Poligénesis del protestantismo en Latinoamérica: el caso mexicano, una visión panorámica (6) - Protestante Digital

Poligénesis del protestantismo en Latinoamérica: el caso mexicano, una visión panorámica (6)

A Sóstenes Juárez se debe la fundación o consolidación de congregaciones protestantes en diversos lugares de México. Por casi tres décadas  fue un personaje central para los inicios del cristianismo evangélico.

24 DE JULIO DE 2022 · 15:25

El obispo John C. Keener. / Wikipedia. ,
El obispo John C. Keener. / Wikipedia.

Nota: El siguiente texto es una especie de corte de caja. He publicado cinco libros referentes al cristianismo evangélico/protestantismo mexicano del siglo XIX. En las obras hay datos acerca de los antecedentes de la germinación de unas creencias vistas por el establishment religioso y cultural como ajenas a la identidad nacional, la cual, cabe mencionar, no cayó del cielo sino que fue una construcción colonial erigida a lo largo de tres centurias. Después de finalizada la Colonia, formalmente con la independencia de España, continuó dominando el modelo religioso implantado inicialmente a la fuerza y tomó características peculiares dadas por la población indígena y mestiza. El resumen que hoy inicia da cuenta de, más o menos, medio siglo de gestación del protestantismo endógeno en México, el periodo que va del inicio de México independiente a la llegada de lo que llamo misioneros institucionales, los y las enviados por denominaciones con el fin de iniciar iglesias en el país. La presente serie no incluye las abundantes notas de pie de página que sí están en la versión a ser publicada como libro, por lo cual el tono de lo aquí dado a conocer es casi de crónica periodística.

Con la muerte de Aguas se cerró un ciclo y se abrió otro en la historia del protestantismo mexicano.

Si bien es cierto que antes existieron esfuerzos misioneros extranjeros, éstos tuvieron un carácter casi personal, o de poco apoyo institucional con recursos humanos y financieros, si se les compara con lo que comenzó a suceder a finales de 1872 y principios de 1873 con la llegada de personas enviadas por denominaciones protestantes, las que pusieron a favor de esas personas sustentos considerables y de largo plazo.

Puede citarse el caso del obispo metodista Gilbert Haven, quien llegó el 28 de diciembre de 1872 a Veracruz, procedente de Nueva York con escala en La Habana, y el 4 de enero (sábado) del año siguiente arribó a la ciudad de México.

Se hospedó en el Hotel Gillow, «un hotel nuevo construido en una parte confiscada del convento perteneciente a la Iglesia de La Profesa». El 26 de enero inició reuniones que serían antecedentes a la conformación de la Iglesia Metodista Episcopal en el país.

El domingo 5 de enero Gilbert Haven recorrió a pie las pocas calles que separaban el Hotel Gillow (que todavía se encuentra en la esquina de Isabel la Católica y 5 de Mayo) del templo de San Francisco (calle Francisco I. Madero, frente al Sanborns de los Azulejos), para estar presente en el servicio de la Iglesia de Jesús.

Observó que las cuatrocientas sillas estaban casi todas ocupadas por los asistentes, prácticamente todos mexicanos, con la excepción de unos diez o quince americanos. Quedó gratamente impresionado porque los congregantes «cantaban, y cantaban con todas sus fuerzas».

Llamó su atención que de los dos pastores que oficiaban uno era blanco y el otro indígena. La consideró una «buena escena, estos dos hermanos de distinto color asociados en este servicio. ¿Cuándo tendremos establecido formalmente algo así en nuestra más cristiana América?».

El lugar al que asistió el obispo metodista Haven era el segundo templo abierto por la Iglesia de Jesús en la ciudad de México. Acerca del mismo escribió Manuel Aguas a correligionarios protestantes norteamericanos en octubre de 1871.

En su carta menciona que meses atrás había sido abierto al culto evangélico San José de Gracia, donde «asiste una gran congregación». Más adelante agregó que la Iglesia de Jesús, en la que ministra y es pastor, «ahora tiene el templo de San Francisco, un edificio espléndido, el primero en esta ciudad [de México], después de la Catedral».

Dijo que conoce bien el lugar por haber predicado allí cuando era sacerdote católico romano. Aseguró que «tan pronto como podamos repararlo y abrirlo para la predicación del Evangelio, estará lleno con una numerosa congregación».

