Heisenberg, Bohr, Teller, Fermi... | Los científicos que desafiaron a Oppenheimer... y merecen otra película - XL Semanal
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Los científicos que desafiaron a Oppenheimer... y merecen otra película

Heisenberg, Bohr, Teller...

Los científicos que desafiaron a Oppenheimer... y merecen otra película

Oppenheimer (segundo por la derecha) y Lawrence (segundo por la izquierda), en el ciclotrón de 184 pulgadas, el acelerador de partículas determinante en la construcción de la bomba atómica.

Casi todos los colaboradores del proyecto Manhattan y quienes intentaban adelantarse a la creación de la bomba atómica en Alemania tuvieron historias personales y profesionales apasionantes, turbulentas y trágicas. Te contamos lo que hay detrás de la 'oscarizada' película de Christopher Nolan.

Viernes, 18 de Agosto 2023

Tiempo de lectura: 5 min

Edward Teller

El 'obseso' que quería bombas ¡hasta para extraer petróleo!

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El húngaro Edward Teller es el padre de la bomba de hidrógeno, basada en la fusión nuclear y mil veces más potente que las que estallaron en Hiroshima y Nagasaki, que eran de fisión; y abogaba por usarla contra Japón. Le da vida el actor Benny Safdie, que aparece con gafas de soldador en la escena del ensayo Trinity, pues Teller desobedeció las órdenes y miró la detonación, en lugar de volver la espalda. Tuvo una larga y polémica vida (95 años). «No creo que se pueda prohibir ningún arma. Nuestras escasas posibilidades de supervivencia pasan por que no haya guerras», escribió. Defendió la teoría de la disuasión conjunta durante la Guerra Fría mediante el desarrollo de armas estratégicas capaces de acabar con la civilización.

Muchos colegas no le perdonaron que traicionase a Oppenheimer durante la caza de brujas contra los sospechosos de simpatizar con el comunismo. Teller se convirtió en la voz más influyente de la Gran Ciencia, proyectos faraónicos impulsados por el Gobierno. Algunos relacionados con la defensa, como la Guerra de las Galaxias, el escudo antimisiles de los años ochenta. Pero también pretendió utilizar bombas atómicas para iniciativas civiles, como su plan de bombardear una bahía de Alaska para obtener carbón y petróleo, desestimado por su impacto ambiental. Volvió a intentarlo en Canadá, e incluso obtuvo el visto bueno del Ejecutivo de la provincia de Alberta para detonar cien artefactos nucleares en un yacimiento de arenas petrolíferas. Tampoco prosperó.

Típico de una trayectoria de claroscuros, Teller fue uno de los primeros en advertir de los peligros del cambio climático, en 1957. En los setenta, y tras ver la película El síndrome de China, que narra un accidente en una central nuclear, acusó a la actriz Jane Fonda de haberle provocado un infarto. Genio y figura, tras la caída de la Unión Soviética propuso que Rusia y Estados utilizaran su arsenal nuclear contra el impacto de asteroides.


Ernest Lawrence

El antisindicalista que sufrió las consecuencias

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El actor Josh Harnett (aquí en un pasaje de la película de Christopher Nolan) da vida a Ernest Lawrence, que en la imagen superior que abre este reportaje aparece en el centro, agachado, mientras Oppenheimer muestra ciertos detalles del ciclotrón, un acelerador de partículas. Lawrence —premio Nobel de Física en 1939— fue el inventor de ese acelerador y montó el laboratorio para enriquecer uranio. Pese a los riesgos para su salud y la de los otros científicos, se negó a sindicar a los empleados, como proponía Oppenheimer. En 1958, y aunque sufría varias enfermedades, aceptó representar a la Casa Blanca en la Conferencia de Desarme de Ginebra. Por el camino sufrió un ataque de colitis ulcerosa. Le extirparon un metro de intestino, pero murió semanas después. Por eso no declaró en la vista contra Oppenheimer.


