El mundo no estaba preparado para 'Tank Girl' en 1995. O quizás quien no lo estaba era Hollywood. En un momento en el que las adaptaciones de cómics no se tomaban tan en serio a no ser que su protagonista fuese hombre y llevase capa (y ni aún así), la película de Rachel Talalay nos regaló a una heroína de distopía posapocalíptica completamente liberada de las convenciones y heredera de la rebeldía y estética de las Riot Grrrls. No fue la adaptación que esperaban los fans acérrimos del cómic de Jamie Hewlett y Alan Martin de 1988, ni tampoco lo que querían los altos cargos de la United Artists. Y, sin embargo, fue el bálsamo de libertad y representación para toda un nicho de mujeres (entre ellas, Margot Robbie, que quiere hacer un 'reboot') que la convirtieron en su propio fenómeno de culto.

Es el año 2033 y Rebecca (Lori Petty) vive en una pequeña comunidad en mitad del desierto que resiste a la dictadura del malvado Kesslee (Malcolm McDowell), que quiere apoderarse del bien más preciado de este futuro distópico: el agua. Como en ‘Mad Max: Furia en la carretera’, el villano juega con la escasa cantidad restante del único bien imprescindible, y construye con ello su imperio del terror. Al principio, Rebecca, que luego conoceremos como Tank Girl, no es la heroína que quiere acabar con esas dinámicas. Es simplemente una superviviente disfrutando de su estilo de vida, pero, cuando su comunidad es atacada y su amiga es secuestrada, empezará su camino hasta la sede central de los malos para poner las cosas en orden. En el camino conocerá a Jet Girl (Naomi Watts, en uno de sus primeros papeles), una mecánica brillante que abandona su puesto para unirse a su lucha, y a los Rippers liderados por T-Saint (Ice-T), unos soldados mezclados con genes de canguro que saldrán de su escondite para apoyar a la resistencia.

¿Suena demencial? Si, y lo es. ‘Tank Girl’ no está para bromas. A través de las censuras que sufrió durante su producción, sus resonancias feministas y su condición de clásico de culto incomprendido, rendimos homenaje a la película en su 25º aniversario.

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Del papel a la pantalla: Una odisea

‘Tank Girl’ no nació en el sistema de estudios, que tiende a convertir lo irreverente en ‘para todos los públicos’, sino en la mente de Rachel Talalay, una licenciada en matemáticas que dejó las ciencias para ser la asistente de producción de John Waters en ‘Polyester’. Como historia de orígenes, no está nada mal. El rey del ‘trash’ se convirtió en su mentor, para el que ejercería de productora en ‘Hairspray’ y ‘Cry Baby’, pero su primer trabajo como directora sería con ‘Pesadilla final: La muerte de Freddy’ en 1991, dentro de la legendaria saga de terror en la que estuvo muy involucrada. Con todo este contexto, llegó a su manos una Navidad un ejemplar de ‘Tank Girl’ y vio el potencial de crear un icono feminista en la gran pantalla. “Me llevó un año optar a los derechos para la película, porque no tenía un estudio detrás, no tenía dinero para apoyarme, solo lo perseguí y perseguí y perseguí hasta que finalmente los conseguí”, cuenta en un reportaje de Entertainment Weekly, en el que recuerda las historias del rodaje, sus problemas con la productora y las censuras en la sala de montaje.

Tras hacerse con los derechos por sí sola, Talalay buscó un estudio que quisiera financiar la película. Pasó por la compañía de James Cameron, que rechazó la idea porque ya tenían una película en marcha con protagonista femenina (¡y Dios les salve de tener dos!), por la Amblin de Steven Spielberg, para la que era “demasiado moderna” (la frase exacta, “too hip for Spielberg”, se acabaría convirtiendo en material de ‘merchandising’) y también por Walt Disney Pictures, que no estaba dispuesta a dar luz verde a una protagonista con tanta carga sexual, que bebía y fumaba como un camionero y que mantenía relaciones íntimas con hombres-canguros. Al final, fue la Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), a través de United Artists, la que mostró el mayor interés e hizo la oferta más sustanciosa. “Terminó siendo una decisión terrible”, avanza la cineasta, aunque esos problemas no llegaron hasta la etapa de posproducción a raíz de un cambio poco afortunado de los directivos del estudio.

