“EL PROBLEMA DE LA TELEVISIÓN PERUANA ES QUE SOLAMENTE VEN EL RATING”

Eduardo Adrianzén, guionista de las mejores telenovelas y series que se han realizado en el Perú, conversó con nosotros. El también dramaturgo, y alguna vez actor, nos habló acerca de la satisfacción de vivir haciendo lo que le gusta, de la nueva generación de jóvenes que nos da esperanza, de las falencias de la televisión peruana, y además nos reveló el argumento de su próximo proyecto: una película sobre los medios de comunicación en los años noventa, la época final del fujimorato.

Eduardo, tienes muchos seguidores en Twitter…

Entré a Twitter en el 2011, con la segunda vuelta de Humala. Es una vitrina divertida, lees a gente muy interesante, periodistas sobre todo. Ayuda para sondear el ambiente del momento. Pero hay que tener cuidado porque es un medio muy agresivo.

En una entrevista que te hizo Carla Harada, te dijo “subversivo de Twitter”…

Me han dicho tantas veces “subversivo”, que ya es gracioso. La palabra en sí no es terrible. Subvertir las cosas es interesante, es poner otro punto de vista, discutir algo que no está dentro del pensamiento hegemónico. La ultraderecha decidió un día que decir “subversivo”, sea decir “senderista”.

En nuestro país ha adquirido un significado fuerte, es una palabra estigmatizada.

En la época de Sendero la palabra “subversivo” era un sinónimo de “senderista”, y obviamente se estigmatizó la palabra. El mundo se construye con el lenguaje. La palabra “terruco” se ha manoseado tanto que ya es inofensiva para la nueva generación, que un carcamán venga a terruquear a alguien, los chicos se ríen, perdió la carga agresiva y se volvió una palabra casi graciosa, lo cual es una cosa aterradora.

Con las historias que has escrito para telenovelas y series… en cierto modo has subvertido las cosas, con ciertos temas que no se tocaban en la televisión peruana…

Sí, tuvimos suerte. Llevo 35 años en la tele, empecé en marzo del año 85. En todo ese largo tiempo he pasado por varias etapas de lo que era la manera de hacer ficción peruana. Cuando me uní con el productor Michel Gómez, con quien trabajé varios años, hubo la oportunidad de hacer productos no tradicionales de ficción, que felizmente funcionaron, porque en la televisión la regla de oro es que tú vendas. Le entramos a un producto muy vendedor, pero con contenidos no tradicionales. Era “subversivo” porque te vendía una forma de ver el mundo, de ver la dramaturgia, diferente a la forma aceptada. Empezamos con Regresa, una versión ficcionada de una cantante criolla que recordaba a Lucha Reyes; luego hicimos La Perricholi, luego la historia de Tatán, un bandolero muy interesante, personaje con mucha carga sociológica. La dramaturgia de la televisión me interesa por lo sociológico-antropológico, no es una escritura inocente, me interesa captar feelings de la época. Tratamos de hacer cosas diferentes, y nos fue bien. Luego, con Del Barrio, seguí buscando una mirada diferente. Con los años se vuelve una manera hegemónica de ver, te vuelves parte de un sistema, de una forma de contar, y hay que romper también. La relación producto-espectador ha cambiado radicalmente en los últimos años.

Alfonso Santistevan y Mónica Sánchez en una escena de La Perricholi de 1992

Con Los de arriba y los de abajo tuvieron buen rating, más alto de lo normal.

Los de arriba y los de abajo fue una locura. Nuestros ratings eran muy altos porque había muy poca opción, no había cable. Yo empecé a trabajar cuando eran cinco canales de televisión. Ahora, con el streaming y el cable, tu público se va reduciendo y se van creando nichos de muchos tipos, que es algo que la televisión de señal abierta no acaba de entender.

Alguna vez dijiste que el streaming es el futuro de la televisión…

De hecho.

¿Te estás enfocando en eso?

Yo no sé si alcance a hacer televisión por streaming. La televisión peruana no tiene ganas de entrar al streaming, porque es caro, la única producción en la que he trabajado que tiene la posibilidad de competir ahí es El último bastión, que hicimos con TV Perú, quizá Nuestra historia… Netflix es un gigante que pone 80 mil condiciones. Los costos que te dan los canales de televisión no te permiten trabajar para plataformas, por eso nos limitamos para un público local, y para venta a países vecinos, a algunos canales pequeños de Estados Unidos, Del Barrio le vende a la India, y a varios países, pero no puede, con el presupuesto que le da el canal, entrar en una plataforma global.

¿Te refieres a ciertos estándares?

El streaming lo exige, porque, viene una producción de Colombia, que se hace un capítulo con 150 mil dólares, y trapea contigo. Si los que tienen el dinero en el Perú no confían, no les interesa, no es su chifa, darte un capital para que puedas producir ese nivel, no lo haces. Movistar está empezando a hacer cosas para el streaming, me parece maravilloso. Mi papá, mi abuelo, pegaban la oreja a la radio para oír los programas, los chicos del futuro dirán “qué loco, prendían el televisor a tal hora para ver un programa, qué raro”… Es la vida, es el proceso normal de las cosas.

