Pentecostés: la vida tiene sentido santo

Pentecostés: la vida tiene sentido santo

PENTECOSTES

Celebramos hoy la Pascua de Pentecostés, es decir, la presencia del Espíritu de Jesucristo en los creyentes, en  la Iglesia y en la humanidad.

01    ¿y qué o quién  es el espíritu?

        Hemos comenzado la Eucaristía cantado: Ven Espíritu creador...

A veces da la impresión de que pedimos que venga el Espíritu como si fuese un señor muy poderoso, algo así como el “tío rico de América” que nos va a solucionar las cosas y los problemas.

¿Y quién es este que ha de venir? ¿Qué significa que venga el Espíritu de Jesús? ¿Quién es el Espíritu del que Jesús nos dice: os conviene que me vaya para que venga el Espíritu.

Pretender responder exhaustivamente a esta cuestión sería muy pretencioso.

Primero una nota filológica:

Las palabras que en las lenguas románicas (las que provienen del latín) llevan la componente “spc” o “xpc”, hacen referencia siempre al futuro: espíritu, espera, esperanza, expectativa, expectación, incluso espectáculo.

Persona espiritual es la que mira y tiene nostalgia de un futuro trascendente mejor, más pleno. 

No es lo mismo ser espiritual que ser religioso. Se puede ser muy religioso lleno de doctrinas, ritos y devociones y no ser lo más mínimo espiritual. Y se puede ser persona de buen espíritu y no ser tan religioso.

  1. espíritus en el mundo.

En la vida hay muchos espíritus que configuran diversos estilos de vida, causas que impulsan la vida de muchas personas, pueblos e instituciones. Hay espíritus valiosos y también hay espíritus inmundos: sucios, malos…

Es evidente que hay espíritus buenos y malos.

El poder es un espíritu, un modo de vivir más bien negativo. El dinero es otro espíritu, que hace mucho daño. La nación, la etnia, la patria dan una tonalidad, a la existencia (basta seguir una campaña electoral o pensemos en Gaza, en Ucrania, en el hambre en el mundo, etc.). Estos son espíritus que configuran y estructuran negativamente  la existencia humana individual y socialmente.

Pero también hay idealismos, hay carismas valiosos; hay personas e instituciones que tienen buen tono vital.

Tambi´ñen hay Espíritu bueno, santo…

  1. El espíritu de Jesús.

Jesús tenía un espíritu, un tono vital, un modo de ver y vivir la vida, una causa: el Reino de Dios. Ese buen Espíritu es el que le impulsó al desierto, al camino de la libertad para domeñar otros espíritus inmundos, que quedan reflejados en las tentaciones de Jesús y en las muchas sanaciones que hizo Jesús.

Quizás nos sea suficiente para intuir algo de esta realidad con quedarnos con que el espíritu, el tono, el estilo,  el idealismo vital de Jesús es bueno, es santo.

Al comienzo de su actividad pública Jesús dice: El espíritu del Señor está sobre mí. ¿Y cuál es ese espíritu?

 “El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha enviado para llevar la buena noticia a los pobres;

me ha enviado a anunciar libertad a los presosy a dar vista a los ciegos;

a poner en libertad a los oprimidos;a anunciar el año favorable del Señor.”

(Lucas 4, 18-19)

        El Espíritu de Jesús es, pues, bueno, santo, porque es buena noticia a los pobres, libertad para los presos por toda clase de males, a dar luz y vista, a anunciar la bondad de Dios para con nosotros.

  1. Entre Babel y Pentecostés

La torre de Babel es el símbolo (mito) contradictorio a Pentecostés. Babel es el “no entendimiento” entre los hombres, los pueblos, los grupos humanos y las Iglesias.

Cuando todos buscan el poder (por ejemplo en una campaña electoral o en las divisiones ideológicas en la iglesia) no hay quien se entienda, porque no hay un espíritu bueno, santo.

En Pentecostés, allá en Jerusalén, digamos que en la mañana de Pascua, había partos, medos, elamitas, de Frigia, del Ponto, etc., es decir había “rusos, ucranianos, gazatíes, judíos, hutus, tutsis, vascos, españoles, ultraconservadores católicos y creyentes abiertos”, etc., pero como tenían buen espíritu, Espíritu Santo, el espíritu de Jesús”, se entendían.

  1. El espíritu de Jesús confiere entendimiento, ganas de vivir y paz

        En el texto evangélico de hoy vemos que Jesús transmite  su aliento vital, en aquella comunidad naciente y les confiere su Espíritu y su paz: Recibid Espíritu Santo.

        Son las mismas palabras del Génesis: cuando Dios insufla aliento vital en el barro humano, Adán –el ser humano- llega a ser viviente, tiene aliento vital.

        El buen espíritu de Jesús nos transmite “ganas de vivir” y paz.

Si miramos nuestra situación personal, política y eclesial: ¿está entre nosotros el espíritu de Jesús? ¿El talante del Señor: el espíritu de respeto, entendimiento y amor, el vivir en paz y abierto completamente al reino es nuestro espíritu y nuestro estilo de vida son los criterios de nuestra vida personal, eclesial y social?

Probablemente -y siendo sinceros-  hemos de reconocer que el Espíritu de Xto no está hoy presente en nuestra vida personal, ni en los modos de vida de nuestro pueblo, ni en sus relaciones humanas, políticas, tampoco abunda este estilo, el espíritu de Jesús en la misma Iglesia, ni en la cuestión ecuménica.

  1. Ven espíritu santo.

El Espíritu no va a venir en uno de esos viajes espaciales. El Espíritu de Jesús ya vino con el mismo Jesús. El Espíritu de Jesús llega a nuestras vidas si y cuando creemos en el Señor, cuando la sensatez y el entendimiento impregnan nuestra mente y nuestros corazones

El espíritu de Jesús está ya dentro de nosotros si creemos en el fondo de nuestro ser en el estilo y causa del Señor.

Ese espíritu transformará la faz de la tierra, pero no por arte de magia o en un alarde de fuerza de un ser extraño que pudiera cambiar las cosas, sino cuando nuestro espíritu vital sea el de Jesús y nos pongamos manos a la obra, porque cuando Dios trabaja el que suda es el hombre.

El Espíritu no nos va a llover del cielo pasivamente, quedándonos nosotros plantados mirando al cielo a ver cómo cae.

Cristo envía a los suyos a ser testigos de su evangelio de su espíritu. Los cristianos somos quienes creemos y trabajamos porque ese espíritu, es estilo de Xto nos llena, nos convence y nos parece bueno para nosotros y para nuestro pueblo y nuestra Iglesia.

Recibid Espíritu Santo.

Como el Padre me ha enviado, así os envío yo.

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