Antisemitismo en las universidades: del campus hasta el mar
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Contracultura

Antisemitismo en las universidades: del campus hasta el mar

Las universidades españolas se contagian del espíritu de denuncia y señalamiento a Israel por la guerra de Gaza iniciado en las facultades de Columbia

Dos estudiantes con una bandera de Palestina durante una acampada para mostrar su apoyo al pueblo palestino y exigir el fin del conflicto en Gaza en la Complutense de Madrid
Dos estudiantes con una bandera de Palestina durante una acampada para mostrar su apoyo al pueblo palestino y exigir el fin del conflicto en Gaza en la Complutense de MadridEuropa Press

La larga tradición izquierdista de romantización del terrorismo rinde estos días un nuevo episodio, luego de que miles de estudiantes de la Universidad de Columbia ocuparan el campus bajo el lema «Del río al mar», prendiendo así la mecha de un movimiento que se ha propagado a los centros europeos, conforme a las reglas del contagio que describe Adam Kucharski en su ensayo del mismo título. «Del río al mar», por despejar incógnitas, es la pompa bucólica que envuelve la voluntad de aniquilar el Estado de Israel. Los activistas de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Valencia, movilizados desde el 29 de abril, se ufanan de haber sido la punta de lanza de la revuelta en España, que esta semana se ha extendido a Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Gerona o Madrid, donde la Junta de Gobierno de la Facultad de Sociología y Relaciones Internacionales ya había acordado, el 26 de abril, exigir al Rectorado «la suspensión de la cuenta de la UCM con el Banco Santander por financiar la industria fósil y la industria armamentística implicada en el genocidio sobre Gaza».

"Nos han dicho que somos ‘‘los opresores de todas las personas de color"

Alumnos judíos de Columbia

El aluvión de acciones y declaraciones coactivas culminó el viernes con la suspensión, por parte de las 50 universidades públicas y 27 privadas que se agrupan en la Conferencia de Rectores y Rectoras de la Universidades Españolas (CRUE), de los acuerdos con aquellas universidades israelíes que no se avengan a condenar las incursiones bélicas en la Franja de Gaza. El pronunciamiento de la CRUE sigue a rajatabla la estrategia Boicot, Desinversiones y Sanciones (BSD), enquistada desde 2005 en el ideario de la izquierda, como si se tratara de uno de los Objetivos del Milenio. De la «izquierda», insisto, ni siquiera cabe depurar la trama comprometiendo el adjetivo «radical», pues las juventudes del PSOE -y un diputado por Valencia, Víctor Camino- suscribieron el llamamiento de Sumar a apagar la televisión durante la actuación, anoche, de la representante de Israel en Eurovisión, Eden Golan.

Comparaciones absurdas

Sea como sea, se trata de un desafío a la justicia en toda regla. Sólo un día antes, el 8 de mayo, un juzgado de Madrid anulaba un acuerdo anterior, de febrero de 2023, del Pleno de la Delegación de Estudiantes de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense, por el que manifestaban su adhesión a la campaña BDS y al sello Espacio Libre de Apartheid Israelí (ELAI). El magistrado, tras estimar el recurso interpuesto por la asociación proisraelí Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (ACOM), consideró que dicha declaración vulneraba «el principio de neutralidad y objetividad que informa la actuación de una universidad pública», así como el artículo 14 de la Constitución: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

ACOM, promotora de la histórica sentencia del Tribunal Supremo de octubre del 22 que ilegalizó en España las iniciativas BDS y ELAI, anunció el día 9 en su perfil de X que emprendería acciones legales contra la CRUE, en una ofensiva judicial que, sólo en una semana, suma ya varias denuncias, como las presentadas contra el ministro de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, Pablo Bustinduy, a cuenta del envío de cartas intimidatorias a empresas españolas con actividad en Israel, o el Museo Reina Sofía, que ha programado un ciclo denominado «Desde el río hasta el mar», asumiendo a las claras el lema de quienes abogan por la destrucción de Israel (de quienes abogan, por decirlo sin ambages, por el genocidio). La deriva airadamente antisemita de la actual hipermovilización contra Israel, ha condenado a la caricatura cualquier tentativa de comparar la asonada wokista de Columbia con la protesta contra la Guerra del Vietnam que germinó en ese mismo centro en abril del 68. Las similitudes, seriamente consideradas, resultan un tanto barriosesámicas.