Mi viejo me cuenta que él iba al cine para ver las seriales…

Las comunicaciones en estos últimos años se han desarrollado de una manera impresionante. Yo empecé a trabajar en la televisión en el año 85, igualito que los padres fundadores de la tele en el 58, con mi máquina de escribir Olivetti, en el 91 empieza la bendición para los guionistas: la computadora. Luego viene el cable, empieza a haber más de cuatro o cinco canales, ahora el streaming. Todos los cambios han sido muy vertiginosos.

Quiero ahondar en el tema de los contenidos… en comparación con los países extranjeros, aquí no hay mucho riesgo…

No, no hay.

¿A qué se debe?

El terror y el pánico de todo el que tiene capital para producir acá televisión es perder. Su filosofía es: si con dos soles me sale bien y gano cuatro u ocho, ¿para qué lo muevo? Además, si tú dices “voy a hacer algo novedoso”, les da ataque de nervios y te disparan. En la televisión argentina les dices “tengo esta idea novedosa, no se ha visto nunca algo tan original”, te la compran ahí mismo y la producen; en Lima les dices “tengo una idea novedosa, buenísima, que nadie ha hecho”, y te tiran aceite hirviendo. Se quiere repetir lo que funciona. Cuando voy a vender algo tengo que decir “es igualito a tal producto que funcionó muy bien. Por eso vamos a quedar rezagados hasta el día de San Blando, porque no sé cuándo. No está mal buscar el lucro, lo interesante sería que se cambie el chip, que se puede ganar mucho más yendo un poco más allá de cómodo y lo fácil, que es pedir repetición. Cambiar ese chip es imposible con la gente que está ahora, lo veo posible con gente nueva que entre al negocio.

Pero… los canales pagan por la frecuencia, hay una concesión…

Claro, las frecuencias son un bien del Estado.

Y debe haber una ley…

Hay una ley del porcentaje de producción local. Si te vas a contenidos, entras en lo subjetivo, respecto a lo que es más cultural, más educativo. ¿Qué cosa es un producto cultural?, se presta a subjetividades, y se choca con la libertad de expresión, con el libre mercado. La vida tampoco es un señor que odia Esto es guerra, porque el programa, en términos televisivos, está muy bien hecho, pero en el contenido, en términos ideológicos, tengo mis discrepancias. Yo tengo una carrera en televisión, y nunca voy a decir “la televisión basura”, yo creo que hay televisión bien hecha y televisión mal hecha. La televisión bien hecha es un producto que tiene calidad técnica y que tiene un trabajo creativo fuerte, con un concepto claro. Si un producto cumple eso, ya de ahí ponte a discutir qué cosa está transmitiendo en términos de ideología o mensaje. Es un tema peliagudo, lo que se debe o no se debe transmitir en un canal de señal abierta. A mis colegas les digo, no en público, “chambea esto más, tu guion es horrible, tus actores son malos, tu producto tiene problemas…”. Prefiero hablar primero de la calidad del producto, y luego de qué estás transmitiendo. El problema de la televisión peruana es que un producto puede tener una calidad desastrosa, y encima ser más alienante que Satanás.

Es como un círculo vicioso, porque la gente ve lo que le gusta, pero los gustos son aprendidos… y en la televisión está la ley del mínimo esfuerzo, como dijiste alguna vez… es un poco perverso.

Es totalmente perverso, pero… ¿cómo haces? La cuestión de contenidos tiene que tener una discusión muy amplia y delicada. La pantalla de señal abierta es el medio de entretenimiento de millones de personas, sobre todo en un país que no tiene una penetración tan fuerte del streaming y del cable. En Argentina la penetración del streaming es 78 por ciento más o menos, si una telenovela en Argentina tiene 13 puntos, se jalan los pelos de felicidad, porque es un súper archi rating. En el Perú la penetración del streaming todavía va en 15 por ciento, el 85 por ciento de los televidentes peruanos ven señal abierta. Evidentemente tú público es muy grande, y tu responsabilidad también es muy grande. El canal sólo quiere dinero. Es una cuestión de amor propio de los creativos de la televisión. Lamentablemente en el Perú, por el bajísimo nivel de control de calidad, pueden hacer una televisión más mala que patear a la mamá en la cara y ser un éxito, como pueden hacer una televisión muy buena que no la vea ni el gato y tener un punto (de rating). El dueño del canal solamente va a ver el rating, ese es el problema.

El recordado actor Héctor Manrique y Gisela Cárdenas encarnaron a Chamochumbi y Constitución en Los de arriba y los de abajo

Tú trabajas en televisión desde el 85… ¿ha habido alguna mejora o ha empeorado?

