Misterios y contiendas

La vida y muerte de Alejandro Magno: detalles que quizá no conocías del gran conquistador

Alejandro Magno Babilonia

Alejandro Magno Babilonia

Llegada de Alejandro Magno a Babilonia en el año 331 a.C.  

Cordon Press / Ann Ronan Picture Library / Herita

La huella histórica del breve paso de Alejandro Magno por la Tierra fue colosal, tanto que a día de hoy se sigue considerando uno de los mayores estrategas de todos los tiempos. 

Hijo del rey Filipo II de Macedonia y, por tanto, heredero a la corona, Alejandro gozó de una excelente educación desde niño orientada a preparar su futuro. Estudió matemáticas, historia y política, entre otras ciencias, de la mano de grandes tutores como Artistóteles, y obtuvo también una vasta formación militar. 

Todo esto lo llevó a ser un gran comandante del ejército macedonio desde muy joven, aunque esta hazaña sería tan solo el primero de muchos y mas importantes logros. Alejandro Magno, también conocido como Alejandro el Grande (356-323 a.C.), se convirtió en rey a la temprana edad de 20 años, logró vencer al gran Imperio persa y conquistar un vasto territorio que se extendía desde Grecia y Egipto hasta el norte de la India.

Así lo demuestran la gran cantidad de títulos que obtuvo por el camino: más allá de rey de Macedonia fue hegemón de toda Grecia, faraón de Egipto o Gran rey de Media y Persia. Pero además, su corta vida estuvo llena de detalles que vale la pena conocer.

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UNA MUERTE TEMPRANA Y REPENTINA

Alejandro Magno falleció a los 33 años de edad bajo circunstancias que muchos relacionaron con un posible envenenamiento, un hecho que, sin embargo, nunca ha podido llegar a confirmarse. 

En el año 323 A.C. el monarca macedonio regresó a Babilonia tras una época especialmente dura a nivel personal: había llevado a cabo sangrientas batallas contra los coseos y sufrido la muerte de su buen amigo Hefestión. 

No obstante, Alejandro seguía pensando en expandir sus conquistas, y celebraba frecuentes reuniones y banquetes. Sería durante uno de estos cuando los primeros síntomas de malestar se manifestaron, y empezó a sufrir frecuentes fiebres, encontrándose cada vez más débil. 

Esta desconocida condición que terminó con su vida en tan solo 10 días ha sido relacionada por historiadores y patólogos con enfermedades como la malaria, fiebre tifoidea, virus del Nilo occidental o la neumonía, entre otras. Sin embargo, los escasos datos que se conservan sobre su sintomatología y la desaparición de sus restos físicos impiden llevar a cabo una confirmación. 

Su temprana muerte le impidió consolidar el imperio que había construido y este caería también poco después, fruto de despiadadas luchas sucesorias en las que morirían asesinadas sus esposas e hijos. Finalmente, sus generales se repartieron el territorio en lo que se conocería como los distintos Estados Helenísticos, a manos de Seleuco, Ptolomeo, Antígono, Lisímaco y Casandro. 

SU TUMBA, EN PARADERO DESCONOCIDO

Tan misteriosa como la causa de su muerte es la localización del sepulcro de Alejandro, que se convirtió en uno de los mayores enigmas de la historia, siendo todavía buscada por arqueólogos y exploradores en la actualidad. 

Tras su muerte, su cadáver fue embalsamado y se planeó un cortejo funerario para trasladarlo de Babilonia, lugar de su muerte, hasta su Macedonia natal. Pero esta procesión no llegó a su destino: Ptolomeo I, uno de los generales de Alejandro, la desvió hacia Menfis, la antigua capital del Egipto faraónico. 

Durante mucho tiempo el sarcófago se ubicó en Saqqara, la necrópolis principal de la ciudad. Sin embargo, entre los años 290 y 280 a.C., Ptolomeo II trasladó los restos a Alejandría, donde fueron objeto de cultos religiosos y pudieron ser visitados por personajes ilustres de época romana como Augusto o Julio César.

