La chova piquirroja

lunes, 27 de mayo de 2024

Una techumbre flordelisada - parte II

Ya hemos advertido en entradas anteriores de lo obsesionada que estaba la reina Berenguela de León y de Castilla con el asunto de la legitimidad de su descendencia, habiendo sufrido mucho tiempo antes su exesposo, Alfonso IX, esa misma obsesión cuando, en 1188, con apenas diecisiete años, se convirtió en el monarca de León, ya que muchos le consideraban muy joven y, además, ilegítimo. Tal consideración se debía al hecho de que el matrimonio de sus padres, Fernando II de León y Urraca de Portugal, había sido anulado por el papa en 1175, lo que conllevaba indefectiblemente que la descendencia de la pareja real pasara a considerarse ilegítima. Por si esto fuera poco, otra Urraca, ésta apellidada López de Haro, tuvo con Fernando II un hijo llamado Sancho Fernández, nacido en 1186, que había sido legitimado por medio de un matrimonio celebrado pocos meses antes de fallecer el monarca leonés. Así las cosas, y trayendo a colación de nuevo el árbol de Jesé, que hemos utilizado en la entrada anterior para hablar de la descendencia de Alfonso VIII de Castilla, estaba en juego cuál de las dos Urracas era la vara de la que había nacido el heredero legítimo del reino de León: Urraca de Portugal, madre de Alfonso Fernández de León, o Urraca López de Haro, madre de Sancho Fernández de León.

En nuestra opinión, en todas las representaciones que han llegado hasta nosotros de la madre de Alfonso IX de León, Urraca de Portugal, se muestra el empeño del rey por mostrarse como un monarca legítimo. Conservamos cuatro imágenes que creemos correspondientes a la reina madre y en todas ellas sostiene una flor  de lis o un cetro rematado con una flor, dejando claro de este modo que la madre del legítimo heredero, la rama elegida, era la suya:

- La primera es el signo que se conserva en la catedral de Zamora y que nos evoca representaciones marianas tales como la de Nuestra Señora de la Flor de Lis.


- Similar es la representación de Urraca de Portugal junto a Fernando II en el Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos. Si bien ambos sostienen un cetro vegetal, mientras el del monarca parece una flor madura, ya sin pétalos, la de la reina es una flor de lis, es decir, un lirio, en plena floración.


- Iconografía similar, esta vez en forma de árbol de Jesé, la encontramos en la sepultura que se le atribuye a la reina madre en la iglesia zamorana de Santa María de la Magdalena. También allí, custodiada por dos leones, encontramos un lirio que brota de una estilizada rama.


- La cuarta y última representación atribuida a Urraca de Portugal se encuentra en la catedral de Ciudad Rodrigo. En las esquinas de las que arranca la bóveda de la segunda de la nave central hay cuatro esculturas de las cuales dos merecen nuestra atención. Se trata de imágenes que ya fueron consideradas en el informe emitido por la Real Academia de la Historia por el que se declaró Monumento Nacional la seo civitatense en 1889. Junto a la supuesta imagen de san Francisco de Asís, fundamental para la datación de las efigies, y la del primer obispo de Ciudad Rodrigo, aparecen enfrentadas las imágenes de dos monarcas que se considera que representan a Fernando II, promotor de la catedral, y a su reina consorte, Urraca de Portugal. Por la datación de las mismas, debieron de ser colocadas en época de Alfonso IX. En línea con el Cartulario antes citado, también aquí ambos monarcas portan cetros vegetales, sin embargo, mientras el de Fernando II contiene dos adornos florales intermedios, carece de remate floral, y termina en una bola, tal vez un orbe. En cambio, Urraca sostiene un cetro rematado con una enorme flor, tan grande que se aprecia desde el suelo a pesar de la gran altura a la que están colocadas las estatuas. Como en la imagen de su sello, la reina sostiene la flor que ha engendrado en sus entrañas, es decir, al rey, Alfonso IX.