Ha mejorado en términos técnicos, pero los contenidos han retrocedido en muchos casos. Todo lo que hacemos está teñido por la situación política. Uno, como comunicador, es un engranaje en un sistema cuyo actuar depende de la coyuntura sociopolítica. En los noventas la televisión de ficción tenía libertad para tratar temas que hoy se considerarían imposibles, escandalosos, aterradores. Yo he hecho cosas que ahora no me las financiaría nadie, porque en los noventa el tema conservador religioso no pesaba, a la gente que tenía el dinero no le interesaba la onda de lo “conserva”, el Opus, y toda esa cosa. Pasa el tiempo y la ola “neoconserva” se pone muy fuerte, nociva y venenosa, y se pone muy de moda que toda la gente que financia, o las corporaciones, se pongan en un plan mojigato, religioso  o “yo soy decente y vendo valores”, a partir de ahí se reventó todo, porque te quieren imponer una visión del mundo y una visión del discurso de ficción absolutamente de acuerdo a lo que piensa el señor que toma té en La Tiendecita Blanca. Si el que pone el dinero piensa así… y además entro Cipriani y toda esa cosa horrible, entonces, te pelaste, porque ya no importa que vendas o no, importa que eso cumpla condiciones ideológicas de querer imponer pensamientos hegemónicos de ultraderecha y “conservas. En Estados Unidos, en un evento en vivo, a una cantante se le soltó el sostén y un ratito se le vio el pezón, y se armó un revuelo… se le soltó un pezón, ¿y?… en los años setenta, ¡Dios mío!, ¡bailaban calatos! Te hacen creer que una estupidez de ese tipo es un tema. Yo en los noventas tenía historias muy fuertes, con un poco de todo, sexo, maldad, malicia, cuestionamientos, y a todo el mundo le parecía “ay, qué bonito, qué gracioso, qué divertido”… Y en el 2011 tuve un problema con La Perricholireloaded”…

La Perricholi… ¿tuvo el mismo argumento en los noventas y en el 2011?

La Perricholi del 92 tenía sólo 10 capítulos, la del 2011 tenía 73, y de pronto ahí tenían todos un ataque de mojigatería que parecía que estaban en un problema sexual gravísimo, la gente que piensa así tiene un problema sexual muy grave en la cabeza. Todos estaban traumatizados y yo no entendía de qué… ¿Qué pasó?, que se puso de moda ser chupacirios de Cipriani. El poder te exigía una ideología “conserva” y meterla por la cabeza, por las orejas y por todos lados, y hacer que la gente se escandalice por cosas que nunca se escandalizaba. Con todo eso retrocede el contenido, ¿cómo no va a retroceder?, si te ponen un montón de censuras. Y los colombianos, los brasileros, los argentinos, y cualquier país de América Latina te revuelca, porque, encima que no tienes plata para producir, haces contenidos monses. Ya no entiendo cómo quieren progresar así.

¿En la versión de La Perricholi de los años noventa existió la misma escena que escandalizó a los conservadores en la versión nueva?

La Perricholi del 92 era faltosísima por todas partes. En los noventas no le importaba a nadie que presentaras un producto con picaresca, erotismo o discurso político, lo único que interesaba era que venda. En el museo de la Inquisición hay una imagen de Cristo a donde traían al pobre acusado, y el cura loco le preguntaba al Cristo “¿él es culpable o no?”, y atrás había un cura que movía la cabeza de Cristo, que era móvil, y si les parecía que era inocente, movían la cabecita para “sí” o para “no”. Eso lo pusimos en la serie, el truco más barato y asqueroso que tenía la Inquisición. Era una parte de humor cruel. Ahora me pongo a pensar en una escena así, y entran en convulsiones como la niña de El exorcista todos mis auspiciadores, y en esa época lo hacía normal.

A propósito, hace poco vi un anuncio de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, diciendo que no hay que creer a las noticias que salen en internet… que confíen en los medios serios…

Creo que era contra las fake. Y muchos medios que se hacen pasar por serios repiten cosas que son para psiquiatra. Yo veo en Twitter la portada de un diario que dice “Soros te quiere convertir en no sé qué, con las ONG”… Están delirando, mándelos al Larco Herrera, un día van a ver al vecino y van a creer que es un reptil, como V, invasión extraterrestre, ¿te acuerdas de esa serie?

Claro.

Están locos, y mucha gente cree. Se perdió la capacidad de distinguir lo que es verdad de lo que es mentira, los medios han creado una realidad paralela. No existe la información neutral, siempre habrá un punto de vista. Todo lo que uno escribe, lo que hace, tiene una ideología, los medios también. Es como el “pastrulo” que me dice “yo soy apolítico”; no existe eso, todos tenemos una posición política.

En tu labor de guionista está siempre presente tu posición política, en comparación con otros creativos…

Otros no quieren, normal. Depende del productor. Todo el mundo no tiene por qué ser igual. A algunos les interesará más el pensamiento crítico, que es mi única brújula en la vida. El único triunfo que uno puede tener en la vida es que, luego de ver algo tuyo, la gente se pregunte “¿ah?”, “¿qué?”, y quiera averiguar más, o discuta, o trate de encontrar una opinión propia. Eso es para mí un triunfo maravilloso.

