El diario de Tatiana Sávicheva, la mirada infantil de la tragedia en Leningrado

El diario de Tatiana Sávicheva, la mirada infantil de la tragedia en Leningrado

El escueto pero sobrecogedor diario de la joven Tanya, en el que registró la muerte de sus familiares, se convirtió en un testimonio directo del infierno en el que se convirtió la ciudad de Leningrado durante el interminable sitio de la ciudad por parte de Alemania nazi

El diario de Tatiana Sávicheva, la mirada infantil de la tragedia en Leningrado (Luna G. Alijarcio)

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En el Juicio de Núremberg se leyeron unas líneas que conmovieron profundamente a los asistentes. Habían sido escritas durante el asedio de Leningrado por una niña de doce años, Tatiana Savicheva. Con letra temblorosa y desigual, había registrado en una insólita libreta las muertes de su familia. Una sola frase por página, miembro a miembro. Hasta que solo quedó ella. O eso pensaba. Dos hermanos sobrevivieron a la tragedia y salvaguardaron su memoria. 

Palacio de Núremberg

Palacio de Núremberg, donde se llevaron a cabo los juicios del mismo nombre al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Foto: Shutterstock.

Los niños y niñas han sido tratados por la historiografía como víctimas o sujetos pasivos. En pocas ocasiones como protagonistas, testigos e incluso intérpretes. Pero lo cierto es que, a menudo, a través de sus escritos, reflejan su participación en los acontecimientos históricos.

Nos sorprenderíamos de la cantidad de información que se desprende de las cartas, diarios y dibujos realizados en la infancia. Lo que cuentan –y lo que callan- no solo es una valiosa expresión del mundo afectivo e intelectual de la infancia, sino también un reflejo del momento histórico y social en cuestión.

Comencemos por el principio

«1.-Zhenia murió el 28 de diciembre de 1941, a las 12.30 horas. 

2.-La abuelita murió el 25 de enero de 1942, a las 3.00 p.m. 

3.-Leka murió el 17 de marzo de 1942, a las 5.00 a.m. 

4.-El tío Vasia murió el 13 de abril de 1942, 2 horas después de la medianoche. 

5.-El tío Lesha el 10 de mayo de 1942 a las 4.00 p.m. 

6.-La mamá el 13 de mayo de 1942 a las 7.30 a.m. 

7.-Los Sávichev murieron. 

8.-Murieron todos. 

9.-Solo quedó Tanya.»

Páginas Diario Sávicheva

Páginas del diario de Tatiana Sávicheva donde registró las muertes de su familia durante el Sitio de Leningrado, (Museo del Cementerio Memorial Piskarióvskoye, San Petersburgo). Foto: Getty.

Este es el desgarrador diario de Tatiana Sávicheva, más conocida como Tanya. En sus nueve páginas escritas, describía la inmensa soledad en la que se vio atrapada tras ver morir, uno a uno, a todos los miembros de su familia durante el asedio de Leningrado

Tatiana había nacido en una familia humilde. Hija de una costurera y un panadero, que había muerto cuando ella tenía tan solo seis años, estaba preparada para pasar el verano de 1941 en el campo junto con su madre y sus cuatro hermanos. Pero se vio inmersa en la barbarie ocurrida en Leningrado, rodeada y aislada del resto de Rusia. La ciudad era un objetivo fundamental para Hitler, pues era el paso hacia Moscú y una de las mayores productoras de munición.

Serie de fotografías de la familia de Tanya

Una serie de fotografías de la familia de Tanya antes de que cayeran en desgracia en Leningrado. Foto: ASC.

Por este motivo, pretendía sellarla herméticamente y debilitarla mediante el terror y el hambre. «Nadie duda de que triunfaremos en Rusia -anotó Goebbels en su diario-. El Führer tiene la intención de borrar del mapa ciudades como Leningrado».

Como muchas otras familias pobres de la ciudad, la familia de Tatiana se vio obligada a trabajar en el ejército de la Unión Soviética para sobrevivir. El objetivo común era el día a día: resistir al hambre, al miedo, a los bombardeos y al frío.

Tatiana, a la edad de diez años, se encargaba de cavar trincheras, construir barricadas y ayudar a sacar las bombas incendiarias que caían en el interior. Sus hermanos y hermanas, por su parte, trabajaban como costureros militares, cepilladores o ensambladores todo tipo de munición.

