Casa Real

Andr�s, el pr�ncipe de los esc�ndalos que siempre estaba "cachondo"

MONARQU�A

Ca�da en desgraciaNOTICIA
El pr�ncipe Andr�s de fiesta en Saint Tropez LAGENCIA GROSBY

Cuando sus camaradas del ej�rcito empezaron a extender al tercer hijo de la reina de Inglaterra el mote de Andresito el cachondo, nadie pod�a imaginar que con el tiempo se ver�a envuelto en un gigantesco esc�ndalo sexual que le obligar�a a renunciar a sus funciones como miembro de la familia real brit�nica.

Corr�an los a�os 80. Nadie cuestionaba entonces a los Windsor -no hab�a estallado el hurac�n Diana- y Andr�s era un pr�ncipe que causaba admiraci�n, sobre todo por su decisi�n de participar en 1982 en la guerra de las Malvinas, lo que le devolvi� a Buckingham convertido en un h�roe militar. La prensa le presentaba tambi�n como un playboy, pero eso incluso reforzaba su aura. Qu� poco tardar�a sin embargo el ojito derecho de Isabel II en confirmar su fatal atracci�n por los esc�ndalos, en mantener una vida disoluta siempre al filo del precipicio. Se sent�a impune por ser quien era y contaba como red con la protecci�n incondicional de su madre.

Hasta hoy. El duque de York, en el epicentro de la tormenta perfecta, ha visto c�mo la opini�n p�blica se ensa�a con �l por su implicaci�n en el caso Epstein y ha ca�do definitivamente en desgracia. Su hermano, Carlos, futuro rey, ha cortado inmisericorde su cabeza, consciente de la necesidad de aplicar con urgencia un cord�n sanitario que preserve al n�cleo duro de La Firma, como se conoce a la familia real.

Andr�s en Saint Tropez

Las fotos que escandalizan a los brit�nicos en las que se ve al pr�ncipe Andr�s paseando junto a su amigo el empresario pederasta Jeffrey Epstein -quien se suicid� el pasado verano- o agarrando de la cintura a Virginia Roberts, una de las mujeres que sostienen que el financiero la explot� sexualmente cuando era menor de edad, ya se publicaron en los tabloides en 2010, poco despu�s de que Epstein se hubiera declarado culpable de prostituci�n de menores ante la Justicia de Florida. Entonces, como tantas otras veces, el duque de York cape� el temporal. Sin embargo, tras la muerte de Epstein no han cesado de salir f�minas que acusan al pr�ncipe de haber participado en las org�as de su amigo. Y, adem�s, otras im�genes como las que le muestran entrando en la mansi�n del magnate, han demostrado que el hijo de la reina minti� porque nunca rompi� su relaci�n con el depredador sexual a pesar de su condena a 13 meses de prisi�n en 2008.

A la desesperada, el pr�ncipe Andr�s decidi� dar una entrevista a la BBC para intentar acabar con los rumores; su plan era tan audaz como arriesgado. Y, al final, se puso as� la soga al cuello porque se demostr� incapaz despejar las sombras de sospecha y de aclarar los asuntos escabrosos que le salpican.

El primer esc�ndalo de Andr�s de Inglaterra se produjo por su noviazgo con la actriz Koo Stark. La conoci� en una cita a ciegas en 1981, poco antes de la guerra de las Malvinas, y mantuvieron una relaci�n de casi a�o y medio. El pr�ncipe estuvo m�s que dispuesto a casarse con ella y bi�grafos de los Windsor aseguran que Isabel II hubiera dado su brazo a torcer. Aunque todo se arruin� cuando se publicaron fotos de Stark en topless que indignaron a Palacio. Por si fuera poco, la reina tuvo que ver c�mo su posible nuera hab�a rodado una pel�cula con escenas l�sbicas m�s que subidas de tono. Hasta ah� llegaron las tragaderas de Su Majestad. Lejanos estaban a�n los tiempos en los que las Cortes se abrir�an a princesas con tanto pasado como el de la noruega Mette-Marit.

En marzo de 1986 se anunci� el enlace entre el pr�ncipe Andr�s y Sarah Ferguson. Se casaron en julio. Hasta el nacimiento de sus dos hijas, Eugenia y Beatriz, pareci� un matrimonio muy bien avenido. Pero pronto comenzaron a conocerse las desavenencias y toda una sucesi�n de infidelidades mutuas. Fergie empez� a dejarse querer por hombres como el multimillonario Steve Wyatt. Y a su marido los tabloides le asignaban tantas amantes nuevas como camisas. Las fotograf�as en 1992, el mismo a�o en el que se anunci� una separaci�n temporal de los duques, del asesor financiero John Bryan succionando con fruici�n los dedos de los pies de Sarah en una hamaca causaron un terremoto en Buckingham, donde se viv�a un interminable annus horribilis. La duquesa qued� sentenciada, en especial por parte del marido de la reina, Felipe de Edimburgo, quien nunca le ha perdonado su vulgaridad. Andr�s y Sarah se vieron obligados a divorciarse en 1996.

