Las concepciones y los usos del tiempo en el análisis histórico
Navigation – Plan du site

AccueilNuméros48-2Actualité de la rechercheDébats. Tiempos y temporalidades ...Las concepciones y los usos del t...

Actualité de la recherche
Débats. Tiempos y temporalidades en Historia

Las concepciones y los usos del tiempo en el análisis histórico

Pedro Ruiz Torres

Texte intégral

  • 1 Bloch, Marc (1993), Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, ed. crítica de Étienne Bloch, (...)
  • 2 Cito ahora la edición en castellano: Id. (1996), Apología para la historia o el oficio de historia (...)

1La historia estudia los seres humanos en el tiempo, pero lo cierto es que los historiadores se han preocupado poco de esa atmósfera en la que según Marc Bloch debe respirar su pensamiento1. Él mismo puso de relieve, hace tres cuartos de siglo, el doble error de considerar la historia como «la ciencia del pasado» y de identificar el tiempo con la cronología. El tiempo de la historia, nos dice, es una realidad concreta y viva, entregada a la irreversibilidad de su impulso, el plasma mismo en el que están sumergidos los fenómenos y el lugar en el que resultan inteligibles. El tiempo es un continuo y asimismo un cambio perpetuo: «De la antítesis de estos dos atributos provienen los grandes problemas de la investigación histórica»2.

  • 3 Spinoza, Benedictus (2006), Tratado de la reforma del entendimiento. Principios de filosofía de De (...)
  • 4 San Agustín (1993), Confesiones, Barcelona, Planeta, lib. 11, cap. xiv, p. 293.
  • 5 Kant, Immanuel (1993), Crítica de la razón práctica, Madrid, Alfaguara, pp. 41-43 («Introducción») (...)

2Dos modos muy diferentes de concebir el tiempo salieron a relucir en la antigua y persistente controversia filosófica sobre el «enigma del tiempo». Spinoza, en sus Pensamientos metafísicos (1663)3, define el tiempo como el modo de pensar la duración y lo considera no una afección de las cosas, sino únicamente «un ser de razón», es decir, un producto de la mente humana. Su concepto de tiempo resulta característico de una de las dos posturas filosóficas que durante siglos se enfrentaron a la hora de intentar resolver lo que desde antiguo venía siendo un enigma, porque, como Agustín afirmó en sus Confesiones (escritas entre el año 397 y el 400), el tiempo parecía algo muy familiar y, sin embargo, no había modo de explicarlo4. Más tarde, también Kant puso el acento en el tiempo como algo «subjetivo» en su Crítica de la razón pura, por más que en 1787, cuando apareció la segunda edición con modificaciones sustanciales, lo hiciera de un modo muy diferente al de Descartes y Spinoza. A partir de la descomposición llevada a cabo del conocimiento empírico en, por un lado, lo que recibimos en nuestras impresiones y, por otro, aquello que la facultad de conocer produce, Kant consideraba el tiempo como un concepto «no empírico», no extraído de alguna experiencia, sino una representación a priori que sirve de base a la experiencia de la simultaneidad y de la sucesión y hace posible la realidad de los fenómenos. El tiempo es para Kant «la condición subjetiva bajo la cual pueden tener lugar en nosotros todas las intuiciones», no algo que «exista por sí mismo», una «determinación objetiva» o una «disposición inherente a las cosas mismas»5. El tiempo concebido de un modo subjetivo se convierte así en una forma innata de contemplar los sucesos, que se fundamenta en la peculiaridad de la conciencia humana y subyace como condición de toda experiencia.

  • 6 Hawking, Stephen W. (1988), Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, Barcelona, Cr (...)
  • 7 Davis, Paul (1996), Sobre el tiempo, Barcelona, Crítica, p. 46.