Hermanos Sávichev en 1934

Fotografía familiar de los hermanos de Tatiana, los Sávichev: Lyonya, Nina y Misha, en 1934. Foto: Getty.

Un día, su hermana Nina no regresó a casa. Dada la situación que comenzaba a vivirse en Leningrado, con la muerte rondando las calles, su familia pensó que había fallecido. Fue en ese momento cuando su madre, Mariya Ignátievna, le regaló como recuerdo una libreta que había pertenecido a su hermana.

En aquel entonces no sabían que el bloqueo de la ciudad por las tropas alemanas iba a durar casi 900 días y que, a lo largo de todo este tiempo, iban a morir más de un millón de personas, la inmensa mayoría de hambre y frío. Esa libreta sería lo único que Tanya conservaría cuando el resto de sus cosas tuvieron que ser quemadas para poder calentarse.

Al contrario que en el diario de la archiconocida Ana Frank –admirado por su precocidad literaria y prolijos detalles-, no encontramos una descripción de las penurias que su familia tuvo que sufrir bajo el interminable y cruel asedio llevado a cabo por el ejército nazi. Nueve frases, escuetas y casi telegráficas, son suficientes para producirnos escalofríos. La primera nota en el diario de Tatiana hace referencia a la muerte de su hermana Zhenia.

Fotografía de la joven Ana Frank, que escribió sus famosos diarios mientras se ocultaba de los nazis con su familia en Ámsterdam, durante dos años y medio. Foto: ASC.

Fotografía de la joven Ana Frank, que escribió sus famosos diarios mientras se ocultaba de los nazis con su familia en Ámsterdam, durante dos años y medio. Foto: ASC.

«Zhenia murió el 28 de diciembre de 1941, a las 12.30 horas».

No había regresado de la fábrica donde montaba minas para el ejército, a siete kilómetros a pie de su casa. También donaba sangre para los heridos, lo que aportaba a la familia unas monedas. El trabajo la había dejado exhausta y, en el estado en que se encontraba, murió congelada de frío de camino a su casa.

En el cementerio de Serafímovskoe, su madre pronunció unas terribles palabras: «Nosotros te estamos enterrando, hija mía, pero quién nos enterrará a nosotros

Cementerio de Serafimovski en San Petersburgo

Imagen del cementerio de Serafimovski en San Petersburgo, completamente encharcado, en primavera. Foto: Shutterstock.

Un mes más tarde, moría su abuela: «La abuelita murió el 25 de enero de 1942, a las 3.00 p.m.». Y en un lapso de tres meses, fue testigo de la desaparición de toda su familia. Desde marzo a mayo, Tanya anotó en su diario las muertes de Leka, de su tío Vasia y su tío Lesha y de su madre, Maria Ignátievna, fallecida el 13 de mayo a las 7.30 horas.

Es llamativo el decaimiento de su letra, trémula y difícilmente legible, reflejo del cansancio y la tristeza que ni siquiera le permitieron escribir la palabra «murió» en las últimas notas de su libreta. Con un triste silogismo anotaba las palabras con las que iniciamos este artículo. «Solo quedó Tanya», fue el último registro que hizo.

Nunca supo que sus hermanos Mijail y Nina, dados por muertos, sobrevivieron al terrible asedio y, más tarde, se encargarían de difundir su memoria.

Ojalá hubiera sido posible otro final para Tanya que, enferma y sola, parecía haber comprendido y aceptado su destino. Igual que Ana Frank, tampoco pudo ser testigo del final de la guerra.

En agosto de 1942, gracias a la iniciativa de enfermeras voluntarias, pudo organizarse una operación de rescate que consiguió sacar de la ciudad a 140 niños. Muchos de ellos fueron sacados de los escombros, y desnutridos y gravemente enfermos, fueron trasladados a un hospital en el pueblo cercano de Krasny-Bor.

Según las crónicas de las enfermeras, los primeros días Tanya era capaz de caminar con muletas con mucha dificultad. Había llegado en un pésimo estado de salud y no lograba superar la desnutrición en la que llevaba sumida varios meses. Pero no todas sus heridas eran físicas.

