Todo lo que hay que ver en Oporto, ordenado de menos a más imprescindible

Noble e invicta

Todo lo que hay que ver en Oporto, ordenado de menos a más imprescindible

Las coordenadas clásicas y contemporáneas que visitar en la ciudad del Douro van desde el diseño y las antigüedades hasta los monumentos y el buen vino.

Oporto
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La ciudad más noble, siempre leal e invicta de Portugal no se puede resumir en pocas líneas ni en pocos días. La gran urbe del norte del país se viste de azulejos, de barroco, de océano y hierro forjado, de monumentalidad y bocados divinos. Sus cuestas, no tan empinadas como las de su hermana Lisboa, pero sí largas y numerosas, tienen a cada paso un alivio en forma de galería, tienda de antigüedades, monumento, jardín o restaurante.

En Oporto, las tiendas pueden ser bares y los bares pueden ser miradores. Pocas formas hay de describir un atardecer en su Ribeira o desde el mirador de Serra do Pilar, pero hay muchas maneras de vivirla. Ya sea en teleférico, en tranvía o a pie, estos son los lugares que nadie puede perderse en una visita a la conocida como 'capital del norte'.

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Playa Matosinhos
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ENCONTRARSE CON EL ATLÁNTICO EN MATOSINHOS Y LEÇA DA PALMEIRA

Oporto se debe al mar, aunque, geográficamente, renuncie a él. Por eso, empezar toda visita por las localidades más atractivas y próximas de su litoral norte permite refrescarse de salitre y, de paso, descubrir las formas más hedonistas que tienen los portuenses de disfrutar del Atlántico. La menos estacional es recorrer de una punta a otra la rúa Heróis de França husmeando los pescados a la brasa que los restaurantes más folclóricos preparan al aire libre. En el fondo, en lo que consiste este vistazo es en hacer un casting foodie de cada fogata y acabar picando, y más en restaurantes como Valentim que recuperan todo el glamour en cuanto se cruzan sus puertas. 

Si el buen tiempo acompaña, no está de más acercarse a las Piscinas das Marés, la obra con la que Álvaro Siza se ganó el corazón de todos los amantes de la arquitectura y con la que los habitantes de Leça da Palmeira se refrescan en verano bajo la atenta mirada voyeur de los que visitan este lugar por su diseño. Curiosa mezcla. 

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Fundación Serralves
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PERDERSE POR LA FUNDACIÓN SERRALVES

Siguiendo la Avenida da Boavista, los edificios modernos poco a poco dejan paso a manzanas que antaño estaban ocupadas por grandes fincas. Una de ellas es ahora la Fundación Serralves, el principal museo de arte contemporáneo de toda Portugal y, a su vez, uno de los espacios más curiosos del país. Y es que aquí no solo se conforman con albergar creaciones actuales en un edificio firmado por -cómo no- Álvaro Siza, sino con repartir las esculturas por la que fuera una de las grandes haciendas de las afueras de Oporto. Porque, después de empaparse de arte, este complejo regala otros placeres como descubrir su precioso palacio Art Nouveau, encontrar entre los árboles la coqueta casita del té o desorientarse por su bosque hasta dar con la gran ladera en la que aún pasta el ganado. Y todo esto sin salir de Oporto.

Casa da Musica
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ESCUCHAR LA CASA DA MUSICA

El Oporto contemporáneo se despliega en la Avenida Boavista. Y justo donde esta arteria se abre en forma de gran plaza, la de Mouzinho de Albuquerque, aparece un meteorito caído del cielo. Esta licencia poética tiene su justificación, ya que tanto la forma como el urbanismo que rodea la Casa da Musica está concebido para ser un elemento extraño e irresistible en la ciudad. Creado para ser el icono de la capitalidad cultural europea de 2001, este auditorio firmado por Rem Koolha es uno de los edificios imprescindibles que ver en Oporto. Funciona como un curioso puente que quisieron trazar con la otra urbe ostentadora de este reconocimiento, Róterdam, de donde es oriundo este arquitecto. Para ahondar en la conexión entre ambos países, el fundador del estudio OMA recurrió a elementos comunes de ambas culturas como el tapiz o los azulejos para llenar el interior de espacios loquísimos y curiosos. De ahí que las visitas guiadas al edificio se hayan convertido en uno de los imprescindibles de Oporto y que, además, se combinen con los conciertos a precios populares que aquí se programan. De hecho, si el día acompaña, la cortina del fondo de la gran sala se corre para ofrecer unas vistas algo deformadas de la plaza. 

