Nobleza y corte en la regencia de Mariana de Austria (1665-1675)
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TESIS DOCTORAL:

NOBLEZA Y CORTE EN LA REGENCIA DE MARIANA DE

AUSTRIA (1665-1675)

Autor: Diego Crespí de Valldaura Cardenal

Programa de Doctorado: POP de Historia Moderna Real Decreto 56/2005 de 21 de enero

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PRIMERA PARTE

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Contenido

Nobleza y corte en la regencia de Mariana de Austria (1665-1675) ... 1

PRIMERA PARTE: La Casa de la reina Mariana de Austria ... 2

Introducción ... 10

Capítulo 1: La camarera mayor ... 19

La marquesa de Villanueva de Valdueza ... 20

La marquesa de los Vélez, aya del rey ... 24

Capítulo 2: El mayordomo mayor ... 28

El cardenal duque de Montalto ... 29

El duque de Alba ... 35

El marqués de Aytona ... 35

El duque de Pastrana y del Infantado ... 37

El quehacer diario del mayordomo mayor ... 43

Capítulo 3: El caballerizo mayor... 51

El conde de Medellín ... 51

El marqués de Castel-Rodrigo ... 55

Capítulo 4: Los mayordomos de semana ... 59

El conde del Real ... 61

El marqués de Troçifal ... 62

El marqués de Fuente el Sol ... 65

Don Francisco Luis de Lancaster ... 68

El conde de Cedillo ... 69

El marqués de Cabrega y el conde de Lences ... 71

El conde de Zavella y don Fernando de Ribera ... 74

El marqués de Villagarcía ... 76

El conde de Gondomar ... 78

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El marqués de Castromonte ... 79

Pedro de Porras y Toledo ... 80

El marqués de Ontiveros ... 83

El marqués de Orellana ... 84

El marqués de la Vega de Boecillo ... 84

Capítulo 5: Las dueñas de honor ... 87

La condesa de Santisteban ... 88

La condesa de Sinarcas ... 89

La vizcondesa de Santa Marta... 93

La marquesa de Santo Floro ... 95

La condesa de Eril ... 95

La condesa de Atares ... 97

Doña Leonor de Zúñiga, guarda mayor de damas ... 97

Guarda mayor de damas ... 99

La marquesa de Fuente el Sol ... 102

La marquesa de Cusano ... 102

La marquesa de la Rosa... 103

Doña Elena de Gurrea y Castro, después I marquesa de Castropinos ... 104

Doña Juana Zapata ... 105

La marquesa de Villagarcía ... 105

La marquesa de Lanzarote ... 105

Capítulo 6: Las damas ... 108

Doña Leonor de Velasco, después condesa de Siruela ... 111

Doña Francisca Mascareñas, hija del conde de la Torre ... 114

Doña Magdalena de Moncada, hermana del marqués de Aytona ... 115

Doña Francisca Manrique, hija del conde de Frigiliana ... 115

(5)

Doña Luisa María de Noroña ... 126

Doña María Luisa Manrique, hija de los condes de Paredes de Nava ... 127

Doña Antonia Enríquez de Zúñiga, hija del c. de Miranda de Castañar .... 129

Doña María Micaela de Tejada y doña Teresa Manrique ... 131

Doña María Ronquillo Briceño, doña Estefanía de Velasco y de la Cueva 131 Doña Francisca Chacón Osorio ... 133

Doña Gaspara de Fonseca y Medrano ... 135

Doña Mariana Ladrón de Vilanova ... 136

Doña Jerónima de Benavides ... 136

Doña Ana María Enríquez de Zúñiga, doña Juana de Luján y doña Francisca de Castro ... 137

Doña Isabel de Mendoza, hija del conde de Contamina ... 138

Doña Isabel Ana de Mendoza y Portocarrero y doña Ana Ángel de Luna y Portocarrero ... 138

Doña Melchora de Mendoza y Sotomayor ... 140

Doña María Micaela Zapata ... 140

Doña Luisa Teresa de Villela y doña Isabel Gonzaga ... 141

Capítulo 7: Las damas meninas... 142

Doña María de la Cueva, hija del marqués de Bédmar ... 143

Doña María de Alagón y Pimentel, hija del marqués de Villasor y doña María Luisa de Toledo, hija del marqués de Mancera. ... 146

Doña Ana Carrillo de Guzmán, nieta de la condesa de Priego ... 147

Doña Ana María de Luna, hija del conde de Obedos ... 148

Doña Catalina y Doña Isabel de Cardona; doña Melchora de Zapata; la condesa de Chinchón; ... 149

La condesa de Aguilar y doña Lucrecia Ladrón y Silva. ... 149

Doña Teresa de Teves ... 149

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Doña Isabel Rosa de Ayala ... 151

Doña Manuela de Acuña y de la Cueva (hija del marqués de Asentar) ... 152

Doña Constanza de Barradas y Bazán ... 152

Doña Petronila y doña Isabel Rubín de Celís... 152

Capítulo 8: Los meninos ... 154

Capítulo 9: La Casa Real de la emperatriz Doña Margarita de Austria ... 157

Conclusión de la primera parte ... 164

SEGUNDA PARTE: La participación de la nobleza en el gobierno universal de España ... 172

Capítulo 10: La Junta de gobierno ... 173

El conde de Castrillo ... 176

El conde de Peñaranda ... 182

El marqués de Aytona ... 197

El cardenal Pascual de Aragón ... 200

El conde de Villaumbrosa ... 212

El Quehacer diario del presidente de Castilla ... 217

El condestable de Castilla ... 224

El duque de Palata ... 236

Capítulo 11: El Consejo de Estado ... 239

El duque de Medina de las Torres ... 240

El marqués de Velada y su hijo el marqués de Astorga ... 246

El duque de Medinaceli (padre) ... 255

El marqués de Mortara ... 257

El marqués de Caracena ... 259

Don Fernando de Borja, conde de Mayalde ... 262

El marqués del Carpio y su hermano pequeño, el conde de Monterrey ... 263

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Don Luis Ponce de León ... 271

El conde de Ayala ... 272

El duque de Sermoneta... 275

El duque de Osuna ... 276

El duque de Alba ... 281

Capítulo 12: Los otros Consejos, virreinatos y Gobernaciones ... 285

El conde de Oropesa... 285 El duque de Sessa ... 291 El marqués de Mancera ... 294 El duque de Veragua ... 296 El conde de Santisteban ... 297 El conde de Lemos ... 301 El conde de Castellar ... 302

El duque de Ciudad Real ... 306

El duque de Monteleón ... 307

El conde de Aranda ... 308

El duque de San Germán ... 310

El marqués de Cerralbo ... 311

El marqués de Leganés... 312

El conde de Paredes de Navas ... 314

El príncipe de Parma ... 316

El príncipe de Ligne ... 316

Conclusión de la segunda parte ... 319

TERCERA PARTE: La Casa del Rey Carlos II ... 328

Capítulo 13: El sumiller de corps ... 329

El duque de Medinaceli ... 330

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El duque de Alburquerque ... 340

Capítulo 15: El caballerizo mayor... 345

El almirante de Castilla ... 346

Capítulo 16: Los mayordomos de semana ... 351

Conde de la Puebla de Montalbán ... 353

El marqués de Quirra y Nules ... 354

El marqués de Malpica ... 355

El conde de Barajas ... 356

El marqués de Ariza ... 357

El marqués de la Guardia ... 359

El marqués de Povar... 360

El marqués de Leiva y conde de Baños ... 361

El marqués de Villamanrique ... 362

El conde de Galve ... 363

El marqués de Castelnovo ... 363

Fernando Dávila Osorio (hermano de Astorga) ... 365

El conde de Montijo ... 366

El marqués de Castrofuerte ... 366

Capítulo 17: Los gentileshombres de la cámara del Rey ... 368

El conde de Talara y Saltes ... 371

El conde de los Arcos ... 372

El duque de Montalto (hijo) ... 372

El duque de Villahermosa ... 373

El marqués de Aguilar (hijo) ... 374

El conde de Luna (hijo de Benavente) ... 375

El marqués de Alcañices ... 377

(9)

Capítulo 18: Gentileshombres de la boca de su majestad ... 381

Capítulo 19: Las guardias reales ... 388

El marqués de Falces y de Mondéjar ... 388

El marqués de Salinas, hermano del marqués de Astorga ... 389

El conde de Cifuentes... 391

El duque de Abrantes ... 391

Capítulo 20: Cazador mayor, montero mayor y otros cargos ... 393

Conclusión ... 396

Fuentes y bibliografía ... 406

Fuentes documentales ... 406

Bibliografía ... 407

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INTRODUCCIÓN

En la última década se ha despertado un enorme interés por el análisis de la Corte como elemento articulador del poder en los estados modernos. Se han realizado

magníficos trabajos sobre la casa real, los tribunales y los consejos, y los cortesanos que configuraron la corte de Carlos I, Felipe II y Felipe III. El instituto universitario La Corte en Europa de la Universidad Autónoma de Madrid no sólo promueve

investigaciones y publicaciones sobre los elementos que componen la Corte española: la Casa del Rey, los consejos y tribunales, virreinatos y gobernaciones y los espacios cortesanos, sino que además promueve un intercambio científico con grupos de

investigación de países como Italia, Portugal, Francia, Holanda y Bélgica, entre otros, lo que permite avances significativos en una comprensión más precisa del significado y funcionamiento de la Corte.

