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SUSCRÍBETE La ciudad desde lo alto El emblemático Pan de Azúcar, un monolito de granito y cuarzo situado en la boca de la bahía de Guanabara , regala una de las panorámicas más especiales de la ciudad. A sus 396 metros de altitud se llega en el afamado bondinho (teleférico) que funciona a lo largo de dos rutas: desde la Praia Vermelha hasta la colina de Urca y de ahí hasta el Pan de Azúcar.
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Panorámica redentora El monte Corcovado le iguala en fama gracias a que en su cima se alza el gigante Cristo Redentor –la estatua estilo Art Decó más grande del mundo –, símbolo indiscutible de la ciudad. Hasta sus pies llega en taxi o en el emblemático Trem do Corcovado, u n ferrocarril eléctrico, que atraviesa la frondosa selva del Parque Nacional Tijuca.
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De morro en morro Río fue bendecido por la naturaleza con un pantone que se sucede entre el azul de sus costas, el dorado de sus playas y el verde de sus montañas. Su impresionante orografía es el edén de los amantes del senderismo, que en portugués se denomina trilha . La senda de Pedra Bonita, de unos 40 minutos, es de dificultad baja y discurre en medio del selvático paisaje del Parque Nacional de Tijuca, en el sector C. Mientras que Pedra da Gávea, el mayor bloque de piedra al borde del mar (844 metros) tiene una de las trilhas más duras de la urbe: tres horas, mucha atención y una condición física óptima son necesarias para recorrerla. Entre medias, está la trilha de Dois irmãos, ‘escondida’ en la favela de Vidigal, la más pacífica de Río de Janeiro. Lo más divertido de este sendero es ir preguntando a los vecinos por su entrada, subir a la cima del cerro en mototaxi y, al final, degustar su famosa tapioca, un manjar elaborado con harina de yuca.
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Herencia colonial La de Río de Janeiro mezcla la herencia colonial portuguesa, la vanguardia modernista y la exuberancia estética contemporánea. Imprescindibles son la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria, con una de las fachadas más bellas del mundo, una cúpula hecha de piedra lioz portuguesa –traída desde Lisboa– y una impresionante decoración interior neo-renacentista; el Theatro Municipal (1909) , inspirado en la mítica Ópera de París y cuya propuesta cultural pasa por el ballet, la ópera, el arte escénico o las orquestas en vivo; y los famosos Arcos de Lapa o antiguo Acueducto de Carioca, una de las postales más emblemáticas de la urbe y el símbolo más representativo del Río antiguo.
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Un icono del imaginario Calatrava En términos arquitectónicos, tampoco hay que perderse el impresionante Museo del Mañana enmarcado en un edificio sumamente vanguardista, de Santiago Calatrava e inspirado en las bromelias del Jardín Botánico, que llegó para revitalizar la Zona Portuaria.
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Brindar con caipirinha Si hay una Santísima Trinidad realmente carioca, esa es la de samba, caipirinha y feijoada. La primera es el baile por excelencia de la ciudad, que en carnaval brota por los poros de cada ser vivo que pise sus calles; la segunda es el cóctel más representativo de Brasil, elaborado con cachaza, lima, azúcar y mucho hielo y, el tercero es un tipo de guiso elaborado con fríjoles negros y carne de cerdo y de buey, acompañado de farofa (harina de yuca sazonada y tostada), col rehogada y rodajas de naranja. La Academia da Cachaça, abierta en Leblón desde 1985 y que tiene en su haber más de 100 marcas distintas de cachaza y diversos sabores de caipirinha o el Bar do Mineiro, que ofrece hasta pastel de feijoada, s on dos sitios perfectos para degustar esta combinación tan calórica como tradicional.
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Playas para todos Decenas de kilómetros de arenas doradas bordean las costas de la ciudad, de cara al Atlántico, de ahí que las costumbres y la vida de los cariocas estén estrechamente vinculadas con las playas. De belleza sublime, los arenales de Río de Janeiro ofrecen sitio para todo tipo de viajero. Arpoador es la favorita de los surfistas y desde la afamada cima de su cerro se le aplaude a la majestuosa puesta de sol. Barra de Tijuca es perfecta para deportes acuáticos y la playa de Leblón atrae a familias enteras. Eso sí, son Copacabana e Ipanema las que se roban las miradas, siempre. La primera cuenta con ciclovía, quioscos, hoteles, bares y restaurantes y es famoso su paseo marítimo decorado con adoquín portugués. La segunda, con su emblemático Posto 9 y sus chicas, está entre las playas más queridas por los cariocas y sus arenas marcan la historia de la Bossa Nova. Ambas son escenario de conciertos, fiestas y partidos de fútbol y de vóley playa.
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El segundo mural más grande del mundo Etnias es el nombre que recibe el segundo mural callejero más grande del mundo, situado en la zona del puerto y que vistió de (más) color la ciudad para los Juegos Olímpicos de 2016. Fue pintado por el artista brasileño Eduardo Kobra, quien necesitó 70 días de trabajo, 1890 litros de pintura blanca y 2800 latas de pintura en aerosol. En sus 2.600m2 de extensión, plasmó cinco rostros de indígenas procedentes de cada uno de los cinco continentes, que representan la paz y la unión entre los pueblos.
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Una escalera global Otro spot perfecto para la red social lo constituye la Escalera de Selarón, situada entre las calles Joaquim Silva, en Lapa, y Pinto Martins, en el barrio de Santa Teresa. Esta explosión de color es obra del chileno Jorge Selarón y reúne azulejos de diversas partes de Brasil y del mundo, donados por miles de personas de todas partes del globo.
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Recorrer sus museos... MAR, MAC y MAM, tres siglas que evocan la multiplicidad artística que tiene Río de Janeiro. El Museo de Arte de Río, ubicado en la Plaza la Mauá, propone una lectura de la historia de la ciudad y de su tejido social. Por su parte, el Museo de Arte Contemporáneo –diseñado por Óscar Niemeyer– está situado en la localidad vecina de Niteroi y, aunque en su interior guarda más de 1300 obras, es por su arquitectura futurista por lo que destaca; algo así como un ovni circular que mira al mar. Por último, el Museo de Arte Moderno alberga entre sus muros cerca de 15 mil obras y es un hito arquitectónico diseñado para dialogar con el paisaje. Sin embargo, es sabido que las mejores exposiciones de la ciudad las alberga el Centro Cultural del Banco do Brasil (CCBB). Considerado uno de los centros culturales más importantes del país, por él han pasado Dalí, Picasso, Van Gogh y, por supuesto, artistas de renombre nacional.
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...y gozar sus noches La ciudad más marchosa de Brasil hay que vivirla al caer la tarde. Tras despedir el sol como se merece, aplaudiendo su majestuosidad, Río de Janeiro se engalana y se prepara para bailar hasta el amanecer. Ineludible será el barrio de Lapa, icono de la samba y de la cultura bohemia; habrá que sentarse en alguno de sus bares decorados con fotos que cuentan la historia de la ciudad, pedir una empanada de costilla y una cerveza bien helada y dejar que los pies y el flow hagan los suyo. Dejando atrás la mítica samba, hay que adentrarse en el mundo de los bailes funk y charme que han conquistado los corazones de los cariocas; con ritmos que mezclan la electrónica con el R&B y coreografías que necesitan de mucha coordinación y flow para poderse seguir.
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