Lina Cavalieri, la obsesión icónica de Piero Fornasetti
Publicado: 26 de octubre 2021 08:00  | Actualizado: 25 de octubre 2021 11:16    /   CREATIVIDAD
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La obsesión de Piero Fornasetti por la mujer más bella del mundo

Publicado: 26 de octubre 2021 08:00  | Actualizado: 25 de octubre 2021 11:16    /   CREATIVIDAD     por          
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Piero Fornasetti

Estatuas y bustos griegos dinámicos y fascinantes, edificios de líneas limpias, cerraduras, llaves y retratos: el mundo de Piero Fornasetti, diseñador, pintor, escultor y mucho más, es surrealista y onírico, y es desde siempre una fuente de inspiración (como ha demostrado la última colección de Louis Vuitton, que reinterpreta parte de su obra), pero su nombre se asocia en particular a un rostro, el de la mujer que inspiró sus platos decorativos, sus creaciones más famosas: Lina Cavalieri.

LA MUJER MÁS BELLA DEL MUNDO

Fornasetti estaba hojeando una revista cuando, de repente, descubrió el rostro de Lina. Se quedó tan fascinado que la describió como «[…] el verdadero arquetipo: la quintaesencia de una imagen de belleza clásica, como una estatua griega, enigmática como la Mona Lisa».

Un rostro de rasgos enigmáticos definido por Gabriele D’Annunzio, el exponente más emblemático del decadentismo italiano, como «el más alto testimonio de Venus en la Tierra», una fisionomía atemporal destinada a convertirse en un icono.

Piero Fornasetti
Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

«NACÍ EN ROMA EL 25 DE DICIEMBRE DE UN AÑO QUE NO RECUERDO»

¿Pero quién era Lina Cavalieri? Su historia tiene el sabor de un cuento. Nacida en una familia que navegaba en condiciones económicas precarias, Lina empezó a trabajar a una edad temprana. A los doce años, ofrecía a los transeúntes del barrio ramos de violetas a cambio de «una moneda y una sonrisa». A los trece años trabajó como costurera y a los catorce en una imprenta.

Pero como en casi todos los cuentos, llegó el momento de la redención. Para dejar atrás su mala situación económica, Lina se dedicó a su pasión: el canto. Sentía una terrible necesidad de emerger y, a escondidas de sus padres, acudía al Baraccone delle Meraviglie, un teatro popular, donde escuchaba y ensayaba los versos de las sciantosa, las cantantes.

Foto: Jonathan Dresner – Flickr
Foto: Jonathan Dresner – Flickr

Un profesor de música la escuchó cantar y aquello constituyó un punto de inflexión en su vida: empezó a actuar en un pequeño teatro de Roma y en pocos meses se convirtió en una de las cantantes más famosas de la capital italiana.Luego llegó a Nápoles, que era entonces el reino de los café-chantant. Lina Cavalieri se convirtió en una de las mujeres más admiradas y cortejadas de su época.

Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

El siguiente paso fue la música de ópera. Lina se convirtió en soprano y comenzó a actuar en los teatros más importantes del mundo: desde el Metropolitan de Nueva York hasta la Ópera de París, pasando por la Royal Opera House de Londres y el Bolshói de Moscú, causando sensación en todas partes.

Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

El cuento de su vida oscila en muchos puntos entre la verdad y la leyenda. Al final de sus actuaciones, sus admiradores la colmaban de rosas (siempre más de mil) y se dice que recibió más de ochocientas propuestas de matrimonio. Los hombres de todo el mundo hacían locuras por ella. En París, el último descendiente de los reyes de Nápoles, Sicilia y Albania cubrió con pétalos de rosas rojas todo el trayecto desde la estación hasta el hotel donde la esperaba, y un duque siciliano, para estar cerca de ella, le hizo de chófer durante dos meses.

Foto: Jonathan Dresner – Flickr

Todo cuento se supone que tiene un fin, y el suyo solo podía ser teatral. Murió la noche del 8 de febrero de 1944 en su villa de Fiesole durante un ataque aéreo. Su cuerpo fue encontrado intacto bajo los escombros; como si ni siquiera las bombas se hubieran atrevido a desfigurar a «la mujer más bella del mundo».

Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

LA INMORTALIDAD

¿Pero fue realmente el fin? En realidad, no. Un hombre más perdió la cabeza por ella regalándole la inmortalidad. Fornasetti, sin siquiera conocerla, convirtió a Lina Cavalieri en un icono femenino eterno, transformando y reelaborando su rostro, que aparece enmascarado, desgarrado, tatuado, reflejado en un espejo, cortado, insertado en figuras geométricas, sonriendo, llorando, tatuado, travieso, furioso en las obras del artista. Quizás la Lina de Fornasetti pueda considerarse, a todos los efectos, una Mona Lisa del siglo XX, precursora de la Marilyn de Warhol. Y también este cuento, como muchos, tiene un final feliz. El deseo de emerger de Lina Cavalieri se ha hecho realidad: se ha transformado en una imagen inmortal.

