La revolución contada desde las alcobas - Cuadernos Hispanoamericanos

Clara Obligado
La hija de Marx
Lumen
245 páginas
POR RAQUEL GARZÓN

«Me veo viajando y visitando museos. Escribiendo mientras mis hijas dormían», recuerda la argentina Clara Obligado en la nota que abre la reedición de La hija de Marx, su primera novela. La imagen de mujeres que escriben en los recreos de la crianza es un testimonio frecuente en las entrevistas de las autoras, casi una condición de posibilidad. Lo distinto aquí es el libro robado a esas escapadas: una novela erótica, minuciosamente documentada, que conjuga fantasía y desenfreno a la medida de las variantes más diversas, mientras hace saltar por el aire los tópicos y las clavijas del género.

El acierto fundacional de La hija de Marx, ganadora del Premio Femenino Lumen Novela en 1996, es nutrirse de la Historia para re-generarla. Obligado imagina que el hijo no reconocido que Karl Marx tuvo con su criada y dejó a cargo de su amigo Engels (hasta aquí los hechos), no fue un varón sino una chica —Annuska— y su madre, Natalia Petrovna, una aristócrata rusa exiliada, que mantuvo con el teórico un entremés, aunque amaba en verdad a otra mujer.

Marx no protagoniza la novela; es sólo una figura oblicua, que entra y sale de las conversaciones, mientras la trama crece desplegando una estirpe femenina: madre, hija, nieta. Esa decisión autoral le permite a Obligado narrar una época de utopistas y reformadores contada por mujeres y desde alcobas perfumadas con opio y excesos. Como si la revolución iniciada por la aristocracia rusa en el exilio no hubiera sido política sino sexual, o mejor aún, política en cuanto sexual, liberadora en tanto desvela (con los desafíos que supone desnudar en la página a personajes del siglo XIX, cuando la ropa interior femenina podía pesar hasta seis kilos). Atravesadas por el símbolo que encierra una joya de familia (un camafeo en el que un niño monta un delfín), las protagonistas de Obligado explorarán sexo y amor, con su riqueza y contradicciones.

Otro gran acierto de la novela es su estructura, que habilita un tono distinto para cada una de sus tres partes. La primera, fechada en 1870 en Londres, parodia con ritmo festivo un relato victoriano libertino y desanda la educación sentimental de Annuska, la hija de Marx, criada por Iván Dolgorukov, papasha, quien le confiesa a la joven su verdadero origen, tras haberse acostado con ella. «Tu madre te dejó y yo le prometí que serías libre. Y mira, lo he logrado, aunque sospecho que por un camino bastante diferente al que ella sugería», se excusa el padre adoptivo, devenido amante.

Dolgorukov será el narrador de la segunda parte «con aire de novelón romántico»: cuadernos escritos en Londres entre 1867 y 1883, que Annuska recibe cuando ha abrazado el lema «Detesto a los hombres débiles» como norte. Narran la historia de su madre, Natalia Petrovna, «la mujer más hermosa de París», según la describe Lizaveta Zosimov, el amor de su vida.

El racconto de cómo Natalia, esposa de un noble mucho mayor, se enamora de Lizaveta (casada y revolucionaria), se separa de ella, conoce a Marx, queda embarazada y encomienda a su amigo Iván la crianza de la niña, avanza en paralelo con la exploración del deseo lésbico en tiempos de miriñaques y polisones. «¿Cómo vivían las mujeres que amaban a otras mujeres?», recuerda haberse preguntado Obligado. Adentrarse en su versión regala un pormenorizado relevamiento de antiquísimos consoladores de cristal, ébano, terciopelo, marfil y cuero labrado de los más diversos orígenes.

Nat es la nieta de Marx y su historia protagoniza la tercera parte de la novela, ambientada en París en 1922, tras la resaca del fin del amor romántico. Atrapada entre la leyenda de Natalia, «su abuela, una heroína», y la presencia de Annuska, su madre, «la mejor amante del mundo», librará un infructuoso duelo emocional contra sí misma. La angustia de entreguerras se cobrará en ella su libra de carne, mientras intenta pacificar sus sentimientos por Oliver, un periodista que recala en la ciudad.

Clara Obligado llevaba 20 años viviendo en España, exiliada de la dictadura militar, cuando escribió La hija de Marx, que es también una historia sobre el dolor del destierro. «La relación entre lo vestido y lo desnudo, el intersticio que revela un fragmento del cuerpo femenino y también el anticipo del placer, es un acto de desenmascaramiento», escribe Margo Glantz en El texto encuentra un cuerpo. En la novela de Obligado, ficción y deseo son vías regias para desenmascararse y celebrar con pulso libérrimo e ironía bien dosificada la alegría de estar vivos.