San Francisco inició cultos protestantes continuos el 3 de diciembre de 1871. La parte utilizada entonces para los servicios es la capilla «que se llamó antiguamente de la Balvanera situada a un lado de la iglesia grande de S. Francisco».

El testimonio de Gilbert Haven sobre lo que presencia en la capilla de San Francisco es muestra plena de que en la ciudad de México había obra protestante, la que sirvió de base para los trabajos de misioneros extranjeros de distintas denominaciones.

De los muchos personajes nacionales que podrían citarse, ya eran conversos evangélicos antes de la llegada de los misioneros foráneos, tenían trayectorias de liderazgo, más tarde se articularon a los trabajos de los enviados por distintas denominaciones protestantes y potenciaron los alcances de aquellos, se mencionan solamente cinco: Primitivo Abel Rodríguez, Sóstenes Juárez Arcadio Morales, Agustín Palacios y Jesús Medina.

Primitivo Abel Rodríguez, hijo adoptivo de Aguas y de dieciséis años de edad cuando emerge a la luz pública el asunto de la conversión de su padre al protestantismo, acompañó estrechamente al personaje que retó a la Iglesia católica.

Primitivo, junto con otros jóvenes, recibió clases de teología y filosofía por parte de Aguas y Agustín Palacios. Fueron integrantes del Seminario de la Iglesia de Jesús, cuyo objetivo, informó Aguas, era «educar jóvenes para el ministerio».

Inicialmente fungió como secretario de Aguas, puesto del que fue relevado para no interrumpir sus estudios preparatorianos.

El Sábado de Gloria de 1873 a Primitivo A. Rodríguez le tocó vivir una experiencia terrible. De visita en el capítulo de la Iglesia de Jesús en Capulhuac, estado de México, fue perseguido y agredido, junto con otros visitantes e integrantes de la congregación, por un grupo de católicos.

Como resultado, fueron heridos cinco creyentes evangélicos de Joquicingo y asesinado Luis Gonzaga de Capulhuac. La célula en el lugar se originó mediante la recepción de un escrito, autoría de Manuel Aguas.

Primitivo A. Rodríguez salió del país para estudiar teología en el Seminario de la Iglesia Episcopal en Cambridge, en los alrededores de Boston. Obtuvo su graduación en 1879 y regresó al país para reinsertarse en la obra de la Iglesia de Jesús, en la que fue ordenado diácono en 1887.

Al año siguiente tuvo lugar una convención de las iglesias protestantes entonces existentes en la república mexicana. Asistieron nacionales y representantes denominacionales de Estados Unidos.

Por su dominio del inglés, Primitivo fungió como uno de los traductores y destacó en tal función. El obispo R. K. Hargrove, de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, lp invitó para que trabajara en la producción de materiales evangélicos en español, y para tal fin se trasladó a Nashville, Estados Unidos.

Su labor como traductor y editor por casi dos décadas dejó un cúmulo de importantes obras para el conjunto del protestantismo mexicano de finales del siglo XIX y principios del XX. Fue administrador del periódico El Evangelista Mexicano.

Produjo materiales para la Escuela Dominical, y editó el Himnario Cristiano, «a la fecha (publicado en 1908) la mejor colección de himnos evangélicos y de tonadas apropiadas» en español. De entre el gran número de libros que tradujo, los que él considera “su monumento” son los sermones en dos tomos de John Wesley, fundador del metodismo.

A Primitivo Rodríguez «hay que reconocerle su denodado esfuerzo en traer a Juan Wesley a tierras hispanoamericanas, pues él empezó la traducción del libro Juan Wesley: su vida y su obra de Mateo Lelièvere».

Por su temprana muerte, a los 54 años, «sólo alcanzó a traducir la cuarta parte de este que se ha constituido en la principal fuente historiográfica sobre el metodismo wesleyano hasta la fecha.

La obra fue concluida por Andrés Osuna, en 1911». En lo que respecta a libros de autores protestantes españoles del siglo XVI, editó obras de Constantino Ponce de La Fuente y de Juan Pérez de Pineda.

Hacia finales de 1908, Rodríguez recibió la invitación de la Sociedad Bíblica Americana para que, junto con cuatro expertos más, fuera parte de la comisión revisora del texto castellano del Nuevo Testamento con el fin de hacer una nueva edición del mismo.