Junto a Pascale Bourbeau en saint-Tropez

Pero, a su manera, nunca se han dejado de querer. Han sido u�a y carne todas estas d�cadas, demostrando una envidiable complicidad. Aunque nunca se ha confirmado oficialmente, Andr�s y Sarah incluso habr�an retomado su relaci�n sentimental. Con idas y venidas, eso s�, porque quiz� su �xito como pareja consista en ser una pareja abierta. Y, as�, al pr�ncipe se le han atribuido innumerables novietas, incluida la cantante Kylie Minogue.

A Sarah Ferguson nunca le han adornado la discreci�n y la prudencia. Y ni siquiera el divorcio evit� que siguiera poniendo en comprometedores bretes al padre de sus hijas. Uno de los mayores esc�ndalos se produjo en 2010 cuando la duquesa fue grabada de forma ilegal y sometida a un montaje que, sin embargo, destap� su disposici�n a aceptar el soborno de un supuesto empresario indio que le ofrec�a la suculenta cantidad de 575.000 euros a cambio de que la duquesa le pusiera en contacto con su ex marido. Sobre aquello se pas� un conveniente velo. Pero engordaron las sospechas sobre los tejemanejes empresariales del duque de York.

Porque precisamente en el terreno econ�mico es donde Andr�s ha protagonizado sus mayores desmanes. En 2001, poco despu�s de su retirada de la Marina Real, rechaz� el ofrecimiento de su hermano Carlos para convertirse en su m�s estrecho asesor. Ten�a Andr�s m�s altas ambiciones. Y le vino como un guante la petici�n del Parlamento para convertirse en representante especial para el Comercio e Inversi�n, con el objetivo de defender los intereses empresariales del Reino Unido en el exterior.

Los viajes y los esc�ndalos se sucedieron. Las peligrosas amistades que forj� con varios dictadores y figuras como Saif Gadafi, hijo del tirano libio Muamar Gadafi, comprometieron la obligada neutralidad de la Corona. Y, fruto de la relaci�n que entabl� con la oligarqu�a de Kazajist�n, Andr�s dio un sonado pelotazo cuando en 2007 vendi� la lujosa mansi�n en la que hab�a vivido el matrimonio York, en Berkshire, por unos 17 millones de euros, cuatro por encima del valor real. El comprador fue el empresario Timar Kulibayev, yerno del dictador kazajo Nursultan Nazarbaiev. A�os despu�s la prensa destapar�a que el duque tambi�n hab�a ganado unos tres millones como mediador entre las autoridades de Astan� e inversores suizos y griegos.

Lo de menos ya era la fama de Andresito como un cachondo; lo de m�s, que siempre estaba envuelto en pol�micas que apuntaban a una total falta de �tica al usar su t�tulo para un enriquecimiento personal ante el que las autoridades brit�nicas prefer�an hacerse las suecas.

Pero tras su implicaci�n en el esc�ndalo Epstein en 2010, con la publicaci�n de las fotos antes mencionadas, ni el Gobierno ni Westminster pudieron seguir haciendo la vista gorda y en 2011 retiraron al duque el cargo de embajador comercial que tantos beneficios le reportaba.

En la era Metoo y con una creciente sensibilidad social hacia los abusos sexuales, el pr�ncipe no ha podido superar la condena que le han impuesto los ciudadanos brit�nicos por haber mantenido su amistad con un depredador como Epstein. Y quedan muchos escabrosos episodios por escribirse, porque los abogados de varias de las v�ctimas del empresario reclaman a los tribunales de EEUU que citen al duque. En Londres ya ha comenzado el debate jur�dico sobre hasta qu� punto Andr�s gozar�a de inmunidad en caso de ser acusado de algo.

Esta vez Isabel II no ha podido evitar la ca�da de su hijo favorito. Ha tenido que plegarse a la exigencia del pr�ncipe de Gales para que Andr�s abandone todas sus funciones. Y es que est� en juego el futuro de la Corona. Nada nuevo bajo el sol. Como se refleja en The Crown, la galardonada serie sobre la Monarqu�a, en todas las familias reales ha habido siempre garbanzos disolutos a los que otros miembros deben ponerles freno. Puro instinto de supervivencia.