3En sentido opuesto, a lo largo del siglo xix los descubrimientos científicos revalorizaron la antigua idea retomada por Newton del tiempo como un hecho objetivo y la modificaron sustancialmente. La teoría de la relatividad de Einstein arrumbó el tiempo absoluto de Newton y puso en su lugar uno relativo pero, en contra de lo que a veces se piensa, no porque el tiempo fuera visto como un hecho subjetivo, sino porque se comprobó que no había una forma única de medirlo. La afirmación de Newton de un tiempo absoluto, verdadero, matemático en sí y por naturaleza sin relación con nada externo, un tiempo que corre uniformemente, hasta entonces había sido la propia de las ciencias naturales. Sin embargo, en un vasto universo donde las distancias remiten a la velocidad de la luz, la medida del tiempo depende de la posición y del movimiento del observador. No existe, por tanto, un espacio fijo, por un lado, y un tiempo fijo, por otro, sino un espacio-tiempo que como tal es dinámico de manera conjunta, como nos dice Stephen W. Hawking en su Historia del tiempo6. En consecuencia, atrás quedará el tiempo universal, absoluto y rígido de Newton, pero no por tal motivo las ciencias de la naturaleza dejaron de concebir el tiempo como un atributo de la existencia, como un hecho objetivo, a diferencia de Spinoza, Kant y otros filósofos. En palabras de Paul Davies, el mundo real de ahí afuera incluye al tiempo7, pero un tiempo ahora intrínsecamente plural, relativo y flexible.

  • 8 Toraldo di Francia, Giuliano (1994), Tempo, cambiamento, invarianza, Turín.

4En apariencia dos extremos irreconciliables, «tiempo subjetivo» y «tiempo objetivo», dieron pie a sendas nociones contrapuestas. Semejante dualismo no tiene sentido en nuestros días porque dos fenómenos intelectuales del siglo xx han contribuido decisivamente a superarlo. Uno lleva a pensar el tiempo de un modo nuevo en las ciencias de la naturaleza, el otro es la aparición y el desarrollo de la llamada «ciencia social» y su búsqueda de un espacio de conocimiento diferenciado del de las ciencias de la naturaleza, por un lado, y del de las ciencias humanas concebidas al modo tradicional, por otro. La distinción entre dos tipos de ciencias, a las que Windelband llamó «ciencias ideográficas» y «ciencias nomotéticas», las primeras narrando los acontecimientos históricos humanos singulares, irrepetibles, en un tiempo unidireccional, evolutivo, mientras las segundas en busca de leyes generales como las de la física, para la que el tiempo es algo fijo, invariable, cuantitativo y medible, perdió fuerza a lo largo del siglo xx8. Hasta entonces las ciencias de la naturaleza, desde su transformación moderna en ciencias de carácter empírico y con la adopción del método experimental, habían tomado en cuenta sólo la medida del tiempo. Pero ahora, en ellas el tiempo adquiría otro carácter, tras el descubrimiento de la ley de la entropía que explica la «flecha del tiempo», es decir, la irreversibilidad de los fenómenos y, sobre todo, desde la resolución del enigma planteado por la teoría de la relatividad general de Einstein. Dado que era imposible un universo estable y siempre igual a sí mismo, había que concebirlo en expansión y con un origen (el big bang) y un final. Hubble confirmó lo primero en 1929 por medio de la observación del movimiento de las galaxias.

  • 9 Hirsch, Thomas (2016), Le temps des sociétés. D’Émile Durkheim à Marc Bloch, París, Éditions EHESS (...)

5El dualismo metodológico quedó asimismo cuestionado a principios del siglo xx al intervenir en la discusión metodológica los partidarios de la nueva ciencia social. Surgió un modo nuevo de concebir el tiempo, el tiempo social, que contenía un alto grado de objetividad, sin dejar por ello de ser una representación subjetiva. Para la sociología de Durkheim, nos dice Thomas Hirsch, la «categoría de tiempo» no era ni una forma a priori del entendimiento, ni el resultado de una inferencia empírica individual, sino una institución que variaba según las sociedades, una representación colectiva que cambiaba con la transformación de la sociedad, pero que, por el hecho de ser colectiva, tenía garantías de objetividad, dado que esas representaciones se confrontaban constantemente con las experiencias de los individuos y de las sociedades. La idea de un tiempo relativo a las sociedades se convirtió en una noción clave de la sociología9. El concepto social de tiempo formulado por Durkheim iba en contra, por un lado, de la idea newtoniana de un tiempo objetivo y universal y, por otro, de la concepción bergsoniana de una duración que se diera de forma inmediata en la conciencia de cada persona. La sociología y la antropología de la época, con la información que iba recogiendo de la «sociedad primitiva», contribuyeron decisivamente a la idea de la relatividad social del tiempo. Para Durkheim, el tiempo estaba unido estrechamente a la organización social.

  • 10 Pomian, Krzysztof (1990), El orden del tiempo, Gijón, Júcar, pp. 25-121.
  • 11 Raulff, Ulrich (2005), Marc Bloch. Un historien au xxe siècle, París, Éditions de la Maison des Sc (...)