Pero antes de sufrir el drama, ‘Tank Girl’ fue un proyecto emocionante al que todos querían unirse. El equipo resultante era prometedor: un guionista en alza como Tedi Sarafian, la ayuda de los autores originales para perfilar el espíritu de la historia y crear las secuencias animadas, los efectos especiales de maquillaje del oscarizado Stan Winston (‘Terminator’, ‘Jurassic Park’), y dos mujeres, la diseñadora de producción Catherine Hardwicke (que se convertiría más tarde en directora, de ‘Thirteen’ a ‘Crepúsculo’) y la diseñadora de vestuario Arianne Phillips (nominada al Oscar por ‘Érase una vez... en Hollywood’ de Quentin Tarantino) que ayudaron a dar forma a la estética punk noventera. Todo ello acompañado con una banda sonora seleccionada por Courtney Love, con canciones de Björk, Veruca Salt, Joan Jett, Bush, Hole y The Magnificent Bastards.

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MGM

Frente a las cámaras, Lori Petty fue una perfecta Tank Girl, después de que Emily Lloyd rechazase el papel porque tenía que raparse la cabeza, algo que no preocupó en absoluto a la actriz de ‘Ellas dan el golpe’ y ‘Le llaman Bodhi’. Y como su opuesto, el villano de la historia, el mítico protagonista de ‘La naranja mecánica’, Malcolm McDowell, entró al proyecto agradeciendo que fuese una fiesta. Recuerda Talalay: “Justo antes de eso había sido el malo en ‘Star Trek’, y estaba sorprendido de lo increíblemente en serio que todos se lo tomaron, estaba recibiendo amenazas de muerte de los fanáticos, así que estaba encantado de venir a una película donde todo era una farsa y tenía el mismo tipo de descaro que tuvo toda su temprana carrera en el cine”. Desde luego, no hay mejor manera de describir el proyecto. El elenco se completaba con una primeriza Naomi Watts (a la que la directora de casting tuvo que pagar el tinte del pelo porque estaba en una absoluta bancarrota) y Ice-T, líder de los Rippers, junto a Reg E. Cathey (‘House of cards’) y Jeff Kober.

El rodaje en el desierto de Arizona fue toda una odisea, pero se respiraba libertad. Por ejemplo, la escena musical con la canción ‘Let’s do it, let’s fall in love’ fue completamente improvisada sobre la marcha. “Estaba obsesionada con los musicales de Hollywood, y dije: bueno, vamos a hacer lo que nos dé la gana, así que vamos a incorporar un número a lo Busby Berkeley”, recuerda Talalay, que contó para la coreografía con Adam Shankman (que dirigiría ‘Hairspray’ en 2007). Aún con un presupuesto ajustadísimo para una producción de esas características (unos 25 millones de dólares) y la dureza de las localizaciones, ‘Tank Girl’ salió adelante. Pero en la posproducción empezaron los problemas cuando el productor Alan Ladd Jr., un gran entusiasta del proyecto, se fue del estudio y fue reemplazado por John Calley, que no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. “No hubo ni un ápice de esta película que Calley entendiera. A partir de ese momento, la experiencia fue realmente dura. Estaba en una batalla todo el tiempo para tratar de mantenerla tan fresca como fuera posible. Sí, fue una guerra”, explica la directora.

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La fase de montaje estuvo llena de censuras. El estudio obligó a cortar secuencias que consideraban inaceptables, aún a riesgo de perjudicar a la historia. El ejemplo más claro, según recordaba Talalay, tuvo que ver con el dormitorio de la protagonista, decorado enteramente con juguetes sexuales. Quizás los vibradores no fuesen el tema de conversación, pero simplemente su presencia en pantalla provocó que la obligasen a eliminar todas las secuencias rodadas en ese escenario, momentos que, según asegura la directora, contenían conversaciones importantes para el desarrollo del relato. Se eliminaron también las referencias a la vida sexual de la protagonista, así como toda la carga sexual de su relación con uno de los Rippers, lanzando a la basura los miles de dólares que se habían gastado en crear un pene prostético de hombre-canguro. En otra escena, Tank Girl es torturada por el villano, en una interpretación desgarradora de Petty y que en las pruebas con público se había considerado el momento mejor valorado. Y aun así, también tuvo que cortarse. "Simplemente no le gustó el hecho de que saliese fea", aseguraba Talalay. "Calley decía: ‘Ni siquiera puedo mirarla, sale horrible... Tenemos que cortar esta secuencia”, recuerda. “Es lo peor cuando todo se reducía a su opinión personal: ‘Esto me ofende, ‘Esto me ofende’... Ahora entiendo que la película los asustó, asustó a todos los ejecutivos masculinos”, continúa.

