El encantador
Daniel Radcliffe y Harry Potter, para millones de personas se funden en la misma persona. Pero a partir de 2011, después de una década componiendo al personaje, el actor deberá demostrar sus habilidades para cambiar de registro. Y tiene madera para sobrevivir al fenómeno mágico al que siempre estará ligado.
Daniel Jacob Radcliffe nació en el distrito londinense de Fulham el 23 de julio de 1989. No consta nada mágico en tal fecha, ni marcas especiales en la frente del recién llegado al mundo, pero el caso es que Daniel estaba destinado a encarnar en el cine a uno de los magos más populares de la ficción novelesca de todos los tiempos, con el permiso de Merlín el Encantador, o Gandalf el Gris.
Pero antes de ser presentado a Harry Potter, hijo único como él, el pequeño Daniel inició a edad muy temprana su carrera actoral, participando en funciones escolares. La leyenda asegura que a los cinco años ya deseaba ser actor. Está claro que en casa pudo entrarle el gusanillo de interpretar personajes distintos de sí mismo, pues su madre es directora de casting de la BBC, y su padre agente literario. Y como le encantaban las películas de James Bond, reproducía para disfrute propio y de sus amigos escenas de 007. En 1999, sin haber cumplido los nuevo años, logró el papel que da nombre a David Copperfield (1999), una miniserie de la BBC basada en el clásico de Charles Dickens. Un amigo de sus padres les convenció para que el chico acudiera al casting para el personaje, y superó cinco pruebas hasta ser el elegido.
Aunque el actor llamó la atención el caso es que dos años después sólo tenía un pequeño papel como el hijo del matrimonio compuesto por Geoffrey Rush y Jamie Lee Curtis en El sastre de Panamá, según la novela de John Le Carré. Curiosamente fue Curtis la que animó al pequeño Radcliffe a presentarse al casting en que numerosísimos niños –se habló de 40.000– aspiraban a convertirse en alguno de los chavales protagonistas de la saga de libros juveniles de magia de Harry Potter, escritos por J.K. Rowling. Los padres no le concedieron el permiso, pero luego el productor David Heyman el que volvió a la carga. Saber que Rowling dijo de su elección para el papel “no puedo pensar que hubiesen encontrado un mejor Harry”, debió ser un subidón para Radcliffe. Radcliffe no llegó a leer las novela de Rowling hasta que fue escogido para dar vida a Potter. Y está claro que supo imprimir al personaje la seriedad de la carga que recae sobre sus hombros, a la hora de combatir a aquel que no se puede nombrar.
Como a sus compañeros de reparto Rupert Grint y Emma Watson, a Radcliffe le tocó crecer con la saga. No haría otras películas, debería compaginar sus estudios con el cine lo mejor posible, y la creciente madurez de Potter sería también la suya. Aunque reencontrarse con la gente del equipo debía ser agradable, también le tocó cambiar de director varias veces, de Chris Columbus a Alfonso Cuarón, de éste a Mike Newell, y finalmente a David Yates. Por exigencia de Rowling los actores serían británicos –obviamente Radcliffe cumplía el requisito–, pero ya se ve que los directores podían ser de otros nacionalidades. Cuarón parece que inició al actor en la entrada de la adolescencia del personaje, y también de algún modo en la propia, recomendándole que escuchara a Sex Pistols y viera Los cuatrocientos golpes de Truffaut, para aprender a expresar la ira del ‘teenager’ que llevaba dentro.
A lo largo de la odisea Potter, Radcliffe no ha podido hacer mucho cine, y de hecho Los chicos de diciembre (2007) es una película que merece ser olvidada. La mujer de negro, actualmente en rodaje, puede ser la película piedra de toque de si el actor es capaz de desprenderse en la pantalla de la alargada sombra de Potter, o si le ocurrirá como Elijah Wood, eterno Frodo para muchos espectadores en cuanto sale en una película, aunque ésta no forme parte de El Señor de los Anillos. En cualquier caso, en teatro sí ha podido explorar otros terrenos, aunque no exentos de polémida, pues su aparición desnudo en el montaje de “Equus”, la obra de teatro de Peter Shaffer, horrorizó a muchos padres que eran conscientes de las oleadas de admiración que Radcliffe provocaba en sus hijos. En cualquier caso sus representaciones en Londres y Broadway dieron pie a reseñas positivas de su actuación.
Aunque Radcliffe ha declarado que no tiene intención de ir a la universidad, a diferencia de Emma Watson, ha hecho sus estudios de bachillerato con seriedad, y parece buen amante de la literatura –menciona a John Keats entre sus escritores favoritos– y la pintura –aquí ha declarado su admiración por Jackson Pollock–. Sentimentalmente se la relaciona con la actriz Laura O’Toole, y a lo largo de los últimos diez años ha amasado una fortuna de 30 millones de libras. Entre otras proezas, Radcliffe es la personaje más joven en contar con un retrato en la Galería Nacional de Retratos londinense, pues el cuadro se incorporó a la colección cuando contaba 16 años.
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