La presente tesis sobre Nobleza y Corte en la Regencia de Mariana de Austria

pretende por un lado asumir los logros e integrarse en esta corriente historiográfica y por otro contribuir especialmente en dos aspectos: primero, la investigación se enfoca hacia un período que todavía no ha sido abordado por esta nueva corriente

historiográfica, como es el reinado de Carlos II y, en concreto, la minoría de edad de este rey bajo la regencia de su madre Mariana de Austria; y segundo, la investigación se centrará especialmente en los aspectos nobiliarios, y en segundo término genealógicos, que permitan aportar un nuevo enfoque al estudio de la Corte.

Por otro lado, el reinado de Carlos II sigue siendo en la actualidad el período que menos atención ha despertado y el menos conocido del período de los Austrias

españoles. Si comparamos la ingente labor investigadora llevada a cabo en los reinados de Carlos I y Felipe II, especialmente, pero también en los reinados y acerca de los validos de Felipe III y Felipe IV, sorprende la escasa obra dedicada a Carlos II. Ilustrativo a este respecto es el nombre del artículo de Ribot García «Carlos II, el

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en 1999 al reinado de Carlos II1. Los estudios más exhaustivos sobre la Regencia de Mariana de Austria, durante la minoría de edad de Carlos II, siguen siendo las dos obras del duque de Maura: Vida y Reinado de Carlos II y Carlos II y su corte. En esta última,

Carlos II y su corte, el duque de Maura aborda la biografía de varios de los personajes más influyentes en el gobierno de España durante el reinado de Carlos II, abarcando todo el período de la Regencia de Mariana de Austria. Sin embargo la obra no presta especial atención a la Casa de la Reina regente ni a la que más tarde, en 1674, se instaura para el joven rey. Tampoco analiza con detalle la composición y

funcionamiento de los consejos y tribunales, y solo tangencialmente da algunas noticias sobre los virreinatos y gobernaciones de la Monarquía. Todo ello será materia de investigación para la presente tesis.

Afortunadamente, existen magníficos estudios sectoriales como los de Arrieta Alberdi, Barrios Feliciano, Fayard y Schäfer entre otros, que estudian los Consejos de Aragón, de Estado, de Castilla, de las Indias o los virreinatos de la corona como los de Hanke y Mateu Ibars, por mencionar sólo algunos2. Aunque estos trabajos incluyen un período mucho más amplio que el de la presente tesis, serán un apoyo de mucha utilidad para dibujar la trayectoria política de la nobleza.

Finalmente, el estudio de la nobleza por parte de los historiadores se ha abordado, normalmente, bien desde estudios generales que la definen desde su condición de estamento privilegiado, bien desde estudios particulares de un linaje que dibujan la trayectoria de una familia determinada. En ambos casos serán estudios de referencia obligada para la presente tesis. Ahora bien, no hay ningún estudio de carácter prosopográfico que incluya el análisis de los personajes de la nobleza titulada en el período de estudio de la presente tesis; y en general no hay estudios de este tipo que abarquen lo más significado de la nobleza en un período determinado. Por ello, se puede considerar, en un primer momento, original y, a la postre, fructífero el propósito de esta tesis de estudiar todos los nobles con cargos políticos o cortesanos en la década de 1665 a 1675.

1 Ribot García, Luis Antonio: «Carlos II, el centenario olvidado». Studia Historica: Historia Moderna 20

(1999), págs. 19-44.

2 Arrieta Alberdi, J.: El Consejo Supremo de la Corona de Aragón (1494-1707). Zaragoza 1994. Barrios

Pintado, Feliciano: El Consejo de Estado de la monarquía española. 1521-1812. Madrid 1984. Fayard, Janine: Los miembros del Consejo de Castilla (1621-1746). Madrid 1982. Schäfer, E.: El Consejo Real y Supremo de las Indias. 2 vol. Sevilla 1935-1947. Debo agradecer estas referencias al profesor don José Martínez Millán. Hanke, L. (ed.): Los virreyes españoles en América durante el gobierno de los Austrias.

5 vol. Madrid 1976-1978. Mateu Ibars, J.: Los Virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio. Valencia 1963.

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Por otro lado, el estudio de la nobleza por parte de los genealogistas no ha hecho especial hincapié en el estudio de la casa real, los consejos y virreinatos o demás

espacios cortesanos. Una excepción a ello es el magnífico estudio de Jaime de Salazar y Hacha en el que aborda el estudio de la casa real en la Edad Media partiendo de sus inquietudes genealógicas3.

Con estos antecedentes, la tesis pretende aportar una visión panorámica que abarque los principales linajes titulados de la nobleza desde la función política que desempeñaron en un período relativamente corto, una década, y las relaciones que mantuvieron entre sí. Confluyen en estos diez años dos aspectos que favorecen el objetivo de la tesis: por un lado, la nobleza castellana se ha vuelto prioritariamente cortesana pasando a segundo término su función militar y fijando su residencia en Madrid; por otro lado, el estamento nobiliario ha acaparado, casi en exclusiva, el control de los principales puestos políticos de la monarquía, permitiendo identificar la nobleza con la aristocracia. Por ello, el reinado de Carlos II es quizá el momento histórico donde confluyen y se identifican de modo más absoluto los conceptos de corte y nobleza.

De este modo, un estudio prosopográfico de los principales linajes de la nobleza durante la regencia de Mariana de Austria (1665-1675) en relación a los cargos políticos o cortesanos que ejercieran, objeto de la presente tesis de investigación, puede arrojar alguna luz sobre los mecanismos de articulación del poder y sobre el funcionamiento interno del estamento de la nobleza, y complementar así los avances historiográficos que se han alcanzado con el estudio de la Corte en las monarquías europeas. La necesidad de este estudio lo expresaban del siguiente modo don Carlos Gómez-Centurión y Juan Antonio Sánchez Belén:

Así, el estudio prosopográfico del personal de palacio –procedencia social de sus oficiales, elaboración de sus carreras y fortunas, alianzas matrimoniales, vínculos de parentesco o de amistad, etc.–, no sólo resulta indispensable para aclarar, en cada momento concreto, el entretejido y composición de los círculos cortesanos, su influencia y grado de poder, sino también para aquilatar sus lazos y conexiones con el resto del aparato burocrático o militar –o eclesiástico, incluso– de la monarquía. Tales datos se convierten en un elemento de primer orden para desentrañar los hilos del ejercicio cotidiano de un poder, fuertemente personalizado, que no siempre transcurría a través de los cauces «oficiales» –

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institucionales o burocratizados, más característicos de una formación estatal que cortesana–, prefiriendo a menudo para la resolución de los negocios procedimientos «informales» –el despacho a boca, el consejo oral–, donde la influencia personal y las relaciones privadas entre los individuos resultaban mucho más decisivas4.

El objetivo principal de la tesis es analizar la participación del estamento

nobiliario en el ejercicio del poder político durante la Regencia de Mariana de Austria. A través de un análisis de los principales linajes nobiliarios entre 1665 y 1675, la tesis se centrará en la participación de los miembros de los distintos linajes en las diversas estancias de la Corte: la casa real; los consejos y tribunales; los virreinatos y

gobernaciones; y los espacios cortesanos. El limitado período de estudio, restringido a una década, permitirá profundizar en una muestra significativa de los linajes titulados de las coronas de Castilla y Aragón (especialmente de la primera), que nos ofrezca una visión de conjunto, relacionando las familias nobiliarias y los mecanismos de

articulación del poder. Limitaremos el concepto de nobleza aquí entre dos extremos: por arriba se excluye a los miembros de la familia real con tratamiento de infantes (por ejemplo a don Juan José de Austria); por abajo, se excluye a aquellos linajes que no tuvieran título en 1665, principio del período de estudio.