Por último, volviendo al Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos, existe otra miniatura que merece nuestra atención, la que representa a Fernando II y Alfonso IX, padre e hijo respectivamente, sedentes. Como afirma Ramón Yzquierdo Perrín, se desconoce quién es quién, sin embargo, tradicionalmente se ha entendido que “el situado a la izquierda sea, probablemente, Fernando II” (1). Ahora bien, teniendo en cuenta lo expresado en los párrafos anteriores, nos planteamos si no es más razonable pensar que éste personaje sea Alfonso IX y su padre el que vemos a su izquierda. Decimos esto porque el que para nosotros es Fernando II sostiene un cetro que, al igual que el de la catedral de Ciudad Rodrigo, remata en una bola u orbe, mientras que el que para nosotros es Alfonso IX, su heredero, sostiene no tanto un cetro como una rama que remata en una enorme flor de lis, tan ostentosa que “llega hasta el borde superior de la miniatura y pasa por delante de la arquitectura que lo enmarca” (2). Pensamos que al mostrar juntos a padre e hijo hay más preocupación por destacar el reconocimiento de Fernando II a Alfonso IX como legítimo sucesor que por mostrar la superioridad de Fernando II sobre su vástago por ser ascendiente suyo.


En definitiva, creemos que en la iconografía analizada predomina la defensa de la legitimidad propia que Alfonso IX se vio obligado defender durante su reinado. Ahora bien, de poco servirían sus esfuerzos cuando los cronistas promocionados por su exesposa Berenguela de Castilla se empeñaron en dejar bien claro que el monarca leonés había nacido de una relación incestuosa, algo que, en nuestra opinión, también se refleja en la representación que se hace de él en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, donde se cubre con aspas la bordura de su emblema, el espacio reservado para representar el linaje materno, el de Urraca de Portugal. No obstante, tanto en las crónicas castellanas como en las Claras se termina reconociendo la evidencia: que Alfonso finalmente se convirtió en monarca y, por eso, al lado de su emblema, en el grupo de tabicas en el que se representa su fallecimiento, se dispone una enorme flor de lis enlutada.




No queremos cerrar esta publicación sin dar cuenta de un descubirmiento que ha tenido lugar hace unos días durante las obras de la capilla del Salvador de la catedral de Santiago de Compostela. Se trata de dos escudos con tres flores de lis en un campo de sable. 



Emblemas recién descubiertos en la capilla del Salvador de la catedral de Santiago.

En el perfil de Facebook de la Catedral de Santiago se afirma que "Este motivo decorativo vendría motivado por el hecho de que esta capilla estaba vinculada al rey de Francia por una fundación de misas mandadas celebrar en 1372 por Carlos V de Valois, gran devoto del Apóstol". Desconocemos si existe documentación al respecto del encargo de estas misas, pero mucho nos tememos que podríamos encontrarnos ante un caso más de esos en los que, al desconocer allá por los siglos XVI y XVII a quién pertenecía un emblema antiguo, se le atribuía una representación legendaria. Si tenemos en cuenta todos los emblemas flordelisados que aparecen en la techumbre de las Claras de Salamanca, en especial un emblema con cinco flores de lis en campo de sable, y considerando además que la flor de lis representaba en la Edad Media a Cristo y por ende a los monarcas, ungidos por Dios, quizá merezca plantearse la posibilidad de que esas tres flores de lis recién descubiertas en la catedral de Santiago no tengan nada que ver con Francia y quizá sí con el posible primer emplazamiento del cuerpo de Alfonso IX, el tres veces rey, de Galicia, León y Extremadura, que recibió sepultura en la catedral de Santiago en 1230. 


Emblema con cinco flores de lis enla techumbre de las Claras de Salamanca. Pensamos que el campo de sable representa luto, del mismo modo que podría representarlo el campo de los emblemas recién descubiertos en la catedral de Santiago.

(1) Yzquierdo Perrín, R. (2012). La miniatura en Galicia en la baja Edad Media, pág. 120.
(2) Yzquierdo Perrín, R. (2012). Pág. 120.

miércoles, 22 de mayo de 2024

El espejo del príncipe

Cuando la reina Berenguela encargó la redacción del Chronicon Mundi al canónigo leonés Lucas de Tuy, parece que tenía en mente la educación de su nieto, el joven príncipe Alfonso. Escrito en el segundo cuarto del siglo XIII, coincidiendo con la datación que proponemos para la decoración de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, esta crónica pertenecería al género literario del speculum principis, es decir, el espejo del príncipe, un texto moralizante sobre el buen gobierno en base a lo que hicieron los excelsos monarcas del pasado. Se trataba de proporcionar al heredero, en pleno proceso de formación, un reflejo en el que mirarse y, para ello, según Berenguela, no había un modelo más perfecto que el de su padre, Alfonso VIII de Castilla [1].