Sí, los universitarios también se alzan hoy contra un coloso militar que lleva a cabo una operación a gran escala contra una población victimizada y notablemente inferior en efectivos. Sí, quienes se movilizaron hace 56 años abrazaron un ramillete de causas que iban más allá del conflicto que les había sublevado (interseccionalidad old school), y otro tanto cabe decir de quienes protestan contra Israel, que son, además de «antisionistas», feministas, antifascistas y decrecentistas. Huelga decir, por último, que la fe de unos y otros en la sacra bondad de sus reivindicaciones es idéntica. La misma jactancia, la misma arrogancia y, si me apuran, la misma ignorancia. Ahí terminan los paralelismos. No en vano, la columbiada antiisraelí adolece en tan sólo quince días de todas las aberraciones que fueron lastrando el estallido antibelicista de los sesenta: sectarismo, fanatismo, filoterrorismo, racismo... Pero sin incorporar, ay, ninguna de sus virtudes, entre las cuales figura un ingente legado cultural, cuyos hitos se cuentan por centenares, desde «Easy Rider», Woodstock o «Apocalypse Now» a The Doors, Jimi Hendrix o Grateful Dead.

"Han gritado ‘‘volved a Polonia’’, donde muchos de nuestros familiares yacen en fosas comunes"

Alumnos judíos de Columbia

Los Dylan, Seeger, Lennon y aun el Raimon que en mayo del 68 hizo retemblar las paredes de la antigua Facultad de Económicas de la Complu al son de «Al Vent» o «Diguem no», tienen hoy sus pares, cuando menos en España, en individuos que no son sino la parodia de sí mismos, y cuyas ínfulas componen el material de trabajo de Pantomima o Juan Carlos Ortega: Botto, Serrano, Toledo, San Juan, Ríos, Paredes... Entretanto, la Federación de Comunidades Judías de España (FCJE) ha denunciado en un comunicado que «hay estudiantes judíos que tienen miedo a ir a clase, y algunos sufren insultos».

La misma hostilidad que los hamasistas infligen en los campus americanos a los alumnos judíos. Señalamientos, hostigamientos, actos de repudio... «Nos han deshumanizado...», claman más de quinientos alumnos judíos de Columbia en una carta remitida a su propia universidad, y que contiene párrafos estremecedores. Éstos, por ejemplo: «La mayoría de nosotros rehuimos el activismo político. No somos dados a tocar los bongos ni a corear consignas pegadizas. Son aquellos que nos demonizan invocando el antisionismo, quienes nos han convertido en activistas, quienes nos han empujado a defender públicamente nuestras identidad judía». «Dimos la alarma el 12 de octubre, cuando se desataron protestas contra Israel mientras los cadáveres de nuestros amigos y familiares aún estaban calientes..». «La malvada ironía del antisemitismo actual radica en la retorcida inversión del Holocausto; los manifestantes en el campus nos han deshumanizado, imponiéndonos la caracterización del ‘‘colonizador blanco’’. Nos han dicho que somos ‘‘los opresores de todas las personas de color’’ y que ‘‘el Holocausto no fue especial’’. Han gritado ‘‘no queremos sionistas aquí’’, ‘‘muerte al Estado sionista’’ y ‘‘volved a Polonia’’, donde muchos de nuestros familiares yacen en fosas comunes».

El antisionismo, en efecto, como cobertura moral, pasando por alto que la organización intergubernamental Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, que reúne a 35 países, definió en 2016 como antisemitismo «denegar a los judíos el derecho a la autodeterminación alegando que la existencia del Estado de Israel es un empeño racista; aplicar un doble rasero al pedir a Israel un comportamiento que no se exigiría a ningún otro país democrático, y establecer comparaciones entre la política de Israel y la de los nazis». España, por cierto, es uno de los miembros de la AIRH, en la que también se hallan integrados Bélgica, Francia, Alemania, Reino Unido (hasta 28 Estados europeos), EE.UU, Australia, Argentina y Canadá.