The Walking Dead 6. Análisis del episodio 9

Causa y efecto

Han pasado dos meses y medio desde que los zombis arrasaron Alexandria por última vez, y desde entonces debo decir que no se me han hecho cortos ni largos, han pasado sin que me detuviera mucho a pensar qué sería de estos personajes y qué nos deparaba el regreso a The Walking Dead. Esta afirmación, posiblemente la peor para un midseason finale con cliffhanger, se convierte en agradecimiento tras ver este triunfal regreso. “¿Por qué?” os preguntaréis, y la respuesta es sencilla. Porque si el episodio de hoy hubiera sido el último antes del parón, posiblemente habría pasado los casi tres meses más angustiosos, desesperantes y terribles de mi vida. A grandes rasgos, porque es un capítulo que no te deja respirar, que te mantiene en tensión (a ratos he levitado sobre el sillón), que te sorprende y te deja con ansias de más y que te regala un par de detallitos que llevábamos unas cuantas entregas esperando. Para saber más, te recomendamos que mires antes el episodio y no entres en territorio spoiler como los muertos en Alexandría, al tun tun.

Me gusta la carne bien hecha.

Seguro que esta review de No way out volverá a generar la eterna discusión sobre qué es lo ideal en un episodio de The Walking Dead. Por un lado, los que buscan 40 minutos frenéticos de muerte (sobre todo muerte), destrucción y litros de fluidos que conviertan las calles y paredes de los refugios de nuestros protagonistas en improvisadas imitaciones de la obra de Jackson Pollock con el rojo como color predominante. Por otro, los que se deleitan con el desarrollo de los personajes, con conocer sus pensamientos, emociones y miedos. Personalmente, y muchos ya lo váis intuyendo, soy del primer grupo, pero no hago jamás ascos a un buen diálogo, una historia interesante o un provechoso momento de introspección. Este episodio, una vez madurado en mi cabeza, me da todo lo que quiero.

Quizá es por las expectativas que tenía respecto a este regreso, sobre todo por la desilusión que me producía ver cómo Daryl poco a poco se desfiguraba, cómo perdía ese espíritu de lobo solitario, de badass con recursos para todo. La escena de prólogo no hacía sino aumentar mis miedos, pensando que el cazador había perdido su autoridad en el mismo lugar que la ballesta. Los primeros diálogos con los Saviors empezaron a despertar mi curiosidad, gracias al carisma de su líder (tan remarcable como efímero Christopher Berry), que hacía pensar que sólo la suerte y recursos de guionista cutre podrían salvar a los diezmados Rick y compañía de esa plaga andante liderada por Negan. Y entonces Daryl resurgió de las cenizas y convirtió a lo que hasta entonces parecían invencibles asesinos en un montón de humeantes rescoldos. Títulos de crédito y ya me has vuelto a cautivar, AMC.

Después de esto voy a necesitar una ducha.

Después de este inicio fulgurante, nos vamos a Alexandria, donde Rick, Michonne, Carl, Gabriel y la familia Anderson al completo (Jessie, Sam y Ron) se pasean, con sus malolientes trajes de zombi, por la horda que ha tomado la ciudad. La cosa funciona hasta que lo que todos nos esperamos, que Sam entre en pánico, ocurre. El pequeño Anderson recuerda las palabras de Carol, que en lugar de hacerle más valiente, le convierten en primer plato de los caminantes. El segundo del menú es Jessie, que no hace mucho tiempo se posicionaba como interés romántico de Rick, pero que, precisamente celebra San Valentín entregándole su corazón a un muerto viviente, literalmente. Ante tan dantesco espectáculo, Ron, que ya había tenido alguna que otra tentación de meterle una bala en la cabeza a Carl, decide dar el gran paso, lo que provoca que la katana de Michonne le atraviese de punta a punta. No lo suficientemente rápido, ya que el joven Grimes termina con su ojo derecho lleno de plomo. Momento para los fans del cómic, que ansiaban ver al hijo de Rick luciendo parche a lo Serpiente Plissken.

Aunque parezcan inconexas, las grandes historias del capítulo de hoy se unen en un único hilo de causa efecto, un efecto dominó en el que cada ficha, con sus propias circunstancias personales, consigue evolucionar en función de los acontecimientos de su alrededor. La primera pieza en caer es la de Morgan, que días atrás rescató de la muerte al, supuestamente, macho alfa de los Wolves con la intención de reinsertarlo en la sociedad. Mientras el amigo de Rick llegó a las manos con Carol, el prisionero consiguió escapar con Denise como rehén. Pues bien, en su huída entre la marabunta zombi, el Wolf fortalece su vínculo con la doctora, hasta el punto de abandonar sus instintos más primarios por salvarla. El resto, es historia, Denise llega a la enfermería y consigue estabilizar al malherido Carl.

Dentro de dos minutos no vas a necesitar ese poncho Jessie.

Si tiramos del hilo, y lo reducimos todo a un simple veredicto de quién es el primer responsable de todo lo que ha pasado, descubrimos que, por primera vez, la buena voluntad de Morgan, al salvar al hombre que salvó a la que luego salvaría a Carl (valga la redundancia) ayudó más que el pragmatismo de Carol, que hizo morir a Sam, a su madre y desató la ira de Ron que, antes de reunirse con ellos, casi acaba con el joven Grimes. Causa y efecto que nos hace pensar si el leit motiv de “matar para sobrevivir” empieza a tener sus lagunas. Aún así, Carol cierra el círculo dándose la alegría de acabar con un Wolf que empezaba a ganar enteros como personaje.

También apreciamos cambios en los, hace no mucho, acobardados ciudadanos de Alexandria, que al ver cómo su líder, un desquiciado Rick, intenta acabar con todos los caminantes uno a uno, lo interpretan como un grito de Alexandria Assemble!! y se unen a la lucha, todos a uno, convertidos en una precisa y afinada máquina de matar zombis. Suerte para Glenn, cuyo reencuentro con Maggie está a punto de servir únicamente para que la hija de Hershel no se tuviera que imaginar cómo su marido es despedazado. La caballería de Sasha, Abraham y Daryl (que ha cambiado definitivamente la ballesta por el bazooka), acude al rescate. Hasta ese mueble con alzacuellos que es el padre Stokes se anima a asumir responsabilidades y dar unos machetazos. La traumática noche y el nuevo amanecer dan lugar a una Alexandria nueva, herida pero más unida y fuerte, lista para dar guerra.

¿Se podrá cazar ciervos con esto?

En conclusión estamos ante un regreso por todo lo alto, con todos los ingredientes que deberían haber aderezado el midseason finale, y que renueva los votos con la audiencia gracias a 40 minutos de puro nervio y desenfreno zombi. Todavía queda mucho por delante para llegar a Negan (aunque el aperitivo no ha sabido nada mal), y habrá tiempo para sentarse, respirar y hablar al oído. Hoy hacía falta dar un golpe encima de la mesa, demostrar a la amenaza que está por llegar que Rick y los suyos van a vender cara su piel, y demostrarnos a la audiencia que esta serie todavía nos puede sorprender.

Juanjo Velasco es colaborador de IGN España, lo podéis encontrar en Twitter para hablar de casi cualquier cosa, hasta de zombis.

En este artículo

The Walking Dead

AMC | 31 de octubre de 2010
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