El príncipe Alfonso, hijo de Fernando III y de Beatriz de Suabia y nieto de Berenguela, llegaría a ser el rey Alfonso X de Castilla y de León entre 1252 y 1284. 

En ocasiones se ha considerado que el destinatario de dicha crónica era el monarca Fernando III, sin embargo, habiendo sido escrita ésta hacia 1238, parece más bien que Berenguela encargó al clérigo compilar la historia de los reinos de León y de Castilla para conformar un manual de estudio para su nieto Alfonso, el heredero, en cuya educación estaba implicada de lleno. En efecto, cuando los reinos leonés y castellano se unen en 1230, Alfonso es un niño de nueve años que se ha criado en el reino de León, concretamente en la localidad gallega de Allariz, y cuya instrucción se deja bajo la tutela de personajes castellanos de la entera confianza de la Berenguela. Sin duda, la reina busca que el joven príncipe se sienta vinculado con el reino León antes que con el Castilla, ya que la monarca nunca renunció a sus derechos sobre el trono castellano, que habría podido hacer valer en el caso de suceder cualquier eventualidad. Como afirma Luis Fernández Gallardo, el prólogo del Chronicon Mundi no es una “mera especulación académica, una reflexión abstracta sobre la naturaleza de la historia, sino una consideración de su utilidad para el príncipe. La orientación de la lectura de la historia para la formación del príncipe, indicada tras la mención del patronazgo de la reina Berenguela, sugiere que el requerimiento de ésta tal vez tenía como meta la adecuada instrucción del rey. Desde esta perspectiva, el prólogo constituye un auténtico espejo de príncipes. El saber histórico se contempla entonces no como vocación cognitiva, sino como instrumento para el ejercicio del poder” [2].

Así las cosas, no nos queda otra que replantearnos la interpretación del emblema central del arrocabe trasero, el que luce una banda de oro y dos flores de lis de oro en un campo de gules. Ahora pensamos que con ese emblema se representa al difunto Alfonso VIII de Castilla, con lo que la decoración de la techumbre conformaría una especie de Árbol de Jesé castellano en el que las veces de Jesé, la raíz del árbol, las haría Alfonso VIII, la vara de la Virgen serían los arrocabes laterales, con Berenguela (castillo+chova piquirroja), como vertebradora de la unión de los dos reinos, en el centro, y la flor que brota de la vara sería el heredero, el lirio de los valles bíblico, representado en los dos tramos de arrocabe más cercanos a la cabecera de la iglesia, donde se da cuenta del compromiso entre el príncipe Alfonso de León y de Castilla y Violante de Aragón. De esta forma, la legitimidad para reinar del por entonces príncipe Alfonso, acreditada por los hechos históricos que se narran en la decoración de la techumbre, se convierte en el tema principal de la obra. Es el principal desvelo de su abuela, que emplea la decoración del arrocabe trasero para reivindicar también la legitimidad de la casa de Castilla y de León para reclamar los derechos sobre los territorios Plantagenet, tal y como como ya había hecho en su día su hermana Blanca de Francia en nombre de su madre, Leonor Plantagenet. De esta forma se trataba de acallar las murmuraciones que surgieron acerca de quién era realmente la hija primogénita de Alfonso VIII, seguramente provocadas por el hecho de que fue Blanca, y no Berenguela, quien reclamó el trono inglés en 1216. Tamañas suspicacias podían poner en jaque la sucesión de Fernando III, es por ello que en al arrocabe trasero se hace frente a las mismas ubicando el emblema castellano y leonés al lado del león de oro Plantagenet.  En consecuencia, creemos que el mayor beneficiario de todo lo que se narra por medio de la decoración heráldica de la techumbre es el príncipe Alfonso, ya que todos y cada uno de los emblemas están dispuestos para acreditar su legitimidad sin mancha para reinar.