La tesis pretende también acercar los estudios genealógicos a la investigación historiográfica. Como se indicaba arriba, las nuevas corrientes historiográficas están dando una creciente importancia al estudio de la Corte como elemento articulador del poder. La genealogía, que durante tantos años ha evolucionado por caminos distintos y a veces opuestos a las corrientes historiográficas, adquiere ahora –en mi opinión– una especial relevancia en la investigación sobre la Corte en Europa. Especialmente a finales del siglo XVII, proliferan en los ambientes cortesanos la publicación de tratados genealógicos, que reflejan la creciente inquietud de la nobleza en estas materias. El estudio prosopográfico que aquí se propone se enfocará más a los linajes que a los individuos, atendiendo también a los entronques con otros linajes por lazos de parentesco. Todo ello puede permitir una aproximación distinta y una mejor comprensión del funcionamiento interno de la Corte.

En consonancia con lo anterior, la tesis pretende definir los perfiles típicos de la carrera política de los nobles y enlazarlo con las estrategias familiares de los distintos

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Gómez-Centurión Jiménez, Carlos y Sánchez Belén, Juan Antonio: La Casa Real durante el siglo XVIII: perspectivas para su estudio. Granada 1996.

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linajes. Buscaremos aquellos rasgos característicos que permitan discernir qué puestos políticos eran destinados en exclusiva a miembros titulados de la nobleza y cuáles eran compartidos por miembros de otros estamentos: letrados o eclesiásticos,

fundamentalmente. Asimismo, indagaremos en las señales o marcas exclusivas que distingan la carrera de los nobles de las de otros cuerpos, como, por ejemplo, la distinción en el sueldo o en las mercedes percibidas por el ejercicio de funciones similares.

Finalmente, el objetivo de la tesis se considerará alcanzado si el estudio de los distintos linajes nos permite definir, con límites suficientemente precisos, las formas de articulación de la nobleza como estamento de poder, las distintas facciones políticas y su permanencia en el tiempo. La hipótesis inicial de trabajo es que el estamento nobiliario disponía –muy especialmente durante la regencia de Mariana de Austria, aunque se podría extender a todo el siglo XVII– de una esfera de poder indiscutible y de unos mecanismos de articulación del poder que le eran propios e inalienables.

Apoyándonos en un análisis genealógico de los vínculos familiares de los distintos linajes, esperamos llegar a establecer, o a corroborar, las distintas parcialidades políticas de la Corte y los mecanismos de articulación del poder. Por ello la tesis pretende

analizar el estamento nobiliario de forma independiente del poder monárquico y de las otras fuerzas sociales, para tratar de obtener una visión más precisa de la articulación interna del estamento y de su relación con los poderes globales de la monarquía.

Como adelantábamos, la metodología a seguir será prosopográfica y, por tanto, inductiva. La naturaleza del objeto de investigación no permitirá, en la mayoría de los casos, llegar a conclusiones absolutas. La carrera política de los nobles, muchas veces, se regía por una serie de costumbres establecidas que, sin embargo, no estaban

reguladas ni se cumplían en todos los casos. Asimismo, es fácil que encontremos pautas de comportamiento que se cumplan en la mayoría de los casos, pero no en todos.

Asimismo, la falta de regulación precisa en los distintos aspectos que concurren en la obtención y ejercicio de los distintos puestos políticos o cortesanos (tales como la cantidad y calidad de las mercedes, sueldos, emolumentos, promociones, etc.), nos puede conducir igualmente a la obtención de tendencias generales más que a leyes inamovibles. Finalmente, hay que considerar que, en una monarquía absoluta, las normas en última instancia dependían de la voluntad regia y especialmente en las materias que aquí tratamos, como son el reparto de asientos políticos y cortesanos, y la distribución de mercedes.

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En la tesis, se partirá de la identificación de los puestos políticos que

desempeñaron los distintos linajes y, dentro de cada linaje, los distintos individuos en el período comprendido entre los años 1665 y 1675 (añadiendo breves referencias a su trayectoria anterior y posterior). A partir de esta información se seleccionarán los linajes que serán objeto de estudio en relación con las distintas instancias de la corte: casa real, consejos, virreinatos y gobernaciones. El análisis se enfocará a las familias para poder entender mejor las estrategias familiares y los vínculos entre los distintos linajes, prestando especial atención a los enlaces matrimoniales y los pactos entre familias.

Después se procederá a investigar la carrera política de los individuos dentro de los linajes seleccionados, incidiendo en el análisis de los títulos, instrucciones, decretos, cédulas y correspondencia pública y privada que se haya conservado de los mismos. Paralelamente se investigará la composición de los consejos, especialmente de aquellos conformados mayoritariamente por nobles, como los Consejos de Estado y Guerra, la Cámara de Castilla, y los virreinatos y gobernaciones, con el objeto de encontrar los medios de articulación del poder empleados por la nobleza para conservar y perpetuar su ámbito de influencia. Para ello se pondrá especial cuidado en analizar las mercedes y gracias, tanto en cuanto a su concesión, como a los memoriales presentados para

solicitarlas. Se analizará también la composición de la Casa de la Reina regente y su evolución durante el período de la minoría de edad y la configuración de la casa real de Carlos II en 1674.

El hilo conductor de la presente investigación lo constituirán los nombramientos reales para cubrir las vacantes políticas que se vayan produciendo en la década de estudio. Partiendo de la descripción del estado de situación y de la composición de los Consejos y virreinatos a la muerte de Felipe IV, la tesis analizará la composición de la casa real de Mariana de Austria y su convivencia con aquella que dejara el difunto monarca. A continuación se analizará la nueva Junta de Gobierno constituida por el testamento de aquel, y se irán revisando los nombramientos que afecten a la nobleza para acabar con el análisis de la Casa del Rey, constituida a finales de 1674. Finalmente con la información anterior se tratará de definir y perfilar las distintas parcialidades políticas entre los linajes nobiliarios y los medios de articulación del poder.

La tesis la hemos dividido en tres partes que coinciden con los tres espacios cortesanos señalados en el párrafo anterior, pero que, a su vez, podemos identificar con los tres momentos de la Regencia. La primera parte de la tesis trata de la Casa de la Reina y se puede ubicar al inicio de la Regencia (si bien se tratará también los

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nombramientos que se efectúen durante todo el período de estudio, concernientes a la Casa de la Reina). La segunda parte de la tesis la dedicaremos a los espacios políticos ocupados por personas con título nobiliario, y temporalmente podemos identificarlo con el período intermedio de la Regencia. La tercera parte se concentrará exclusivamente en la formación de la Casa del Rey, la cual tiene lugar al final de la Regencia, entre los últimos meses de 1674 y los primeros de 1675.

En cada una de las partes analizaremos, uno por uno, a los personajes más representativos (incluyendo solo a la nobleza titulada) que formaron parte de las

instituciones analizadas, haciendo coincidir, en la medida de lo posible, cada institución (o tipo de cargo, en el caso de las casas reales) con un capítulo de la tesis. Cada

personaje irá ordenado según la antigüedad de su nombramiento dentro del capítulo al que corresponda y, junto a él (o ella), trataremos de los familiares más cercanos (padres, esposa, hijos, hermanos y, en algunos casos, primos hermanos) que hubieran jugado un papel relevante durante el período de estudio. De cada familia, se analizará en primer lugar todo aquello que sea relevante sobre sus carreras política o cortesana y en segundo lugar los vínculos familiares que sean de interés para el presente estudio, especialmente los matrimonios contraídos entre los clanes de los miembros de un mismo grupo de servidores, por ejemplo, entre los hijos de los mayordomos de semana de la reina, y aquellos otros matrimonios que, aunque no cumplan el requisito anterior, se celebrasen durante el periodo de estudio.

El objeto de la tesis es estudiar la participación de la nobleza titulada en el gobierno universal de España. Relacionado con dicho objeto, encontramos dos objetos historiográficos que lo acompañan: la nobleza y la corte. ¿Qué papel jugaban los nobles titulados en el gobierno de España? ¿Qué lugar ocupaban en la jerarquía social? ¿Qué acceso tenían al rey como fuente del poder? Estas son cuestiones que nos interesa dilucidar. Pero hay una cuestión que nos interesa más. Si la historiografía tradicional ha visto siempre en los grandes de España la cumbre del estamento de la nobleza, y ha visto en el estamento de la nobleza aquel que acaparaba el poder político, nos podemos preguntar ¿dónde se encuentra reflejado dicho poder?, ¿qué consejos son presididos por los grandes?, ¿qué puestos se reservan para mantener su estatus frente a los otros grupos sociales? ¿Dónde, en definitiva, reside la preeminencia absoluta que le otorgan todas las corrientes historiográficas tradicionales al famoso estamento de la nobleza?

Los dos primeros consejos de la monarquía, el de Castilla y el de Aragón, rara vez los encontraremos presididos por grandes de España. En ningún consejo encontraremos

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grandes de España, salvo en el Consejo de Estado y en este, tampoco en exclusiva. Otros cargos como los virreinatos o las embajadas, si bien pueden ser ocupadas por grandes de España, en muchos casos también los ocupan otros personajes con o sin título nobiliario. ¿Dónde se refleja pues, la preeminencia de estos grandes? Quizá, esta sea la cuestión fundamental a la que trata de dar respuesta toda la tesis.

