Confessions (2010), de Tetsuya Nakashima

Una profesora se está despidiendo de sus alumnos el día de fin de curso, mientras rememora lo ocurrido en ese año (los libros leídos y los temas tratados en clase, dificultades que le han planteado algunos alumnos, etc.). Una escena muy habitual, tanto en la pantalla como en la vida real. Sin embargo, esa aparente “normalidad” se va convirtiendo en una atmósfera inquietante por el contraste entre el caos y alboroto existente en el aula (continuos mensajes de móvil, acoso de unos alumnos a otros, intercambio de películas porno entre ellos, etc.) y la parsimonia y frialdad de la profesora Moriguchi, que sigue hablando sin detener el bullicio. Se produce un giro en la situación cuando los alumnos escuchan atónitos que su profesora es madre soltera, y que el padre de su hija tiene sida. Y que la muerte accidental de su niña en la piscina de la escuela, fue en realidad un asesinato planeado por dos estudiantes de esa misma clase. Sin decir sus nombres, les hace saber que ha puesto en marcha su venganza contra ellos.

Confessions es una película que no puede dejar a nadie indiferente. Ya desde su arranque, Tetsuya Nakashima revela una especial habilidad para rodar en un aula una secuencia de casi veinte minutos, con los únicos recursos del monólogo de la maestra y un hábil montaje que nos retrata a unos adolescentes que escuchan asustados o se divierten sin hacer caso alguno a la maestra. Y a pesar del desconcierto inicial que Confessions crea en el espectador, que no acierta a adivinar qué tipo de película está viendo, el guión consigue captar su atención. La calidad técnica de la película ha sido reconocida por los diversos premios recibidos, entre ellos los de la Academia japonesa a la mejor película, el mejor director, el mejor guión y el mejor montaje. También fue seleccionada por Japón para competir en la última edición de los Oscar en la categoría de Mejor Película Extranjera, aunque no llegó a ser nominada. 

Aunque la factura visual del film es encomiable, la puesta en escena puede llegar a cansar por su aire de videoclip, el uso tal vez algo excesivo en algunas escenas de los ralentizados y la voz en off, y los numerosos y repetitivos flashbacks. Pero tal vez su principal defecto sea su carencia de verosimilitud. Tanto los impulsos asesinos de los adolescentes, como el sadismo de los adultos, adquieren un tono paródico, al más puro estilo Tarantino. Lo cual, si se asume, hace aceptable e incluso entretenido el visionado del film. Pero si, por el contrario, se enfoca con una óptica realista, Confessions se convierte en un desolador relato de una sociedad posmoderna, nihilista y sin referentes morales.