En los primeros días de 1909, una afección de los bronquios le impidió viajar a Nueva York para unirse al grupo encargado de la anterior tarea. Por consejos médicos se trasladó a San Antonio, Texas, donde fue afectado de influenza y, débil por otros males, no resistió el ataque y murió el 5 de febrero.

La Sociedad Evangélica de San José el Real 21, liderada por Sóstenes Juárez, mudó el domicilio de sus actividades en la ciudad de México al antiguo convento ubicado en el callejón de Betlemitas (actual calle Filomeno Mata) hacia principios del último tercio de 1869, según publicaron periódicos de la capital.

Al respecto, La Iberia hizo un pequeño anuncio: «Templo Evangélico. El que estaba en la calle de San José el Real ha sido trasladado al ex convento de Betlemitas». El nuevo lugar era más amplio, y por ello representaba un avance en el ensanchamiento del grupo, que, como se ha visto, se estaba expandiendo a poblaciones en otras zonas de la República mexicana.

La nota periodística no menciona el número de Betlemitas en el cual tienen lugar los servicios evangélicos. En 1871 un crítico de los núcleos protestantes caracterizó al grupo de Sóstenes Juárez de la siguiente forma: «celebran en Bethlemitas un culto demasiado sencillo: más político que cristiano, más racionalista que protestante, muy parecido al de los humildes, industriosos y benéficos cuáqueros».

En abril de 1870 el grupo evangélico de Chimalhuacán, estado de México, vinculado a la Sociedad Evangélica presidida por Sóstenes Juárez en la capital del país, fue víctima de ataques de pobladores católicos.

Los perseguidos señalaron al sacerdote católico romano Bernardo de Villageliú como el instigador de las acciones en su contra. Del caso se ocupó ampliamente Ignacio Manuel Altamirano, para entonces en la cima de su carrera como escritor, periodista y firme defensor de las Leyes de Reforma juaristas.

El cura Bernardo de Villageliú hizo llegar al gobernador del estado de México una relación de hechos que, según él, tuvieron lugar en Chimalhuacán. Ratificaba que los problemas en el pueblo eran ocasionados por «un grupo como de cien hombres que pretenden formar parte de la secta protestante, llamada Sociedad Evangélica».

Villageliú menciona que los protestantes de Chimalhuacán formaban parte de la red de iglesias lideradas por Sóstenes Juárez. Aporta el dato que Juárez había bautizado al hijo de un protestante, quien «arrepentido de su disidencia del catolicismo» se presentó ante él de forma espontánea para solicitarle impartiera el sacramento al niño, «porque no estaba conforme con el bautismo que dice le había conferido el que se titula ministro evangélico, C. Sóstenes Juárez».

Incapaz de mostrar con pruebas y argumentos que los señalamientos hechos en su contra en los atropellos de que fueron víctimas los protestantes, subraya Altamirano, el periódico que defendía al cura Villageliú (La Voz de México) reaccionó como partidario fanático del Santo Oficio.

A quienes «tienen el cinismo de defender la conducta de Villageliú y de recriminar a los protestantes», les pregunta:

¿Qué tiene de extraño, pues, que un escritor independiente, que no está vendido a los intereses clericales y que se burla de los anatemas, al ver que jueces, prefectos, gobernadores, diputados católicos y todo el mundo abandonan a los desgraciados indios sumidos en la cárcel de un pueblo fanático, tenga la osadía, fiel a sus principios reformistas, de revelar esa violación de las leyes, ese inicuo atentado contra la libertad humana, esa arbitrariedad de los que cuentan aquí con recomendaciones y protectores?

A la acusación de ser anticatólico, Altamirano señala que, si una injusticia como la padecida por los indios de Chimalhuacán la sufrieran católicos, él no vacilaría en defenderlos de las arbitrariedades.

Informó que los indígenas evangélicos habían sido liberados, luego entonces no eran culpables de lo que fueron acusados por Villageliú. Finalmente, reprodujo una carta de los protestantes de Chimalhuacán, en la cual se aportaban más datos que reforzaban los señalamientos realizados por Altamirano contra Bernardo de Villageliú.

