El principio y el final de la leyenda de James Dean están muy cerca uno de otro. La primera imagen cinematográfica que recordamos de él es, muy probablemente, la competición automovilística de 'Rebelde sin causa' (1955). En la mítica película de Nicholas Ray, un grupo de jóvenes se reunían cerca del observatorio astronómico de Los Ángeles para apostar quién era el último en frenar antes del precipicio. La última será la de un actor canoso, escuálido y con bigote, fingiendo tener medio siglo más que su edad real en 'Gigante', la odisea de rivalidad petrolera de George Stevens en 1956. Entre medias, y como puente entre las dos, valga la imagen de un joven acurrucado en el techo de un tren (símbolo unánime de la historia del cine desde la primera función circense de los Lumière) en 'Al Este del Edén', de Elia Kazan ese mismo 1955.

Sin ser conscientes de ello, tres gigantes del cine como Nicholas Ray, Elia Kazan y George Stevens conseguían captar una leyenda en tres imágenes. El primero avecinó su muerte, un accidente de automóvil a los 24 años. El segundo, su imagen como leyenda del cine al situarlo encima de ese avance ferroviario. El tercero, nos lo mostró anciano y acabado, como nunca lo veríamos. Así se hizo una leyenda, la más perfecta, por breve y completa, del cine.

Dicen que James Dean dejó su gato a Elisabeth Taylor por si la carrera que iba a realizar se complicaba (murió de camino a ella). Quizás ese sea el gesto que más nos valga para conocer a la persona detrás del icono. En los cincuenta quedó atrás la imagen del galán más clásico, seguro, elegante y locuaz. Brando mostró la rudeza, Montgomery Clift la depresión y Dean la debilidad. La inseguridad y el pesimismo de un joven que va a una carrera aún pensando en quién cuidará de su gato si muere en ella. En estos tiempos, en los que al fin se está luchando abiertamente contra la masculinidad tóxica, tenemos que seguir recordando a Dean, el pionero de la sensibilidad masculina. Una sexualidad basada en la inexperiencia de la juventud, en la inseguridad que te hace encogerte de hombros, en la timidez del que no sabe bien ni qué decir ni qué hacer. Quizás el James Byron Dean que hoy hubiese cumplido años, cuando salió disparado de su Porsche Spyder 550 contra el Ford de un estudiante, falleció en un camino. Pero James Dean, el de la chaqueta roja, el de la colina del observatorio, el del techo del tren, el que vitorea bajo una lluvia negra chapapote, sigue recorriéndolo.

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Rafael Sánchez Casademont

Rafael es experto en cine, series y videojuegos. Lo suyo es el cine clásico y de autor, aunque no se pierda una de Marvel o el éxito del momento en Netflix por deformación profesional. También tiene su lado friki, como prueba su especialización en el anime, el k-pop y todo lo relacionado con la cultura asiática.

Por generación, a veces le toca escribir de éxitos musicales del momento, desde Bizarrap hasta Blackpink. Incluso tiene su lado erótico, pero limitado, lamentablemente, a seleccionarnos lo mejor de series y películas eróticas. Pero no se limita ahí, ya que también le gusta escribir de gastronomía, viajes, humor y memes.

Tras 5 años escribiendo en Fotogramas y Esquire lo cierto es que ya ha hecho un poco de todo, desde entrevistas a estrellas internacionales hasta presentaciones de móviles o catas de aceite, insectos y, sí, con suerte, vino. 

Se formó en Comunicación Audiovisual en la Universidad de Murcia. Después siguió en la Universidad Carlos III de Madrid con un Máster en Investigación en Medios de Comunicación. Además de comenzar un doctorado sobre la representación sexual en el cine de autor (que nunca acabó), también estudió un Master en crítica de cine, tanto en la ECAM como en la Escuela de Escritores. Antes, se curtió escribiendo en el blog Cinealacarbonara, siguió en medios como Amanecemetropolis, Culturamas o Revista Magnolia, y le dedicó todos sus esfuerzos a Revista Mutaciones desde su fundación. 

Llegó a Hearst en 2018 años y logró hacerse un hueco en las redacciones de Fotogramas y Esquire, con las que sigue escribiendo de todo lo que le gusta y le mandan (a menudo coincide). Su buen o mal gusto (según se mire) le llevó también a meterse en el mundo de la gastronomía y los videojuegos. Vamos, que le gusta entretenerse.