Marta Gellhorn: de camillera en la II Guerra Mundial a Canfranc y el Gran Hotel de Zaragoza

LITERATURA. ARTES & LETRAS

Marta Gellhorn: de camillera en la II Guerra Mundial a Canfranc y el Gran Hotel de Zaragoza

Rosario Raro publica la novela 'Desembarco en Normandía' (Planeta), sobre la escritora y corresponsal de guerra y tercera esposa de Hemingway

Martha Gellhorn fue novelista, periodista y corresponsal de guerra, y quiso contar con una perspectiva humana y comprometida su época.
Martha Gellhorn fue novelista, periodista y corresponsal de guerra, y quiso contar con una perspectiva humana y comprometida su época.
Arhivo HA.

Rosario Raro (Segorbe, 1971) dice que tiene tantos proyectos que le rondan la cabeza que no sabe si tendrá vida para los aplazados y para los que surgen a diario, tras leer, conversar. La autora de ‘Volver a Canfranc’ (2015) y ‘El cielo sobre Canfranc’ (2022) ha convertido a esta localidad altoaragonesa y su Estación Internacional, clave en las relaciones con Francia, en uno de sus territorios de ficción.

¿Quién le iba a decir que también la gran periodista y escritora Martha Gellhorn (San Luis, Misuri, 1908-Londres, Inglaterra, 1998), tercera esposa de Ernst Hemingway, había estado allí, poco después del Desembarco de Normandía? A esa mujer, comprometida y deseosa de contar las experiencias humanas de los de abajo y de sus compatriotas, como hizo en 1929, tras recorrer todo Estados Unidos, le dedica su nueva novela: ‘Prohibida en Normandía’ (Planeta, 2024).

«De Martha Gellhorn me han interesado muchas cosas. En primer lugar su propia escritura: su intensidad y esa forma tan particular de adjetivar. A veces tengo la sensación de que era tan osada que ensayaba frases y alianzas léxicas que jamás se habían hecho antes. Me impactó muy sinceramente su obra periodística, la más conocida, firmó su último trabajo sobre la invasión de Panamá por Estados Unidos, pero también su narrativa», dice de entrada Rosario, que ha presentado su relato en Barbastro, en la librería Castillón, y firmó en Zaragoza en el Día del Libro.

Rescate de una mujer indómita

Ya puesta con este personaje, que «ha fascinado a mi editor Leo Campos. Me dijo: “Ya tenía ganas de que alguien escribiese de esta gran mujer”. Me gusta mucho recuperar personajes así», ha descubierto muchas cosas. Quiso ser tenida en cuenta por sí misma, no por su parentesco con Hemingway, que al principio la animó para que fuera ella misma en sus escritos y luego, por decirlo así, la ninguneó. Al principio, le dijo, y lo recojo en la novela, que la quería en su casa y en su cama. Se portó como un hombre enamorado, pero luego todo cambió. Para ella era decisiva su condición de corresponsal de guerra».

Hemingway y Martha Gellhorn habían coincidido en la Guerra Civil española y ahí nació su romance. Se casaron en 1940 y se separaron en 1945. «La realidad es que Martha lo abandonó. Fue la única mujer que lo dejó, entre otras cosas porque quería ir a contar lo que sucedía en la II Guerra Mundial, en el bando aliado. Y fue ahí, especialmente, donde tuvo su protagonismo: fue la única mujer que participó en el Desembarco de Normandía, la única, y lo contó». Trabajaba entonces para dos publicaciones, ‘Stars & Stripes’, del ejército estadounidense, y en el ‘Collier’s’.

"Al principio, Hemingway "le dijo, y lo recojo en la novela, que la quería en su casa y en su cama. Se portó como un hombre enamorado, pero luego todo cambió. Para ella era decisiva su condición de corresponsal de guerra"

«Martha lo tenía claro. Aquella mujer, que sería objeto de menosprecios y zancadillas, quería contar lo que sucedió en ese hecho histórico. Intentó convencer al general Harvey, con quien vivió una relación amorosa o de seducción, pero no hubo forma. A pesar de los consejos de su marido, embarcó en un carguero noruego que la llevó a Londres, era la única mujer entre marineros, y luego lograría hacerse pasar por un camillero y llegó a las costas de la playa de Omaha, luego la sangrienta Omaha», cuenta Rosario. Allí vio estampas dantescas: padres e hijos que saltaban por los aires por las bombas, y murieron muchos aliados y, por supuesto, combatientes franceses.

