Vasilisa la bella | Escritores del mundo Fandom | Fandom
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Vasilisa la hermosa en la choza de Baba Yaga, por Ivan Bilibin.

Vasilisa la bella (ruso: Василиса Прекрасная), comúnmente conocida como la muñeca de Vasilisa, es un cuento ruso recogido por Alexander Afanasiev en Narodnye russkie skazki.

Aleksandr Rou plasmó este cuento de hadas en la película, Vasilisa the Beautiful (película) en 1939. Esta fue la primera película de gran presupuesto de la Unión Soviética en la que se introdujeron elementos fantásticos, en contraposición al estilo realista favorecido políticamente hasta el momento. La película, sin embargo, difiere drásticamente de la historia popular. Por otra parte, la escritora estadounidense Elizabeth Winthrop escribió un libro para niños "Basilisa la Hermosa: un cuento popular ruso" (HaperCollins, 1991) ilustrada por Alexander Koshkin.

Sinopsis[]

Un comerciante tenía, de su primera esposa, una hija, que era conocida como Vasilisa ("Βασίλισσα", lo que significa reina en griego) la bella. Cuando tenía ocho años, su madre murió. En su lecho de muerte, le dio a Vasilisa una pequeña muñeca de madera con las instrucciones de darle un poco de comer y algo para beber cuando estuviera en necesidad, y entonces le ayudaría. Tan pronto como su madre murió, Vasilisa le dio un poco de beber y un poco de comer, y la consoló.

Después de un tiempo, su padre se volvió a casar con una mujer con dos hijas. Su madrastra era muy cruel con ella, pero con la ayuda de la muñeca, Vasilisa era capaz de realizar todas las tareas que le imponía. A pesar de que algunos jóvenes intentaron cortejarla, la madrastra los rechazó a todos, ya que no era adecuado que la más joven se casara antes que sus hermanas mayores, y ninguno de los pretendientes deseaba casarse con las hermanastras de Vasilisa.

Un día el comerciante tuvo que embarcarse en un viaje. Su esposa vendió la casa y se trasladó con todas las chicas a una choza sombría del bosque. Un día dio a cada una de las chicas una tarea y apagó todos los fuegos, excepto una sola vela. La hija mayor, a continuación, apagó dicha vela y envió a Vasilisa a buscar la luz a la choza de Baba Yaga. La muñeca le aconsejó que lo hiciera, así que se puso en camino. Mientras caminaba, un misterioso hombre cabalgó hasta ella antes del amanecer, vestido de blanco, montado en un caballo blanco cuyo equipo era todo blanco, y más tarde hizo lo mismo un jinete vestido de rojo. Llegó a una casa que estaba apoyada sobre las piernas de un pollo y amurallada por una valla hecha de huesos humanos. Un jinete negro, al igual que antes hicieran el jinete rojo y el blanco, pasó por delante de ella, y cayó la noche, momento el que las órbitas de los cráneos comenzaron a brillar. Vasilisa estaba demasiado asustada para huir, así que Baba Yaga la encontró cuando llegó volando a su mortero .

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Baba Yaga en su mortero, por Ivan Bilibin.

Baba Yaga le impuso tres tareas para ganarse el fuego, mientras que si no las cumplía, sería asesinada. Como primera tarea, Vasilisa tuvo que limpiar la casa y el jardín, cocinar la cena, y separar los granos de maíz así como las semillas de amapola de las de soja. Baba Yaga se fue, dejándola sola, y Vasilisa se desesperó al ver todo el trabajo que aún debía de hacer a pesar de haberse dejado la piel. En ese momento, la muñeca le susurró que ella terminaría el trabajo mientras que la niña dormía. Al amanecer, el jinete blanco pasó de nuevo, y más tarde, a mediodía, lo haría el jinete rojo. Cuando el jinete negro pasó por delante, Baba Yaga regresó y no pudo quejarse del trabajo realizado por Vasilisa, así que ordenó a tres pares de manos sin cuerpo que prensaran el maíz para obtener su aceite, y volvió a ordenar a Vasilisa que realizara las mismas tareas para el día siguiente, con la adición de la limpieza de las semillas de amapola que habían sido mezcladas con la suciedad. Una vez más, la muñeca hizo todo menos cocinar la comida. Esa noche, Baba Yaga ordenó a los tres pares de manos que obtuvieran el aceite de las semillas de amapola y le preguntó a la niña si tenía algo que preguntarle.

Vasilisa entonces ​​le preguntó sobre las identidades de los jinetes y la bruja le dijo que el blanco era el día, el rojo el sol y el negro la noche. A cambio, Baba Yaga preguntó por la causa del éxito de Vasilisa. Al escuchar la respuesta "por la bendición de mi madre", Baba Yaga envía Vasilisa casa con un cráneo-linterna para dar luz a su familia. Cuando Vasilisa llegó a casa de su madrastra, descubrió que, desde que la enviaran a casa de Baba Yaga, no habían sido capaces de encender ningún fuego en la casa. Incluso las lámparas y velas traídas de fuera se apagaban una vez atravesaban el umbral. Cuando Vasilisa entró portando la calavera, la luz de esta redujo a cenizas a su madrastra y a sus hermanastras. Después de esto, Vasilisa enterró el cráneo siguiendo sus instrucciones para que jamás ninguna persona se viera perjudicados por su efecto.

Más tarde, Vasilisa se ​​convirtió en asistente de un fabricante de ropa en la capital de Rusia, donde llegó a ser tan hábil en su trabajo que el zar mismo se dio cuenta de su habilidad, terminaría casándose con ella.

Variantes[]

En algunas versiones, la historia termina con la muerte de la madrastra y hermanastras, y Vasilisa vive tranquilamente con su padre después de su retiro. Esto es inusual en un cuento con una heroína ya mayor, aunque algunos, como Jack y las habichuelas mágicas, suceda de forma parecida.

Interpretaciones[]

Los jinetes blancos, rojo y negro aparecen en otros cuentos de Baba Yaga y con frecuencia se interpretan a darle un significado mitológico. Al igual que muchos folkloristas de su época, Alexander Afanasiev consideraba los cuentos como formas primitivas de ver la naturaleza. En esta interpretación, consideraba que este cuento de hadas representaría el conflicto entre la luz del sol (Vasilisa), la tormenta (su madrastra), y las nubes oscuras (sus hermanastras).

Clarissa Pinkola Estés interpreta la historia como un relato de la liberación femenina, el viaje de Vasilisa de sumisión a la fuerza y la independencia. Ella interpreta Baba Yaga como el principio "salvaje femenino" que Vasilisa se ​​ha separado, que, al obedecer y aprender a cultivar, aprende y crece a partir de ello.

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