Las formas del lenguaje - Cuadernos Hispanoamericanos

Enrique del Rey Cabero
(Des) montando el libro
Universidad de León
293 páginas
POR MIGUEL CUBA TABOADA

Un acordeón de viñetas se abre y se cierra al son de la música, un relato se desliza por páginas convertidas en una espiral extensible, infinitas versiones de un personaje corren por un zootropo recortable de papel, el azar construye una historia tirando los dados: el cómic ha desmontado el libro para hacerlo visible.

El formato del libro está tan extendido y se ha asimilado de forma tan natural que, según expone Enrique del Rey, ha acabado por disiparse ante nuestros ojos. Sin embargo, su empleo condiciona una serie de formas narrativas y hábitos de lectura que aceptamos sin cuestionar y esa es la situación que se quiere subvertir con el «desmontaje» del libro al que se hace alusión en el título. En ese contexto, el autor lanza la hipótesis de que el tebeo consigue llevarlo a cabo a través de dos vías: por un lado, la especificidad de su lenguaje y, por otro, a través de las experimentaciones con el formato.

Así, la organización de las viñetas en el espacio permite que el lector sobrevuele la página, siguiendo al mismo tiempo el relato y teniendo una visión de su conjunto. Mediante la mirada periférica, sus ojos saltan adelante y atrás, eludiendo el acostumbrado -e inconscientemente inexorable- sentido lineal, y contemplan así el pasado presente y futuro de la historia, accediendo de esta manera a lecturas alternativas. Efectivamente el cómic dispone de numerosos recursos que propician narraciones multilineales, recopiladas y categorizadas con mucho acierto por Del Rey: el fondo continuo, las viñetas incrustadas, la organización de la historia en columnas o bandas paralelas, etc. Especialmente llamativas son las propuestas que experimentan con lo que Groensteen denominó plurilectura, esto es, las que permiten una lectura de la página en diversos sentidos, bien sea convirtiendo la plancha en un laberinto, un diagrama, un crucigrama o historias que se puedan leer como un palíndromo.

En esta expansión de los límites, más allá de reformular y jugar con su propio lenguaje, el cómic también se atreve con el libro-objeto, recogiendo además aportaciones de la literatura experimental, la literatura infantil, los libros de artista y hasta los juegos de mesa. Así pues, hay cómics con las páginas perforadas, cortadas en tiras, troqueladas, algunos recortables que deben ser montados para poder ser leídos, y otros que están fragmentados en distintos formatos y agrupados en cajas esperando a que el lector componga y cree el orden de la historia, etc. Dichas estrategias no son un simple artificio, puesto que están al servicio de la obra y, como apunta el autor, consiguen desnaturalizar la lectura, rompiendo ciertos códigos establecidos e incluso impulsando una mayor implicación del lector. Paradójicamente, al «desmontar» el libro, éste se ha materializado y reivindica su fisicidad frente a los entornos digitales.

El trabajo de Enrique del Rey se centra en un tema poco estudiado y sin embargo esencial en el cómic, como es el del soporte y el formato, con un resultado magnífico. El autor consigue exponer de manera diáfana y precisa cuestiones que de otro modo podrían resultar farragosas. La investigación, sólida y bien fundamentada bibliográficamente, sobresale especialmente en la elección de las obras que apoyan la argumentación del autor. Hay gran variedad de autores, desde Chris Ware o Sergio García, al interesante colectivo francés Oubapo, sin olvidar a clásicos como Frank King –lo cual demuestra que la experimentación con el lenguaje estuvo presente en el cómic desde sus inicios–. Es especialmente valiosa, además, la aportación de propuestas del mercado independiente, obras interesantísimas, pero de difícil acceso que llegarán al gran público gracias a este trabajo. En este sentido, y aunque se incluyen casos orientales como el de Shintaro Kago, personalmente me encantaría leer una segunda parte de la investigación que profundizase más en las obras independientes de otros territorios como el japonés o el coreano, y que no han atravesado todavía nuestras fronteras.

Hay muchos y buenos motivos para acercarse a este libro: desde el punto de vista académico, contiene importantes aportaciones teóricas y abre un campo de estudio apasionante, desde el punto de vista del aficionado al cómic, incita a la lectura compulsiva mediante ejemplos de obras muy atractivas, y desde el punto de vista de un autor de tebeos, el trabajo de Enrique Del Rey resulta tremendamente estimulante para la creación, y eso es algo de lo que pocos estudios teóricos pueden presumir.