En el verano de 1872, en agosto, más de treinta congregaciones evangélicas independientes del estado de México convocaron a lo que la prensa denominó un “Concilio protestante” a tener lugar en Chalco, cuyo fin sería subrayar que sus fundadores, y quienes ahora las integraban «no admiten clero alguno ni cooperarán a formar otro cuerpo teocrático de esa especie, pues creen, que al hacerlo así, no harían más que cambiar de yugo, y que para ser cristianos les basta estudiar y practicar el Evangelio».

El diario agregaba que tales «protestantes puritanos no recibían subvención alguna del pueblo americano ni de ninguna persona o sociedad extranjera, como se aseguraba y se sabe que pasa con las congregaciones episcopales de San Francisco y San José de Gracia».

A la convocatoria no fueron ajenas congregaciones que reconocían el liderazgo de Sóstenes Juárez, y posiblemente éste fue uno de sus principales impulsores.

Durante 1872 Sóstenes Juárez se mantuvo ministrando en el callejón de Betlemitas, por su parte, Arcadio Morales a veces colaboraba con Juárez, pero también tenía nexos con líderes protestantes para iniciar obra en otros lugares de la ciudad. Arcadio Morales y Agustín Palacios, a disgusto con la orientación eclesiástica episcopal que estaba tomando la Iglesia de Jesús, salieron de esta en octubre de 1872 e iniciaron una nueva congregación evangélica en «la 1ª calle del Cinco de Mayo» (corresponde hoy al tramo de esa calle ubicado entre Isabel la Católica y Motolinía).

Al vincularse a principios de 1873 con los trabajos misioneros exógenos, Sóstenes Juárez tenía casi una década de haber iniciado su compromiso con la creación de núcleos cristianos de perfil protestante/evangélico.

El desarrollado con el obispo John C. Keener no fue el primer contacto de Juárez con personajes extranjeros llegados al país con el objetivo de difundir el protestantismo.

A partir de 1864 Juárez tuvo contacto y relaciones de mutua colaboración con John William Butler, el representante de la Sociedad Bíblica de Londres. Desde enero de 1869, y durante algunos meses, quizá poco más de un año, Sóstenes fue respaldado por el misionero Henry C. Riley.

De enero a octubre de 1869, Riley contribuyó con el grupo que lideraba Sóstenes Juárez en San José el Real 21 y después dedicó mayor esfuerzo a la tarea de hacer preparativos para publicar un periódico (La Estrella de Belén, que apareció en marzo de 1870) y abrir un lugar para las reuniones de la Iglesia de Jesús, en San Juan de Letrán número 12.

Sóstenes Juárez estaba desarrollando su ministerio en la casona del callejón de Betlemitas, distante a pocas calles de la principal plaza pública de la ciudad de México, el Zócalo, cuando a principios de 1873 el recién llegado obispo John C. Keener le invitó para unirse a los trabajos iniciales de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur.

En ese tiempo, el domicilio de Juárez estaba en «la calle Nueva o de la Independencia (hoy 16 de septiembre). Era viudo y no tenía hijos».

Es importante retomar al personaje que logró la colaboración de Juárez para la causa de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en México. John C. Keener nació el 7 de febrero de 1819 en Baltimore, Maryland.

Estudió en la Universidad Wesleyana de Texas. Su elección como obispo tuvo lugar en la Conferencia General de Memphis en 1870. En los días finales de 1872, el obispo Keener hizo el viaje de Nueva Orleáns a Veracruz en el “buque Tabasco”.

Llegó al puerto mexicano el 1º. de enero de 1873 y a la ciudad de México el día 6 del mismo mes. Sobre la urbe a la que arribaba escribió: «El estilo de la arquitectura y la solidez de los edificios de la capital de México me asombraron.

Al ir en coche de la estación [de ferrocarril] al hotel Iturbide [hoy Centro Cultural Banamex, en la calle Francisco I. Madero, Centro Histórico], me parecía una visión oriental, esa ciudad edificada en el interior del país, me traía a la memoria la ciudad de Florencia y la arquitectura de Miguel Ángel».

Antes que Keener, había llegado el obispo Gilbert Haven, de la Iglesia Metodista Episcopal, quien desembarcó en Veracruz el 28 de diciembre de 1872 y para el 4 de enero del año siguiente estaba instalado en la capital mexicana, en el Hotel Gillow.

