La casa oscura (2020), de David Bruckner

A Beth el mundo se le ha venido encima tras el repentino e inesperado suicidio de su marido Owen, que la amaba con locura y había construido para ella una preciosa casa a la orilla de un lago. No lleva nada bien la viudez en la que ha ingresado en tan trágicas circunstancias, pero peor aún es empezar a experimentar extraños fenómenos en su casa, como si todavía hubiera alguna presencia de Owen, lo que además le obliga a replantearse sus ideas sobre la vida después de la muerte, que ella negaba tras haber pasado por una experiencia adolescente en que casi murió y descubrió que “no hay nada”. Comenzará además a descubrir que su marido le escondía cosas, como el trato con otras mujeres y el interés por las artes ocultas.

El especialista en cintas de terror David Bruckner demuestra que se le da bien la creación de atmósferas desasosegantes, además de ser medianamente original, pues muchas de sus escenas de sustos se escapan de las convenciones al uso, de modo que hay unos cuantos momentos en que el espectador dará un brinco. Cuenta además con una gran actriz capaz de sostener ella casi sola la película, como es Rebecca Hall, que ya llamó la atención en el género con El regalo, y que aquí sigue la estela de mujeres aterrorizadas de clásicos como Sola en la oscuridad y La semilla del diablo.

La gran lástima es lo obtuso de la trama, que ciertamente depara un par de sorpresas, pero que arroja más preguntas que respuestas, se queda, tal vez a propósito, como una nebulosa. Casi parece que sea una mera excusa para ofrecer un ejercicio de estilo alrededor del esquema “mujer aterrorizada que duda de su cordura y de haber conocido de verdad a su marido”. Pero al mismo tiempo se nos propone una especie de reflexión sobre la fe, en qué creemos, el amor y hasta dónde debe llegar el sacrificio, que resulta a la postre demasiado ligera.