Estatuas y bustos griegos dinámicos y fascinantes, edificios de líneas limpias, cerraduras, llaves y retratos: el mundo de Piero Fornasetti, diseñador, pintor, escultor y mucho más, es surrealista y onírico, y es desde siempre una fuente de inspiración (como ha demostrado la última colección de Louis Vuitton, que reinterpreta parte de su obra), pero su nombre se asocia en particular a un rostro, el de la mujer que inspiró sus platos decorativos, sus creaciones más famosas: Lina Cavalieri.

LA MUJER MÁS BELLA DEL MUNDO

Fornasetti estaba hojeando una revista cuando, de repente, descubrió el rostro de Lina. Se quedó tan fascinado que la describió como «[…] el verdadero arquetipo: la quintaesencia de una imagen de belleza clásica, como una estatua griega, enigmática como la Mona Lisa».

Un rostro de rasgos enigmáticos definido por Gabriele D’Annunzio, el exponente más emblemático del decadentismo italiano, como «el más alto testimonio de Venus en la Tierra», una fisionomía atemporal destinada a convertirse en un icono.

Piero Fornasetti
Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

«NACÍ EN ROMA EL 25 DE DICIEMBRE DE UN AÑO QUE NO RECUERDO»

¿Pero quién era Lina Cavalieri? Su historia tiene el sabor de un cuento. Nacida en una familia que navegaba en condiciones económicas precarias, Lina empezó a trabajar a una edad temprana. A los doce años, ofrecía a los transeúntes del barrio ramos de violetas a cambio de «una moneda y una sonrisa». A los trece años trabajó como costurera y a los catorce en una imprenta.

Pero como en casi todos los cuentos, llegó el momento de la redención. Para dejar atrás su mala situación económica, Lina se dedicó a su pasión: el canto. Sentía una terrible necesidad de emerger y, a escondidas de sus padres, acudía al Baraccone delle Meraviglie, un teatro popular, donde escuchaba y ensayaba los versos de las sciantosa, las cantantes.

Foto: Jonathan Dresner – Flickr
Foto: Jonathan Dresner – Flickr

Un profesor de música la escuchó cantar y aquello constituyó un punto de inflexión en su vida: empezó a actuar en un pequeño teatro de Roma y en pocos meses se convirtió en una de las cantantes más famosas de la capital italiana.Luego llegó a Nápoles, que era entonces el reino de los café-chantant. Lina Cavalieri se convirtió en una de las mujeres más admiradas y cortejadas de su época.

Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

El siguiente paso fue la música de ópera. Lina se convirtió en soprano y comenzó a actuar en los teatros más importantes del mundo: desde el Metropolitan de Nueva York hasta la Ópera de París, pasando por la Royal Opera House de Londres y el Bolshói de Moscú, causando sensación en todas partes.

Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

El cuento de su vida oscila en muchos puntos entre la verdad y la leyenda. Al final de sus actuaciones, sus admiradores la colmaban de rosas (siempre más de mil) y se dice que recibió más de ochocientas propuestas de matrimonio. Los hombres de todo el mundo hacían locuras por ella. En París, el último descendiente de los reyes de Nápoles, Sicilia y Albania cubrió con pétalos de rosas rojas todo el trayecto desde la estación hasta el hotel donde la esperaba, y un duque siciliano, para estar cerca de ella, le hizo de chófer durante dos meses.

Foto: Jonathan Dresner – Flickr

Todo cuento se supone que tiene un fin, y el suyo solo podía ser teatral. Murió la noche del 8 de febrero de 1944 en su villa de Fiesole durante un ataque aéreo. Su cuerpo fue encontrado intacto bajo los escombros; como si ni siquiera las bombas se hubieran atrevido a desfigurar a «la mujer más bella del mundo».

Fuente: Wikimedia Commons bajo licencia CC

LA INMORTALIDAD

¿Pero fue realmente el fin? En realidad, no. Un hombre más perdió la cabeza por ella regalándole la inmortalidad. Fornasetti, sin siquiera conocerla, convirtió a Lina Cavalieri en un icono femenino eterno, transformando y reelaborando su rostro, que aparece enmascarado, desgarrado, tatuado, reflejado en un espejo, cortado, insertado en figuras geométricas, sonriendo, llorando, tatuado, travieso, furioso en las obras del artista. Quizás la Lina de Fornasetti pueda considerarse, a todos los efectos, una Mona Lisa del siglo XX, precursora de la Marilyn de Warhol. Y también este cuento, como muchos, tiene un final feliz. El deseo de emerger de Lina Cavalieri se ha hecho realidad: se ha transformado en una imagen inmortal.

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