Emblema que ahora atribuimos al difunto Alfonso VIII de Castilla, padre de Berenguela, la raíz de la que nace el resto de la decoración de la techumbre, que se dispone como un Árbol de Jesé por el arrocabe. Reconstrucción por el heraldista José Moreiro Píriz.


Emblema del rey de Castilla y de León entre el emblema del rey de Inglaterra y el de Santo Tomás de Canterbury, protector de la dinastía Plantagenet, a la que pertenecían Fernando III y Alfonso X por parte de su abuela y bisabuela respectivamente.

Según íbamos avanzando en la investigación nos convencíamos cada vez más y más de que la mejor forma de interpretar lo que teníamos delante era estudiar las crónicas encargadas por la reina Berenguela, ya que parecía que la decoración de la techumbre era un reflejo iconográfico de las mismas, es decir, un texto histórico transformado en un conjunto de símbolos. En este sentido seguimos pensando que fue Berenguela la Grande quien promovió la obra, del mismo modo que fue promotora de la crónica del Tudense, tal y como figura en su prólogo. Los tramos centrales de los arrocabes laterales, donde aparecen juntos los emblemas de la chova piquirroja y el castillo, son en la techumbre un prólogo visual que anuncia que la ideóloga de la decoración fue la hija de Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet, que advierte a los fieles que cruzan el umbral de la puerta de la iglesia de que Berenguela me fecit.


Cabe preguntarnos entonces por qué se hizo esta obra precisamente en Salamanca. Pensamos que no había mejor lugar que dicha ciudad para representar esta especie de traspaso de poder y conocimiento que debía convertirse en el programa de instrucción del príncipe por parte de su abuela; el hecho de que la monarca hubiera ostentado la tenencia de Salamanca siendo reina consorte de León sumado a que a partir de 1240-1242 el príncipe Alfonso asumiera el mismo cargo convierten a la ciudad del Tormes en el lugar perfecto para representar esa relación abuela-nieto, ya que además se trataba de una ciudad leonesa, lo que no comprometía los derechos castellanos que Berenguela quería mantener, pero que, a la vez, dejaba clara su influencia como abuela y reina sobre el por entonces heredero del reino de León. De este modo, la decoración de la techumbre de Santa Clara podría ser el reflejo de una especie de traspaso de poderes de Berenguela a Alfonso, haciendo hincapié en la legitimidad de la que, gracias a ella, podía hacer gala y recomendando mirarse siempre en el espejo de su abuelo, Alfonso VIII, paradigma del buen gobernante según su propia hija.

[1] Rodríguez-Peña Sainz de la Maza, D. (2016).
[2] Fernández Gallardo, L. (2004). Pág. 54.

lunes, 29 de abril de 2024

Una techumbre flordelisada - parte I

Contando que la decoración de la techumbre medieval del convento de Santa Clara nos "habla" de hechos acaecidos en los reinos de León y de Castilla y de personajes principales de esos dos reinos, no es raro que nos pregunten a qué se debe que haya pintadas tantas flores de lis, que son sobradamente conocidas como propias de la realeza francesa. En efecto, la flor de lis terminó siendo la figura principal de la heráldica de los Capeto, pero eso fue ya en la época en la que Blanca de Castilla, hermana de la reina Berenguela, se convirtió primero en princesa y más tarde en reina consorte de Francia, concretamente en el año 1223. Sin embargo, antes de que los reyes tuvieran escudo de armas tal y como hoy lo conocemos, uno de los emblemas que utilizaron los monarcas de todos y cada uno de los reinos cristianos para identificarse como tales fue la flor del lirio.


Federico Barbarroja (1122-1190), emperador del Sacro Imperio Germánico, representado con un cetro rematado con una flor de lis. 





Emblemas con flores de lis en la techumbre del convento de Santa Clara de Salamanca. 