Haven permaneció en el país tres meses, tras los cuales regresó a los Estados Unidos. Mes y medio después que John C. Keener, el 23 de febrero, arribó a la capital del país el obispó William Butler, quien al igual que Haven pertenecía a la Iglesia Metodista Episcopal.

En el buque Tabasco, Keener conoció a George W. Clarke, editor del semanario en inglés The Two Republics, que publicaba en la capital del país, y cuyas oficinas estaban ubicadas en el número 5 de la primera calle de Plateros.

Clarke puso en contacto a Keener con Christian Amadeus Breme (o Boheme), quien a su vez le presentó a Sóstenes Juárez. Antes fue referido cómo y en qué circunstancias iniciaron amistad Breme y Juárez.

Durante su primera visita el obispo John C. Keener dedicó sus esfuerzos a establecer un lugar para las actividades de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur entre la población mexicana.

También apoyó a las congregaciones de habla inglesa existentes en la capital. Keener predicó en la recién organizada Iglesia Anglo-Sajona de México, cuyo pastor electo era el reverendo William H. Cooper, y que se reunía en el «salón de San Juan de Letrán».

El salón citado era el del número 12, primera sede de la Iglesia de Jesús, que abrió cultos en ese lugar a fines de marzo de 1870. También Keener encabezó un servicio unido de oración de los distintos grupos protestantes de habla inglesa que fue convocado para efectuarse el 2 de febrero en el «salón de la calle San José el Real, cerca de Cinco de Mayo».

El lugar al que acudió Keener habría sido el mismo en que se reunió la Sociedad de Amigos Cristianos/Sociedad Evangélica de Sóstenes Juárez por cinco años, de 1864 a 1869.

El obispo Keener no hablaba adecuadamente español y para comunicarse fue importante la ayuda de Sóstenes Juárez, quien dominaba el francés, y posiblemente comprendía algo de inglés.

John C. Keener muy pronto tuvo buenos resultados en su búsqueda de comprar una propiedad que fuera destinada a las actividades eclesiásticas metodistas del sur.

El 27 de febrero de 1873 informaba los detalles de la operación:

Ayer pagué en efectivo y firmé los documentos para comprar la capilla [de San Andrés], con lo que ésta se constituye en el primer baluarte de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur en el corazón de México. Tiene toda la apariencia de un Gibraltar cubierto de ceniza; acanterado y gótico que puede convertirse en un santuario para los tiempos de prueba […] Está situado en una esquina en la sección soleada de la calle […] Su costo real es lo doble de lo que pagué por la capilla y el lote adyacente juntos […] El terreno tiene paredes por los cuatro lados. Tan altos como la capilla, de modo que con una inversión mínima se techa, se pone piso y se anexa al santuario. La superficie total es de 55 por 66 varas [46 por 55 metros]. Desde que fue confiscada la propiedad ha estado a prueba. Su belleza se opacó un tanto, aunque conserva el mérito arquitectónico […] Ahora tendrá que repararse, se pintarán las paredes, se le pondrá piso nuevo, se arreglará el altar y se pondrá un púlpito adecuado. Todo de acuerdo con la fe de quienes vengan allí a adorar y a escuchar. Ahora sólo se necesita un predicador.

La capilla estaba en la conocida como puerta falsa de San Andrés y el callejón de 1857. Hoy en ese lugar confluyen la calle de Donceles, Xicoténcatl y la cerrada del 57. San Andrés sirvió como lugar de reuniones tanto para la misión de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, la de Keener y Sóstenes Juárez, como de la Iglesia Metodista Episcopal, la de los obispos Gilbert Haven y William Butler, hasta que esta última tuvo su propio lugar, en Gante 5, a partir del 25 de diciembre de 1873, para la realización de sus servicios.

Tras un rápido acondicionamiento en la capilla de San Andrés, iniciaron cultos metodistas el 30 de marzo de 1873. En el acto participaron líderes y feligresía de las dos denominaciones, las que después tendrían en el lugar servicios dominicales matutinos para los de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, y vespertinos para los de la Iglesia Metodista Episcopal.

Poco antes de salir del país, el obispo Keener escribió (28 de marzo de 1873) algunas de sus impresiones acerca de los pobladores de la capital e hizo una comparación de la misma con urbes estadounidenses: «Me hallo a mí mismo, al abandonar esta tierra y gente, con ideas inmensamente corregidas y diferentes de aquellas con las que llegué».

