Mientras se preparaba el guión de la gala de los Oscar 2014, Ellen Degeneres debió pensar que lo fácil es hacer leña del árbol caído y soltar una pulla disfrazada de chiste sin gracia para hacer que el auditorio se tronche de la risa. La presentadora, bobalicona y descolorida como una verdura a medio cocer, ridiculizó a Liza Minnelli –o su última intervención estética, confundiéndola supuestamente con un señor disfrazado de ella. Lo que no parecía saber la pajiza conductora del talk show más famoso del planeta Tierra es que Liza Minnelli es una auténtica superviviente; y que se ha ganado a pulso ­(con alcohol, sudor y lágrimas) el título de gran diva del music hall. Porque ella ha tocado techo, y fondo; pero siempre ha vuelto a resurgir. Liza es carne viva de las luces y sombras del mundo del espectáculo. Demasiado poderío como para aguantar según qué memeces.

Hija del director y productor Vincente Minnelli y de la estrella de Hollywood Judy Garland, Liza Minnelli forma parte de una de las sagas más famosas del cine; lo más parecido a la aristocracia que existe en Estados Unidos. Desde muy joven cambió el oeste y por el este, y a los dieciséis años –contra la voluntad de sus progenitores, se lanzó de cabeza a forjar su propio destino en el show bizz. Su talento para la expresión corporal, su portentosa voz y su magnetismo sobre el escenario la colocaron directa en las calles aledañas a la avenida Broadway, donde Liza Minnelli fue cogiendo tablas en la escena Off-Broadway (algo así como las ligas menores donde hacer méritos y promocionar de categoría). Tal cual, el aplauso de la crítica y el público no tardó en llegar, por lo que su madre decidió enterrar el hacha de guerra y llevársela de gira mundial cantando con ella al piano; y de vuelta en la Gran Manzana: más escenarios. Liza confirmó la alternativa con el musical Flora the Menance, y con él el primer premio Tony –la artista más joven en recibir el galardón; pero lo más importante es que entonces conoció al compositor John Kadner y al letrista Fred Ebb, quienes orquestaron una serie de temas basados en la superación personal a los que Liza Minnelli puso voz (¡y vida!)

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Junto a su madre, la mítica actriz de El mago de Oz, Judi Garland.

Tanto es así que en el primero de sus once discos de estudio, Liza!Liza!, se incluyó el tema Maybe This Time del musical Cabaret; musical del que ella sería la protagonista en su adaptación al cine. Pero eso vino después, los primeros años de la década de los sesenta encontraron a Liza lanzando exitosos temas bajo el sello Capitol –Capitol Years se llamó aquella temporada que recientemente se ha recogido en un recopilatorio. Para 1969 vino su primera nominación a los Oscar, por su trabajo en The Sterile Cuckoor del director Alan J. Pakula. No se hizo con la estatuilla, pero la sola nominación ya daba una pista de hacia quién se inclinaba el pulso.

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Junto al director de cine Bob Fosse.

Y entonces, tan solo tres años después, llegó el gran bombazo: la oferta de Bob Fosse para llevar al cine el musical Cabaret y darle a Liza Minnelli el papel de Sally Bowles. Kadner y Ebb habían puesto la música a la obra, y Fosse quería desquitarse tras el mal sabor de boca de la adaptación de Sweet Charity; lo consiguió con su versión de Cabaret. En el Berlín de 1931 y con el nazismo incipiente como telón de fondo, el Kit Kat Klub era el epicentro de la diversión y las noches mundanas, y Liza Minnelli se empleó tan a fondo en su papel que su puesta en escena tiene ese sabor eterno que sólo se le conceden a las interpretaciones míticas. El corte de pelo a lo Louise Brookes, los hombros estirados hacia atrás y la barbilla apuntando al frente o el chaleco y el culotte a juego con el bombín son patrimonio de la cultura escénica. Vinieron los Oscar­ –ocho de diez nominaciones, las canciones, la gloria y la fama. Y cuanto más brilla el sol, más fuerte es su sombra. La fuerza y la inercia que había amasado durante los sesenta permitieron que Liza surfeara la década siguiente sobre la cresta de la ola: reina indiscutible de las noches infinitas en el Studio 54, sentada junto a Bianca Jagger y Andy Warhol y vestida de Roy Halston. Ella y su camarilla de amistades se convirtieron en los absolutos protagonistas del momento y entre fiestas y desfases, los 70 aún le tenían reservado un caramelito que en taquilla fue una absoluto fiasco pero que a ella le salvó la carrera: la película musical de Martin Scorsese New York, New York junto a Robert De Niro; donde cantó el tema homónimo por primera vez.

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Liza Minnelli en el papel de Sally Bowles (Cabaret), por el que se llevó el Oscar.

El derrumbe no se hizo esperar, y en 1985 ingresó por primera vez en la clínica de desintoxicación de Betty Ford ahogada en un cóctel de alcohol y pastillas. Las idas y venidas, con altibajos emocionales y algún que otro retoque de cirugía plástica se han repetido desde entonces. Pero Liza siempre vuelve a la carga con ganas, dispuesta de nuevo a agarrar el éxito por los cuernos y a encararlo de frente; y aunque le resulte resbaladizo y difícil de asir, ella saca fuerzas de flaqueza y se lanza de nuevo al ruedo. Como en 2002, cuando se plantó estoica en el escenario del Royal Albert Hall de Londres a bordar el Liza’s Back (un título que valdría para describir su biografía entera). El foco ya no alumbra de seguido, se ha convertido en destellos que cada vez son más breves; como su último matrimonio, con David Guest, que solo duró un año. Tampoco es que los anteriores hubiesen sido mucho más prometedores: el primero cinco años, con Peter Allen; el segundo también cinco con Jack Haley Jr; y el tercero once con el escultor Mark Gero. Pero ella aguanta, resiste, como prima donna de un estilo que no ya encaja en el negocio. Eso sí, aún hoy cuando Liza entra en escena le birla toda la atención al más pintado, recordemos si no su cameo en Sex & The City 2. Por eso aquella noche de los Oscar de 2014 en la que se homenajeaba el estreno del Mago de Oz, sentada en primera fila y aguantando la bufonada de Ellen, Liza Minnelli apretó el morro en un mohín complaciente y seguramente pensó para sí: que hablen, aunque sea mal. Pero que hablen. ¡Felices 72, eterna Liza!

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Junto a Roy Halston y Bianca Jagger en la discoteca Studio 54 de NYC.