¿En alguna oportunidad te han querido censurar en alguna producción hasta el punto de querer renunciar?

Mi única bronca fuerte fue en el año 11, con La Perricholi. Me lancé a dar alaridos porque, al final de la historia, por puras presiones religiosas, me podaron 60 minutos de guion, y ya no podía renunciar, ya estaba escrito todo. Yo ya soy viejo en el oficio, y sé perfectamente hasta dónde es posible lo que tú quieres, y la persona que te contrata ya sabe también cómo eres, y, en todo caso, comulga contigo, y puedes llegar a acuerdos que le interesan a las dos partes. A mí me interesa el rollo de género, a Del Barrio también, y trabajamos historias con temas de maltrato familiar, acoso… Las personas podemos trabajar muy bien cuando somos bien sinceros con lo que queremos y con lo que podemos y lo hablamos antes. No hay nada peor que el no decirte las cosas claras con quien vas a trabajar contenidos. El productor y el guionista tienen que estar pensando igual, porque si no, es el infierno. Hablar del concepto de qué cosa vas a vender, cuál es tu gran tema, ahí ves cuál es tu límite, por auspiciadores, por temas que no se pueden tocar, y lo asumes.

El productor Michel Gómez (izquierda) junto al director de fotografía (centro) y Eduardo Adrianzén

¿Cómo es tu labor de guionista?, ¿cómo desarrollas tu oficio en medio de la pandemia?

El tener experiencia no implica que sea un camino fácil, siempre estás con la espada en la cabeza, de si funcionará o no. Tu valor está en el valor de tu último producto. Yo puedo tener 400 años escribiendo e igualito puede irme mal, o puedo tener una reunión de directorio en donde te dicen “esto no está resultando”. Michelle Alexander es muy clara con los conceptos, “quiero una novela musical, familiar, con harta cumbia”, okey, se trabaja sobre eso. Hugo Coya, quien ha entrado en Del Barrio, también es muy claro con eso. Con Mi vida sin ti nos pidieron una novela que sea muy drama, terriblemente cargada. Con eso armas la historia, los personajes. Es un proceso interesante. Una vez que eso está claro te pones a escribir. Luego viene la emisión. De repente lo que tú creías que era fantástico no lo es tanto, y le quitas por aquí, lo apuntalas por allá. Necesitas tener muy claro cuál es tu concepto de historia, tus límites de historia, tus necesidades concretas, con qué está trabajando producción… El escritor que no está trabajando de la mano con producción, no va a poder.

Eduardo… entonces, para mejorar los programas de televisión peruana… habría que cambiar a los dueños de los medios.

Cambiarles el chip de la cabeza. Ni siquiera es plata. Con Canal 7 (TV Perú), por ejemplo, que trabajamos con mi hermana, María Luisa Adrianzén, que es una productora aterradoramente buena, y clarísima con todo… hicimos El último bastión, y les dijimos “esto cuesta igual que cualquier producto de ficción de América Televisión”. Trabajamos con el mismo dinero que trabaja el canal más grande del Perú, que es América Televisión, que produce mucho, y con eso hicimos un producto que es competitivo a nivel internacional. Si pudimos hacerlo con ese dinero, no hay razón por la cual no se pueda hacer también en un canal comercial, simplemente es una cuestión de decisión.

El último bastión… ¿lo hiciste a pedido de Canal 7?

Sí, el Canal 7 quería un producto sobre la Independencia, nos encargó hacerlo en el año 18, como preparación para el Bicentenario. Mi hermana y yo presentamos un proyecto, se aprobó, y nos dieron el dinero para hacerlo in-house. Salió como coproducción entre Mapa Comunicaciones, que es nuestra empresa, con el Canal 7.

La anterior producción, Nuestra historia, ¿también fue a pedido del Canal 7?

Claro, nosotros trabajamos con el Canal 7 del 2013 al 2019, seis años. En ese tiempo hicimos una serie de minitelenovelas que se llamaba Conversando con la Luna

Que la repiten hasta ahora…

Claro. Hicimos 23 mininovelitas, de cinco episodios cada una, 115 episodios, entre el 2013, 14, 15. Como les gustó el trabajo y hubo recepción, vino la idea, que fue un proyecto de mi hermana… Queríamos hablar de lo que pasó del año 78 al 2000, 22 años…

La televisión peruana no ha tocado esa época… es como los libros de Historia del Perú, que no se han actualizado, que no hablan de la etapa de Alberto Fujimori, alias Presidente…

Bueno… ese es un rollo muy largo… Entonces, armamos Nuestra historia, 80 episodios. El Canal 7 nunca ha tenido ratings maravillosos, todo el mundo lo sabe, pero con Nuestra historia pasó una cosa bien rara, el rating era de tres puntos tal vez, pero tiene una hinchada impresionante, por redes, por repeticiones, y tiene un público muy fiel y muy inteligente. Logramos tener un público con el perfil de los fans de Netflix, gente que analiza, que discute. Me sigue conmoviendo mucho, y agradezco los comentarios a Nuestra historia, que está colgada toda en YouTube. Si hiciéramos lo mismo con un canal como el 4 (América Televisión) o el 2 (Latina), hubiera tenido 15, 18 puntos… y costaba menos que un producto de ellos. Es una cuestión de decisión.