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Bodega Oporto
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UNA CATA MUY ESPECIAL

Oporto es, para muchos, el nombre de uno de los vinos más peculiares del planeta. Tan singular, como su historia, ya que su auge se justificó con el conflicto comercial entre Francia y Reino Unido por el cual los vinos de Burdeos multiplicaron su valor y se transformaron en un objeto de lujo para los paladares ingleses. De ahí que los magnates british buscaran nuevas regiones, uvas y fincas donde aplicar sus preferencias vitivinícolas (muy al estilo del coñac) y encontraran este puerto. Después vino la construcción de las bodegas en Vila Nova de Gaia, un conglomerado de empresas con nombres anglosajones que hoy se visitan de forma exprés y un tanto borreguil. En cualquier caso, merece la pena colarse en una de ellas, intentar entender las diversas variedades de fermentados y disfrutar de la fotogenia de sus salas de tinas y barricas. 

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Palacio da Bolsa de Oporto
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SUMERGIRSE EN EL PALACIO DE LA BOLSA

A tan solo unos metros de Ribeira se encuentra uno de los Monumentos Nacionales más visitados de Oporto: el Palacio de la Bolsa, inaugurado en 1891 con un estilo neoclásico que, como en algunos otros edificios de la ciudad, no muestra por fuera como realmente es por dentro. Pasillos de mosaicos y murales, una gran escalinata, su biblioteca, con más de 10.000 volúmenes, y salones muy interesantes son parte de su gran atractivo.

Algunos de ellos son la Sala Árabe, de la cual dicen que está inspirada en La Alhambra; el Patio de las Naciones, con una gran cúpula y la representación de 20 países con los que Portugal tenía relación en el momento de su construcción, o el Gabinete de Gustave Eiffel, donde el arquitecto trabajó sus obras en la ciudad. entre muchas otras donde los cuadros, la decoración y el mobiliario dejan sin palabras. Para quienes no lo sepan, también existe en su interior un restaurante con un menú del día de categoría.

Igreja do Carmo
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CEDOFEITA, EL BARRIO DE MODA

Más allá de la librería más famosa de Oporto se extiende un barrio que está en plena efervescencia entre tiendas de antigüedades, galerías de diseño, buenos restaurantes y monumentos, una mezcla pintoresca que atrae cada vez a más turistas.

Partiendo de la Plaza de Gomes Teixeira se encuentra una de las iglesias más conocidas de la ciudad invicta: la Igreja do Carmo, con una de las paredes de mosaico tradicional azul y blanco más famosas de Portugal. A su lado, la Igreja dos Carmelitas, y entre ellas, la Casa Escondida, una curiosa vivienda que se creó, dicen, por una ley que impedía que los dos edificios religiosos estuvieran juntos.

famosa bifana Portugal
Famosa bifana, un sandwich de carne de cerdo típico de Portugal | iStock

En la aledaña Plaza de Carlos Alberto se bifurca un mundo de posibilidades entre deliciosos bocados, tiendas únicas y bares donde los estudiantes se reúnen hasta hacer que no quepa ni un alfiler, como Aduela, junto al teatro. Los edificios alicatados sirven de guía para llegar a la calle hipster por antonomasia, Miguel Bombarda, donde los hostels de diseño, las galerías de arte y los bares creativos lo llenan todo de alegría. 

De ahí, la subida a la Plaza de la República solo deja tiendas de antigüedades, como el Sótano da Tia Becas, en la Travesía de San Carlos, o calles como la Rua da Conceiçao que, como sus aledañas, Rua da Picaria y Rua da Almada, esconden pequeños cafés, tiendas de recuerdos y galerías y restaurantes irresistibles.

Torre dos Clérigos
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ENTRE CLÉRIGOS, HIPSTERS Y MUGGLES

El centro de Oporto se llena de majestuosidad con plazas como la de la Libertad o la de Lisboa. Esta última no solo brilla por un precioso ejemplo de urbanismo verde e integración con la ciudad, sino por albergar dos de los imprescindibles de esta metrópolis. Por un lado, la famosa librería Lello que inspiró a J.K. Rowling para su universal Harry Potter, un fantástico espacio (en todos los sentidos) que, desde que se ha convertido en atracción turística, cobra una entrada cuyo importe se descuenta de la compra de un libro.