Ni siquiera con todos esos cortes lograron que ‘Tank Girl’ se librase de la calificación R (no recomendada para menores de 17 años). Vaya, para eso podrían haberla dejado tal y como estaba. Talalay asegura a EW que, si el protagonista hubiese sido hombre, otro gallo hubiese cantado. “La calificación nos hizo mucho daño en términos de taquilla”, afirma. Desde luego, los números fueron devastadores: la película se estrenó el 31 de marzo de 1995 y solo hizo 2 millones en su primer fin de semana. El total de recaudación en Estados Unidos sería alrededor de 4, muy lejos de los 25 que había costado la producción.

Para Talalay, las consecuencias fueron nefastas. “Arruinó mi carrera", asegura la directora, que no ha dirigido un largometraje desde entonces. En cambio, se pasó a la televisión con series como ‘Supergirl’, ‘Sherlock’, ‘Doctor Who’ y ‘Iron Fist’. Después de una década de recordar esta como una de sus peores experiencias, fue capaz de volver a ver la ‘Tank Girl’ y sentirse orgullosa de nuevo. Y es que, a pesar del fracaso de taquilla y crítica que fue a mediados de los 90, la película tiene un gran grupo de seguidores que saben que, posiblemente, se adelantó demasiado a su época como para ser tratada como se merecía.

lori petty en tank girl
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Grrrl Power y la tercera ola del feminismo

Aún con todos los obstáculos que superó, ‘Tank Girl’ fue algo que no habíamos visto. Las mujeres empoderadas como la Teniente Ripley en la saga ‘Alien’ o Sarah Connor en ‘Terminator’ representaban dos de las pocas excepciones femeninas en un género de acción hipermasculinizado en Hollywood, pero la película de Rachel Talalay fue otra cosa muy distinta. Su protagonista no intentaba ajustarse a los cánones masculinos, como sí lo hacía en cierta manera su versión original en el cómic, sino que creaba su propia idea de heroína de acción: descarada, divertida, rebelde y con una sexualidad orientada a sí misma y no a quienes la miran al otro lado de la pantalla. Su estética no está creada para el placer voyeurista, sino que realmente representa la personalidad del personaje.

Digamos que la Tank Girl original es la Harley Quinn de ‘Escuadrón suicida’ y la de Talalay es la Harley Quinn de ‘Aves de presa’. Las diferencias hablan por sí solas. Y la comparación con el personaje de DC Comics no es baladí: no hay duda de que fue una de las grandes inspiraciones de Margot Robbie para llevarla a la gran pantalla, y prueba de ello es que ahora quiere hacer un ‘reboot’ para interpretarla con todas las de la ley. Ambas versiones, alejadas de sus respectivos puntos de partida, representan una clase de superheroína cuyo uniforme de guerra son los colores estridentes, el tinte de pelo y el ‘brilli-brilli’, que no reniegan de los elementos tradicionalmente femeninos, sino que los vehiculan de nuevas maneras. Una con su tanque y la otra con su bate caminan según sus propias normas, y es algo se traslada a la propia narrativa de sus películas: ellas cuentan la historia, ellas deciden qué es importante (ya sea un bocadillo para el desayuno o una escena musical) y al final marcan el ritmo de lo que vemos en pantalla.

lori petty en tank girl
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No es casualidad que los años 90 marcasen el nacimiento del Riot Grrrl, un movimiento feminista de punk alternativo que surgió por el malestar de las mujeres por la invisibilización y maltrato que vivían en la escena musical ‘underground’, y en la sociedad en general. Cansadas de tener que seguir los pasos de otros para ser reconocidas en cualquier ámbito, se hicieron oír a través de fanzines, crearon sus propios espacios de protesta y pusieron el empoderamiento femenino en la conversación mediante expresiones artísticas de todo tipo, pero especialmente la música punk. ‘Tank Girl’, que directamente incluye un grupo de este movimiento como L7 en su banda sonora, bebe muchísimo de esta estética y su manera de ver el mundo. Su protagonista podría ser perfectamente la líder de una de estas bandas noventeras que cantaban a gritos la necesidad de una revolución.

