La sierra de Tramuntana se extiende a lo largo de la costa noreste como si fuera la columna vertebral de Mallorca. Desde Andratx a Formentor, se abre todo un paisaje que resiste los envistes del turismo de masas igual que lo hace al viento cuyo nombre la ha bautizado. Tal vez sea así porque llevan siglos manteniendo un delicado equilibrio entre lo que es la naturaleza y lo que es el impacto humano. Precisamente, ese buen hacer es el que llevó a la Unesco a declarar la sierra de Tramuntana como Patrimonio de la Humanidad en su categoría de Paisaje Cultural.
Esta es la zona de la isla que atrajo a los primeros viajeros: el archiduque Luis Salvador de Austria, Sissi Emperatriz, George Sand y Frédéric Chopin se fijaron en los paisajes románticos, en los miradores sobre el mar, en las caprichosas formas que el viento daba a los troncos de los olivos, en los pueblos de piedra y teja, en los vastos campos de naranjos y limones y en el roce rústico pero sincero de sus habitantes, ellos mismos, isleños en una isla mayor. Así es hoy esa otra Mallorca que conserva el ADN más auténtico de las Islas Baleares.