Una vida no tan simple (2023), de Félix Viscarret

Nada más terminar Arquitectura, a Isaías le cayó algún premio importante. Pero en unos años ha pasado de joven promesa a cuarentón sin muchas perspectivas, ya que no abundan los nuevos proyectos en el estudio que comparte con Nico, su fiel colaborador. Sus preocupaciones no le dejan atender cómo debiera a su esposa Ainhoa, una inteligente profesora, ni disfrutar de sus dos pequeños, a los que lleva a diario al parque. Allí se fija en Sonia, madre de otro retoño, con la que parece conectar…

La obra del navarro Félix Viscarret ha ido ganando con los años, pues sin ser redonda ya tenía cierto interés Bajo las estrellas, su ópera prima, pero después ha compuesto un excelente documental, Saura(s), sobre Carlos Saura y su familia, No mires a los ojos, correcta adaptación de una novela de Juan José Millás, y capítulos de Patria, una de las mejores series rodadas en España. Esta vez compone su trabajo más personal, pues dirige y escribe un guión que se nota bastante sentido, no cabe ninguna duda de que ha reciclado elementos autobiográficos, sustituyendo su profesión de cineasta por la arquitectura.

Con un tono mayoritariamente cómico (tronchantes las relaciones del protagonista con sus rivales), aunque deja espacio para las lágrimas, Viscarret ha compuesto un film no tan simple como parece, que aborda asuntos muy a la orden del día, como la relación con los hijos del hombre del siglo XXI, cuando comparte las tareas con su esposa, los celos hacia los compañeros de profesión, y la obsesión por lograr autorrealizarse en el terreno laboral, cuando se corre el riesgo de dedicar horas de más al trabajo, que nunca puede suplir a lo mejor de la vida, el cariño que proporciona la familia.

Pero sobre todo, se habla de la dificultad en el mundo actual para superar la rutina en el matrimonio, cuando abundan las aplicaciones de citas y otros motores que brindan la posibilidad de empezar otra relación desde cero. Como todo el mundo sabe, si se toma ese camino, pronto se llegará al mismo punto de hastío… ¡y vuelta a empezar! En ese sentido, el film recuerda en ocasiones a Los puentes de Madison, pero con cambio de roles por géneros.

Miki Esparbé ha despuntado en el terreno de la comedia, pero nunca ha estado a tanto nivel, pues hace cercano a un personaje que se da cuenta poco a poco de que a veces se comporta como un auténtico majadero. También da la talla Álex García, que en la piel de Nico compone al típico amigo cómplice, que sabe también ofrecer la crítica oportuna. Por su atractivo, Ana Polvorosa resulta ideal para dar vida a Sonia, la tentación que tiene que superar el protagonista, y exhibe su gran capacidad interpretativa con un personaje maniático. Pese a que aparece poco, Ramón Barea vuelve a destacar. Y atención a la poco conocida Olaya Caldera, que llama la atención sin muchos diálogos como Ainhoa, una esposa responsable, trabajadora y madraza, pero poco reconocida por su cónyuge.