Luego de varios títulos de alto perfil (Los Angeles: al desnudo, Fin de semana de locos, 8 Mile: calle de las ilusiones), Hanson se refugia en un pequeño film con estructura deportiva y un tema impensado: el póquer profesional.

Primo lejano de películas como El audaz (The Hustler, 1961, Robert Rossen) y su secuela El color del dinero (The Color of Money, 1986, Martin Scorsese), Pura suerte presenta a un jugador semi-profesional de póker que no se encuentra ni en las buenas ni en las malas. Su estilo de vida, poblado de picos y mesetas, hace que un día de suerte en las mesas de Las Vegas sea seguido por una caída a los abismos de la casa de empeños más cercana.

Huck, tal su nombre, está dispuesto a convertirse en el mejor en sus lides, y para ello deberá inscribirse en un campeonato mundial y vencer a su Némesis en el juego de naipes: su propio padre, con quien mantiene una gélida y competitiva relación desde tiempos inmemoriales. Como si ello fuera poco deberá demostrarle a su nuevo interés amoroso, una cantante recién llegada a la ciudad, sus buenas intenciones y la posibilidad de un proyecto a futuro.

Pura suerte no pretende en ningún momento transitar nuevos territorios o reinventar una fórmula analizada y testeada en cientos de oportunidades, sino simplemente tildar los requisitos básicos y salir airoso. Y lo logra, al menos en parte. Eric Bana en el rol protagónico cumple, Robert Duvall como su padre dignifica y Drew Barrymore –cuyo personaje poco tiene que hacer en ese mundo eminentemente masculino, salvo verse atractiva- saca su papel de taquito sin demasiado esfuerzo.

El guión de Eric Roth (Forrest Gump, El informante, Munich, entre otras) no destaca precisamente por su originalidad y profundidad en la construcción de los personajes y sigue fielmente el modelo de otros largometrajes con temáticas similares. Quizás el mayor mérito del realizador y los montajistas sea sacarle el máximo jugo a un juego de mesa, en principio, extremadamente poco cinematográfico, logrando un par de secuencias de genuino suspenso mientras se siguen barajando las cartas y las apuestas suben hasta alcanzar montos que pueden erizar los pelos de la nuca del espectador.

Si el póker ha sido durante años una presencia relevante en infinidad de secuencias cinematográficas –particularmente en el western- Pura suerte pone al juego en el centro del relato. Lógicamente, los realizadores convocaron a un puñado de profesionales como asesores técnicos, además de brindarles la posibilidad de aparecer en pantalla en pequeños cameos. Varios de ellos comentan anécdotas del rodaje y de la vida real en los extras de la edición en dvd, complementados con algunas escenas eliminadas del corte final.

Diego Brodersen