Las aventuras (completamente inventadas) de Dick Turpin (2024), de Ben Palmer

Inglaterra, siglo XVIII. Hijo de un carnicero, el vegano Dick Turpin se niega a heredar el negocio familiar. Tras matar accidentalmente al jefe de una banda de bandoleros, Dick Turpin se convierte en el nuevo líder. Con sus hombres tratará de asaltar una diligencia que nadie ha conseguido detener antes, pero también enfrentarse a una temible bruja que convierte a las personas en pollos. La escritora especializada en “true crime” Eliza Bean divulga sus hazañas, por lo que se convierte en una figura popular, aunque el cazador de ladrones Jonathan Wild tratará de encerrarle.

Pese a que en realidad se trató de un personaje sanguinario, el forajido Dick Turpin ha sido idealizado por los británicos a lo largo de la historia, desde que le ahorcaron con 33 años. Además de inspirar novelas, dio lugar a una serie de los 70 donde le encarnaba Richard O’Sullivan, convertido en la máxima celebridad de la televisión británica tras Un hombre en casa. Recupera al personaje una comedia de seis capítulos de media hora producida por Apple TV+, en clave paródica al estilo de La víbora negra o Los caballeros de la mesa cuadrada, por su humor absurdo y el recurso constante a los anacronismos.

Algún gag visual está logrado, aunque en general todo resulta demasiado caótico y disparatado, y a veces abusa de chistes groseros, tan facilones como aludir al doble significado del nombre de pila del protagonista. Además, cuenta con un reparto irregular, encabezado por Noel Fielding, cuyas habilidades como cómico podrían mejorar. Tiene gracia Hugh Bonneville, popular como el conde Robert Crawley, en Downton Abbey, que aquí demuestra su capacidad cómica como Wild, el antagonista.