Werner Heisenberg

El talento secreto de los nazis (que simpatizaba con los judíos)

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El alemán Werner Heisenberg revolucionó la física con su principio de incertidumbre, la ambigüedad fundamental de la mecánica cuántica, que también puede aplicarse a su biografía. Lideró el esfuerzo de los nazis por lograr su propia bomba atómica, pero tras la guerra alegó que lo estuvo saboteando desde dentro, una aseveración muy cuestionada por los historiadores. Es cierto que, cuando Hitler subió al poder, Heisenberg fue marginado.

Se lo consideraba un 'judío blanco' (ario que simpatizaba con los judíos). Pero su madre conocía a la de Himmler, el líder de las SS, y el régimen decidió que no podía permitirse perder otro talento científico. Heisenberg era amigo de Niels Bohr, al que visitó en Dinamarca en 1941.

Heisenberg asegura que le transmitió a Bohr que tanto él como la mayoría de los físicos alemanes eran contrarios a la producción de una bomba atómica para uso militar, pero querían investigar las posibilidades de la tecnología nuclear. Bohr no lo recuerda así: «Me dijo que Alemania ganaría la guerra y que las armas atómicas serían decisivas». Tras la guerra, Heisenberg siguió trabajando como físico en Múnich. Murió en 1970.


Enrico Fermi

El científico 'ingenuo' que no superó el horror de Hiroshima

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El italiano Enrico Fermi logró la primera reacción nuclear en cadena autosostenida en 1942 en la Universidad de Chicago. Pero jamás hubiese abandonado Roma si Mussolini no hubiera promulgado las leyes de pureza racial. Su esposa era judía. En 1939, tras recibir el Nobel, huyó a Estados Unidos.

Fermi creía que se limitarían a realizar una demostración de la bomba, y quedó devastado con el ataque a Hiroshima. Su humor se oscureció y formuló la paradoja que lleva su nombre: «Si hay vida en otros planetas, ¿por qué nunca ha dado muestras de su existencia?». Fermi pensaba que era porque las civilizaciones tecnológicas se autodestruyen. Murió de cáncer de estómago a los 53 años.


Niels Bohr

El filósofo que hizo de 'maestro Jedi'

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El danés Niels Bohr (Kenneth Brannagh en el filme) participó en el Proyecto Manhattan como una especie de consejero espiritual. Oppenheimer lo veneraba. Chris Nolan, director de la película, considera que la relación que mantenían era la de un mentor con su discípulo. «Veo a Bohr como un Maestro Jedi que guía al joven Luke Skywalker». De hecho, además de ser el físico que vislumbró el modelo del átomo como un enjambre de electrones girando en torno a un núcleo, era aficionado a la filosofía.

«Bohr intuyó que Oppenheimer no solo tendría que lidiar con los problemas científicos del proyecto, sino que también sufriría las tribulaciones de justificar la bomba ante al mundo», explica Nolan. Un dilema moral que Bohr resolvió sugiriendo que debía presentarla como una oportunidad para la paz.

Bohr había huido a Suecia cuando los nazis invadieron Dinamarca. Antes había donado la medalla de oro de su premio Nobel y disuelto en agua regia (el producto con el que se limpian las probetas) las medallas de sendos colegas para evitar que fuesen requisadas. Tras la guerra, la Fundación Nobel utilizó el oro, que estaba escondido, para volver a acuñarlas. De madre judía, se exilió a Estados Unidos en 1943.

Albert Einstein

El vecino que nunca llegó a ser amigo

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«Ahora te toca enfrentarte a las consecuencias de tu logro», le dice Albert Einstein a Oppenheimer en una de las escenas finales de la película. Pero es un diálogo inventado, una licencia creativa (y no es la única) que se toma el director para ilustrar la relación entre el padre de la teoría de la relatividad, que no trabajó en la bomba, pero en cuya famosa fórmula se inscribe la posibilidad de desatar la furia de los átomos.

¿Cómo fue la verdadera relación entre ambos? De lo más cortés. Oppenheimer, sabiendo que a Einstein le encantaba la música clásica, le instaló una antena en su modesta vivienda de Princeton y le regaló una radio. Pero no puede decirse que fueran amigos. Oppenheimer, como muchos intelectuales de su generación, veía a Einstein «como el santo patrón de la física, pero no como a un científico en activo». Einstein estaba a disgusto con la física cuántica y ni siquiera creía en la existencia de los agujeros negros.