En consecuencia, cabe preguntarse cómo es posible que distintas monarquías emplearan un mismo símbolo. No se trata de ningún misterio y la razón es que la Biblia era la fuente de la que bebía todo el mundo cristiano. Como explica la profesora Diana Olivares en su artículo dedicado a la flor de lis, incluido en la Base de Datos Digital de Iconografía Medieval de la Universidad Complutense de Madrid, son dos los pasajes bíblicos que motivaron que durante la Edad Media a Cristo se le identificase con dicho emblema: por un lado, en el Cantar de los Cantares se dice "yo soy un lirio de los valles” (Cant. 2,1), por otro, en un pasaje del profeta Isaías se afirma que del Árbol de Jesé nacerá una flor identificada con el Mesías (Is, 11). Es por esto por lo que se empezó a representar a Cristo al lado o rodeado de lirios y, en ocasiones, sosteniendo un cetro regio rematado con dicho elemento.


Capitel situado en el interior de la iglesa románica de Nuestra Señora de la Asunción en Pisón de Castrejón (Palencia).

Posteriormente se trató de representar el cumplimiento de la profecía de Isaías a través de la figura de la Virgen María, de tal forma que se hicieron habituales iconografías como la de Nuestra Señora de la Flor de Lis, en las que la Virgen sostiene en una mano al niño Jesús y en la otra una flor. Esta flor es habitualmente un lirio, pero no siempre, y, en cualquier caso, no suele rematar un cetro, sino que nace directamente de la mano de María para indicar que ella es la vara que vertebra el Árbol de Jesé del que brota la flor, que es Cristo. Es decir, sostiene el significante (la flor) con una mano, mientras con la otra muestra el significado (el Mesías). Se trata de una simbología medieval que transmite un mensaje metafórico, siendo la flor y el niño símbolos redundantes dispuestos para expresar la idea de que en la mujer elegida por Dios se encarna el anuncio profético. Por lo tanto, en estos casos y a pesar de ser la Virgen quien la sostiene, la flor no es aún un emblema mariano, sino cristológico, pues es a Cristo a quien se equipara. La asignación de las flores de lis y las azucenas a María no se populizará hasta la segunda mitad del siglo XIII, en gran parte gracias a la promoción del culto mariano en la que se empeñó Alfonso X de Castilla y de León, el nieto de Berenguela la Grande.


Virgen de la Flor de Lis, pintura del siglo XIII conservada en la cripta de la catedral de la Almudena en Madrid.

En ocasiones aportamos pruebas de lo que decimos echando mano de ejemplos lejanos al convento de Santa Clara de Salamanca, sin embargo, hoy os vamos a mostrar dos maravillas muy cercanas en el tiempo y el espacio al cenobio salmantino. La primera es el Cristo que preside el Apostolado que se conserva en la iglesia de San Juan Apóstol en Alba de Tormes. Habíamos visto flores de lis rodeando escenas de la vida de Jesús en capiteles románicos, pero no nos habíamos topado con ningín lirio rematando un cetro real sostenido por un Cristo entronizado. La iglesia de cuya portada principal formaba parte el Apostolado se construyó durante la repoblación de Alba de Tormes ordenada por Alfonso IX, medida necesaria tras los estragos causados en ella por tropas aliadas castellano-aragonesas en el marco de la guerra librada entre los reinos de León y de Castilla entre 1196 y 1197.



La otra maravillosa obra de arte que os queremos mostrar, también del siglo XIII, aunque parece que realizada unos años más tarde que el Apostolado, es la Virgen que decora el parteluz de la puerta de la Gloria o del Perdón en la catedral de Ciudad Rodrigo y que se conservó a pesar del fuego artillero que cayó sobre la ciudad en los asedios a los que se vio sometida en 1810 y 1812. Se observa a María como cumplidora de la profecía de Isaías, sosteniendo al Niño en un brazo y mostrando una enorme flor en la otra. La catedral de Ciudad Rodrigo se comenzó a construir durante el reinado de Fernando II de León, concretamente hacia 1164, cuando estaba casado con Urraca de Portugal, y las obras continuarían durante los reinados de su hijo Alfonso IX y de su nieto Fernando III. Muy similar, con otro tipo de flor, pero expresando la misma idea de cumplimiento profético, es la imagen de la Virgen del parteluz de la portada de la Majestad de la colegiata de Toro y, tal vez, y aunque le falta la mano derecha, lo fuera también la Virgen Blanca que da nombre a la portada del Juicio Final de la catedral de León.