¿Presentaron la historia a un canal de señal abierta antes que a Canal 7?

No creo que les hubiera interesado, no les interesa la ficción histórica, porque no pueden vender product placement, yo no puedo tener Ace en 1821… ya de plano te dicen “¿dónde pongo el teléfono Claro?”, ”¿dónde entra Ace?”, “¿dónde comen queso Edam?”… No hay dónde poner la bodega que venda leche Gloria. Además, un canal en su fantasía piensa que al público no le gusta mucho las historias de época porque le parecen difíciles. Y claro, cuando analizamos la sintonía de El último bastión, nuestro público era mayor de treinta y tantos, 40, y de clase media para arriba, era un público bien exigente. Lo que te dice la señal abierta es: quiero un producto fácil de ver, que no requiera ninguna elaboración intelectual, que todo el mundo lo pueda seguir, que te haga llorar, de emociones muy fuertes, que de mucha risa, o que dé mucha tensión o drama. Encima, tiene que tener leche Gloria, Ace…

Y, según dices, la televisión ha involucionado…

Lo que pasa es que antes se ganaban el dinero haciendo cosas más interesantes, y ya no quieren. Sería tonto de mi parte decir que un canal sea beneficencia. Hay formas de ganar dinero exigiendo más al creativo, exigiendo un producto bien hecho. No quiero decir que toda la ficción debe ser con pensamiento crítico. En el caso de Del Barrio toca temas de género muy interesantes. PROTV, que es productora que trabaja muy bien, no le interesa y tiene productos bien hechos, bien actuado, bien bonito, extraordinario. No le pidamos a todo el mundo que haga lo que a uno le gusta hacer. Creo que debería haber una mayor disposición para un mayor riesgo, en todo sentido, para vender afuera. A medida que haces un producto con más apertura de temas, con más nivel de producción, tu capacidad de hacer negocio crece exponencialmente.

Entonces, los canales de señal abierta están perdiendo público por no renovarse.

Calculo que lo saben. En las novelas que hacemos en Del Barrio se ha reducido drásticamente la franja de jóvenes que veían. Te vas volviendo un nicho, tu producto lo ve determinado tipo de público, y te van bajando el presupuesto cada vez más. Va a acabar extinguiéndose, hasta que decidan dar el salto a otra cosa, que ojalá quieran. Yo no sé si lo alcance, pero las nuevas generaciones están en otra.

Y el teatro… ya que no hay mucha novedad en televisión… es otro feeling

La obra de teatro más exitosa en mi vida ha sido… La eternidad en sus ojos, y habrá tenido el equivalente a medio punto de rating de algo de televisión. Lo haces sabiendo que es un público chiquititito. Ahora va a ser peor, porque va a haber que refundar todo, cayó la bomba de hidrógeno y estamos muertos todos, y recién el próximo año se podrá revivir, y eso va a tardar, lamentablemente.

El teatro te hace cuestionar…

Pero el teatro es muy chiquitito, no impresiona a nadie y no le preocupa a nadie. Ahí no hay un tema de “¡Oh!, ¡callaremos a los teatreros porque traen mucho pensamiento crítico!”, sería una falacia creer eso. Simplemente no interesamos porque no damos dinero suficiente para que interese. Los medios de comunicación sí son bien poderosos, y ahí hay un manejo de las corporaciones grandes que pagan. Quienes sostienen la televisión comercial es gente que le interesa mantener el statu quo.

Y el 80, o quizá el 90 por ciento de personas que consumen ficción, ven televisión abierta… así se maneja a la gente.

Claro, te venden una idea de país, es evidente. Pero veamos el otro lado: tampoco es que la gente lo cree tanto. Humala ganó en el 2011 y decían todos los días en los medios que iba a comer niño crudo. No es tampoco que dominen la mente de la gente.

Es otro tema…

Es bastante más complejo. Algunos creen tener más poder de el que en realidad tienen. Mucha gente que se autopercibe como líder de opinión, que mueven a las masas… la mayoría de la gente dice “a este señor la paga tal…” Las corrientes de pensamiento político, social, no están en los medios, la prueba más concreta es que, por ejemplo, con la semana de fascismo que tuvimos, que terminó con esta cosa terrible de la represión en las marchas… ¿acaso los medios se metieron a hablar de eso antes o en el momento?, lo hicieron cuando ya pasó. Pero si estuviera todavía el par de –me callo- Ántero y Merino en el poder, estarían con la lengua bien metida en el bolsillo, así que no me vengan con ese cuento. El poder de los medios es más limitado de lo que creen, y ahí entramos todos, ni el Twitter, ni nadie… somos un elementito de un montón de elementos para crearse un juicio, pero ninguno es el determinante.

