La muerte de Luis XIV (2016), de Albert Serra

Plúmbea recreación de la muerte del rey francés Luis XIV en su Palacio de Versalles en 1715. Prácticamente toda la película acontece en una habitación sofocantemente adornada, iluminada con velas y con unos cuantos personajes de confianza del rey (Jean-Pierre Léaud) alrededor de su lecho, esperando el desenlace, mientras su pierna gangrenada va apagando poco a poco su vida. Entretanto, algunos diálogos entre médicos, intervenciones del sacerdote, cuchicheos banales y poco más, en lo que viene a ser únicamente el retrato de la agonía lenta y fatigosa de quien fuera llamado el Rey Sol, uno de los soberanos más influyentes de su época e icono del absolutismo monárquico.

Pero desde luego hay que echarle valor para aguantar durante dos horas esta película escrita y dirigida por Albert Serra (Honor de cavalleria). Rodada sin movimientos de cámara y exceso de primeros planos, exige demasiado del espectador y apenas da nada, tan sólo aburrimiento e incluso un regodeo desagradable –los últimos veinte minutos resultan agotadores– en torno al deterioro paulatino del monarca. Aunque, junto al esfuerzo en el aspecto fotográfico, quizá ése sea el único punto de lucidez de La muerte de Luis XIV: ofrecer en toda su fealdad y realismo parsimonioso la limitación del ser humano, la igualdad de todos en la hora final, lo efímero de la existencia terrena sin importar cuál haya sido la aparente grandeza en vida. Pero eso podría haberse contado de otras innumerables maneras mucho más digeribles.