Hildegarda de Bingen, la monja que habló de la liberación sexual femenina en la Edad Media

Hildegarda de Bingen, la monja que habló de la liberación sexual femenina en la Edad Media

Durante el siglo XII «la sibila del Rin» se convirtió en una de las personas más influyentes entre reyes y papas

«Scivias» códice de Ruperstberg C.C
Eugenia Miras

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Durante el siglo XII el pensamiento dominante de la época medieval se arrodilló -aunque momentáneamente- ante las revolucionarias ideas de la abadesa Hildegarda de Bingen . Una de las grandes heroínas de la Historia, cuyo legado iniciaría la expresión feminista más prematura. Y que a pesar de ser monja y virgen desgarró la censura y la opresión sexual a la que estaban sometidas las de su género. Sí, las mujeres también sienten y disfrutan; sellando así los labios de la ignorancia que imperaba en aquel oscurantismo.

«La sibila del Rin» , como también se le conocía por sus habilidades adivinatorias, estuvo lejos de ser una religiosa más; sino que se convirtió en una de las personas con mayor influencia moral, social y política ; siendo muy apreciada entre reyes y papas.

A diferencia de otras personas destacadas en la Historia, Hildegarda comenzó a producir su obra a una edad tardía –dada la baja esperanza de vida de aquel momento- cerca de los 40 años. Y aunque ya había experimentado numerosas teofanías durante casi toda su existencia, no las inmortalizaría en su obra «Scivia» hasta no recibir aquella orden mística.

La abadesa fue un fenómeno irrepetible, de los casi inexistentes que no terminaron en la hoguera . Esta gran visionaria del protofeminismo fue cuasi bruja, médico, poetisa, sexóloga , compositora, consejera política y un gran ser humano que antepuso la justicia frente a su propia vida.

Hildegarda, la elegida

La futura abadesa fue la décima de los hijos de una familia noble de origen germano. Mientras la niña todavía estaba en el vientre de su madre, sus padres ya habían decidido un futuro monacal para la niña; a la que entregarían a la Condesa Jutta de Spanheim para que la preparase para tomar los hábitos.

La futura eminencia sería instruida en el estudio del latín, de los salmos, de las sagradas escrituras y de los cantos gregorianos; hasta cumplir 14 años, cuando pupila y maestra ingresan finalmente al convento de Disibodenberg

En aquella época una niña de 12 años ya era considerada mujer; y las posibilidades de destino estaban reducidas a tres lugares: esposa, monja , o sirvienta -en las clases populares se las enviaba a lugares remotos a trabajar-. Sin embargo, Hildegarda fue «afortunada», –si tenemos en cuenta el contexto histórico- y viviría bajo el amparo de la Condesa de Spanheim ; con la que permaneció durante más de una década en su castillo. Con absolutas comodidades, la futura eminencia sería instruida en el estudio del latín, de los salmos, de las sagradas escrituras y de los cantos gregorianos; hasta cumplir 14 años, cuando pupila y maestra ingresan finalmente al convento de Disibodenberg .

Foto de archivo de convento ABC

Desde pequeña Hildegarda tuvo complicaciones con su salud; y aunque murió con 81 años –algo insólito en la Edad Media - su vida siempre estuvo marcada por fuertes dolores de cabeza, un hecho que algunos estudiosos contemporáneos relacionan con sus célebres visiones .

«Al igual que otras muchas mujeres a lo largo de la historia, disimuló su talento y su sabiduría detrás de un discurso aplacador de las posibles iras masculinas»

De Bingen expresaría mucho tiempo después que a la edad de tres años había sufrido su primera visión . No obstante para ese momento se guardaría semejante revelación, pues la pequeña desconocía el impacto y el peligro que podría provocar si se exponía con su confesión. Sin embargo, lo que hizo este caso sorprendente fue la reacción del clero ante las teofanías de Hildegarda . Bien podían atribuirle una presencia demoníaca -muy común, y además tratándose de una mujer- pero como quizás estaban profundamente asustados, optaron inteligentemente por ponerse a su servicio.

«Fue no solo inteligente, sino astuta y manipuladora cuando le convino. Y al igual que otras muchas mujeres a lo largo de la historia, disimuló su talento y su sabiduría detrás de un discurso aplacador de las posibles iras masculinas», escribió Ángeles Caso en su libro «Las olvidadas» (Planeta, 2011).

«Scivias» y «el flujo abismal de los misterios de Dios»

No sería hasta la edad de 38 años cuando Hildegarda publica su primera obra «Scivias» , poniendo de manifiesto las visiones sufridas, que hasta entonces únicamente las había compartido con Condesa de Spanheim.