El segundo objeto historiográfico con el que nos topamos es el concepto de Corte. Conviene detenerse un momento en el significado de este término. La segunda

definición que nos ofrece el Diccionario de autoridades es: Se llama también [Corte] el conjunto o cuerpo de todos los Consejos, Tribunales superiores, Ministros, criados y oficiales de la Casa Real y otras personas, que asisten y sirven a las Personas Reales, cuya cabeza es el Rey o Príncipe soberano5. La propia definición indica que el término viene del latín curia y se distingue de la otra acepción de Corte, la primera, que según el mismo diccionario proviene del latín cohors y que define como: La ciudad ò Villa, donde reside de asiento el Rey o Príncipe soberano, y tiene sus Consejos y Tribunales, su Casa y familia Real.

El concepto de Corte que nos interesa aquí es el anterior, si bien observamos que también en la definición de Corte como espacio físico se hace mención específica de la Casa del Rey y de los consejos. De modo análogo, en la tesis se ha adoptado una división de los puestos en dos categorías que coinciden con las que se mencionan en la definición del Diccionario de autoridades: por un lado, los cargos de carácter político que se tratan en la segunda parte y, por otro lado, los puestos que podríamos llamar netamente cortesanos, que ocupan la primera y la tercera parte de la tesis.

¿Qué ocurre en las casas reales si nos limitamos a estudiar a las personas tituladas? Esta pregunta que puede resultar trivial en un principio, puede adquirir

relevancia a medida que se profundiza en el tema. Si nos limitamos a la percepción de la época sobre las casas reales encontramos que se dividían en dos grandes grupos (que no coinciden con los aquí estudiados): los asientos para caballeros y los demás. Esto coincide con el sentido amplio de nobleza ya que los caballeros eran nobles, aunque no disfrutaran de título nobiliario. Si seguimos restringiendo para quedarnos entre los caballeros solo con aquellos que eran nobles titulados nos encontraremos la primera conclusión importante de esta tesis: y es que existen una serie de asientos que se

5 Real Academia Española [de la Lengua]: Diccionario de la lengua castellana, en que se explica el

verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua. Tomo segundo. Madrid 1729.

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reservan en exclusiva a la nobleza titulada y que, además, coincide que son los mismos que rodean al rey en todas sus funciones públicas o privadas.

Llegamos así a las casas reales y, en concreto, a la Casa del Rey y de la Reina, donde partiremos de tres proposiciones: primero, en las casa reales hay unos puestos que ocupan, en exclusiva, miembros de la nobleza titulada; segundo, que dichos puestos son los más cercanos al rey y los únicos que tienen trato directo con su majestad; y tercero, que los jefes que gobiernan las casas reales gobiernan también el acceso al monarca y el entorno regio. Si estos jefes se prueba que eran necesariamente grandes de España podremos deducir que es en las casas reales donde realmente reside el poder inalienable de la nobleza sobre los otros estamentos y, dentro de la nobleza, de los grandes sobre los títulos.

¿Podremos acaso completar la definición que daba el Diccionario de autoridades

de la Corte que terminaba «cuya cabeza es el rey» y añadir «…acompañado de los jefes de su Casa»? Si se nos permite este añadido, entonces podríamos decir que el año 1675 la Corte de Carlos II se regía por cinco o seis grandes de España a los que podemos dar nombre propio: el duque de Medinaceli, el almirante de Castilla, el duque de

Alburquerque, el marqués del Carpio y el príncipe de Astillano (el sexto sería el condestable de Castilla, como cazador mayor). Pero quizá nos estamos anticipando. Comencemos, pues, con la Casa de la Reina.

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CAPÍTULO 1:LA CAMARERA MAYOR

El cargo más relevante de la Casa de la Reina era la camarera mayor, puesto análogo al de sumiller de corps en la Casa del Rey. Si bien el jefe supremo de la Casa de la Reina era el mayordomo mayor, la cercanía permanente de la camarera mayor a la persona de la reina y el gobierno directo de todo el servicio femenino, incluyendo las damas, dueñas de honor, meninas, ayudas de cámara y retrete, hacían de este asiento el más influyente en el entorno diario de la reina.

A la camarera mayor se confiaba el cuidado de estar a todas horas con la reina y dormir en su cámara. Tenía entrada en todos los espacios privados, incluyendo la sala en la que se vestía y acicalaba la reina, y en todos ellos tenía preferencia a cualquier otro ministro o cargo palatino, incluyendo al mayordomo mayor. Tenía autoridad sobre las damas de la reina y velaba para que se comportaran en la cámara con los modos

adecuados al servicio regio, así en lo que toca a la templanza y modo de hablar y reír y andar6. Cuidaba también del adorno de la reina y estaba a su cargo el encargar las compras necesarias para el vestido y las joyas, si bien estas partidas debía aprobarlas el mayordomo mayor. Tenía por ello también bajo su mando al guardajoyas7, cargo que ocupaba en 1665 don Francisco Gaztelu y Gamboa hasta su muerte, heredando el cargo su hijo, don Juan Carlos Gaztelu y Gamboa, que juró en este asiento el 6 de noviembre de 1673.

Al final de la regencia, se dio un conflicto, que probablemente no fuese un caso aislado, en cuanto a la aprobación por parte del mayordomo mayor de las compras efectuadas por la camarera. Corría el mes de septiembre de 1674 cuando el IV duque de Pastrana, entonces mayordomo mayor de la reina, se opone al pago regular de los 24.000 ducados al año que se libraban a favor del mercader de sedas. La camarera mayor dio parte de ello a la reina, quien emitió un decreto el 3 de septiembre de dicho año ordenando al duque de Pastrana que no hiciese novedad al respecto y que librase el

6 A.G.P. Sección Histórica. Caja 49 expediente 3: ordenanzas y etiquetas, de 31 de diciembre de 1575,

que Felipe II mandó se guardasen por los criados y criadas de la Real Casa de la Reina nuestra señora.

7

Válgoma y Díaz-Varela, Dalmiro (de la): Norma y Ceremonia de las reinas de la Casa de Austria Madrid 1958. Pág. 33

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pago como sus antecesores. Pero el díscolo duque, en respuesta al Real Decreto, elevó una consulta a la reina indicando que esta partida estaba destinada primeramente para el gasto de las personas reales y después de sus criados, pero que por la arbitrariedad de la camarera mayor y del aya del Rey se a pospuesto esta orden queriendo que prefieran las libranzas del gasto de los estraños al de la persona de VMg. y del Rey nuestro señor [...] dando a entender que VMg. no tenía para un manto y el rey nuestro señor para unas medias8. Presumimos que el asunto se resolvería finalmente a favor de la

camarera y el aya, aunque no hemos indagado más al respecto pues el caso nos interesa, no por el hecho en sí, sino principalmente para demostrar que las etiquetas reales se ajustan en muchos casos, si bien no en todos, a la realidad.

La camarera tenía lugar preferente en todo acto palatino al que asistiera la

soberana, aunque, como veremos enseguida, dicha preferencia sería causa de conflictos, como era habitual en todos los ámbitos cortesanos de la época. También tenía que acompañar a la reina en sus salidas y solo a ella estaba permitido acercarse a la reina para aderezarle las faldas o cualquier otra atención necesaria. En ausencia de la camarera, podía ser sustituida para estos menesteres por la dueña de honor que llevase la falda. Estaban también a su cargo de forma permanente las puertas del retrete que daban al exterior del Alcázar y la guarda de las puertas de la antecámara de la reina por la noche, cuando se retiraba el mayordomo mayor a cuyo cargo estaban por el día. Encargaba esta labor a las dueñas de retrete y por la mañana se volvía a entregar su vigilancia al mayordomo mayor.

La marquesa de Villanueva de Valdueza

Ocupaba este importantísimo cargo doña Elvira Ponce de León marquesa viuda de Villanueva de Valdueza9 desde el 10 de enero de 1654 que entró en Palacio y por

merced de Felipe IV que la nombra como camarera mayor por su Real Decreto de 8 de enero del mismo año, sustituyendo a la condesa de Medellín. Permaneció en el cargo hasta su fallecimiento, acaecido el 31 de septiembre de 1691: treinta y siete años en los que demostró su inquebrantable lealtad a la reina.

Doña Elvira era hermana de Rodrigo Ponce de León, IV duque de Arcos, fallecido desde 1658 y de Luis Ponce de León, conde de Villaverde, que, a la muerte de Felipe

8

A.N. Osuna. Ct. 286(2) documentos s.n.

