R.M.N. (2022), de Cristian Mungiu

Después de protagonizar un incidente violento en su lugar de trabajo en Alemania, Matthias vuelve a su pueblo en Rumanía en fechas próximas a la Navidad. En casa las cosas no van bien, pues su esposa le reprocha su infidelidad con Csilla, y su hijo pequeño ha dejado de hablar desde que vio algo inusual en el bosque. Por su parte Csilla, al frente de una panificadora, y después de no encontrar trabajadores locales, contrata a dos pacíficos inmigrantes procedentes de Sri Lanka. Lo que enfurece a muchos de los habitantes del pueblo, rumanos y húngaros, que comienzan a boicotear la compra de pan y a soliviantar a la población para lograr la expulsión de los recién llegados.

Intenso y complejo film del rumano Cristian Mungiu, que se dio a conocer en 2007 con su durísima mirada al aborto en la premiada 4 meses, 3 semanas, 2 días. Aquí vuelve a demostrar que no tiene miedo a enfangarse en problemáticas sociales muy reales y polémicas, y tiene el acierto de arrojar una mirada poliédrica, que evita los maniqueísmos fáciles, y saca a la luz las contradicciones en que caen los que sostienen determinados puntos de vista, y es que el actual multiculturalismo ha hecho saltar por los aires muchas cosas que se daban por sentadas, fomentando el intercambio entre personas muy distintas, pero también desdibujando las propias señas identitarias, lo que sumerge a los afectados en una perplejidad difícil de asimilar.

Enmarca Mungiu su trama en un entorno rural, con situaciones que pueden hacer pensar en la casi coetánea As bestas, y en que a veces falta apertura de mente, se tiene miedo a otras culturas, y se manejan eslóganes manidos para no intentar la convivencia tranquila con quien quiere sólo ganarse la vida e incluso tiene sus papeles en regla. No tiene empacho el cineasta, sobre todo en la escena de la asamblea ciudadana, en mostrar el buenismo de occidente, o el modo en que se trampea con las ayudas de la Unión Europea, tipificadas para conceptos que no atienen a las necesidades básicas, para adaptables con los retoques precisos; y en mostrar la terrible paradoja que supone el hecho de que un sacerdote que debería ser pastor y guía espiritual muestre una actitud muy poco cristiana con el prójimo.

Pero el film no sólo aborda problemas sociales o estructurales, sino que al fijarse en personajes concretos, de carne y hueso, recuerda que a pesar de las presiones y circunstancias del entorno, es uno quien toma sus propias decisiones. Esto es claro en la infidelidad de Matthias, y en el modo de tratar a su hijo, donde falta el esfuerzo en entenderle y acercarse, en vez de aplicar las reglas de “la vida dura”, que tan poco eficaces se han mostrado en su caso. Está muy bien todo el elenco, sus personajes respiran autenticidad.