6La influencia del trabajo de investigación en el entorno de L’Année sociologique, en particular la noción de tiempo social y la crítica al «ídolo cronológico» de la historia tradicional por parte de Simiand, tuvo efectos inmediatos en la historiografía francesa. En la obra de Lucien Febvre, Philippe II et la Franche-Comté (1911), influida por las ideas de Lacombe y de Simiand, los acontecimientos, que solían ser concebidos por los historiadores como sucesos o «circunstancias fácticas», no fueron tratados a la manera convencional mediante la narración que los relaciona y los describe en un tiempo continuo, homogéneo, uniforme, sino como síntoma de un malestar social, de un conflicto económico. Los acontecimientos llevaban a lo que muy pronto recibió el nombre de «estructura social» o de «coyuntura económica», conceptos o abstracciones que pertenecían al mundo de lo invisible, permanecían invariables y de esa manera eran capaces de dar cuenta de las condiciones de posibilidad de los acontecimientos y proporcionar una «verdadera» explicación científica10. Hemos visto al principio cómo para Marc Bloch la historia era «la ciencia de los hombres en el tiempo». La paradoja de un tiempo de la historia que mostraba ser «un continuo» y también «un cambio perpetuo» apuntaba a una posible solución. Por tiempo continuo, escribió Marc Bloch en 1930 con motivo del centenario del nacimiento de Fustel de Coulanges, hay que entender el tiempo social que este último ha descubierto y que más tarde los historiadores de los Annales llamaron la longue durée de las estructuras profundas11, mientras que el cambio perpetuo es el de los acontecimientos únicos que se suceden con extraordinaria rapidez.

7Después de la Segunda Guerra Mundial y durante un par de décadas, los «tres tiempos» de Braudel influyeron en el desarrollo de la «nueva historia». ¿En qué consistió su aportación y hasta qué punto resulta innovadora? No es fácil contestar a la pregunta porque el propio Braudel cae en contradicciones. Para él, «no hay un tiempo social de una sola coladura, sino un tiempo social con mil velocidades, con mil lentitudes que no tienen casi nada que ver con el tiempo diario de la crónica y de la historia tradicional». Sin embargo, aquello

  • 12 Braudel, Fernand (1991), Escritos sobre la historia, México, Fondo de Cultura Económica, p. 23 y p (...)

que interesa apasionadamente a un historiador es el entrecruzamiento de esos movimientos, su interacción y sus puntos de ruptura: todas ellas, cosas que sólo pueden registrarse en relación con el tiempo uniforme de los historiadores, medida general de todos esos fenómenos, y no en relación con el tiempo social multiforme, medida particular de cada uno de ellos12.

8¿Incoherencia de la argumentación por razones ajenas a la epistemología y próximas a la institucionalización de una historia por encima de las demás ciencias sociales? En cualquier caso, resulta interesante señalar que la variedad de tiempos sociales de Braudel tiene el mismo carácter que la multiplicidad de tiempos en la nueva física y en la biología. Las diversas clases de «tiempo cíclico» y de «flechas del tiempo» en el cosmos, en la Tierra y en los seres vivos son para esas ciencias un hecho objetivo, al igual que ocurre con los tres tiempos de Braudel. Pero hay más: al introducir una nueva jerarquía epistemológica, Braudel puso en el lugar más bajo la descripción o el relato de los acontecimientos únicos en un corto intervalo de tiempo, el mundo de los sucesos vividos por los contemporáneos, el de la acción de los individuos, en definitiva el de la historia tradicional. El lugar más alto lo ocupaba la explicación científica que resulta del análisis de los fenómenos que se repiten en el tiempo largo, aquellos que dan origen a las estructuras que cambian de un modo lento o muy lento e imperceptible en el corto plazo, la historia en torno a la longue durée.

  • 13 Clark, Stuart (1988), «Los historiadores de los Annales», en Skinner, Quentin (comp.), El retorno (...)

