Biografía de Michelle Pfeiffer (1958)

 “Había una mujer; parecía de porcelana, con los ojos de un azul profundo como los de un pájaro y su voz era como la de un ángel”. Esta descripción en Lady Halcón sigue siendo perfectamente válida para ella a sus 45 años. Quien fuera Miss Condado de Orange siempre tuvo clarito –aunque odie que se lo menten– que su atractivo físico sería lo primero en llamar la atención a poco que se asomase por la gran pantalla. Jonathan Demme lo advertía hace un tiempo de manera agridulce: “Su rostro es tan hermoso que los directores la suelen elegir por su belleza, olvidándose de la actriz que lleva dentro”. Pero ha llovido mucho. Con más de 30 títulos en su currículum y 3 nominaciones al Oscar, pocos pueden cuestionarle a Michelle Pfeiffer (1958, Santa Ana, California) su talento indiscutible. Hacerlo brillar se debió en parte a su afán por burlar el encasillamiento fácil, a base de alternar drama y comedia con desenvoltura. Aunque en sus más inmediatos inicios (televisión incluida) tragó con películas de cuyo nombre mejor no acordarse, y eso que en la insufrible y hortera Grease 2 era lo único salvable. Más estimulante es volverla a evocar presa de un hechizo que le impide consumar el amor en Lady Halcón, o de mujer de un mafioso en El precio del poder, o como actriz voluble de la deliciosa Dulce libertad. A mediados de los ochenta, mientras se curtía en roles secundarios y depuraba su estilo –es perfeccionista hasta aburrir–, soñaba con llegar a la altura de su admirada Meryl Streep. Tras ser una de Las brujas de Eastwick, la crítica se pone a sus pies por su trabajo en Casada con todos. Su consagración llega al meterse en la piel de la vulnerable Madame Tourvel en Las amistades peligrosas y como la sexy Susie Diamond en Los fabulosos Baker Boys, a la que le puso su más aterciopelada voz de cantante.

Con acento extranjero y arrastrando la “r” inició los noventa. La casa Rusia, junto a Sean Connery, venía a marcar la constante en su carrera de emparejamiento con actores de peso: Al Pacino (Frankie & Johnny), Jack Nicholson (Lobo) Robert Redford (Íntimo y personal), George Clooney (Un día inolvidable), Bruce Willis (Historia de lo nuestro). Si volvió a realizar un papel secundario fue porque le apetecía hacer de mala (“se lo pasan mejor que las modositas”) y nada mejor que embutida en el felino traje de Catwoman, en Batman vuelve. “Quería trabajar en una de esas películas que recaudan más de 100 millones de dólares”, y la experiencia le dio algunas claves para llevar adelante la satisfactoria producción de Por encima de todo. Antes le dio el arrebato de desterrar el tópico “demasiado bonita para el papel” y con aspecto desaliñado rompe su molde entre los fogones de Frankie & Johnny. Siempre convincente, la Pfeiffer ha repartido lecciones de cómo llorar y sufrir. Enorme sensibilidad hay en el amor imposible en la aristocrática Nueva York decimonónica de La edad de la inocencia. Sencillamente, única.

Mentes peligrosas, Heredarás la tierra y sobre todo su papel de fría abogada de un deficiente mental en Yo soy Sam, demuestran su buen estado de forma en el drama. Y en una de miedo, Lo que la verdad esconde, no le tiembla la mano al quitar la careta al mismísimo Harrison Ford.

Fiel a su idea de hacer películas que le interesen, cada vez se prodiga menos. Desea pasar más tiempo con su segundo marido, David E. Kelly, y sus hijos, al punto de que en sus contratos exige la cláusula de regresar a casa para darles de cenar. Lástima para la legión de admiradores de este bello portento... Michelle, no nos haga sufrir demasiado, te queremos ver más.