Palacio de Alejandro: secretos de la mansión imperial rusa que fue centro de la historia del siglo XX
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      Palacio de Alejandro: secretos de la mansión imperial rusa que fue centro de la historia del siglo XX

      La última morada de los zares en San Petersburgo fue reconstruida y reabierta como museo.

      Palacio de Alejandro: secretos de la mansión imperial rusa que fue centro de la historia del siglo XXEl estudio privado donde Nicolás II se entretenía a solas. Foto: The New York Times

      Maria Ryadova recordó que estaba en una sala polvorienta del Palacio de Alejandro, en San Petersburgo, saltando de una viga del suelo a otra y asomándose al abismo oscuro que había debajo, el día en que ella y su equipo de trabajadores hicieron un descubrimiento trascendental.

      Una pila de azulejos azules rotos se había ocultado en la oscuridad. Estos fragmentos, según sabía Ryadova por fotos de archivo en blanco y negro, eran los restos de los azulejos que adornaban las paredes de esa habitación, que solía ser la piscina y el baño privado del zar Nicolás II a principios del siglo XX. Pero antes de que se descubrieran, nunca se había conocido su color.

      El descubrimiento de estas piezas brillantes de cobalto y turquesa completó una parte más del rompecabezas que ha supuesto la reconstrucción de esta mansión imperial, que fue el hogar del último zar de Rusia y su familia.

      “Fue un hallazgo increíble”, dice Ryadova, de 40 años, una de las principales arquitectas que participan en el proyecto. “Me sentí muy inspirada.” Con un equipo de arquitectos e investigadores, Ryadova pasó más de una década en estos terrenos, trabajando para restaurar el majestuoso edificio amarillo a su gloria de principios del siglo XX, antes de que la Segunda Guerra Mundial y las remodelaciones soviéticas provocaran su deterioro.

      Nicolás II, el último zar, retratado como un déspota ante el pueblo ruso  y canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa.Nicolás II, el último zar, retratado como un déspota ante el pueblo ruso y canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa.

      El 13 de agosto, el trabajo de Ryadova y de muchos otros fue finalmente revelado, cuando se abrió el Palacio de Alejandro al público como museo.

      Es probable que este palacio sea la última gran mansión imperial rusa que se convierta en museo, dijo Tatiana Andreeva, especialista en investigación. Es el resultado de años de trabajo de investigación por parte de Andreeva, de 37 años, Ryadova y sus numerosos colegas, que recrearon los interiores trabajando con unas pocas fotos borrosas en color, miles de fotos en blanco y negro, algunas acuarelas, varios muestrarios de cortinas y memorias de la vida en el palacio.

      La reconstrucción

      Más de un siglo después de que la monarquía rusa se derrumbara con la ejecución de Nicolás II y su esposa, junto a sus cuatro hijas e hijo, a manos de los bolcheviques en 1918, los historiadores se esfuerzan por excavar el pasado imperial del país.

      Para algunos, el Palacio de Alejandro se ha convertido en un símbolo de la reconciliación de Rusia con él. “Tengo una actitud complicada hacia los aristócratas de la Rusia presoviética”, dice Max Trudolyubov, de 51 años, popular bloguero y comentarista de temas de actualidad. “Pero estos palacios se convirtieron en monumentos.”

      Nicolás II ha sido retratado durante mucho tiempo ante el pueblo ruso como un déspota sangriento y comprometido –un opresor implacable de la clase obrera– o como un tonto despistado y despreocupado que dejó que su país cayera por el precipicio en el abismo del bolchevismo.

      Parte de la reconstrucción se hizo en base a fotos y acuarelas antiguas. FOTO: The New York TimesParte de la reconstrucción se hizo en base a fotos y acuarelas antiguas. FOTO: The New York Times

      El palacio reabierto permitirá a los visitantes sumergirse en parte de la historia del país y emitir sus propios juicios, dijo Lev Lurie, especialista en la historia de San Petersburgo y la familia Romanov. “El museo es un teatro, con una obra que se desarrolla sin actores”, dice.

      En 2011, el Estado ruso decidió recrear la suite privada del zar –que había sido amueblada en estilo art nouveau y destruida en su mayor parte durante la Segunda Guerra Mundial y las posteriores reconstrucciones soviéticas– y crear un museo en torno a ella.

      Al final, el gobierno se comprometió a aportar más de 28 millones de dólares al proyecto, de los cuales 12 proceden del museo y de benefactores privados. (Uno de esos benefactores privados, Bob Atchinson, de Austin, Texas, es un entusiasta que ha reunido una colección de objetos que fueron saqueados del palacio por los alemanes y otros –y vendidos en subastas internacionales– y que lleva décadas recaudando dinero para reparar el palacio.