A propósito… ¿esperabas la reacción de los jóvenes en las marchas?

Sí. Estuve el miércoles (12 de noviembre del 2020) en la marcha de Miraflores, tragué gas lacrimógeno luego de bastante tiempo. Ahí me di cuenta de que eso venía fuerte, pero era evidente, por la tira de dinosaurios fascistas en el poder. El jueves fui a la marcha de la Plaza San Martín, antes de que tiren gas pimienta, de casualidad me fui 10 minutos antes. En la marcha, todos podían ser mis hijos, y hasta mis nietos, eran chicos entre 18 y 30 años. Eso era bien interesante, inédito. Ahí me di cuenta que no los iban a asustar. Los grandes no tienen la menor idea de cómo se comunican los chicos ahora, yo tampoco lo sabía, he aprendido. La generación nueva se organiza maravillosamente bien, de una manera completamente diferente a las generaciones anteriores. Me parece una eclosión histórica, y es una maravilla que el poder hegemónico no haya tenido la más remota idea de cómo pasó esto.

Mandaron a la Policía a hacer lo que hicieron…

Mandaron a la Policía a meter bala a una generación que sabía cómo protegerse, y aun así han matado a dos chicos y han herido a 200. Si estos chicos no hubieran sido tan organizados, si no hubieran tenido sus grupos de primeros auxilios, sus comandos de desactivabombas, sus formas de moverse, porque tienen una estructura bien interesante también, con sus escudos, sus cuadrillas… si no hubieran tenido todo eso, mataban 25, no dos. Yo me enfermé cuando vi la recua de nazis en el poder. Yo soy veterano de Los Cuatro Suyos, del lavado a la bandera, he salido a la calle para lo que haya que salir, y me encantó ver cómo ha cambiado esa forma de salir a la calle y comportarse en la protesta, y puedo poner mis dos manos al fuego, y mi calva al fuego, que estos chicos fueron en son de paz, a agitar su bandera, a cantar, a gritar, y no hubo la más mínima provocación de parte de ellos. No tenían líderes claros, no tenían oradores de mitin… pero, ¡qué demonios!, lo que tenían era la necesidad de decir “no nos gusta esto”. Ha sido bien interesante, y es algo que hay que contar, definitivamente.

Me imagino que algunos estarán pensando en hacer una producción con el tema…

Sí, un colega mío está en eso.

Mayra Nájar y Mayella Lloclla fueron las actrices principales de El último bastión

Cambiando de tema… Todavía no has escrito para cine…

No, no he hecho guiones para cine. Con mi hermana tenemos un guion bien bonito para una película, que está dando vueltas en los concursos, nos chotearon en DAFO otra vez, pero ya está hecho, listo para filmarse, si nos dan el dinero (risas). Es una película sobre los medios de comunicación en los años noventa. Es una comedia cruel, política, con todo lo que nos gusta. Ojalá funcione, es una historia bien bacán, la vamos a hacer alguna vez seguramente.

Es una comedia…

Es una tragicomedia. Es la historia de un chico en el año 98, que es el peor año de la televisión, dominada por Montesinos y toda esa cosa horrible. Es un chico bonito que ha sido muy pobre, que representa la Pasión de Cristo en un cerro. Lo ven blanquito y bonito y dicen: “¡Oh!, ¡he ahí un personaje!”. Crean un personaje que tiene un espacio espiritual en la tele, pero que en realidad los guiones se los manda el SIN (el desactivado Servicio Nacional de Inteligencia), Montesinos. Es una historia ficticia de cómo el poder se mete cada vez más en lo más íntimo de la religión, y a partir de ahí pasan desastres y cosas terribles. Es una crónica de los noventas, la época final del fujimorato, a través de los medios de comunicación. Mezcla nuestros temas favoritos: medios de comunicación, religión, política, manipulación… Y ahí está, dando vueltas, y es muy vendedora, porque pasan cosas muy divertidas (risas)… Yo siempre digo “es muy vendedora”, porque no quiero que piensen que hago cosas que nadie ve, no, a mí me interesa mucho el éxito comercial, no por la plata, sino porque la gente lo ve.

Desde niño tenías afición por las historias, veías muchas telenovelas, grababas los audios y los pasabas a mano…

Sí, cuando era niño no existía el VHS, un niño de los años setenta, y lo que hacía para aprender cómo era el formato era pegar la grabadora al televisor, grababa todo el audio en un cassette, y luego transcribía para ver cuántas páginas duraba un capítulo. Tenía 12 o 13 años cuando hacía eso. Aprendí analizando novelas así. He sido un autodidacta absoluto. Era teleadicto, pero no me interesaba el contenido ideológico de las novelas, la mayoría me parecían muy tontas, medio alienantes. Me interesaba el formato narrativo de mantener a la gente en vilo con una historia continuada… ¡eso es lo que me gustaba!, porque pensaba que podía utilizarlo para contar historias de otro tipo, que fue lo que felizmente logré hacer.