Apoyados por los dos pasajes bíblicos anteriormente citados, los y las monarcas de todos los reinos cristianos se vieron autorizados para incluir la flor de lis en su iconografía y dar cuenta así del apoyo divino con el que contaba su mandato, al mismo tiempo que equiparaban su linaje al sagrado árbol genealógico de Cristo, el de Jesé.

Es por ello que, aunque al rey de León se le terminó identificando con la señal real personal de un león y al de Castilla con la de un castillo, por encima de todo ello, como símbolo común a todos los monarcas estaba la flor de lis, que les identificaba como rey de forma genérica en cualquier lugar del universo cristiano. Podríamos decir que era su corona que, por cierto, muchas veces se adornó con flores de lis.


Estatua de Berenguela la Grande con corna flordelisada en la catedral de Toledo, colocada en vida de la reina por el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada. Dibujo de Valentín Cardedera y Solano publicado en su Iconografía española

Ahora os invitamos a comparar las dos representaciones anteriores, la del Cristo del apostolado de Alba de Tormes y la de la Virgen del parteluz de Ciudad Rodrigo, con dos imágenes regias leonesas de la misma época.

El Cristo del Apostolado se puede comparar con la siguiente imagen de Alfonso III el Magno, representado en el Liber Testamentorum Ecclesiae Ovetensis, de la primera mitad del siglo XII. Fijaos en los cetros ya que son prácticamente idénticos.


La Virgen del parteluz de la puerta del Perdón de Ciudad Rodrigo se puede comparar con el bello signo que identifica a la reina Urraca de Portugal en un documento de 1218 conservado en la Catedral de Zamora. En dicho sello la reina señala con su mano derecha a una flor de lis que sostiene con la mano izquierda, creemos que señalando no a Cristo, sino a su propio hijo, Alfonso IX, utilizando el paralelismo Cristo-rey para expresar el origen divino de la monarquía y, además, reafirmar la legitimidad, a veces cuestionada, de su vástago para reinar ya que él es la flor que nace del Árbol de Jesé del reino de León. 


Más cetros rematados con flores de lis sostenidos por reyes y reinas leoneses se pueden ver en las miniaturas del Cartulario del monasterio de los Santos Xusto y Pastor de Toxosoutos (A Coruña), datado a finales del siglo XIII.




FUENTES:

OLIVARES MARTÍNEZ, Diana (2018): "Flor de lis", Base de datos digital de Iconografía Medieval. Universidad Complutense de Madrid. En línea: www.ucm.es/bdiconografiamedieval/flordelis

MANZARBEITIA VALLE, Santiago (2009): "Árbol de Jesé", Base de datos digital de iconografía medieval. Universidad Complutense de Madrid. En línea: https://www.ucm.es/bdiconografiamedieval/arbol-de-jese

Arenas. P. A. (1960). Catedral de Ciudad Rodrigo. Copia digital. Valladolid: Junta de Castilla y León. Consejería de Cultura y Turismo, 2009-2010. Disponible en https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.cmd?id=6329 el 21/04/2024. Pág. 9.

martes, 16 de abril de 2024

El bote de la reina

Atesora el Museo de León un bote de madera de forma globular decorado con los emblemas entrelazados del rey de Castilla y de la dinastía Hohenstaufen, que indudablemente evocan el matrimonio formado por Fernando III y Beatriz de Suabia, algo que recuerda al una cum uxore mea que parece que forman el mismo castillo y la chova piquirroja en la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca. Llama la atención la ausencia de las armas del rey de León, habiendo sido proclamado Fernando como tal en 1230, lo que podría indicar que esta hermosa pieza se elaboró en el período comprendido entre los años 1220 y 1230, cuando la pareja todavía reinaba solamente en Castilla.


Imagen gentileza del Museo de León.


Imagen gentileza del Museo de León.