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IV, se hallaba ocupado como gobernador y capitán general del estado de Milán, puesto que obtuvo por título de 5 de junio de 1662 y que mantuvo hasta su muerte, acaecida en Milán el 29 de marzo de 1668. Luis Ponce de León fue uno de los agraciados con la merced de consejero de Estado el 15 de enero de 1666, en la primera creación de Mariana de Austria como regente, junto, entre otros, al padre Nithard.

La camarera mayor quedó viuda el 11 de diciembre de 1634, con dos hijas a su cargo, Elvira y Victoria, y embarazada a la sazón del que sería heredero de la familia. Efectivamente, unos meses más tarde, el 27 de febrero de 1635, nacía Fadrique Álvarez de Toledo y Ponce de León, que desde su nacimiento sería el II marqués de Valdueza. La hija mayor, doña Elvira, contrajo matrimonio con don Juan Gaspar Enríquez de Cabrera y Sandoval, VI duque de Medina de Rioseco y almirante de Castilla a quien estudiaremos en la tercera parte de la tesis por su puesto de caballerizo mayor del Rey, cuando se instaura la Casa de Carlos II. En cuanto al hijo de la camarera mayor, poco antes de cumplir los diecinueve años, por la muerte sin sucesión de su tío García de Toledo, don Fadrique hereda el título de marqués de Villafranca, con grandeza de España, y los títulos de duque de Fernandina, príncipe de Montalván, conde de Peña-Ramiro y señor de Cabrera y Ribera. Cuando es nombrada camarera mayor, doña Elvira era hija de un grande de España, condición necesaria, y madre de otro grande de

España, aunque ella nunca llegara a serlo.

Durante los diez años de la Regencia, el joven marqués de Villafranca ocupó puestos relevantes que culminaron con su nombramiento de virrey y capitán general de Sicilia en 1673, cargo que ocupará hasta 1676. En 1663, Felipe IV lo nombró como capitán general de las Galeras de Sicilia. Con este cargo asistió en 1666 al viaje de la emperatriz Margarita de Austria, con todo su séquito, que se dirigía a Viena a

desposarse con Leopoldo I, emperador de Alemania. En 1667 tuvo que acudir con la escuadra de Sicilia al socorro de la ciudad de Candía, socorro que se repitió al año siguiente, esta vez al mando de ambas escuadras de Nápoles y Sicilia. Durante los años 1668 y 1669 el joven marqués se ocupó con su escuadra de limpiar de corsarios los mares de Italia, para finalmente ser ascendido en 1670 a general de las Galeras de Nápoles.

Meses antes de morir el rey, le había hecho merced del puesto de gentilhombre de cámara con ejercicio, cargo que juró en julio de 1665 y que más tarde le fue confirmado por Mariana de Austria en la Casa Real de Carlos II. Siendo general de las Galeras de Nápoles, ocupó dos meses como interino el virreinato de Nápoles, cuando el entonces

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virrey, Pedro Antonio de Aragón, viajó a Roma como embajador extraordinario para prestar obediencia al nuevo pontífice: Clemente X. El 27 de abril de 1672, Villafranca fue nombrado virrey de Nueva España, cargo al que sin embargo renunció antes de tomar posesión, prefiriendo el virreinato de Sicilia que obtuvo el año siguiente. La preferencia por los virreinatos italianos antes que los americanos fue un rasgo característico en la carrera política de los nobles.

El virreinato de Villafranca en Sicilia estuvo marcado por la revuelta de Mesina y el apoyo de la armada francesa a la facción rebelde, con poca suerte para las armas españolas a pesar de contar con el refuerzo de la flota holandesa al mando del almirante Ruyter. Los enfrentamientos de don Andrea Dávalos, príncipe de Montesarchio, al mando de las armas navales españolas, con el marqués de Villafranca y la inactividad de aquel provocaron las derrotas española y la prolongación de la revuelta en Mesina10. En una de las batallas navales, la batalla de Angosta el 22 de abril de 1676, el almirante Ruyter fue alcanzado por una bala de cañón que le partió una pierna y le destrozó el pie11. Anteriormente, los franceses habían conseguido burlar el bloqueo español en Mesina suministrando alimentos y municiones a los rebeldes.

Una serie de factores confluyen en el inicio de la carrera política del hijo de la camarera (que culminará a la postre con cargos aun más importantes, como se tratará en seguida), de los que cabe señalar tres: en primer lugar, la proximidad de su madre a la reina, como camarera mayor; en segundo lugar, su condición de grande de España; y finalmente los antecedentes familiares en los cargos ocupados. Quizás el último punto requiera más reflexión, ya que los cargos a que se refieren no eran hereditarios. Sin embargo, y como se intentará demostrar a lo largo de este trabajo, la herencia familiar o, dicho de otro modo, los cargos políticos ocupados por los ascendientes directos,

constituyen un factor importante en la carrera política de los nobles. En el caso concreto del VII marqués de Villafranca, hay que destacar su carrera como marino de guerra, con los cargos de capitán general de las galeras, primero de Sicilia y después de Nápoles, ejercidos en el período de la Regencia, que después culminarán con los primeros cargos de la marina en el reinado de Carlos II.

Ya su bisabuelo, García Álvarez de Toledo, IV marqués de Villafranca, fue un brillante oficial de marina que mandó las galeras del rey a las órdenes de Andrea Doria y luego fue capitán general del mar. Su abuelo, Pedro Álvarez de Toledo, V marqués de

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Real Academia de la Historia: Diccionario Biográfico Español. Madrid 2009. Tomo III, pág. 732.

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Villafranca, fue virrey de Nápoles y capitán general de las galeras de Nápoles y en 1607 fue nombrado capitán general de las Galeras de España. Igualmente, su padre, Fadrique Álvarez de Toledo, I marqués de Villanueva de Valdueza y marido de la camarera mayor, fue capitán general de la armada y el mar océano. Derrotó el I marqués de Valdueza a los holandeses en aguas del estrecho de Gibraltar y más tarde pasó a batirlos a El Salvador de Bahía, haciendo levantar el sitio a esta plaza en la célebre victoria, conmemorada por el pincel de Maíno en el Salón de Reinos del Buen Retiro. También su tío, García Álvarez de Toledo, VI marqués de Villafranca fue capitán general de las Galeras de España.

Efectivamente, la carrera de don Fadrique, VII marqués de Villafranca, que dejamos al cargo del virreinato de Sicilia hasta 1676, siguió la línea trazada por sus inmediatos parientes, con el nombramiento el 3 de agosto de 1676 para el cargo de teniente general del mar y en el año de 1687 para el de gobernador de las Galeras de España, también llamado gobernador de las Armas Marítimas, siendo entonces el superior de ellas por no estar nombrado el capitán general del mar.

Aunque basta lo dicho para lo que atañe al presente estudio, cabe señalar que la carrera de don Fadrique siguió en ascenso y antes de morir su madre, la camarera mayor, obtuvo los honores de consejero de Estado el 26 de junio de 1691 y el cargo de gobernador del Consejo de Italia el 2 de julio del mismo año. La muerte de doña Elvira Ponce de León, acaecida como se indica más arriba el 31 de septiembre de 1691, le impidió ver el final de la carrera política de su hijo, nombrado presidente en propiedad del Consejo de Italia el 16 de julio de 1698 y, finalmente, mayordomo mayor de la Casa del Rey Felipe V, el 20 de febrero de 1701, formando parte como ministro de la Junta de Gobierno, durante la ausencia del rey a Italia. Murió don Fadrique, siendo

mayordomo mayor, el 9 de junio de 1705.

Volviendo a la camarera mayor, dejaremos la carrera de su hermano, don Luis Ponce de León, con su cargo de gobernador y capitán general del estado de Milán, para la segunda parte de este estudio, donde se analizan los principales cargos políticos de la monarquía. Doña Elvira, tenía asignado de gajes por el asiento de camarera mayor, un millón (o un cuento, en la terminología de la época) de maravedís de vellón, lo que equivale a 2.941 escudos, que normalmente recibía en dos pagas al año. Estos gajes, como corresponde a la categoría del cargo, eran los más elevados entre los que

percibían las criadas de la reina y la mitad de los percibidos por el mayordomo mayor que, como veremos, ascendían a dos cuentos, o dos millones de maravedís. Además de

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los gajes, los criados nobles, aunque sin norma fija para ello, solían percibir mercedes particulares en dinero, honores o cargos, como se irá viendo en el transcurso de este trabajo. En el caso de la marquesa de Valdueza tenía de renta 3.400.000 mrs. de juros cada año en millones de las ciudades de Granada, Salamanca, Segovia y Sigüenza, de la primera situación. Se trata probablemente de juros heredados de su familia, aunque gracias a su cargo, pudo recibir merced bien de agilizar su cobro, bien de situarlos en bienes de más seguro cobro. Asimismo, recibía, desde el 1 de enero de 1664, un millón de maravedís adicional situados en el servicio de quiebra de millones de Madrid y su provincia. Podemos deducir que, al menos, doña Elvira disponía de un ingreso anual de 5.400.000 maravedís o, si se prefiere, de 15.882 escudos.