Al adentrarse en el país imaginaba que «la gente sería ruda, pendenciera, mitad negra, turbulenta, incapaz de desarrollarse excepto lo más rudimentario a menos que fuera ayudada por medio de un proceso cristiano, y que el territorio estaría envuelto en incesantes revoluciones».

Al salir estimó que «en cuanto a la gente, 7 de cada diez personas tienen sangre indígena, uno de cada diez es de pura sangre española y no encontré un solo mulato o negro en la capital a no ser dos sirvientes importados por el cónsul americano, ni tampoco en el camino, excepto unos pocos en el puerto de Veracruz».

Y sobre la Ciudad de México observaba que «en cuanto a capacidad y civilización, las cuales en muchos aspectos son altamente valoradas, esta gente puede sobrepasar a Boston en música, a Filadelfia en librerías y a Nueva York en bellas artes. Me duelo decirlo, pero es la verdad».

Al dejar el país, John C. Keener confió la obra en Sóstenes Juárez, pero unos meses más tarde enviaría para que estuviese al frente del trabajo a un personaje que había conocido en diciembre de 1872 en la Conferencia Anual del Oeste de Texas, y de quien líderes metodistas norteamericanos daban muy buenas referencias.

La persona recomendada fue Alejo Hernández, liberal que se enlistó en las filas combatientes contra la Intervención francesa y el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Tras ser encarcelado por su oposición a la invasión extranjera, iniciar la lectura de literatura protestante durante su cautiverio y salir de este,

Alejo Hernández viajó a Estados Unidos. En Brownsville, Texas, leyó la Biblia y tuvo nexos con una iglesia presbiteriana. Ya converso al cristianismo evangélico, Hernández regresó a México por poco tiempo.

De nueva cuenta volvió a Texas, y en Corpus Christi comenzó a congregarse en una iglesia metodista.

En 1871 la Conferencia Anual del Oeste de Texas, de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, ordenó diácono a Hernández. Después fue nombrado pastor asociado para ministrar en Laredo. Al año siguiente recibió la encomienda de ampliar sus trabajos entre la población texana de habla española.

En la Conferencia eclesiástica metodista del oriente texano de 1872, Alejo Hernández conoció al obispo John C. Keener, quien estaba ultimando detalles para viajar a México.

Comisionado por Keener, Alejó Hernández se hizo cargo de la capilla de San Andrés a partir del 29 de junio de 1873. El pastor Hernández predicó en el cuarto (28 de diciembre de 1873) de los seis servicios especiales que con motivo de la apertura del templo metodista la Santísima Trinidad (en Gante número 5) se realizaron a partir del 25 de diciembre de aquel año.

En un nuevo viaje a México, el obispo John C. Keener, de cuyo arribo dio noticia el periódico en francés editado en la capital, ordenó presbítero a Alejo Hernández el domingo 8 de febrero de 1874, en un servicio programado para iniciar a las tres de la tarde. Acerca de otro culto dominical, realizado una semana después de la ordenación de Hernández, Keener escribió que:

Esta tarde celebramos la Cena del Señor en la Capilla de San Andrés. Había presentes una buena compañía de mexicanos y personas de habla inglesa. El hermano [Alejo] Hernández predicó un sermón basado en Marcos [14, 24]: «Esta es la copa del nuevo pacto en mi sangre». Todos los ministros de las diferentes misiones (de la ciudad) estuvieron presentes. El señor Parkes, el señor Carter, el doctor Cooper, el doctor Butler, el hermano Daves, el hermano [Sóstenes] Juárez y el obispo Simpson se acercaron a la mesa. Yo consagré los elementos en inglés. Fueron administrados en español y la oración final fue en español, así como la alabanza congregacional. Muchos de los mexicanos se arrodillaron muy devotos en el altar y recibieron los sacramentos con mucha emoción, fue una ocasión quieta y bonita. Yo estaba gozoso de ver a los protestantes puestos de pie uno junto a otro en unidad […] Ellos están haciendo una buena obra, tienen largas audiencias para gente pobre, yo creo, la más pobre que haya visto en una iglesia en cualquier país.

Alejo Hernández era el pastor de la capilla de San Andrés y Joel T. Daves el superintendente de la misión en México de la Iglesia Metodista Episcopal de Sur. Daves también apoyaba a las congregaciones de habla inglesa, como la que se reunía en el número 12 de San Juan de Letrán.