Otra posibilidad es que el bote, que parece ser que era un joyero, fuera propiedad del infante Felipe de Castilla (1231-1274), hijo de la susodicha pareja, ya que sabemos que sus armas eran un cuartelado formado con el castillo de su padre y el águila negra de su madre. En cualquiera de los dos casos la pieza estaría datada en el siglo XIII, lo que para nuestra investigación es mucho más trascendente que el hecho de saber quién fue el verdadero propietario del joyero.


Sepulcro del infante Felipe de Castilla en la iglesia de Santa María la Blanca en la localidad palentina de Villalcázar de Sirga. 


Armas del infante Felipe de Castilla, nieto de la reina Berenguela y hermano del rey Alfonso X. 

Águila negra en campo de plata, armas de la dinastía Hohenstaufen, a la que pertenecía la reina Beatriz de Suabia.


Armas de los Hohenstaufen en el joyero conservado en el Museo de León. El campo del emblema es oro, lo que podría significar que los castillos y las águilas que decoran la pieza son los cuarteles del emblema cuartelado del infante Felipe. 

Por otro lado, y quizá a estas alturas ya os hayáis dado cuenta, el estilo de la decoración del bote es exactamente igual al de la decoración de la techumbre de la iglesia del convento de Santa Clara de Salamanca, llamando especialmente la atención la similitud que existe en el enmarcado, mediante medallones mixtilíneos, de los emblemas del castillo y del águila en el bote y del castillo y de la chova piquirroja en la techumbre. Además, dichos marcos mixtilíneos se entrelazan exactamente de la misma manera en ambas decoraciones. 

Entrelazado de los emblemas del rey de Castilla y de la chova piquirroja, relacionado éste último con Tomás de Canterbury, santo protector de la dinastía Plantagenet, al que pertenecía la reina consorte de Alfonso VIII, Leonor Plantagenet.


Medallones mixtilíneos entrelazando los emblemas del castillo y el águila en el joyero del siglo XIII conservado en el Museo de León. Imagen gentileza del Museo de León. 


Emblema de águila que aparece en el primer tramo del arrocabe derecho de la techumbre. Todavía tenemos ciertas dudas al respecto de su identificación, pero parece que su morfología, sobre todo la de la cabeza, coincide con la de las águilas que decoran el bote que se conserva en el Museo de León. 

Así las cosas, no dejaría de resultar gracioso que un pequeño bote de madera policromada conservado en el Museo de León fuera una buena prueba para determinar que la decoración de la techumbre salmantina se realizó a mediados del siglo XIII y que ésta fue ideada por la reina Berenguela la Grande, madre de Fernando III y, por lo tanto, suegra de Beatriz de Suabia. Pero, como solemos decir, doctores tiene la Iglesia, y no siendo y no pretendiendo ser doctores en nada, lo único que podemos hacer es compartir aquello que nos llama la atención y que vamos aprendiendo en el transcurso de esta aventura que supone intentar averiguar quién diseñó la decoración de la techumbre y de qué se quiso dejar constancia a través de ella.

Emblema que en la techumbre del convento de Santa Clara de Salamanca representa a la reina Beatriz de Suabia, fallecida en 1235, habiéndose transformado el águila negra de los Hohenstaufen en una banda funeraria del mismo color que la figura. 


Según  la ficha elaborada por los expertos del Museo de León es probable que el joyero procediera de la basílica de San Isidoro y que terminara siendo propiedad de la familia de los Ceas, en cuyo palacio se encontró en el siglo XIX. En el interior del bote hay una inscripción del siglo XVIII en la que se puede leer "Reliquias de Sa Societate Sa Ursula y de Sanc. Catalina virgen", lo que implica un cambio de uso de posible joyero a relicario. Imagen gentileza del Museo de León.