Todos los niños consiguieron sobrevivir y recuperarse de las dentelladas de la hambruna. Pero Tanya, que se había quedado ciega, murió finalmente de una tuberculosis intestinal el 1 de julio de 1944. Tenía solo catorce años.

Placa en memoria de Tatiana en la casa donde vivió

Placa en memoria de Tatiana en la casa donde vivió, en San Petersburgo. Foto: Wiki.

La tragedia vivida por su familia fue la que sufrieron cientos de miles de familias anónimas en Leningrado. Además del hambre, como es bien conocido, la falta de combustible coincidió con uno de los peores inviernos que ha vivido la ciudad de San Petersburgo, con -40ºC. Con estas temperaturas, familias enteras perecieron en sus hogares. Al inicio del ataque a Leningrado, previniendo un prolongado asedio, las autoridades soviéticas disminuyeron las raciones alimenticias para toda la población y, con el paso de los meses, fueron disminuyendo aún más. A esta situación se unía la destrucción de los silos de almacenamiento: grandes cantidades de grano y harina fueron quemados por los bombardeos. Una vez consumido el grano chamuscado, la gente tenía que alimentarse de ratas y palomas y, cuando dejó de haberlas, comenzó a hacerse un mercado negro de cadáveres, estando perfectamente documentados los casos de canibalismo durante este tiempo.

El bloqueo también afectó las reservas de combustibles, por lo que también se paralizaron el transporte público además de los sistemas de calefacción. La muerte convivía con los habitantes, y muchos se desplomaban en las calles sin poder soportar su propio peso.

«Aquel invierno, la muerte nos miró directamente a los ojos y nos miró mucho tiempo, sin pestañear. Quería hipnotizarnos, como hace una boa constrictor con su víctima, arrebatándole la voluntad y sometiéndola. Pero quienes nos enviaron tanta muerte cometieron un error de cálculo. Subestimaron nuestra voraz hambre de vivir». Así reflejaba la situación la superviviente Olga Bergholz.

Museo del Bloqueo en San Petersburgo

Puerta de entrada en la fachada principal del Museo del Bloqueo, en San Petersburgo. Foto: Shutterstock.

Y es que también muchas personas sobrevivieron para contarlo. Aunque la mayoría de ellas han quedado en el anonimato, mantuvieron con gran valor y esfuerzo el funcionamiento de fábricas, hospitales, colegios, guarderías, bibliotecas y huertos.

Y pese a la falta de recursos, también teatros, exposiciones y salas de conciertos permanecieron abiertos durante el bloqueo. Es de admirar que durante los casi tres años de asedio, la biblioteca no dejó de funcionar. Durante la guerra, sirvió a más de 40.000 personas y prestó un millón y medio de libros. Hoy sabemos que una de las búsquedas bibliográficas más consultadas fue «estudio de las guerras justas e injustas».

Tanya Savicheva nunca pretendió escribir un documento histórico y, sin embargo, su diario, hoy en día, se considera como tal. En los juicios de Núremberg sus páginas se leyeron como una prueba más de la barbarie nazi. Actualmente el original se expone en el Museo de Historia de Leningrado (San Petersburgo), y una copia de él en un monumento dedicado a su memoria, sito a las afueras de la ciudad.

Diario de la joven Tanya expuesto

Tal y como está expuesto, el diario de la joven Tanya muestra aún más la crudeza de su sufrimiento. Foto: Getty.

Las duras notas de la libreta demuestran que el asedio de Leningrado fue una de las mayores tragedias humanitarias del siglo XX. Hoy, 80 años después de su muerte, si Tanya Sávicheva pudiera contemplar las condiciones en las que se ven obligados a vivir muchos niños y niñas, rodeados de guerra, hambre y miseria, podría pensar, con todo el derecho, que la humanidad no ha avanzado nada.

Bibliografía:

  • Melanie Challenger y Zlata Filipovic. Voces robadas Diarios de guerra de niños y adolescentes desde la Primera Guerra Mundial hasta Irak. Ariel. 2007. 
  • Cynthia Simmons y Nina Perlina. Escritos de mujeres desde el sitio de Leningrado. Diarios, cartas, memorias y prosa documental. Ediciones La Uña Rota. 2014.

* Este artículo fue originalmente publicado en la edición impresa de Muy Historia.

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