 

PARA LEER MÁS: Todo lo que hay que saber sobre Lello, la librería-monumento de Oporto

 

Por el otro, la iglesia de los Clérigos cuya espectacularidad barroca está coronada por una torre que se alza 76 metros sobre los tejados. La panorámica, desde aquí, es innegociable. La otra arista de la plaza la completa la Universidad de Oporto, rodeada del bello Jardín de Cordoaria, en cuya planta baja se organizan algunas exposiciones culturales que rivalizan con la magnífica estructura del edificio, en uno de los hot spot de la ciudad.

Iglesia de Santa Clara, Oporto
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DE LOS AZULEJOS AL BARROCO

A un paso del histórico Café Majestic y del mercado de Bolhão se encuentra la Capilla das Almas, que del mismo modo que la Iglesia de la Misericorda, la de Massarelos o la de San Pedro de Miragaia, están cubiertas de azulejos no solo en su exterior, con una estampa de hasta 15.947 azulejos, sino también en su interior.

Aunque Oporto no es Roma, son muchas más las iglesias que descubrir. Un verdadero tesoro de exterior austero y con un gran tesoro en su interior es la Iglesia de Santa Clara.

Iglesia de San Francisco de Oporto 5
Foto: Shutterstock

A escasos minutos de la Sé, este exquisito templo que rinde culto también al barroco es uno de sus mejores ejemplos en el norte del país. Además, cuenta con un panel de azulejos de 1680 en el que se representan las almas del purgatorio.  

La Iglesia de San Francisco, junto al Palacio de la Bolsa, también es un imperdible en la ciudad. Una de las iglesias más impresionantes del país por su estilo barroco y la casi media tonelada de pan de oro que recubre sus paredes, con obras como el gran retablo policromado del Árbol de Jesé o la capilla de Nossa Senhora da Conceição.

Estación tren Oporto
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de la estación a misa

Oporto tiene postales y hallazgos. Apenas hay punto intermedio entre lo macro y lo micro, entre la panorámica y el detallito. De ahí que haya que pasearlo en pos de lo insospechado. En la parte este del centro, aquella que sube desde la estación de São Bento hasta la catedral, las sorpresas tienen forma de azulejos y de catedral áspera a la par que imponente.

La estación de São Bento sorprende sin necesidad de entrar a sus andenes, pues en el mismo vestíbulo se encadenan 20.000 azulejos que cuentan en blanco y azul la historia de Portugal. La conquista de Ceuta en 1415, la entrada de João I y Filipa de Lancaster a Oporto en 1386 o una simple escena de cosecha son algunos de los momentos que se recrean viendo sus paredes. Jorge Colaço fue el encargado de dar vida y color a este lugar, donde antaño se erigía un convento del mismo nombre.

Sé de Oporto
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Una vez fuera, el ascenso hacia la catedral engaña. Aunque no es un pastelito de esos góticos que son todo luz y majestuosidad, aúna gótico, románico, manierismo, barroco e incluso detalles medievales. Además, el encanto de su presencia reinando sobre toda la urbe demuestra que Oporto fue una ciudad episcopal. Y luego, claro, vinícola. 

Nacida en el siglo XII por iniciativa del primer obispo de la ciudad, el templo se agrandó un siglo después y en el siguiente se añadió su claustro. El lugar donde João I y Filipa de Lancaster se casaron sufrió otras transformaciones, como el portal, la fachada norte, la capilla mayor y la del Santísimo Sacramento, donde ahora puede verse un retablo de plata hecho por orfebres locales.

Ribeira Oporto
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DEJARSE LLEVAR EN RIBEIRA

Si coincide con el atardecer, la salida de las bodegas es una especie de epifanía. La luz azul del atlántico y el primer tintineo del alumbrado público crea una estampa impresionista e impresionante. Lo que se despliega es el barrio de Ribeira en todo su esplendor, con el acompañamiento inmejorable del puente de Don Luis I. El barrio que sigue el río sabe combinar la espectacularidad con ese encanto decadente, el turismo con los rincones genuinos. Aquí no hay ruta que valga, simplemente patear la ribera de Oporto, disfrutar de sus plazuelas y de sus wine bars y colarse en alguna callejuela donde la ropa colgada sigue siendo la bandera de un territorio genuino.