No podemos concluir esta entrada sin dar las gracias a Modesto García Mulas, alumno del Centro de Educación de Personas El Inestal de Peñaranda de Bracamonte, que, motivado por las clases de Historia que recibe en dicho centro, visitó la basílica de San Isidoro y el Museo de León, donde vio el bote, de cuya existencia nos dio noticia inmediatamente.

miércoles, 10 de abril de 2024

Tiempo de reinterpretar

Hemos de decir que la interpretación del primer tramo de arrocabe, tanto en el lado izquierdo como en el derecho, es algo que ahora mismo nos estamos replanteando. Por lo que se refiere al del lado izquierdo, seguimos viendo los emblemas del matrimonio formado por Alfonso VIII de Castilla (castillo de oro) y de Leonor Plantagenet (león de oro), ambos en un campo negro o azul, no sabemos exactamente qué color es, pero, en todo caso, estamos seguros de que denotan luto, puesto que hemos aprendido que el azul también era un color funerario en la Edad Media. ¿Por quién es el duelo? No lo sabemos, de hecho, lo de la muerte de su hija Mafalda en el año 1204 y su compromiso con el hijo primogénito de Alfonso IX, Fernando el Portugués, ni siquiera sabemos si es cierto. Una lápida realizada no se sabe cuándo y colocada en la catedral Vieja nos dice "que murió por casar en Salamanca..." y eso es lo único que se conoce de esta princesa castellana, la hermana pequeña de Berenguela.  Defunciones en la familia de Berenguela hubo muchas, incluidas las de sus padres en 1214, con apenas tres semanas de diferencia entre uno y otro, siendo el primero que murió Alfonso VIII.

Por otro lado, mantenemos que el emblema con las cinco flores de oro en un campo rojo o negro representa a la realeza, probablemente a la misma reina Berenguela. De esto nos convencimos al ver en el Real Monasterio de Las Huelgas en Burgos una estela funeraria labrada en piedra con la misma representación. Desde luego, no se trata del blasón de la familia Maldonado, eso es seguro.

El cuartelado de Castilla y León con el león en color negro probablemente representa al rey de los dos reinos, Fernando III, igual que el resto de los cuartelados en cruz que hay pintados en la techumbre,  no en vano ése era su emblema personal. ¿Qué significa su colocación en este tramo de arrocabe tan críptico?; no lo sabemos, la verdad.




En el lado derecho seguimos viendo el emblema del rey de Inglaterra o de los Plantagenet (el león de oro), pero en campo negro o azul, aunque lo cierto es que no estamos seguros, lo mismo es un emblema del reino de León mostrando luto. El águila de oro en campo negro o azul no tiene que ver con el señorío de Aguilar ostentado por la reina Urraca López de Haro, como afirmamos en el pasado, ya que es un anacronismo pensar que un castillo estaba asociado a un escudo territorial en el siglo XIII. Podría ser un águila de la familia Hohenstaufen, a la que pertenecía la reina Beatriz de Suabia, la segunda esposa de Fernando III, pero no sabemos qué hace ahí ni qué relación tiene con el resto de emblemas del tramo para algunos de los cuales no tenemos una interpretación que nos termine de convencer. También podría ser un águila de Navarra, porque lo cierto es que la abuela paterna de Berenguela procedía de ese reino, que contaba con el emblema de la rapaz en el siglo XIII.


Por lo que se refiere al emblema con los palos de Aragón y la bordura azul con cruces, tenemos claro que no se trata del blasón de la noble familia salmantina de los Rodríguez de las Varillas. Seguramente este linaje se apropió de él pasado el tiempo, cuando se puso de moda la heráldica nobiliaria y los nobles ansiaban crearse un pasado heroico. Nos gusta pensar que este emblema representa en la techumbre al tenente de Salamanca y que, más tarde, junto al emblema concejil de la ciudad, la higuera y el toro sobre el puente, dio origen al escudo municipal allá por el siglo XVII. Tenentes de esta ciudad fueron Berenguela y su nieto el infante Alfonso, pero, ¿cuál es el origen del este emblema? Tenemos una teoría al respecto, pero no parece ahora el mejor momento para exponerla, quizá más adelante.




Por otro lado, ahora mismo tampoco tenemos una interpretación que nos convenza para los emblemas cuartelados y los verados que hay ambos lados, ni para el emblema con la cruz inscrita en un losange, así que seguiremos estudiando a ver si nos cuadra algo. 

Una techumbre flordelisada - parte II

Ya hemos advertido en entradas anteriores de lo obsesionada que estaba la reina Berenguela de León y de Castilla con el asunto de la legitim...