general, en buena medida por su legado que ya estaba presente en el país.

A sus funerales asistieron unas 50 mil personas y en sus empresas, donde trabajaban ya unas 160 mil personas, las labores se suspendieron en señal de duelo.

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