¿Sientes que has logrado transmitir lo que querías?

36 años después te puedo decir que… nunca he tenido más satisfacción personal que el sentir que estoy haciendo algo que me gusta. Siempre he huido de lo que me representa algo desagradable, porque el trabajo del escritor es muy absorbente, y no debe haber algo más horrible en la vida que hacer algo que odias todo el día. Mi única satisfacción es que he podido comer y vivir de hacer algo que me gusta mucho. Si me muero de un infarto, posiblemente sentiría “bueno, tuve la oportunidad y la disfruté”. Me siento contento, sin creer que hice algo notable, nunca he pensado en “¡ay!, ¡la trascendencia!”, no es un tema que me importe, la gente se muere igual y no interesa, no tengo ninguna pretensión de ese tipo.

Este año ha sido complicado…

Horrible. El 16 de marzo perdí cuatro trabajos, cuando empezó la peste. Tuve la suerte que Del Barrio volviera a producir y me llamara para su segundo proyecto del año.

¿Qué sientes por la para del teatro?

Es un desastre, cayó una bomba atómica y somos Hiroshima después de la bomba. Levantarse va a tardar. La gente va a tener el chip de que se puede meter al Metropolitano con 50 personas respirándole en la cara, pero si va al teatro morirá. Yo tengo los medios para sobrevivir, pero mucha gente va a dejarlo porque no tiene los medios. Va a ser muy duro, todo lo que se avanzó en este siglo se ha ido al demonio en 24 horas. Varios colegas intentan sobrevivir con esto del video que llaman teatro, pero en realidad es video, y algunos tienen mucho éxito, por suerte, otros se entretienen, están haciendo algo.

En tu caso… ¿tienes una falta de motivación dada la situación?

¡Claro!, yo tenía un estreno para este último trimestre. Tenía la inauguración de un cine-teatro en Barranco, a fines de mayo, y tenía un estreno mío en el Teatro de Lucía a fines de año. El cine-teatro vamos a abrirlo en febrero o marzo, cuando se pueda, y sé que van a ir 10 personas. Cualquier cosa que haga el próximo año va a estar dirigido a un público joven, que es el que menos miedo tiene de salir.

¿Te han pedido que participes en lo que llaman “teatro virtual”?

Sí, amigos me pidieron una cosa al principio. No me llena. Mis compañeros hacen cosas muy pajas, pero yo necesito el ritual, la gente que se ría en la sala, que llore. Yo me pasaba la mitad del tiempo yendo a ver mis funciones o funciones de compañeros, y esa rutina se ha destruido… eventualmente iba al cine.

¿Y ves Netflix?, ¿cuáles son tus gustos?

Yo soy bien fregado para la televisión. En principio veo lo que hago yo (risas)… veo mis novelas religiosamente, me engancho con algunas cosas de mis compañeros. Bien difícil que me enganche con una novela de fuera, pero a veces sucede. Me engancho con algunas cosas interesantes de Netflix, pero no soy fan de nada. Tengo la costumbre de que, si algo de Netflix me gusta, veo el último capítulo para ver en qué acaba, veo el capítulo 1, el 2… y veo en qué acaba, y la veo con más gusto.

No tienes el sentido de lo que llaman “spoilear”… tú sabes el final de tus producciones, es la perspectiva de un guionista, me imagino.

Es que para mí la gracia está en ver cómo desarrolla el creativo esto. Es una deformación profesional, me gusta el proceso más que la trama en sí.

A propósito, ¿alguna vez has visto a alguna actriz o algún actor decir una línea que tú hayas escrito y te haya movido incluso más que cuando la creaste?

¡Todo el tiempo!… Los chicos que actuaron en Mi vida sin ti hicieron unas escenas maravillosas, los jóvenes, además de Vanessa Saba y gente que conozco de mucho tiempo, le sacan partido y me da mucho gusto. Soy muy agradecido con los actores siempre y los quiero mucho. Sin ellos, lo que uno hace son papeles que acaban en la basura, ellos lo vuelven verdad.

Buenos actores, y buenos guionistas, como tú… disculpa que vuelva al mismo tema… ¿cuál es la pata de la cuál cojean las producciones nacionales?

Que no te dan dinero para hacer las cosas bien, pues, que te dicen “tienes que hacerlo en dos meses porque si no, no alcanza”. Si te piden “televisión fruna”, que es lo que siempre digo, tres por un sol, ¿cómo vas a poder hacer algo buenísimo si te están apurando?, tienes que hacer 20 escenas al día, tienes que trabajar con tres locaciones porque no hay más… ¿Cómo vas a poder?, por más bueno que seas. Es un milagro que los actores peruanos puedan hacer cosas tan bonitas con todo el apuro, presión, los pocos recursos… yo los admiro por eso, porque si les dieras la plata que les dan a los colombianos, estarías viendo en Netflix todo lo que nosotros hacemos. Los dueños del dinero son la pata que dices.