El duque de Maura12 dice de doña Elvira que presidía la camarilla de mujeres partidarias de don Juan de Austria, o «austriacas», en contra de aquellas afectas al Padre Nithard, inquisidor general, o «nitardas», presididas por la marquesa de los Vélez, aya de Carlos II. Esta rivalidad, como era frecuente en la época, tomó forma de un conflicto de etiqueta provocado a raíz de una ceremonia de besamanos, un martes 26 de julio de 166713. En la ceremonia precedió el aya a la camarera mayor por lo que ésta interpuso un memorial, exigiendo se respetase la precedencia de su cargo. La precedencia del aya sólo podía ser justificable en el caso de llevar al niño rey en brazos, pero cerca de cumplir los seis años, el rey, a pesar de su frágil salud, se valía por sí mismo. El conflicto se consultó en el Consejo de Estado que opinó a favor de la preferencia de la camarera mayor. Sin embargo, la resolución de Mariana de Austria fue la siguiente:

No es dudable la preferencia de la camarera mayor por razones de su oficio, ni el aya se la disputa, ni mi ánimo la perjudicará en nada; pero el asistir el aya en las funciones que el Rey mi hijo tuviere, inmediata a su real persona, es

inexcusable para lo que se pudiere ofrecer del ejercicio de su oficio, y así correrá lo que tengo resuelto14.

La marquesa de los Vélez, aya del rey

La marquesa de los Vélez, aya del rey, era María Engracia de Toledo y Portugal, viuda desde noviembre de 1647 del V marqués de los Vélez, grande de España. Fue

12 Maura Gamazo, Gabriel (Duque de Maura): Carlos II y su Corte. 2 vol. Madrid 1911-1915. Tomo I,

págs. 289-291.

13

Oliván, Laura: Mariana de Austria: Imagen, poder y diplomacia de una reina cortesana Madrid, 2006.

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nombrada por Real Decreto de 11 de diciembre de 165915 como aya del príncipe Felipe Próspero y de la infanta Margarita. Con motivo de la muerte del heredero, el 1 de noviembre de 1661, y el nacimiento de Carlos II, cinco días más tarde, pasó a ejercer el mismo cargo con el nuevo heredero. Su marido fue mayordomo mayor de Felipe IV y ella cobraba como viuda, los gajes íntegros que correspondían a dicho asiento, dos millones de maravedís.

La posición familiar de la marquesa de los Vélez aventajaba ligeramente a la de la camarera mayor. Por un lado, era grande de España por derecho propio, por ser viuda de un grande de España. Por otro lado, su hermano Duarte Fernando Álvarez de Toledo, VII conde de Oropesa, ocupaba al inicio de la regencia el cargo de presidente del Consejo de Órdenes, y en julio de 1669 fue promocionado a la presidencia del Supremo Consejo de Italia, que mantuvo hasta su muerte acaecida el 1 de julio de 1671, cargo este último de primerísima importancia. El sobrino carnal del aya y VIII conde de Oropesa, llegará a ocupar el cargo de primer ministro de Carlos II. Todo lo cual se verá con más detalle en la segunda parte del presente estudio.

María Engracia de Toledo tuvo cuatro hijos del marqués de los Vélez. El

primogénito, Pedro Fajardo, había entrado de carmelita descalzo, por lo que el segundo, Fernando Fajardo, fue quien heredó la casa y se tituló VI marqués de los Vélez, grande de España, marqués de Molina, de Martorell y barón de Rosanes, por citar solo los títulos más relevantes. Su carrera política al final de la Regencia se vio encumbrada con el título de virrey de Nápoles, cargo que ocupó desde 1675 a 1683. Antes de ello, había sido gentilhombre de la cámara del Rey, gobernador de Orán y virrey de Cerdeña.

Posteriormente, será consejero de Estado y Guerra, desde el 10 de agosto de 1680, caballerizo mayor de la reina María Luisa de Orleans, primero gobernador del Consejo de Indias por el duque de Medinaceli desde 12 de noviembre de 1685 a 1687, luego presidente en propiedad del mismo Consejo desde el 18 de diciembre de 1687 al 20 de septiembre de 1693, y superintendente general de la Hacienda. Murió el 2 de noviembre de 1693.

Otro hijo del aya de Carlos II, don José Fajardo, nació en Palermo, donde su padre ejercía el cargo de virrey, quedando huérfano antes de cumplir un año el 3 de noviembre de 1647. Volvió a España junto a su madre y sus hermanos y murió joven y sin sucesión durante la Regencia, luchando en las galeras de España contra los turcos.

15 A.G.P. Libro de registro nº 183, folio 3 vuelto.

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Finalmente, la hija única de los Vélez, María Teresa Fajardo, que tras la muerte sin sucesión de su hermano heredaría la casa y los títulos familiares, había entrado al servicio de la reina como dama menina, por Decreto de 16 de noviembre de 1659, pero la encontramos ya casada al inicio de la Regencia con el heredero del duque de

Montalto. En efecto, salió casada de Palacio el 18 de diciembre de 1664, con Fernando de Aragón y Moncada, que entonces era conde de Cartageneta y desde 1672, será VIII duque de Montalto.

El duque de Maura identifica al cardenal duque de Montalto, padre del novio, – personaje que analizaremos enseguida como mayordomo mayor de la reina– como significado partidario de don Juan de Austria y en cambio a su consuegra la marquesa de los Vélez como afecta a Nithard y cabeza del grupo cortesano de las nitardas. Esta alianza, como otras que se verán más adelante, demostrará que las posturas políticas adoptadas por la nobleza no son siempre fiel reflejo de su estrategia de alianzas

matrimoniales. A su vez, la marquesa de Valdueza, identificada como cabeza del grupo de apoyo a don Juan de Austria, la vemos enfrentada (al menos, en un caso concreto) con otro de los personajes que apoyaron incondicionalmente a don Juan: el vicecanciller de Aragón, don Cristóbal Crespí de Valldaura. El vicecanciller apoyaba con todos sus recursos una inspección (o visita, en el lenguaje de entonces) al monasterio cisterciense de Valldigna, en el reino de Valencia. Fray Tomás Gómez, a cargo de dicha visita, identificaba, en una relación que dejó manuscrita de la misma, como una de las principales opositoras de la visita a la marquesa de Valdueza, de la que dice lo siguiente:

Los memoriales... se encaminaban por otras dos mujeres de actividad eficacísima para el efecto: la una es la marquesa de Valdueza, camarera mayor de Su Majestad, y a esta señora daba los memoriales el marqués de Villafranca, su hijo, encaminados por un Fr. Ferrer, fugitivo de Valdigna16

La otra señora a la que se refiere el texto es la condesa de Sinarcas, a quien tendremos oportunidad de estudiar más adelante.

Cabe señalar, como aspecto curioso, que todas las casas y los títulos mencionados a raíz de la disputa entre la marquesa de los Vélez y la de Valdueza se unirán en cabeza

16 Gómez de Coca, Fray Tomás: Relación de lo sucedido en la Apostólica y Real Visita del Real

Monasterio de Valldigna en el Reino de Valencia, Orden de N.P.S. Bernardo, Congregación de Aragón; edición crítica de Fernando Andrés Robres, Rafael Benítez Sánchez-Blanco y Eugenio Ciscar Pallares. Valencia, 2008.

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de José Fadrique Álvarez de Toledo, VIII marqués de Villafranca, nieto de la camarera mayor, por su matrimonio con Catalina de Moncada y Fajardo, nieta tanto del aya como del cardenal duque de Montalto quien por derecho propio será IX duquesa de Montalto (grande de España) y de Bivona, marquesa de Martorell, de Molina y VIII marquesa de los Vélez, éste también con grandeza de España.

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CAPÍTULO 2:EL MAYORDOMO MAYOR

El jefe superior con plenas atribuciones dentro de la Casa de la Reina era el mayordomo mayor, cargo análogo al homónimo en la Casa del Rey. En circunstancias normales, este último tenía preferencia sobre el mayordomo mayor de la reina y regía todas las dependencias de Palacio. Pero a la muerte de Felipe IV, su casa mortuoria pierde sus atribuciones y recae sobre el mayordomo mayor de la reina la

responsabilidad de regir todas las dependencias del Alcázar. De hecho, en 1665, el cargo de mayordomo mayor de Felipe IV estaba vacante y ejercía como tal el

mayordomo más antiguo que era don Alfonso Téllez Girón, antes llamado Juan Pacheco y Toledo, III conde de la Puebla de Montalbán, que por entonces contaba ya con 75 años de edad y ocupaba el asiento de mayordomo del Rey desde 1624. Viviría poco tiempo, falleciendo el 20 de junio de 1666.

El mayordomo mayor de la reina era nombrado por el rey, excepto en la Regencia, cuando, como es lógico, el nombramiento dependía de la propia reina. Una vez

nombrado el mayordomo mayor no tenía que prestar juramento para ejercer su puesto; en su lugar, debía besar la mano de la reina, lo que significaba ser un cargo de especial confianza. Todos los demás cargos, incluyendo el de caballerizo mayor, debían jurar en manos del mayordomo mayor o, en su defecto, ante el Bureo.

Del mayordomo mayor dependía el buen gobierno, administración y disciplina de la Casa y distribución y buen recaudo de la hacienda17. Entre sus funciones estaba el velar por el cuidado de todo lo tocante al servicio de la reina, del rey-niño y de la infanta, para que sean servidos con la autoridad, reverencia y respeto que se debe18. Debía asistir a las comidas de la reina con frecuencia, especialmente a las comidas públicas, cuya organización recaía bajo su responsabilidad. Para ello estaba asistido del mayordomo de semana, cuya asistencia era inexcusable en dichas funciones.

El mayordomo mayor de la reina, según la etiqueta, solo debía dormir en Palacio en ausencia del Rey. Sin embargo, durante la regencia, no existía otra que la Casa de la

17

Válgoma y Díaz-Varela, Dalmiro (de la): op.cit. pág. 27.

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Reina y de ella dependía el servicio de todas las personas reales, incluyendo al rey niño, hasta que se dispuso el cuarto y Casa del Rey a Carlos II, lo que no ocurre hasta finales de 1674. Por ello, el mayordomo mayor adquirió muchas más competencias de lo que era habitual y debía dormir, como de hecho lo hicieron, dentro de Palacio.

El cardenal duque de Montalto

Ocupaba el cargo de mayordomo mayor de la reina, a la muerte de Felipe IV, don Luis Guillén de Moncada, VII duque de Montalto, grande de España. Tanto su

antecesor, el conde de Altamira, como los que le sucedieron durante la minoría de edad, el duque de Alba, el marqués de Aytona y el duque de Pastrana, todos eran grandes de España. Aunque ello, en el caso de la Casa de la Reina, no era requisito necesario y así encontramos que, ya en la mayoría de edad (y, por tanto, ya en la Casa de la Reina Madre), ocupará la mayordomía mayor el marqués de Mancera que no era grande de España en la fecha de su nombramiento en 1677, aunque recibiría la grandeza el 5 de octubre de 1692.

La peculiaridad de la Regencia hizo del cargo de mayordomo mayor de la reina el primero y más importante de todos los del servicio regio.

Don Luis Guillén de Moncada, la Cerda, Aragón y la Cueva que, además de duque de Montalto, era duque de Bivona, príncipe de Paterno, conde de Aderno, y otros muchos condados de Nápoles, Sicilia y Cerdeña, nació en Palermo en 1614. Empezó su carrera política muy joven: sin haber cumplido los 21 años de edad se inició como teniente de virrey en Sicilia, donde permaneció de 1635 a 1639. Durante este período ejerció en realidad como virrey interino, ya que los titulares no llegaron a tomar posesión del mismo. Fueron nombrados como virreyes en los tres años y cuatro meses que permaneció el duque de Montalto en Sicilia cinco virreyes, el duque de Alcalá de los Gazules, suegro a la sazón de Montalto, el duque de Medina de las Torres, el duque de Cardona, el marqués de los Vélez, marido del aya de Carlos II de la que hablamos más arriba, y el marqués de los Balbases, ninguno de los cuales llegó a ejercer el cargo. Finalmente fue nombrado don Francisco de Melo que tomó posesión del cargo, ocasión cuando Montalto abandona la isla.

Durante el gobierno interino del duque de Montalto, este celebró tres parlamentos donde logró importantes donaciones para la corona que sumaron 4.653.000 escudos sicilianos los cuales ayudaron a abastecer los ejércitos de Flandes y Milán. Tuvo que

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afrontar las fuertes sequías que conllevaron severas carencias alimentarias y conatos de revueltas que tuvo que pacificar, presagio de la rebelión que acaecería una década más tarde en 1647. Viajó a Mesina donde tuvo que enfrentarse a los jurados locales y al magistrado por sus abusos de poder. Ajustó con la orden de San Juan de Jerusalén los tributos debidos al rey de España y destacó, en fin, a pesar de su juventud, en el buen gobierno de su isla patria.

En febrero de 1639 se embarcó en Palermo junto a su familia para regresar a España. La enfermedad de su esposa, junto a la orden recibida del nuevo virrey don Francisco de Melo de que le enviase de inmediato las galeras en las que estaban embarcados, retrasó la venida a España y tuvieron que partir hacia Roma. Durante el trayecto, que tuvieron que continuar en dos galeras enviadas por el pontífice, falleció su esposa antes de llegar a Roma. Permaneció don Luis Guillén catorce meses en la Ciudad Eterna antes de lograr embarcación para su regreso a España.

Tras una breve estancia en Sicilia, donde fue a resolver la sucesión de su casa (ya que sus padres se retiraron de la vida pública para meterse en religión, él como Jesuita y ella como carmelita descalza), llegó el duque de Montalto a España, finalmente, en 1642. Aquí contrajo matrimonio en segundas nupcias con Catalina de Moncada, hermana del marqués de Aytona, y recibió como dote, por merced Real, el cargo de capitán general de la Caballería de Nápoles. Después de muchas instancias para lograr el nombramiento de virrey de Sicilia, que le ofreció el conde duque antes de su caída, o bien el virreinato de Nápoles, que también vacó por entonces, fue excluido de ambos con la excusa de ser natural de ambos reinos. Finalmente fue nombrado como virrey de Cerdeña en septiembre de 1644. Nació entonces su hijo y de su segunda esposa y con ellos inició, en enero de 1645, su viaje rumbo a la isla de Cerdeña. Después de cuatro meses de viaje por fin llegó a Cagliari con la primavera. Encontró el reino –según describe él mismo– [...]en llamas de discordia, de hira, y de vergüenza [...]; los

campos, las calles, todo el Reino [...] cubierto de sangre, los tribunales sin uso, corrida la justicia, radicada la autoridad con embejecida costumbre19. Logró restablecer la justicia y negociar los servicios necesarios para socorrer al ejército real en Cataluña y a la Isla de Menorca. En 1647, debido a las revueltas de Sicilia y Nápoles, el duque de Montalto asistió con muchos recursos sardos a los virreyes, a la sazón el marqués de los Vélez y el duque de Arcos, respectivamente. La asistencia prestada llevó a los rebeldes

19 A.H. signatura 9/5781

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sicilianos a arremeter contra el monasterio de carmelitas descalzas en el que había profesado la madre de Montalto, llegando a peligrar su vida y viéndose forzadas todas las hermanas a cambiar de monasterio.

Por despacho del rey de 2 de agosto de 1651 el duque de Montalto fue nombrado virrey de Valencia. Llegó a Valencia en agosto de 1652 y poco después fue recibido como caballero del Toisón de Oro el 13 de septiembre de 1652. Permaneció como virrey durante dos mandatos de un trienio, tratando de extirpar los bandos de bandoleros que infestaban por entonces Valencia y que gracias al buen gobierno de su predecesor, el conde de Oropesa, según reconoce el propio Montalto, se había salvado el reino de la ruina. Permaneció en Valencia hasta octubre de 1658, cuando fue nombrado embajador en Alemania, cargo que no llegó a ocupar.

Siendo gentil-Hombre de la cámara de Felipe IV, entró al servicio de la reina como su caballerizo mayor en junio de 1659 por jubilación concedida a su predecesor don Fernando de Borja, conde de Mayalde. El 20 de noviembre de 1663 fue ascendido al cargo de mayordomo mayor de la Reyna, también por jubilación de su antecesor, el conde de Altamira. Mantuvo sin embargo ciertos privilegios de su cargo de caballerizo mayor como mantener el coche de guarda.

En 1664 el duque de Montalto elevó dos memoriales solicitando ser nombrado consejero de Estado. Alegaba en ellos [...]ventiocho años de servicios entre virreinatos de España y Italia, prorrogado en dos, confirmado en uno, y elegido para la Embajada de Alemania20. Además, contaba con el expreso apoyo de la reina, quien encarga a don Luis de Oyanguren, secretario del Consejo de Estado, que ayudase la instancia del duque de Montalto. A pesar de ello, tuvo que esperar hasta el 15 de enero de 1666 para lograr entrar finalmente en el Consejo de Estado, nombrado ya por la reina regente. En la primavera de 1667, culminó su carrera de modo sorpresivo, incluso para él, cuando fue nombrado cardenal, sin título. Incompatible su nueva condición de príncipe de la Iglesia con el cargo de mayordomo mayor, consiguió, sin embargo, se le continuasen los gajes hasta que posteriormente recibió una serie de mercedes eclesiásticas que le compensaban con creces de la pérdida de los mismos. Entre otras, en 1671 recibe merced de las rentas eclesiásticas de las abadías de Santa María de la Nohara, y San Miguel de Troina, en el reino de Sicilia, que vacaron por muerte del patriarca de la Indias.

20 A.G.P. Personal. Caja 696, expediente 7

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Su nombramiento como cardenal fue interpretado como una forma de alejarle del centro de poder y de su jefatura cortesana. A raíz del nombramiento se polarizaron sus relaciones con el padre Nithard, que hasta entonces habían sido cordiales, hasta el punto de ser calificado por el padre confesor de ser el principal responsable de la conjura que culminó con su expulsión de España21.

En cuanto a su familia, el duque de Montalto había heredado sus casas no por fallecimiento de su padre, sino por su cesión y renuncia en favor de su hijo. Como anticipábamos, sus padres acordaron separarse para entrar en la vida religiosa, él como jesuita y ella carmelita descalza en el convento de la Asunción de Palermo, el cual había fundado su marido en 1628. Su madre, Juana de la Cerda y de la Cueva, era hermana de padre del entonces VII duque de Medinaceli, Juan Luis de la Cerda y Toledo, ella como hija del primer matrimonio del VI duque de Medinaceli y él del segundo matrimonio. En 1665, el VII duque de Medinaceli, a sus 58 años de edad, ocupaba el cargo de capitán general del Mar Océano y de Andalucía que ejercía desde sus tierras del Puerto de Santa María, siendo éste uno de sus condados. El puesto de capitán general del Mar Océano era el supremo cargo de la marina española y lo obtuvo por título de Felipe IV de 1664. Sin embargo, el mes de octubre de 1668 elevó una instancia a la reina

gobernadora para hacer dejación del mismo a favor de su hijo, Juan Francisco de la Cerda, quien, como veremos en la tercera parte de la investigación, será honrado con el cargo de sumiller de corps de Carlos II cuando, el año de 1674, se instaure la Casa del Rey.

Unían otros lazos al duque de Montalto con el de Medinaceli, ambos casados con hijas y herederas sucesivas de la casa de los duques de Alcalá. Don Luis Guillén de Moncada, siete años más joven que su tío Juan Luis de la Cerda, nacido este en 1607, había casado el 27 de noviembre de 1629 en primeras nupcias con María Enríquez Afán de Ribera que, tras la muerte de su padre en 1636, sería la IV duquesa de Alcalá, título que disfrutó poco ya que pasó a mejor vida tres años más tarde, en 1639, sin haber dejado sucesión al duque de Montalto. Por su lado, el VII duque de Medinaceli había casado el 28 de noviembre de 1625, cuatro años antes que su sobrino, con Ana María Enríquez Afán de Ribera (entonces llamada Ana María Portocarrero) que, desde la muerte en 1639 de la mujer de Montalto, será la V duquesa de Alcalá. Estas dos

21 Pilo Gallisai, Rafaella: «Casi todos los hombres del cardenal Moncada. La conjura de otoño (octubre de

1668-marzo de 1669)» en Bernardo Ares, José Manuel de (coord.): La sucesión de la monarquía hispánica, 1665-1725. Córdoba 2006. Págs. 255-275.

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señoras, IV y V duquesas de Alcalá, eran primas hermanas: siendo la IV duquesa hija del III duque de Alcalá y la mujer de Medinaceli hija del hermano pequeño de aquel. También la duquesa de Medinaceli dejó viudo a su marido pero, a diferencia de la de Montalto, si tuvieron sucesión por lo que la importante casa de Alcalá de los Gazules se uniría a la de Medinaceli en aquel que fue sumiller de corps y más tarde primer ministro de la monarquía de Carlos II.

Por su segundo matrimonio con Catalina de Moncada (que también le dejaría viudo en 1659), el duque de Montalto se vinculaba a otra de las familias que jugó un papel importante durante la Regencia. En efecto, Catalina de Moncada era hermana de Guillén Ramón de Moncada, IV marqués de Aytona, que en 1665 era caballerizo mayor de la reina, cargo en el que sucedió a su cuñado, y ocupó también el cargo de

mayordomo mayor poco después de que lo dejara el marido de su hermana al ser nombrado cardenal. En seguida trataremos de este personaje, quizás el más cercano e influyente ante la reina durante los momentos más convulsos de la Regencia.

Finalmente, cabe señalar el vínculo de Montalto con otro personaje al que también llama hermano en sus cartas y que en realidad era su cuñado. Se trata de don Francisco de Moura, marqués de Castel-Rodrigo, del que trataremos en breve como caballerizo mayor de la reina, pero por el momento, en el año de 1665, lo encontramos ocupando el importante cargo de gobernador y capitán general de las provincias de los Países Bajos de Flandes y baste con eso por el momento.

Nuevamente encontramos que los vínculos familiares más directos del

mayordomo mayor no se corresponden con sus simpatías políticas. Hemos visto que el duque de Montalto era de los personajes más afectos a don Juan de Austria, como se hace patente en sus cartas. Podemos incluir también como afectos a don Juan al duque de Medinaceli y al marqués de Castel-Rodrigo. Por el contrario, el marqués de Aytona se identifica más con el bando de los nitardos. A esto hay que añadir el matrimonio que ya indicamos del hijo único y heredero de Montalto, don Fernando de Aragón, con María Teresa Fajardo, hija del aya de Carlos II, la marquesa de los Vélez, que dejamos encabezando la parcialidad femenina de las nitardas.

Reparemos ahora en la carrera política del hijo único del duque de Montalto. Nació don Fernando de Aragón y Moncada en Madrid el 30 de octubre de 1644, hijo del segundo matrimonio del cardenal duque con la hermana de Aytona. Su padre era

caballero de la orden de Alcántara y comendador de Belvís de la Sierra en la misma. Sin embargo, don Fernando entra en la caballería de Montesa, más vinculada a su familia

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materna, en la que llegó a regir las encomiendas de Silla y Benasal. Aunque quizás la circunstancia determinante para entrar en una orden de caballería valenciana fuera que sus padres ocupaban el virreinato de Valencia cuando entró don Fernando como caballero de Montesa, el 22 de agosto de 1656. Tres años más tarde perdió a su madre, víctima de un zaratán (término usado entonces para designar al cáncer de mama). Durante la Regencia, llegó a ocupar el cargo de capitán general de la caballería de Flandes y ejerciendo dicho cargo fue uno de los primeros agraciados con el puesto de gentilhombre de cámara de Carlos II.

En efecto, el 17 de diciembre de 1674, por Real Decreto de Mariana de Austria, se nombran los primeros gentileshombres de la cámara con ejercicio de la Casa de Carlos II. Se determina en el Decreto que se asienten según la antigüedad por la que van nombrados, siendo el primero de ellos el duque de Montalto, que ya llevaba este título desde la muerte de su padre, el cardenal duque, acaecida el 4 de mayo de 1672. Precedía así al conde de Saldaña, al conde de Oropesa, al duque de Sessa y los demás, que

veremos con más detalle en la tercera parte de la investigación, hasta completar el número de ocho que compartieron el mismo Real Decreto. No por ello era el duque de Montalto el gentilhombre más antiguo de la nueva casa, porque, como también

veremos, el mismo día otro Real Decreto confirma a los gentileshombres que fueron de Felipe IV para que lo sigan siendo de la casa de Carlos II, manteniendo su antigüedad; pero sin duda es un reflejo claro del posicionamiento que había alcanzado la familia durante la regencia.

Encontrándose en Flandes, no podía cumplir con el requisito de jurar ante el VIII duque de Medinaceli, recién creado sumiller de corps, por lo que, por orden del mismo, juró en Bruselas en manos de don Juan de Velasco y Henín, V conde de Salazar el 13 de noviembre de 1675. Sin embargo permaneció todavía en Flandes hasta el 16 de mayo de 1678 que llegó a Madrid a ejercer su cargo en la cámara del Rey22.

Debió tener el VIII duque de Montalto algún conflicto con Su Majestad cuando el 12 de enero de 1685 una Real Orden de Carlos II le prohibía la entrada en Palacio a él y al conde de Monterrey. Pero cualquiera que fuera la razón de este castigo, no empañó la carrera de don Fernando que el 26 de junio de 1691 sería nombrado consejero de

Estado. Luego ocupó el cargo de presidente de Indias desde el 9 de septiembre de 1693 hasta 1695. Fue presidente del Consejo de Aragón desde el 16 de Febrero de 1695 y

22 A.G.P. Personal, caja 696, expediente 7.

Referencias

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