Sin malos rollos (2023), de Gene Stupnitsky

A Maddie la requisan el coche por falta de pago, por lo que no puede seguir trabajando como conductora de Uber, así que podría perder también la casa de su madre. Desesperada, contesta a un estrambótico anuncio en el que un matrimonio de clase alta ofrece un automóvil a la mujer que seleccionen, si se acuesta con su hijo, Percy, un chico mojigato demasiado encerrado en sí mismo.

Jennifer Lawrence prueba fortuna en el campo de la comedia disparatada, como protagonista y productora de un film dirigido por Gene Stupnitsky, como sugiere su apellido especialista en filmes un tanto estúpidos como Chicos buenos. Parte de una premisa que recuerda al clásico ochentero No puedes comprar mi amor, donde la guapa del instituto sale con el pringao, a cambio de dinero. Por desgracia, no ha seguido el sendero elegante que tenían los filmes adolescentes de entonces, sino el camino salvaje de los hermanos Farrelly.

Esto da al traste con algún gag cómico logrado, y con sus críticas de fondo hacia la falta de romanticismo en la sociedad actual, donde se sobredimensiona el sexo. Jennifer Lawrence se emplea a fondo para hacer reír, y demuestra que domina el sentido del ritmo que requiere el género, pero su partenaire, Andrew Barth Feldman, compone un personaje demasiado monolítico que se pasa de pánfilo. Sorprende la poca presencia que tiene el antaño apreciado Matthew Broderick, como progenitor del chico.