      El palacio fue construido en 1796 por Catalina la Grande para su nieto Alejandro. En 1917 se mudó allí Nicolás II con su familia.

      Para recrear las habitaciones privadas del zar, el equipo de Ryadova tuvo que rehacer casi todo: pisos de parquet de roble decapado, alfombras de lana y cortinas de seda, e incluso escupideras que utilizaban la familia imperial y los cortesanos.

      El palacio fue construido en el Parque Imperial de Tsárskoye Seló, a 25 km de San Petersburgo. Foto: The New York TimesEl palacio fue construido en el Parque Imperial de Tsárskoye Seló, a 25 km de San Petersburgo. Foto: The New York Times

      Construido originalmente en 1796 por Catalina la Grande para su nieto Alejandro, el palacio formaba parte del retiro imperial de Tsárskoye Selo, un extenso complejo de palacios y parques a las afueras de San Petersburgo, la capital rusa de la época.

      En 1905, el sobrino nieto de Alejandro, Nicolás II, trasladó allí a su familia de forma permanente para escapar de la vida cada vez más caótica y peligrosa de la capital, donde regularmente estallaban disturbios y su abuelo fue asesinado en 1881.

      La decisión de Nicolás II, en vísperas de la revolución, de abandonar sus tropas y reunirse con su familia en el Palacio de Alejandro, divide a muchos de los que estudian la época.

      Para algunos, es una acusación: puso a su familia por encima de los intereses de su país, sobre el que tenía un poder absoluto. Pero para muchos creyentes ortodoxos rusos, la aceptación de Nicolás II de su destino fue una muestra de humildad. En el año 2000, la Iglesia Ortodoxa Rusa los canonizó a él y a su familia como portadores de la pasión, una categoría utilizada para identificar a los creyentes que soportaron el sufrimiento y la muerte con la piedad de Cristo.

      Muchos juguetes de los hijos del zar fueron recuperados. Foto: The New York TimesMuchos juguetes de los hijos del zar fueron recuperados. Foto: The New York Times

      El pasado mes de julio, desafiando todas las restricciones relacionadas con la pandemia, miles de creyentes se unieron a una procesión religiosa en la ciudad de Ekaterimburgo que iba desde la ubicación de la mansión en la que el zar fue fusilado (posteriormente fue destruida) hasta el lugar en el que se depositaron los restos de la familia en el pozo de una mina, y fueron destruidos con ácido sulfúrico.

      Rompecabezas palaciego

      Mientras recorría las habitaciones del palacio, casi terminadas, unas semanas antes de su inauguración este verano, Ryadova dijo que esperaba que los visitantes quedaran embelesados. Se enfrentó a demasiados desafíos y decepciones en esta reconstrucción como para pensar lo contrario.

      Por ejemplo, se sintió frustrada por las fotos de la familia del zar. Como ávidos fotógrafos, tomaron miles de imágenes dentro del palacio, incluidas fotografías que podrían considerarse algunos de las primeras selfies del mundo. Sin embargo, los retratos suelen ser inútiles para los especialistas en restauración porque los pisos y los techos suelen quedar fuera del encuadre. “Ahora se lo digo a todo el mundo: fotografíen sus techos”, dijo Ryadova.

      Para recrear las habitaciones del zar,  se rehicieron los pisos de parquet de roble, las cortinas de seda e incluso escupideras de la familia imperial.

      Las alfombras también suponen un problema: en algunos casos, se recrearon patrones enteros a partir de un pequeño rincón que logró colarse en una o dos fotos. (Algunas de las restauraciones de techos están en suspenso, con la esperanza de que se descubran más materiales). En 1944, tras la ocupación alemana, la mayoría de las propiedades de Tsarskoye Selo no tenían ventanas ni techos. “El país estaba en un estado calamitoso, pero la gente quería ver estas ruinas reconstruidas tal y como estaban”, explica Olga Taratynova, directora del museo de Tsarskoye Selo (la villa de los zare)).

      Así que, aunque el gobierno soviético se había establecido como antitético al gobierno de los zares, destinó dinero a la renovación de sus palacios. “Fue una decisión política”, dijo Taratynova, de 66 años. Desde entonces, el complejo se convirtió en un destino turístico importante, además de un símbolo de la historia rusa.

      Taratynova recordó que en 2002 el presidente George W. Bush visitó el Palacio de Catalina como invitado del presidente Vladimir Putin. Cuando Bush entró en el gran salón del trono de 2.500 metros cuadrados, con su decoración de tallas de madera doradas, dijo Taratynova, se quedó paralizado, hipnotizado, y dijo simplemente: “¡Ah!”. Y agregó: “A los rusos nos encanta que la gente venga a visitarnos y diga: ‘¡Ah!’”.

      Traducción: Patricia Sar


      Sobre la firma

      Ivan Nechepurenko

      The New York Times

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