Entre tanto Sóstenes Juárez continuaba colaborando para fortalecer la obra de los metodistas del sur, facilitando contacto con la red que lideraba desde los tiempos de la Sociedad Evangélica.

En el verano de 1874, solamente seis meses después de haber sido ordenado presbítero, Alejo Hernández tuvo un ataque de parálisis. Salió del país hacia Texas, donde murió el 27 de septiembre de 1875, «sus restos descansan en el cementerio de Corpus Christi».

A la salida de Hernández se hicieron cargo de las responsabilidades pastorales el misionero Joel T. Daves y Sóstenes Juárez.

Sóstenes Juárez combinaba labores eclesiásticas con las de su profesión como educador. Decidió darles más tiempo a las primeras, ya que problemas físicos le impedían continuar con ambas tareas.

En junio de 1875, la Sociedad Lancasteriana le concedió una licencia de seis meses como director de su biblioteca, «con objeto de atender a su quebrantada salud».

Es importante aquilatar el peso educativo y cultural que tenía en México la Sociedad Lancasteriana en el tiempo que Sóstenes Juárez fungía como bibliotecario de la institución. Antes se han mencionado brevemente las características y los inicios de la mencionada Sociedad en el país.

La sede del organismo estuvo en una parte del ex convento de Betlemitas. Este ocupaba un área actualmente delimitada por las calles 5 de Mayo, Filomeno Mata, Tacuba y Bolívar, en el Centro Histórico de la capital mexicana.

La extensa propiedad tuvo distintos usos después del decreto de las Cortes españolas de 1820, cuando la orden de los betlemitas fue suprimida, «en 1829 sirvió el edificio de Escuela Militar, y hasta el 13 de febrero de 1861 de convento de monjas de la Enseñanza Nueva.

El 9 de marzo del mismo año, se destinó una parte a escuela modelo de primeras letras y otra para la Compañía Lancasteriana».

Los logros del método lancasteriano de enseñanza fueron reconocidos de tal manera, que «veinte años después de su fundación, en 1842, el gobierno nacional entregó a la Compañía Lancasteriana la dirección de instrucción primaria de toda la República Mexicana».

El organismo tuvo la responsabilidad de enseñar las primeras letras y operaciones aritméticas a varias generaciones de estudiantes del país.

Tras el triunfo de los liberales sobre el Imperio de Maximiliano, Benito Juárez entró victorioso a la ciudad de México el 15 de julio de 1867; aquéllos se dieron a la tarea de construir instituciones que reflejasen sus anhelos de transformar radicalmente al país. Una de sus prioridades estuvo en el terreno educativo, y pocos meses después, el 2 de diciembre, fue promulgada «la Ley orgánica de Instrucción Pública».

Al iniciar el gobierno el plan de tomar en sus manos los distintos niveles escolares, los planteles lancasterianos comenzaron a declinar.

Todavía en 1870 la ceremonia de premiación a los estudiantes de las escuelas lancasterianas en la ciudad de México tuvo repercusión en la prensa. Ignacio Manuel Altamirano, él mismo integrante de la Sociedad Lancasteriana, reseñó lo que llamó “magnífico acto”, que se realizó en el Gran Teatro Nacional.

Este fue construido en terrenos que fueron del convento y hospital de Betlemitas, y se colocó la primera piedra el 18 de febrero de 1842.

La Biblioteca Popular del Cinco de Mayo, localizada en “la iglesia” del ex convento, en el callejón de Betlemitas número 7 (como la ubicaba todavía en 1883 un plano comercial), y patrocinada por la Sociedad Lancasteriana, conformó su acervó con varias donaciones, entre ellas «cien cajones de libros” duplicados procedentes de la Biblioteca Nacional.

La Biblioteca Popular fue inaugurada el 16 de septiembre de 1870 por el presidente Benito Juárez, «a las cuatro de la tarde». Daba servicio en días hábiles, «hasta las diez de la noche. El local está alumbrado con gas hidrógeno».

Un editorial periodístico describía la Biblioteca Popular como «excelente establecimiento […] un local amplio y gozando de buena luz, se presta de una manera satisfactoria a llenar su objeto. Vimos a varios ciudadanos ocupados en leer y aprovechando ya la proporción de instruirse que les suministra esta nueva biblioteca».