Las Riot Grrls pueden considerarse uno de los pilares de la tercera ola del feminismo (sobre cuya delimitación temporal hay numerosas contradicciones en las que no entraremos ahora), sin la que tampoco podría entenderse la existencia de la película de Talalay. Hablábamos de esa reescritura de los cánones estéticos y estilo femenino, que las feministas de esta ola recuperaron para adoptarlos (en cierta manera, reivindicarlos) según nuevas perspectivas, pero también podemos encontrar menciones a asuntos de gran peso en esta época como el acoso sexual. Algunas autoras sitúan el inicio del movimiento Habitualmente se considera el inicio del movimiento en Estados Unidos con el testimonio en 1991 de Anita Hill contra el candidato a la Corte Suprema de los Estados Unidos, Clarence Thomas. En ‘Tank Girl’, el abuso está presente con el personaje de Jet Girl, interpretado por Watts, que sufre las agresivas atenciones de su superior. Para Talalay, incluso se avanzó en cierta manera al #MeToo. Lo que está claro es que en la película conviven algunas de las grandes reivindicaciones feministas de la época.

Escribía Megan Carpentier sobre ‘Tank Girl’ en NBC:

“Con los elementos de la película, el romance entre especies diferentes, los mensajes desafiantemente anticapitalistas y las principales desviaciones del material original, tenías una película que no atraía a los críticos aún mayormente masculinos de la época, que dejó fríos a los fanáticos del cómic y que confundió al público ‘mainstream’. Pero la película también deleitó a una determinada generación de mujeres que, en muchos casos, estaban llegando a la mayoría de edad y querían verse a sí mismas y la forma en que veían el mundo frente a ellas reflejado en la pantalla. Y que también querían usar botas de combate con medias de red y faldas cortas, ponerse algún piercing y, en general, luchar contra las convenciones arrojando frases sarcásticas”.

Sí, esa mujer joven al estilo Gwen Stefani que se pinta las uñas a brochazos y se cambia el color del pelo 28 veces en tan solo una hora y media. En efecto, la película habló directamente a una generación de mujeres muy específica que afloraba en esos años, y que aún resuena en la actualidad. La diferencia es que ahora podemos encontrarla en alguna plataforma online y conectar con su mensaje, mientras que su fracaso en taquilla fue una sentencia de muerte de la que parecía que no iba a recuperarse. Para muchos es una adaptación terrible, y razón no les falta. La película 'Tank Girl' no tiene nada que ver con el cómic 'Tank Girl', pero lo que creó a partir de él es un producto igualmente válido, divertido y revolucionario. Y para aquellas espectadoras que quizás no han leído el material original, lo que importa es lo segundo.

No, no es una película de factura impecable. Cómo serlo: sus 25 millones de dólares de presupuesto palidecen ante los 100 millones de 'Batman Forever', estrenada el mismo año, y teniendo en cuenta la cantidad de efectos especiales que requería su historia. Tampoco es el tipo de película que convencerá a un público masivo, pero se alza como una de esas extrañezas que hay que disfrutar sin tomarse demasiado en serio. Es un fenómeno del tipo 'Golpe en la pequeña China' o 'Street Fighter, la última batalla', que con sus geniales horteradas son carne de CutreCon y siguen reuniendo a miles de personas en salas de cine cada año para celebrarlas. Aunque aquí puede que la diferencia radique en que estas comunidades de celebración de obras infravaloradas siguen estando muy masculinizadas, y quizás, aunque no necesariamente (las generalizaciones siempre son tramposas), es un tipo de público que no conecta con la superheroína interpretada por Lori Petty. Si los gustos particulares de una parte de la población han sido el filtro imperante durante tantas décadas, ¿cuántas 'ídolas' generacionales más nos hemos perdido?

Aún con su propio culto, que existe, 'Tank Girl' sigue siendo una película terriblemente infravalorada. Por suerte, la accesibilidad que internet nos da al cine del pasado (y pasado por alto) ha ayudado a ponerla en un nuevo lugar de culto para nuevas generaciones. Al fin y al cabo, si estuvo adelantada a su tiempo, quizás ahora, veinticinco años después, haya llegado su momento de brillar.

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Headshot of Mireia Mullor
Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.