Ahora que Francis Ford Coppola ha estrenado su versi�n revisada de 'El padrino III', e incluso se pueden encontrar ya las primeras copias en blu-ray en Estados Unidos, vale la pena recordar una de las ausencias m�s dolorosas de la pel�cula, la del 'consigliere' Tom Hagen, que Robert Duvall interpret� con un nivel de carisma astron�mico en las dos primeras partes de la saga de la familia Corleone, y que muri� en alg�n momento indeterminado antes de que el director comenzara a escribir el guion. La raz�n verdadera estribaba en un problema de dinero: Duvall s�lo aceptaba actuar si cobraba lo mismo que Al Pacino, y no hubo acuerdo. Coppola quiso pagarle bien -la oferta era de un mill�n de d�lares, un incremento notable con respecto a 'El padrino II' (medio mill�n) y 'El padrino' (36.000 d�lares)-, pero muy lejos de los cinco millones que trincaba el protagonista.
Argumentalmente, a Coppola le ven�a bien no tener a Duvall, pues al separar a Michael Corleone de Tom Hagen (personaje a quien una vez, en un tuit, Gabriel Rufi�n confundi� con Tom Hardy), pod�a profundizar m�s libremente en un aspecto central de la pel�cula, que era la soledad de Michael, sin amigos cercanos, con una familia disfuncional y sin nadie en confiar. Aun as�, siempre tendremos que lamentar que, por un qu�tame all� esos d�lares, no tuvi�ramos una historia enriquecida con Duvall en la pantalla. Por edad, podr�a haber interpretado el papel perfectamente -ten�a 60 a�os en 1990-, lo que para �l equivaldr�a a la primera juventud, pues a�n vive y, a sus 90 a�os (los cumple este martes), sigue fresco como una rosa.
Nacido en el seno de una familia cristiana y militar -su padre era un hombre severo, contraalmirante en la flota norteamericana-, Duvall parec�a estar predestinado a ser un miembro m�s del ej�rcito, y a principios de los 50, durante la era Eisenhower, recibi� su formaci�n como cadete. Pero, finalmente, emprendi� el camino de su madre, una actriz 'amateur' sin suerte de la que recibi� el amor por la interpretaci�n. Al final, ambos mundos acabaron confluyendo en su perfil como actor, pues algunos de sus papeles m�s celebrados en su larga trayectoria de 60 a�os en el cine y la televisi�n han tenido que ver con la autoridad y la guerra.
El m�s conocido de todos, c�mo no, es el del coronel Bill Kilgore -no confundir con el mejor tuitero de 2020- en 'Apocalypse Now', una vez m�s a las �rdenes de Coppola, aquel s�dico apasionado por el surf y por Wagner que, liderando la caballer�a a�rea a lomos de su helic�ptero, bombardeaba con esmero una aldea vietnamita al comp�s de 'La cabalgata de las valkirias'. El ala dura de los fans del Robert Duvall actor seguramente preferir�n 'El padrino', pero para las masas, y para la historia, quedar� ese secundario impecable que adoraba el olor a napalm por la ma�ana y que se embriagaba con el inconfundible aroma de la victoria.
Actor de reparto de muchos quilates
Duvall responde al perfil del actor de reparto de muchos quilates. Ha tenido algunos papeles protagonistas notables -uno de los primeros a las �rdenes de George Lucas, en su distop�a 'THX 1138'-, pero donde m�s ha brillado ha sido en las distancias cortas y en los papeles concentrados. Ha sido, en definitiva, un rostro recurrente en la historia emocional del cine norteamericano del �ltimo tercio del siglo XX, y se ha mantenido en primera fila hasta hace relativamente poco: en 2015 recibi� una nominaci�n al mejor actor secundario en los Oscar por su papel en 'El juez', un drama protagonizado por Robert Downey Jr., en el que Duvall ten�a un personaje a su medida: un juez en su etapa final, decadente, que despu�s de a�os de aplicaci�n de la ley se encuentra ante un tribunal acusado de homicidio imprudente.
El respeto a la ley y el orden como vigas maestras de una sociedad funcional y responsable, y el culto a la libertad, son temas fundamentales en la vida de Robert Duvall. Hasta la llegada de Trump, Duvall hab�a mostrado su apoyo a diferentes presidentes y candidatos presidenciales del partido republicano, desde Ronald Reagan a George W. Bush.
Duvall, m�s que un conservador cl�sico, es un libertario. As� se entienden algunos aspectos de su vida personal, como su legendaria promiscuidad y sus tres divorcios. El actor asegura que uno de los est�mulos que le llevaron a ingresar en academias como Actor's Studio fue la promesa de que en el mundo del espect�culo se ligaba m�s, y puede dar fe que as� ha sido. Duvall ha reconocido innumerables aventuras extramatrimoniales, y cuenta por el momento con cuatro matrimonios: el primero, con la bailarina de televisi�n Barbara Benjamin, fue el de su primera madurez, iniciado a sus 33 a�os, en 1964, y concluido a principios de los 80. Los dos siguientes, con Gail Youngs y Sharon Brophy, fueron m�s breves: cuatro a�os con cada una, a mediados de los 80 y de los 90.
En 2005, a sus 74 a�os, Duvall conoci� a la que es su actual esposa, la argentina Luciana Pedraza, 41 a�os m�s joven que �l, y con la que coincidi� en el rodaje de la pel�cula 'Assassination tango', en la que �l era protagonista y productor. Desde entonces, Duvall ha frecuentado tanto el estado de Virginia, donde tiene una peque�a mansi�n de estilo colonial, como Buenos Aires, ciudad que considera su "segundo hogar", e incluso ha aprendido a bailar el tango. En varias entrevistas ha explicado que su cuarto matrimonio lleg� de manera inesperada, que fue la que hoy es su mujer quien le invit� a tomar una copa, y que la cosa se fue afianzando de manera natural. Tuvo dudas al principio, por la diferencia de edad, pero tan pronto como lo vio claro, se lanz� a la �ltima aventura de su vida.
Seguramente, ese matrimonio feliz es lo que le ha dado nuevas energ�as. A sus 90 a�os, Duvall ya no tiene una agenda como actor, su esfera ya es la del recuerdo nost�lgico y sentimental de los aficionados a la �ltima �poca del cine cl�sico, y su principal objetivo es disfrutar de lo que la vida le vaya ofreciendo. Con su trabajo se ha ganado una c�moda jubilaci�n: entre las pel�culas, el teatro y las inversiones de peque�os negocios, su fortuna acumulada en 60 a�os se calcula en unos 70 millones de d�lares, lo suficiente para vivir con holgura y haberse cincelado un retiro c�modo, sin preocupaciones.
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