En Alejandría es donde su trayectoria empieza a ser difícil de rastrear. Por un lado, se conoce muy poco sobre las características del mausoleo de Alejandro Magno. Por otra parte, la turbulenta historia de Alejandría durante los siguientes siglos incluye guerras y desastres naturales que causaron destrucción en la ciudad, especialmente en el barrio donde se ubicaba la necrópolis. 

Así, la localización precisa de la tumba pudo haber sido destruida, saqueada o transformada, convirtiendo la tarea de encontrarla en una misión prácticamente imposible. 

NUMEROSAS CONQUISTAS, MÁS ALLÁ DEL TERRITORIO

La vida amorosa de Alejandro Magno fue casi tan activa como la política. Se conocen al menos 4 matrimonios con poderosas princesas que ayudaron a afianzar los nuevos territorios conquistados. 

Bársine, la primera mujer en su vida, era hija del sátrapa persa Artabazo y se encontraba captiva en Damasco tras la batalla de Issos. Con ella tuvo un hijo ilegítimo, pues nunca llegó a formalizarse el matrimonio. 

Sin embargo su primer enlace fue con Roxana, una princesa de Bactria (actualmente Afganistán). Este matrimonio estuvo fuertemente motivado por objetivos políticos, aunque los testimonios históricos sugieren que Alejandro Magno estuvo realmente enamorado de su primera esposa. 

En el año 324 a.C. Alejandro contrajo matrimonio con dos princesas persas: Estatira, la hija mayor de Darío III, y Parisatis, la hija menor de su antecesor en el trono persa, Artajerjes III.

CONSULTÓ SU FUTURO AL ORÁCULO Y FUE RECONOCIDO COMO FARAÓN

Alejandro Magno fue bien recibido en Egipto gracias a su victoria contra el Imperio Persa, una contienda que tres dinastías egipcias habían intentado sin éxito. Se instaló en su territorio, donde construyó templos, fundó ciudades y mostró su veneración a los dioses locales. Así, forjando una imagen de héroe y liberador, el monarca macedonio fue nombrado faraón de Egipto. 

Durante sus viajes llegó hasta el oasis de Siwa con el propósito de visitar el santuario del dios Amón y consultar su oráculo. Se trataba de una expedición inusual, peligrosa y tremendamente larga, pero Alejandro la emprendió sin temor, encontrándose todo tipo de contratiempos por el camino: tormentas de arena, un pasaje cálido y desértico, o la falta de rumbo fijo, entre otras. 

Alejandro quería conocer más sobre su origen y su futuro, pero no sabemos exactamente lo que preguntó al oráculo ni qué respuestas obtuvo, sólo que su visita pareció ser satisfactoria. Algunos rumores cuentan que el oráculo declaró que Alejandro era hijo del gran dios Amón, identificado por los griegos como Zeus.

03 santuario Zeus Amon Siwa

03 santuario Zeus Amon Siwa

Santuario de Amón, en Siwa.

SU EJÉRCITO, LA MÁQUINA DE GUERRA PERFECTA

El ejército de Alejandro Magno, creado por su tío, el rey Alejandro II, y su padre, Filipo II de Macedonia, se convirtió en la mejor maquinaria de guerra surgida hasta entonces, organizado y poderoso, gracias a las habilidades logísticas, tácticas y estratégicas de Alejandro. 

Esta tropa de élite estaba formada por escuderos, infantería, caballería y combatientes, completada con mercenarios griegos y balcánicos enviados por miembros de la liga de Corinto para el esfuerzo común de la guerra

Así, Alejandro Magno disponía de unos 13.500 combatientes macedonios, 12.000 griegos del sur y 8.000 de origen balcánico: un total de aproximadamente 33.500 hombres. 

Uno de sus mayores triunfos bélicos fue la Batalla de Gaugamela, donde persas y macedonios lucharon cerca del río Tigris para decidir el destino del Imperio Aqueménida.