El Cardenal-Infante Fernando de Austria
Hacia 1634. Óleo sobre lienzo sin forrar, 107 x 106 cmNo expuesto
Un inventario de 1636 describe este retrato del infante Fernando: Vn retrato del señor infante Don Fernando de medio cuerpo arriba, que le trujo el marqués de Leganés, en el traje y forma que entró su Alteça en Bruselas, en la mano derecha un bastón, casaca de terciopelo carmesí, guarnecido de galón de oro, banda carmesí recamada de oro y en ella vn espadón, cortina de brocado; es de mano de Van Dyck, pintor flamenco, con moldura dorada y bruñida.
El cardenal-infante era el hermano menor del rey Felipe IV de España. A la edad de diez años fue elevado a cardenal, según la costumbre del Sacro Imperio Romano. En 1631, se le nombró sucesor de su tía, la infanta Isabel. Partió de Madrid en 1632 para tomar posesión del cargo de virrey de Cataluña. A raíz de la muerte de Isabel el 1 de diciembre de 1633, Felipe IV nombró al cardenal-infante gobernador de los Países Bajos españoles. A principios de otoño el año siguiente, Fernando y su ejército imperial marcharon desde Italia en dirección al norte. En la localidad alemana de Nördlingen se enfrentaron a fuerzas suecas, a las cuales derrotaron en una importante victoria entre el 5 y 6 de septiembre de 1634. Este hermoso retrato oficial del cardenal-infante Fernando celebra su entrada en Bruselas el 4 de noviembre de 1634.
Un escrito contemporáneo describe la llegada del cardenal-infante a Bruselas: Entró en la villa con todo el acompañamiento, vestido de lama bordada carmesí, con una anguarina o casaca de lo mismo, plumas, banda roya, y vn espadín, pieza de su abuelo Carlos V cuando debeló los enemigos junto al Albis, y ahora por Su Alteza los del Danubio, el cabello largo y vna Valona tendida por los hombros, uso del país como lo pedía el traje militar; de gentil presencia, rostro blanco y el bozo en sus primeros principios rubio y del origen de su casa, en veintiuno años y seis meses de su edad.
El retrato documenta un acontecimiento histórico y glorifica la dinastía de los Habsburgos. La pintura fue enviada a Felipe IV en 1636 y se exhibió en el palacio real del Alcázar, cerca de un cuadro de la batalla de Nördlingen. En la mano derecha Fernando sostiene un bastón de mando que enfatiza su rango militar. En la banda lleva insertada la espada que su bisabuelo Carlos V usó en la batalla de Mühlberg en 1547. El vistoso atuendo rojo y oro es suntuoso y solemne, y refleja la importancia del cardenal-infante y sus triunfos militares. Desde su lugar de prominencia en el Alcázar, el retrato sirvió como recordatorio de la importancia de los Habsburgos y su papel en la historia de España. Felipe IV y la familia real no fueron el único público de este retrato, ya que se reprodujo en grabados de Pieter de Jode el Joven, Adriaen Lommelin y John Payne, con Fernando mirando siempre en la misma dirección, y se pintaron varias copias, incluida una para Carlos I de Inglaterra y otros miembros de la nobleza británica.
Para 1630, Van Dyck estaba muy solicitado como retratista. En 1633-34, a fin de servir a su ilustre clientela -realeza y nobleza europeas así como cortesanos, diplomáticos, clérigos y eruditos-, estableció su estudio en Amberes, el centro comercial y artístico de los Países Bajos españoles. Siendo el retratista flamenco más sobresaliente, Van Dyck era el candidato idóneo para cualquier encargo de carácter político. Se le conocía por su destreza técnica, su habilidad para plasmar el parecido físico y su rapidez de ejecución. Solía trabajar en varios retratos a la vez. En este caso, sus asistentes probablemente pintaron la elaborada vestimenta del infante, el fondo y el cortinaje brocado, mientras Van Dyck terminaba la magnífica cabeza y las elegantes manos. Después de que sus asistentes completaran la figura, el maestro daría las últimas pinceladas a toda la pintura, añadiendo los toques de luz y los opulentos detalles de oro y encaje. Su estilo característico muestra la influencia de los métodos de su mentor, Peter Paul Rubens, y el colorido y la pincelada de los pintores venecianos.
Van Dyck fue uno de los primeros artistas europeos que dotaron de profundidad psicológica y naturalidad al retrato. El cardenal-infante da la impresión de acabar de entrar en el estudio del artista. El bastón alzado sugiere movimiento y añade espontaneidad a la pose, a la vez digna y sin afectación. El aristócrata victorioso contempla al observador con mirada sobria y gesto suave, que comunican una sutil expresión de humildad y pensamientos que solo podemos imaginar (Texto extractado de Lipinski, L. en: Del Greco a Goya. Obras maestras del Museo del Prado, Museo de Arte de Ponce, 2012, p. 58).