El cristianismo ¿es progresista o retrógrado? - Evangelico Digital

El cristianismo ¿es progresista o retrógrado?

El evangelio posee gran flexibilidad cultural y puede adaptarse a cada tiempo, pero no en el campo doctrinal sin riesgo de traicionar su esencia.

20 DE NOVIEMBRE DE 2022 · 08:00

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PhotoMIX Company, Pexels

Cristianismo, progreso y filosofía progresista (y 5)

Es por todo lo dicho en los anteriores artículos de esta serie que el cristianismo y la iglesia no pueden ser juzgados de manera ligera por el pensamiento progresista como anacrónicos, obsoletos y reaccionarios, cuando en realidad lo que puede estar siendo es visionaria en muchos aspectos, pues, como lo dijo Vittorio Messori: “En varias ocasiones la Iglesia ha sido juzgada por su retraso, por no estar al día. Pero el curso posterior de la historia ha demostrado que si parecía anacrónica es porque había tenido razón demasiado pronto”. 

Se equivocan, entonces, quienes juzgan así a la iglesia por oponerse, presuntamente, a un inatajable “progreso” marcado por el ejercicio libre de la sexualidad, la legitimidad del aborto, de la eutanasia, del matrimonio homosexual y de la adopción de niños por parte de parejas del mismo sexo, señalándola como oscurantista y medieval, por contraste con el pretendido carácter luminoso y progresista del pensamiento secular moderno y posmoderno.

La iglesia no debería, pues, sentirse ofendida por ello, pues ya es un hecho reconocido por los historiadores que ni el oscurantismo del medioevo fue tan oscuro, ni la ilustración de la modernidad fue tan luminosa como se piensa.

Además, el racionalismo moderno, que pretendió resolver los problemas que la iglesia no logró resolver, sino que presuntamente agravó, no sólo ha fracasado en el intento, sino que ha dado lugar o abonado el terreno para el surgimiento de problemáticas mayores que las iniciales, viéndose impotente para tratar eficazmente con todas ellas, resultados que están a la vista para que toda persona honesta y desprejuiciada juzgue quien de los dos tenía razón.

Los remedios del pensamiento progresista han sido peores que la enfermedad, pues si bien es cierto que la iglesia no ha logrado resolver las problemáticas más sentidas de la humanidad sino tan sólo amansarlas, habiendo contribuido a ellas en significativas ocasiones; también lo es que el racionalismo no ha logrado más y ha traído consigo indeseables efectos colaterales contra los que la iglesia advirtió en su momento.

Así, pues, si la iglesia, con todos sus lastres, ha dado la impresión de ser anacrónica por momentos, en muchos casos es debido a que tuvo razón demasiado pronto. Y como tal no puede, entonces, renunciar a seguir advirtiendo al mundo, cual centinela, aunque la acusen de anacrónica y reaccionaria, para no caer, precisamente, en el pecado de omisión que representa pasar agachada y en silencio ante estas iniciativas insensatas.

Porque bajo la pose de sensatez y magnánima inclusión, respeto y tolerancia adoptada por el pensamiento progresista, no se le pueden tampoco hacer concesiones a la insensatez, como lo pretenden las actitudes “progresistas” asociadas a la promoción del pluralismo y el multiculturalismo con su discurso a favor de la validez de todas las culturas y religiones por igual.

Por último, los sectores de la iglesia que han optado por aliarse casi de manera servil con todas las causas del pensamiento progresista, alineándose con él, han tenido que comprobar en carne propia el diagnóstico de Franco Volpi en el sentido que: “La Iglesia… que quiere ponerse al día con la época… por abrir la puerta a aquellos que estaban fuera, terminó por hacer huir a aquellos que estaban dentro”

Y es que, en su peligroso afán por mantenerse vigentes y no tornarse anticuadas y obsoletas, estando así a tono con los tiempos; muchas iglesias han terminado por subirse al engañoso tren del “progreso”, tal vez con la buena intención de atraer y dar acogida en su seno a un mayor número de quienes se encuentran fuera, pero al costo de diluir o negociar aspectos fundamentales del evangelio que muchos de quienes se encontraban ya dentro de ella juzgan acertadamente como concesiones inadmisibles al espíritu del mundo, viéndose empujados a abandonarla por causa de esta cuestionable acomodación de la iglesia al pensamiento secular.

Así, si los maestros de la ley no entraban ni dejaban a otros entrar, el pensamiento progresista establecido en la iglesia abre sus puertas de par en par, rebajando el costo del discipulado para que muchos entren por la puerta de adelante, mientras por la puerta de atrás pierde a buena parte de su recurso humano más valioso, fiel y comprometido.

Ahora bien, es cierto que el evangelio posee una gran flexibilidad cultural que le permite adaptarse a todos los tiempos y grupos humanos; pero en el campo doctrinal no puede mostrar esa misma flexibilidad sin riesgo de traicionar sus contenidos. El Señor Jesucristo se mostró siempre firme en lo fundamental, aunque esto significara la posibilidad de perder a sus seguidores y exhorta a los suyos de este modo:“… retengan con firmeza lo que ya tienen, hasta que yo venga” (Apocalipsis 2:25).

En conclusión, sin perjuicio de las críticas que algunas de las más visibles causas del pensamiento progresista merecen por parte de la iglesia y su necesidad de oponerse a ellas y combatirlas, la iglesia debe hacer causa común con el mayor número de ellas que son afines con el espíritu del evangelio para llegar a ser así, tal como Dios lo desea, el principal agente del progreso de la humanidad en el marco de la posmodernidad y la globalización que son, con todos sus peligros y oportunidades, nuevos vientos de Dios que levantan olas que la iglesia debe identificar y aprovechar, capitalizando las oportunidades y sorteando los peligros.

El progreso consiste entonces, como lo planteó una vez más Paul Tillich, en madurar e identificar los “momentos decisivos” de la historia. El Kairos divino. El momento oportuno de Eclesiastés. El día en que el Señor actúa, y espera que nosotros, su iglesia, actuemos con él y declaremos con entusiasmo: “Este es el día en que el Señor actuó; regocijémonos y alegrémonos en él” (Salmo 118:24).

 

Artículos de esta serie sobre “Cristianismo, progreso y filosofía progresista”:

1.- El pensamiento progresista

2.- Cristianismo y pensamiento progresista

3.- Fe, ciencia y progreso

4.- Contradicciones del progresismo

5.- El cristianismo ¿es progresista o retrógrado?

 

 

Publicado en: EVANGÉLICO DIGITAL - Creer y comprender - El cristianismo ¿es progresista o retrógrado?