En la también conocida como Biblioteca del Cinco de Mayo tenían lugar otras actividades además del fomento a la lectura. Un ciclo de conferencias muy concurrido fue el de Historia política de México, en el que se anunciaba Ignacio Ramírez tendría a su cargo el

período comprendido desde antes de la Conquista hasta 1810. El señor [Ignacio Manuel] Altamirano desde la guerra de Independencia hasta 1853, y de la guerra de la Intervención y presidencia del señor [Benito] Juárez. Al señor Guillermo Prieto le toca el período que comprende la revolución de Ayutla y la guerra de Reforma, desde 1853 hasta 1861.

En cuanto a número de personas que usaban sus instalaciones, la Biblioteca Popular recibió en mayo de 1873 a 6 mil 356 visitantes que consultaron su catálogo y libros.

La Sociedad Lancasteriana quedó disuelta en 1890, por decreto del presidente Porfirio Díaz. La Biblioteca Popular fue cerrada, «trasladándose los libros a la Biblioteca Nacional».

La dirección de la institución que tan efectivamente proveyó acceso bibliográfico a un gran número de lectores, estuvo en sus primeros años, los de mayor esplendor, bajo la dirección de Sóstenes Juárez.

Él dejó la Biblioteca del Cinco de Mayo, como se ha visto, en junio de 1875, para dedicarse de lleno a los trabajos de la Iglesia Metodista Episcopal del Sur.

En el tiempo de Joel T. Daves como superintendente de la misión, fue remozada la ex capilla de San Andrés, y se hizo una nueva dedicación del lugar el 22 de agosto de 1875.

Asistieron al acto 400 personas, mexicanas en su gran mayoría. Un buen grupo de asistentes debió quedarse fuera del recinto porque ya no había cupo dentro. El sermón fue predicado por Santiago Pascoe, «quien fue asistido en el servicio por el reverendo Sóstenes Juárez y el reverendo [José Elías] Mota».

La dedicación de la renovada capilla la realizó el pastor Joel T. Daves, que «predicó su primer sermón en español».Sóstenes Juárez y J. E. Mota quedaron nombrados como pastores de la capilla, a la que desde entonces se le llamó El Mesías.

Otra versión sostiene que fue tres años después cuando le pusieron al templo el nombre antes citado. El misionero Joel T. Daves debió regresar con todo y familia a Estados Unidos a finales de 1875, «porque en especial su esposa no pudo adaptarse a las condiciones climáticas del Valle de Anáhuac».

El obispo John C. Keener visitó por tercera ocasión la capital del país en febrero de 1876. Los pastores de la capilla de San Andrés/templo El Mesías, Sóstenes Juárez y Elías Mota informaron a Keener sobre el estado de la obra: «70 miembros, 30 discípulos en la Escuela Dominical y 65 educandos en las dos escuelas de niños y niñas establecidas en la ciudad de México».

A Sóstenes Juárez se debe la fundación o consolidación de congregaciones protestantes en diversos lugares del país. Por casi tres décadas —desde sus años de liderazgo en San José el Real, el traslado del grupo al callejón de Betlemitas y su vinculación con la Iglesia Metodista Episcopal del Sur a partir de enero de 1873 y hasta mayo de 1891— Sóstenes Juárez fue un personaje central para los inicios del cristianismo evangélico en, por ejemplo, la capital del país y distintas poblaciones del estado de México, Morelos, Puebla, Oaxaca, Guanajuato y Aguascalientes.

En el caso de la ciudad de Oaxaca, Sóstenes ocupó en 1881 y 1882 el cargo pastoral (junto con Rafael Solís) del núcleo que se vinculó en julio de 1871 al movimiento de la Iglesia de Jesús encabezado por Manuel Aguas.

Para la tarea fue comisionado por la Iglesia Metodista Episcopal del Sur, la cual se hizo cargo del grupo a partir de 1874. Por distintas circunstancias la obra oaxaqueña transitó en 1887 de estar bajo la responsabilidad de los metodistas del sur a los del norte.

Sóstenes Juárez prosiguió labores en otros lugares hasta que ocurrió su deceso el 25 de marzo (o de mayo) de 1891, en Aguascalientes, donde era pastor.

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