9El modelo estructuralista braudeliano, de corte materialista pero en sentido muy diferente al del marxismo, puso el acento en la muy larga duración, pero corría el peligro de caer en un determinismo geográfico. Otros historiadores, señala Stuart Clark, prefirieron concebir el cambio histórico de un modo multidimensional, al modo de Marc Bloch y Lucien Febvre, dándole relieve también a lo que más tarde se llamó la historia de las mentalidades y sin compartir la jerarquía de Braudel13. Los historiadores de los Annales como Jacques Le Goff o Georges Duby mostraron una atención preferente por la ordenación simbólica de la vida social y, en especial, por la función desempeñada en ese sentido por el tiempo en las diferentes culturas y en particular en la Edad Media. Más tarde, surgió una nueva forma de concebir los acontecimientos, en tanto que reveladores de realidades de otro modo inaccesibles y medio de desvelar la subjetividad de los actores, en compañía de la irrupción de la «microhistoria», de la «historia del tiempo presente» y de una nueva historia política. Todo lo cual ha dado un vuelco en las dos últimas décadas del siglo xx a la problemática del tiempo histórico.

  • 14 Elias, Norbert (1989), Sobre el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 20-21 (1ª ed. 1984 (...)
  • 15 Ibid., p. 91.

10Sin embargo, queda aún darle relieve a otro modo de concebir el tiempo social y el tiempo histórico que no procede de la sociología y de la historia social francesas, sino de la corriente intelectual que entronca con el historicismo filosófico y la hermenéutica de Dilthey. Norbert Elias, en su libro Sobre el tiempo (1984), criticó también el viejo dualismo y propuso una alternativa desde la ciencia social. Ambas teorías, nos dice, la que pone el acento en lo subjetivo y la que lo hace en lo objetivo, inventan un individuo solitario que se enfrenta al mundo y comienza a conocer. La preeminencia la tiene, en una de ellas, la naturaleza del sujeto y, en la otra, la naturaleza del objeto. Norbert Elias, por el contrario, parte de la idea de que el saber humano, en general, y el saber sobre el tiempo, en particular, son el resultado de un largo proceso de aprendizaje de la humanidad en el que el individuo se apoya en un conocimiento existente y lo prolonga. Al operar con el tiempo siempre están en juego seres humanos en su entorno, procesos sociales a la vez que físicos. Por ello, «el individuo no inventa el concepto de tiempo por sí mismo, sino que aprende desde su infancia tanto el concepto de tiempo como la institución social del tiempo que le está unida de modo indisoluble14». Los hombres trabajan con diversos tipos de conceptos temporales en la práctica de las sociedades humanas. Unos indican secuencias de transformación meramente conocidas, como «antes» y «después», y representan una vinculación de posiciones diversas dentro de una secuencia que es la misma para todas las personas de referencia. Norbert Elias los denomina conceptos temporales «referidos a la estructura». Otros, por el contrario, introducen en la formación conceptual la vivencia que de esa secuencia tienen los seres humanos y esos conceptos se modifican cuando cambian los grupos o personas de referencia. La vivencia de los procesos sociales constituye una parte integrante del mismo proceso, lo que no sucede en el plano físico del Universo y, por tal motivo, Norbert Elias los denomina conceptos temporales «referidos a la experiencia». De ahí que la frontera entre pasado, presente y futuro cambie constantemente15.

  • 16 Existe una traducción al castellano: Koselleck, Reinhart (1993), Futuro pasado. Para una semántica (...)

11El mayor avance en el conocimiento de lo que Norbert Elias llamó «conceptos temporales referidos a la experiencia» vino de la mano de Reinhart Koselleck. En su libro Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten (1979)16, dejaba claro que su interés no se centraba en la cronología, una condición de la ciencia histórica, sino en el tiempo propio de la historia o, mejor, en los distintos tiempos de la historia, lo que él denomina: los tiempos históricos. Dicha noción remite a una relación distinta de la que establece el tiempo de la biología, que es de una variabilidad limitada y de una homogeneidad universal, un tiempo único y natural, válido para todos los seres humanos de nuestro planeta, medido culturalmente de distintos modos, pero siempre remitiéndose a un tiempo común, el de nuestro sistema planetario calculado física y astronómicamente. Los presupuestos «naturales» de la división del tiempo salen a relucir en el trabajo de los historiadores cuando se preocupan por la datación exacta y correcta con vistas a poner orden y narrar los acontecimientos, pero el tiempo histórico va mucho más allá de la cronología. Entra en el terreno de la determinación del contenido de aquello —lo histórico— que califica al sustantivo tiempo. Cuando de la determinación del contenido de lo histórico se trata, nos dice Koselleck, lo primero que hemos de poner en duda es la singularidad de un único tiempo histórico, a diferencia del tiempo natural mensurable, porque el tiempo histórico está vinculado a unidades políticas y sociales de acción, a hombres concretos que actúan y sufren, a unas instituciones y organizaciones. Para Koselleck, por tanto, el tiempo histórico es un tiempo social y cultural, un tiempo que existe de distintas formas en función de los diversos contextos socioculturales.