«No le publicaron sus crónicas. Por varias razones: las descripciones eran tan estremecedoras que se temió que desmoralizasen a la tropa y que los propios norteamericanos dejasen de alistarse. Contaba que muchas bombas norteamericanas habían caído sobre la población francesa y habían dejado muchos muertos. Y, además, contaba las numerosas violaciones de soldados de su país que habían cometido con las mujeres francesas aunque les recomendaban “no confraternizar con los nativos”. El sexo era otra cosa. Martha Gellhorn en Normandía.», insiste Rosario Raro.

Rosario Raro, hace unos días en Zaragoza, en el bar El Bardal, cerca del Gran Hotel donde pernoctó Martha Gellhorn.
Rosario Raro, hace unos días en Zaragoza, en el bar El Bardal, cerca del Gran Hotel donde pernoctó Martha Gellhorn.
A. C./Heraldo.

Cuando volvió a Estados Unidos buscó sus crónicas y comprobó que no se habían publicado. «Insistió tanto que al final le publicaron un texto, muy amputado, titulado: ‘Alguien que dice que estuvo allí’. Por supuesto que estuvo», dice Rosario Raro. Fue detenida, el mando aliado prohibía la presencia de mujeres en el frente (a pesar de sus intentonas con el general Harvey, “he cambiado el nombre de alto mando con el que se relacionó»), y una enfermera, que llegó con otras unos días más tarde, accedió a hacerse pasar por ella.

«Fue condenada por un consejo de guerra a un campo de trabajo, pero Lindsay Bennet se cambió por ello y gracias a eso pudo llegar a Canfranc. Llevaba secuelas de las metrallas. Estuvo aquí algunos días, como dos semanas: la habían intentado violar un aviador norteamericano y fue acogida y protegida por una pareja, ella se llama Pilar. Pero no tardó en volver a ejercer su profesión».

"Pudo llegar a Canfranc. Llevaba secuelas de las metrallas. Estuvo aquí algunos días, como dos semanas: la habían intentado violar un aviador norteamericano y fue acogida y protegida por una pareja, ella se llama Pilar. Pero no tardó en volver a ejercer su profesión"

La novela juega con muchos ‘flashback’, arranca poco antes del Desembarco y luego, con idas y venidas, avanza cronológicamente hasta llegar a ese luctuoso 6 de junio de 1944. «Y en medio se cuentan otras muchas cosas. Martha Gellhorn estuvo en Berlín en 1933, y como Casandra con la guerra de Troya, ella ya anticipó todo lo que se venía encima, pero tampoco la escucharon. Pero además se cuenta como un grupo de actores, con Douglas Fairbanks Jr. a la cabeza y David Niven y Peter Ustinov, participaron en una treta que despistó a Hitler y a los alemanes: les hicieron creer que los aliados iban a desembarcar por Calais. Contaron hasta con la intervención de un mago. Esa historia de engaños, muy propia de Hollywood, es importante en una novela en la que aparecen otros lugares aragoneses como Fiscal, Sabiñánigo, Aínsa, Campo y Pont de Suert. Y la Fonda la Serena Y por supuesto Zaragoza, en concreto el Gran Hotel», agrega la narradora. 

Rosario Raro escribe en ‘Prohibida en Normandía’: «Otto, Alfred y ella llegaron por la mañana al Gran Hotel de Zaragoza, muy cerca de la plaza de Santa Engracia. A Martha le gustó aquel edificio esplendoroso: la altura de sus plantas, los arcos bajo la terraza con más de una docena de torres y chimeneas». De ahí se trasladaron a Madrid y finalmente Martha regresaría a su país. Otro personaje, entre otros muchos conocidos (el general Patton, el escritor Roald Dah o la propia Eleanor Roosevelt) al que alude Martha Gellhorn es la fotógrafa Lee Miller, «cuya belleza era como una maldición», se escribe, antes modelo y compañera de Man Ray, que se hizo una foto en la bañera de Hitler. Rosario Raro constata otro detalle: a Martha Gellhorn le gustaba mucho acompañar sus fotos, piensa que también pudo hacerlo en el desembarco, pero esas fotos y la cámara se perdieron.

Martha Gellhorn, gravemente enferma, de 89 años, se suicidó en 1998 con un ingesta de cianuro.

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