En el papel de El Esclavo de La ciudad y los perros

Todo el mundo te conoce también porque hiciste un papel en una película que es un hito del cine peruano…

Sí, qué gracioso, nadie se olvida de eso, es como si hubiera hecho porno, siempre se van a acordar.

El personaje de El Esclavo (de La ciudad y los perros) es clave en la película…

Sí, claro.

Y tú buscaste al director, Francisco Lombardi…

Sí, yo era un niño bien conchudo, bien metido, quería hacer todo, meterme al medio artístico… Mi objetivo era ser escritor, a los 10 años decía que quería escribir telenovelas. Era desenvuelto, extrovertido, chistoso, y me metí a cuanto taller te imagines de teatro, hice cosas terribles de teatro, de todo. Apareció la oportunidad y fui a pedir mi casting, Lombardi se ríe mucho cuando lo recuerdo. Le toqué la puerta de su casa, con toda mi conchudez, porque en ese momento su esposa era Giovanna Pollarollo, una extraordinaria poeta y escritora, y ella había ganado un premio con un amigo mío. Lombardi me miró la cara, dijo “este chiquito conchudo”, fui muy simpático, se rio, y bueno, me mandó al casting, y me esmeré en entrar a esa película. Cuando entré, fue una escuela maravillosa para ver cómo funcionaba un rodaje. No quería ser actor, quería estar metido en el medio. Yo iba de chiquito a los sets de televisión para ver cómo hacían los programas. Ser actor tiene la ventaja de que tienes mucho tiempo libre y puedes averiguar todo, aprendí mucho, pero no era algo que quería desarrollar, hice cuatro cositas y en el 90 dije “nunca más”.

Hace un año en una entrevista con Ricardo Bedoya dijiste que el cine peruano ha perdido su filo…

En los ochentas, noventas, hasta inicios del 2000, una película peruana era un acontecimiento, se hacían cinco al año. De pronto, antes de esta peste maldita, se estaban haciendo 40 películas al año. Hay una pequeña “industrita” de cine, de entretenimiento básicamente, que tenía mucho éxito. El cine peruano se volvió una fuente de trabajo para mucha gente. Evidentemente se producen películas parecidas, películas de formato, películas de género, y es cierto que la gran mayoría no son muy buenas, algunas son malas, algunas son de terror de malas, y de pronto hay algunas muy buenas. Se perdió las ganas de hacer un cine contestatario, filoso, porque se tenía mucho pánico que, ante tanta competencia, no haya taquilla. El cine es un mundo muy complejo. Soy un enemigo de desearle el mal a alguien que haga cine en el Perú, y cuando salen a atacar a mis amigos de Tondero yo salgo y los defiendo, porque creo que se necesita tener fuentes de trabajo, industrias de cine, gente que apueste por el cine, que tenga éxito comercial, es importantísimo que lo tenga, y en la medida que haya mucho cine, habrá de todo. Que cada uno haga lo que quiera, pero que lo haga lo mejor que pueda.

En una entrevista dijiste que es importante analizar las producciones televisivas peruanas, ¿por qué es importante analizar la ficción nacional?

Tengo que ver lo que hacen mis compañeros, para dónde va la sensibilidad del éxito o no éxito. La analizo con ojos de comunicador, no de televidente. Me gusta el análisis del discurso ficcional de cada producto, analizar por qué funciona esto o lo otro, a qué apela y a qué no, te explico lo complejísimo que puede ser De vuelta al barrio, porque es complicadísimo. Puedo analizar lo que hago yo, lo que hacen mis amigos de PROTV. Eso es lo interesante para mí. Al público eso no le importa un rábano, el público quiere entretenerse, ver algo divertido, reír, que le vacile, que lo haga llorar, pero, uno como comunicador tiene la obligación de verlo de otra manera.

¿Y desde el punto de vista del mensaje?

Todo tiene una ideología, todo en televisión tiene una visión del mundo, es tan claro, lo que pasa es que no hablamos de eso nunca. Todo producto de ficción tiene una manera de ver el mundo, que es la manera de sus creativos. Lo único que detesto es el pensamiento único, el pensamiento único es el fin de cualquier cosa, la tragedia griega en cualquier parte del mundo es el pensamiento único. Así que, mientras todos seamos diferentes y lo hagamos bien, y nos esmeremos por hacerlo bien, todo estará bien.

Fotografía de encabezado: María Luisa Adrianzén

Entradas recientes

Comentarios recientes

Archivo

Categorías

Giancarlo Tejeda Written by:

One Comment

  1. Nazarena
    11 Diciembre, 2020
    Reply

    Me gustó mucho la entrevista ??

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *