El inconveniente (2020), de Bernabé Rico

Sevilla. La ejecutiva de seguros Sara no pasa un buen momento en su matrimonio, así que decide comprarse una casa por su cuenta. Y encuentra una a muy buen precio, sólo que tiene un pequeño inconveniente. Tendrá que esperar a que muera la actual dueña para ocupar el piso. El encargado de la inmobiliaria le asegura que eso sucederá en un corto plazo pues se trata de una persona mayor con una salud muy deteriorada. Ambas se conocerán y entre pullas y sarcasmos irán haciendo buenas migas.

Correcta comedia española que, sin grandes alardes, acaba cayendo bien por su tono optimista. Se trata de una adaptación de la taquillera obra teatral “100 m²”, de Juan Carlos Rubio, el cual se encarga además de llevarla a la pantalla en colaboración con el sevillano Bernabé Rico, que debuta además como director de largometrajes. Está bien desarrollada la relación entre las protagonistas, dos mujeres que sienten su soledad por igual, aunque exteriormente la muestren de formas tan distintas, y que poco a poco van siendo la una para la otra un apoyo irreemplazable para avanzar en sus vidas.

Aunque estamos ante una comedia vitalista sobre la amistad, de fondo la historia no esconde cierto derrotismo al hablar de la fidelidad en las relaciones, pero tampoco hay mayor inconveniente –haciendo un fácil juego de palabras con el título– para llevar estas situaciones al terreno de la comedia, evitando el humor zafio, o al menos para no envolverlas en demasiado cinismo. Justo es reconocer que la labor del reparto en este aspecto es espléndida. Funcionan los dardos que se lanzan las protagonistas, algunos especialmente divertidos, aunque hay que decir que la veterana Kiti Mánver (premiada justamente en el Festival de Málaga) le saca mucho mayor partido a su papel de Lola, también porque es más jugoso que el de la joven ejecutiva Sara, encarnada con oficio por la colombiana Juana Acosta. Es de agradecer también que el director haya sabido darle a Carlos Areces el espacio justo para explayarse con sus gracietas pero sin que llegue a resultar cargante. Y para redondear, qué mejor que la presencia de José Sacristán.