  • 17 Véase el prefacio de Sabina Loriga en la edición francesa de Id. (2016), Le futur passé. Contribut (...)

12En el prólogo a una nueva edición en francés del libro de Koselleck, Sabina Loriga destaca la influencia de la Begriffsgeschichte en la hermenéutica de la conciencia histórica de Paul Ricoeur, en la noción de régimen de historicidad de François Hartog, en la crítica de la modernidad tardía de Hartmut Rosa y en la reflexión sobre la memoria cultural de Aleida Assmann. Con toda razón concluye que en los últimos años, en buena medida por la enorme repercusión de la obra de Koselleck, el tema de la temporalidad se ha convertido en uno de los centros de atención de los historiadores y en general de las ciencias sociales17.

Haut de page

Notes

1 Bloch, Marc (1993), Apologie pour l’histoire ou métier d’historien, ed. crítica de Étienne Bloch, prefacio de Jacques Le Goff, París, Armand Colin, p. 84 (1ª ed. 1949).

2 Cito ahora la edición en castellano: Id. (1996), Apología para la historia o el oficio de historiador, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 140-141.

3 Spinoza, Benedictus (2006), Tratado de la reforma del entendimiento. Principios de filosofía de Descartes. Pensamientos metafísicos, Madrid, Alianza Editorial, p. 300.

4 San Agustín (1993), Confesiones, Barcelona, Planeta, lib. 11, cap. xiv, p. 293.

5 Kant, Immanuel (1993), Crítica de la razón práctica, Madrid, Alfaguara, pp. 41-43 («Introducción») y 74-75 («La Estética trascendental», sección segunda: «El tiempo»).

6 Hawking, Stephen W. (1988), Historia del tiempo. Del big bang a los agujeros negros, Barcelona, Crítica, p. 56.

7 Davis, Paul (1996), Sobre el tiempo, Barcelona, Crítica, p. 46.

8 Toraldo di Francia, Giuliano (1994), Tempo, cambiamento, invarianza, Turín.

9 Hirsch, Thomas (2016), Le temps des sociétés. D’Émile Durkheim à Marc Bloch, París, Éditions EHESS, pp. 71-94.

10 Pomian, Krzysztof (1990), El orden del tiempo, Gijón, Júcar, pp. 25-121.

11 Raulff, Ulrich (2005), Marc Bloch. Un historien au xxe siècle, París, Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme, p. 84.

12 Braudel, Fernand (1991), Escritos sobre la historia, México, Fondo de Cultura Económica, p. 23 y p. 69 respectivamente.

13 Clark, Stuart (1988), «Los historiadores de los Annales», en Skinner, Quentin (comp.), El retorno de la Gran Teoría en las ciencias humanas, Madrid, Alianza Editorial, pp. 168-187.

14 Elias, Norbert (1989), Sobre el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 20-21 (1ª ed. 1984).

15 Ibid., p. 91.

16 Existe una traducción al castellano: Koselleck, Reinhart (1993), Futuro pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, Barcelona, Paidós.

17 Véase el prefacio de Sabina Loriga en la edición francesa de Id. (2016), Le futur passé. Contribution à la sémantique des temps historiques, París, Éditions EHESS, pp. 7-23.

Haut de page

Pour citer cet article

Référence électronique

Pedro Ruiz Torres, « Las concepciones y los usos del tiempo en el análisis histórico »Mélanges de la Casa de Velázquez [En ligne], 48-2 | 2018, mis en ligne le 05 octobre 2018, consulté le 24 mai 2024. URL : http://journals.openedition.org/mcv/8370 ; DOI : https://doi.org/10.4000/mcv.8370

Haut de page

Auteur

Pedro Ruiz Torres

Universidad de Valencia

Articles du même auteur

Haut de page

Droits d’auteur

CC-BY-NC-ND-4.0

Le texte seul est utilisable sous licence CC BY-NC-ND 4.0. Les autres éléments (illustrations, fichiers annexes importés) sont « Tous droits réservés », sauf mention contraire.

Haut de page
Rechercher dans OpenEdition Search

Vous allez être redirigé vers OpenEdition Search