«El flujo abismal de los misterios de Dios» , como así se refería ella a los episodios místicos , se desata tras morir la abadesa en 1136 y ocupar dicho puesto. «De pronto, del silencio y el secreto del cenobio de Disibodenberg surge la voz atronadora de una mujer al margen de todas las convenciones. Ayudada por un monje, Volmar, que le serviría durante años como devoto secretario y copista, Hildegarda empieza poco tiempo después de su llegada al poder abacial la redacción de su primer libro de visiones, «Scivias»», relató Caso .

«El apoyo entusiaste del Papa y el poder hipnótico de sus escritos convirtieron a Hildegarda a partir de aquel momento en uno de los personajes más influyentes de la cristiandad»

Los eclesiásticos más poderosos cuestionarían los dones de la abadesa. De esta manera, el Papa Eugenio III encargaría de manera secreta investigar a Hildegarda; y al poco tiempo él mismo no solo aprobaría «Scivias» si no que alentaría a los demás religiosos a su lectura , animando a la monja que siguiera dejándose empapar por «el flujo abismal de los misterios de Dios».

«El apoyo entusiasta del Papa y el poder hipnótico de sus escritos convirtieron a Hildegarda a partir de aquel momento en uno de los personajes más influyentes de la cristiandad», explicó Caso .

Rápidamente su fama traspasaría las fronteras germanas, convirtiéndose en la «sibila del Rin» a la que acudían reyes de todas partes para buscar respuestas en sus artes adivinatorias.

El día que los envidiosos quisieron fastidiar a la abadesa

La necesidad muchas veces ha obligado a la humanidad a desarrollar su ingenio . En el caso de Hildegarda se vio motivado por un incidente en el cementerio de la abadía de Disibodenberg, cuando decidió darle sepultura a un caballero que había sido excomulgado .

Como les habían prohibido cantar aquellos textos sagrados, decidió componer otros. Y al final, resultaron ser al menos 78 obras musicales de gran valor para la comunidad religiosa

Varios religiosos pidieron la exhumación de los restos del hombre, exigiendo el traslado del cuerpo a otro suelo que no fuese santo. La monja, muy abatida por la memoria del muerto, se negó rotundamente a profanar el cadáver. Obviamente, su postura despertó la ira de unos cuantos –especialmente de aquellos envidiosos que la aborrecían por la posición política que gozaba aún siendo mujer-, de esta manera, le prohibirían realizar ciertas actividades litúrgicas como tener misa y cantar salterio.

Y sin ánimo de declarar una guerra a sus correligionarios aceptó con humildad el castigo, el cual, realmente sirvió más bien como una bendición para la abadesa y para el cenobio. Pues como les habían prohibido cantar aquellos textos sagrados, decidió componer otros; y al final, resultaron ser al menos 7 8 obras musicales de gran valor para la comunidad religiosa.

Eva no tiene la culpa

A pesar de que Hildegarda tomó los hábitos y nunca tuvo experiencias de carácter sexual, fue la primera persona que abogó por la liberación sexual femenina . Para ello se abrazó a sus investigaciones médicas y científicas, en las que afirmó que las mujeres sienten placer al igual que el hombre .

«Adán y Eva» de Jan Gossaert ABC

Hildegarda abordó la cuestión sexual en dos libros «Cause et cure» y «Physica» ; aportando grandes conocimientos sobre ciencias naturales y medicina. En el primero de ellos trataría el orgasmo sin tapujos:«Cuando la mujer se une al varón, el calor del cerebro de ésta, que tiene en sí el placer, le hace saborear a aquél el placer en la unión y eyacular su semen. Y cuando el semen ha caído en su lugar este fortísimo calor del cerebro lo atrae y lo retiene consigo, e inmediatamente se contrae la riñonada de la mujer, y se cierran todos los miembros que durante la menstruación están listos para abrirse, del mismo modo que un hombre fuerte sostiene una cosa dentro de la mano».

La abadesa desempolvaría el «Génesis» para devolverle la dignidad a la mujer, injustamente tratada por los intereses masculinos

Es importante resaltar que Hildegarda tuvo que preparar el terreno para semejante declaración, que sentaría como una bomba durante aquella época. Y para ello comenzaría por lo básico desempolvando el «Génesis» ; devolviéndole la dignidad a la mujer, tan injustamente tratada a causa de los intereses masculinos.

La abadesa concluyó que Eva no tenía la culpa de que Adán mordiese la manzana, pues todo había sido maléficamente premeditado por el demonio; que preso de los celos quería torturar a Eva. Pues solo ella -la mujer- tenía el único poder que él no poseía, poder dar la vida. Siendo así, el diablo sopló en el fruto envenenándolo de tentación; y como el ser humano que era no pudo abstenerse.

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